Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

USA: ¿AFL-CIO o AFL-CIA?...Injerencia y destrucción de los sindicatos

Desde el inicio de la Guerra Fría los Estados Unidos se dedicaron a tratar de neutralizar la influencia soviética en el movimiento sindical europeo.

Apoyándose en la AFL-CIO, una organización que tiene más de corporación ramal que de sindicato de clase, la CIA hizo dividir el CGT, gran sindicato francés y financió la disidencia de un nuevo movimiento sindical, la Fuerza Obrera. 

Por otra parte la CIA ha reagrupado a las centrales atlantistas europeas en el seno de una Confederación de Sindicatos Libres, sistema que ha sido posteriormente extendido a África y Asia.

La operación ha sido dirigida por Irving Brown, responsable de la red stay-behind en Europa.

Luego de haberse aliado para luchar contra las fuerzas del Eje durante la Segunda Guerra Mundial, a partir de 1945 los Estados Unidos y la URSS entran en una lucha de influencia mundial calificada, a partir de 1948, como «Guerra Fría».

 Ambas superpotencias evitan cuidadosamente el enfrentamiento militar directo, pero desarrollan un combate ideológico en sus zonas de influencia, así como guerras periféricas.

Desde el desmoronamiento de la URSS, las redes pro soviéticas pertenecen a la historia y son cada vez más conocidas gracias especialmente a la desclasificación de los archivos.

Por el contrario, las redes atlantistas no desaparecieron con la Guerra Fría. Permanecieron dormidas durante la administración Bush padre, para ser reactivadas por la administración Bush hijo.

Hemos tratado de describirlas en estas columnas no como cosa del pasado, sino como elementos explicativos de la crisis política mundial actual.

Así, hemos reportado la instauración de redes de injerencia, la de los stay-behind [1] y la del soft-power, de la Fundación Nacional para la Democracia (NED/CIA) [2], y hemos analizado grandes operaciones sectoriales como el financiamiento a los intelectuales europeos por parte de la CIA [3].

En esta ocasión nos referiremos a la manipulación de los sindicatos.

Los Estados Unidos, convencidos de que las democracias occidentales están amenazadas por el «peligro comunista», uno de cuyos pilares sería naturalmente el sindicalismo, implementan, en el marco del Plan Marshall, una red de confederaciones sindicales internacionales encargadas de detener la influencia comunista en el mundo laboral.

En febrero de 1945 se celebra en Londres, con la participación de 53 organizaciones, una conferencia mundial tendente a la unificación del sindicalismo internacional por iniciativa del Trades Union Congress (TUC) británico.

La American Federation of Labor (AFL), primer sindicato estadounidense, boicotea la reunión para protestar contra la presencia de representantes soviéticos.

El Congress of Industrial Organizations (CIO), su gran rival en el escenario sindical de los Estados Unidos, trata por su parte de desempeñar un papel de mediador entre los miembros de la Internacional Sindical Roja (ISR), cercana a Moscú, y la Federación Sindical Internacional (FSI), creada en Ámsterdam en 1919 y que rechaza a los sindicalistas soviéticos.

Ambas corrientes deberían reunirse en una Federación Sindical Mundial (FSM), que nace efectivamente en París en 1945. Sin embargo el acercamiento fracasa.

La Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos (CISR) rechaza unirse a la nueva estructura, al igual que la AFL, que en octubre de 1946 decide reunir a todos los sindicatos «libres» e instalar una oficina en Bruselas al frente de la cual se encuentra Irving Brown.



Foto izquierda: Los dirigentes internacionales de la AFL-CIO. Foro derecha: George Meany, Presidente de la AFL-CIO de 1955 a 1979. 


El Plan Marshall termina de dividir a la naciente FSM: el secretariado de la Federación denuncia un plan «que atenta contra la independencia de los Estados europeos», mientras que los sindicatos británicos organizan una conferencia que reúne a partidarios del proyecto.

