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«Si Ud. viene a Ocotal con toda o parte de sus fuerzas, y entrega sus armas pacíficamente, tendrá con sus soldados garantías que yo le ofrezco, como representante de una gran nación poderosa que no gana batallas con traición».
El mensaje del 12 de julio de 1927 a cargo del capitán Gilbert D. Hatfield no dejaba sitio a la interpretación. 

Se trataba de un intento de negociación con el único general que decidió rebelarse ante los acuerdos del Espino Negro, que grosso modo otorgaba a los Estados Unidos control político y presencia militar indefinida en Nicaragua. 

«De otro modo –continuaba la carta– Ud. será proscrito y puesto fuera de la ley, perseguido donde quiera y repudiado en todas partes, en espera de una muerte infamante; no la del soldado que cae en batalla, sino la del criminal que merece ser baleado por la espalda por sus propios seguidores». 

Augusto C. Sandino, el destinatario, se limitó a responder la misiva en poco menos de tres líneas reafirmando sus convicciones:

«Recibí su comunicación ayer y estoy entendido de ella.

No me rendiré y aquí los espero.

Yo quiero patria libre o morir.

No les tengo miedo; cuento con el ardor del patriotismo de los que me acompañan».

A.C. Sandino


Cuatro días más tarde, poco menos de 300 rebeldes se preparaban para atacar por sorpresa la ciudad de Ocotal al caer el sol, un punto estratégico en posesión de los marines estadounidenses y sus aliados de la Guardia Nacional. 

Con la atención puesta en dinamitar la pista aérea y tomar el control de los cuarteles de ambas fuerzas, los sandinistas abrieron fuego durante los primeros minutos del 16 de julio.

Antes del amanecer, los rebeldes habían conseguido hacerse de posiciones de avanzada en el centro de la ciudad y destruido la pista de aterrizaje; no obstante, la lucha recrudecía en el asalto a los cuarteles, repelido una y otra vez por ataques coordinados entre marines y miembros de la Guardia Nacional con armamento y técnica muy superior a la del ejército de Sandino.



Después de una exigencia de rendición rechazada por los marines norteamericanos ante la superioridad numérica de los sandinistas (que enfrentaban a menos de 100 hombres combinados) y el constante asedio a las unidades acuarteladas, un estruendoso rugido interrumpió el intercambio de balas: dos aviones norteamericanos aparecieron en el horizonte sobrevolando brevemente la zona, como un sutil indicio de lo que estaba por venir.

La guarnición de Ocotal siguió defendiéndose por horas ante la frustración de los hombres de Sandino, cuando en punto de las 14:35 horas, un destacamento aéreo de seis aviones liderado por el Mayor Ross E. Rosswell surcó el cielo de la ciudad centroamericana. 

Era el inicio de una página negra en la historia de la aviación: los De Haviland DH-4 de la marina estadounidense dispararon su ametralladora a distancia mientras caían en picada.

Una vez que se encontraron sobre el objetivo, soltaron las bombas sólo para volver a la formación y seguir con el asedio una vez más.

El hecho se repitió durante cuarenta y cinco minutos, mientras las tropas sandinistas y otros civiles caían ante la lluvia de balas y las poderosas explosiones. 

No sólo eso: se trató de la primera vez que una ciudad enfrentaba un ataque aéreo coordinado de tal naturaleza.

 Ante la imposibilidad de continuar peleando y después de sumar un escandaloso número de bajas (más de 380 muertos y un centenar de heridos entre población civil e insurgentes), Sandino y el resto de los rebeldes huyeron derrotados internándose en las montañas de Quilalí, donde más tarde habrían de fundar su cuartel militar.

Después de la derrota, el ejército popular no sólo comprendió que plantear una lucha frontal contra una armada mejor equipada y entrenada resultaba en suicidio y decidió perfeccionar la técnica de guerra de guerrillas; también descubrieron que debían hacer uso de su territorio y las ventajas que conocerlo les concedía para conseguir la independencia política de Nicaragua.

Seis años después de la estrepitosa derrota y con todo en contra, las tropas de Sandino lograrían lo que ninguna otra revuelta popular hasta entonces: la expulsión del ejército más poderoso del mundo de territorio nicaragüense. 

Sin embargo, el inmisericorde bombardeo en contra de la población civil de Ocotal sigue siendo un duro recordatorio de la manera estadounidense de hacer política en América Latina.

https://culturacolectiva.com/historia/el-dia-que-estados-unidos-bombardeo-ocotal/

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