Rápidamente la FSM se encuentra ampliamente dominada por las centrales sindicales de los países socialistas: la CGT francesa y la CGIL italiana serán las dos únicas organizaciones occidentales que forman parte de la misma.

Washington hace mayores esfuerzos por dividir a los sindicatos comunistas y ayudar a los que rechazan el anticapitalismo y la dominación de Moscú. Tres hombres van a supervisar el dispositivo: el primero es Jay Lovestone, entonces director de la sección internacional de la American Federation of Labor.

Ex dirigente del Partido Comunista Estadounidense antes de la Segunda Guerra Mundial, Lovestone rompe con la URSS en 1929 tras un encuentro con Stalin, quien le sugiere que los Estados Unidos tenían una configuración política y social especial por lo que necesitaban una estrategia comunista adaptada.

Sintiéndose amenazado, abandona Moscú a toda prisa y, de regreso a Nueva York, se convierte en un anticomunista militante.

 Se alía entonces a la International Ladies Garment Workers Union, un importante sindicato estructurado por inmigrantes judíos e italianos que trata igualmente de limitar la influencia de sus militantes comunistas.

Estos últimos son finalmente alejados gracias a los esfuerzos de los «moderados», dirigidos por David Dubinsky.

En la misma época Jay Lovestone establece una relación de amistad con el dirigente de la AFL, George Meany, igualmente anticomunista convencido.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Lovestone trabaja en estrecha colaboración con el Buró de Trabajadores del Office of Strategic Services (OSS, ancestro de la CIA), dirigido por Arthur Goldberg, futuro secretario del Trabajo de Kennedy y miembro de la Suprema Corte.

Es especialmente encargado de organizar la resistencia de los obreros en la Alemania nazi, Europa y África del Norte. Al concluir la guerra prosigue sus actividades en Europa.

Es secundado en ello por Irving Brown, miembro de la AFL y adjunto para Europa de Lovestone a partir de 1944. Nacido en 1911, Irving Brown se convierte en un miembro importante de la AFL en la década de 1930, época en que su esposa es secretaria de Jay Lovestone [4].

Su primera acción importante está relacionada con Francia, país aliado estratégico de Washington por su poderío económico y demográfico, pero también por su situación geográfica (su frontera con Alemania, una parte de la cual está ocupada por las tropas soviéticas, hace de Francia un aliado privilegiado en caso de ofensiva de la URSS).

En Francia se producen importantes turbulencias sociales una vez desaparecido el estado de gracia de la liberación. Las huelgas de Renault de abril-mayo de 1947 hacen estallar el acuerdo de gobierno entre el Partido Comunista Francés, la SFIO y el MRP. Paul Ramadier revoca los ministros comunistas y hunde la vida política en una inestabilidad amenazadora.

Por otra parte se acumulan las dificultades económicas: la penuria de carbón y de renglones alimenticios, y el alza de los precios provocan importantes movimientos sociales en todo el país. La CGT, primer sindicato del país, es sacudida por disensiones internas entre los que aceptan «el papel dirigente del PCF en el movimiento obrero y los que se oponen al mismo» [5].

Washington se aprovecha de la situación: en ocasión de su viaje a la ONU, la CIA aborda al secretario general de la CGT, Léon Jouhaux, quien acepta provocar la escisión que hará surgir Fuerza Obrera en 1948 y debilitará el sindicalismo en Francia por largo tiempo.

Una vez terminada la operación, George Meany declara al Press Club de Washington: «Estoy orgulloso de decirles, porque podemos permitirnos el revelarlo ahora, que fue con el dinero de los obreros de Detroit y de otros lugares que nos fue posible la escisión, muy importante para nosotros en la CGT, que dio lugar al sindicato amigo Fuerza Obrera» [6].

Sin embargo, en 1967, Thomas W. Braden, ex director de la división internacional de la CIA, revela sin ambages [7] que en realidad los fondos fueron suministrados por la International Ladies Garnment Union de David Dubinsky y luego, «cuando les faltó el dinero, se dirigieron a la CIA. Así comenzaron las transferencias de fondos a los sindicatos libres que, muy pronto, se extendieron a Italia. Sin estas transferencias la historia de la posguerra hubiera sido diferente» [8].

Un grupo de militantes antisoviéticos desempeña un papel fundamental en la escisión: se trata de trotskistas recuperados por el stay-behind. Durante la Segunda Guerra Mundial, tras la ruptura del pacto Germano-Soviético, escogieron luchar contra Stalin, alrededor de Henri Molinier, al incorporarse al ultracolaborador Movimiento Social Revolucionario (MASR), de Eugène Deloncle y Eugène Schueller [9].

Impulsados por Irwing Brown, crean en 1953 un nuevo partido, el le MPPT, alrededor de Pierre Boussel-Lambert. Rápidamente estos militantes obtienen empleo en las Cajas del Seguro por Enfermedad y se dedican a la estructuración de FO.

En la misma época «la SFIO marsellesa se aprovechó también de los dólares de la CIA que, por ejemplo, sacan a flote al diario socialista Le Populaire, de alcance nacional» [10].

Las actividades de Irving Brown son particularmente visibles en la región de Marsella, entonces el corazón de la French connection que por aquella época manejaba lo esencial del tráfico mundial de heroína. En general su financiamiento procede directamente de la CIA, ya sea por medio del agregado de la embajada de los Estados Unidos en París para las cuestiones sindicales, John Phillipsborn, o mediante una cuenta bancaria en Zurich a nombre del presidente del Comité Mediterráneo, Pierre Ferri-Pisani [11].

Paralelamente a estas operaciones puntuales, Irving Brown lanza a finales de 1949 la Confederación Internacional de los Sindicatos Libres (CISL / FTUC), que rechaza todo contacto con la Federación Sindical Mundial, considerada demasiado cercana a Moscú. La CISL reagrupa a unas sesenta centrales de 53 países representantes de 50 millones de trabajadores.

Por otra parte reconstituye una estructura en el seno de la AFL, la Confederación de los Sindicatos Libres, financiada con 35 000 dólares por la casa matriz.

El presidente de esta organización es Matthew Woll, mientras que David Dubinsky hace las veces de tesorero y George Meany, secretario de tesorería de la AFL, se encarga de la coordinación entre la joven estructura y la casa matriz [12].

La iniciativa dirigida a los sindicatos europeos no comunistas hará que la organización adquiera una nueva dimensión. Se producen nuevos aportes: a partir de 1950 la CIA financia la CISL con 170 000 dólares anuales.

Con semejante presupuesto, la central sindical puede financiar ampliamente el Centro Internacional de Sindicalistas Libres en el Exilio (CISLE / ICFTUE), que celebra su primer congreso en París en octubre de 1948 en los locales de Fuerza Obrera, apenas restablecida de su escisión de la CGT.

La organización, presidida por F. Bialas et A. Skorodzki, se encarga oficialmente de recibir a los trabajadores emigrados y de las organizaciones socialistas de Europa Oriental. En realidad, permite sobre todo apoyar a los grupos disidentes establecidos del Otro lado de la cortina de hierro.

 Algunos de ellos, no alemanes, se habían unido a las fuerzas armadas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, incluso a las Waffen SS, y no podían regresar a sus países de origen una vez terminado el conflicto. Por lo tanto constituyen un sólido baluarte anticomunista en los países en que se encuentran refugiados.

Que hayan logrado o no cruzar a tiempo la cortina de hierro, de todas formas son acogidos con los brazos abiertos en el Centro Internacional de los Sindicalistas Libres en el Exilio [13]. La organización edita la revista Le Syndicaliste Exilé [14] y tiene acceso a las ondas de Radio Free Europe y Radio Liberty, ambas abiertamente financiadas por la CIA. En la misma época, la CISL ayuda a la organización y al financiamiento de la reunión fundadora del Congreso para la Libertad de la Cultura, en Berlín, en 1950.

La CIA acaba por considerar demasiado costosas las actividades de Lovestone y Brown. De 1950 a 1955 reduce su financiamiento y los presiona a ambos para que reorganicen sus actividades de forma más eficaz.

Esto ocurrirá en 1955 cuando los dos principales sindicatos estadounidenses activos en Europa, la AFL (representada por Irving Brown) y el CIO (representado por Victor Reuther) se fusionan para dar lugar a la AFL-CIO con la bendición de Averell Harriman, nuevo administrador del Plan Marshall y de su emisario en Europa, Milton Katz.

George Meany ocupa la presidencia de la nueva organización. Cesan las actividades de la Confederación de los Sindicatos Libres para ser sustituidas por operaciones de mayor envergadura por parte de la nueva central sindical unificada.

Esta aprovecha para multiplicar sus esfuerzos de «injerencia sindical» a escala planetaria. Irving Brown se dedica al Africa poscolonial, mientras que otros militantes como Richard Deverall y Harry Goldberg hacen de Asia su terreno predilecto. Serafino Romualdi, un socialista de origen italiano, actúa en América Latina [15].

Las actividades de injerencia se detienen entonces en Europa. Todo el departamento es reorganizado en 1962 cuando el presidente Kennedy crea la US Agency for International Development (USAID), que casi exclusivamente financia esta rama de actividad de la AFL-CIO.

Se trata de una estrategia defendida ante el presidente Kennedy por Cord Myer, Arthur Goldberg, George Meany y Jay Lovestone, entre otros. La central sindical estadounidense crea entonces tres subestructuras semiindependientes.

 La principal es la American Institute for Free Labor Development [16], cuyo objetivo es retomar el control de los movimientos sindicales en América Latina. Se trata de una iniciativa lanzada desde finales de la década de 1950 por Cord Meyer y que garantizó la formación de más de 200 000 sindicalistas procedentes de América Latina en el centro de Front Royal, en Virginia [17].

Los otros dos organismos son el African Labor College, dirigido por Irving Brown, y el Asian-American-Free Labor Institute, surgido en 1968 durante la guerra de Vietnam. La reorganización aleja por lo tanto de Europa la actividad de la AFL-CIO y por el contrario permite la aparición de un nuevo instrumento de injerencia en los países del Tercer Mundo que veremos actuar rápidamente con el derrocamiento de Sukarno en Indonesia, de Joao Goulart en Brasil y de Salvador Allende en Chile.

[1] Ver la serie de investigaciones sobre el stay-behind en la Red Voltaire.

[2] Ver «Las redes de la injerencia democrática», Red Voltaire, 21 noviembre de 2004.

[3] Ver «Quand la CIA finançait les intellectuels européens» (Cuando la CIA financiaba a los intelectuales europeos) texto en francés, por Denis Boneau, Voltaire, 27 de noviembre de 2003.

[4] Según The Point Man: Irving Brown and the deadly post-1945 struggle for Europe and Africa, por Ben Rathbun, Minerva Press, 1996.

[5] «CGT-FO, le grand schisme», por René Mouriaux, diario francés Le Monde, 13 de abril de 1998.

[6] Citado en E como espionaje por Nicolas Fournier y Edmond Legrand, Editorial Alain Moreau, 1978, Francia.

[7] «I’am Glad the CIA is Immoral», por Thomas W. Braden, Saturday Evening Post, 20 de mayo de 1967.

[8] Citado en D como Droga, por Alain Jaubert, Editorial Alain Moreau, 1973, Francia.

[9] El MSR es entonces un partido en el seno del RNP de Marcel Déat con el cual se acaba de fusionar. Ver «L’histoire secrète de L’Oréal» (La historia secreta de Oreal), texto en francés, por Thierry Meyssan, Voltaire, 3 de marzo de 2004.

[10] Ibid.

[11] El comité Mediterráneo es el organismo en el cual Irving Brown realiza sus actividades alrededor de la región de Marsella. Financia, por ejemplo, a los piquetes rompehuelgas durante la huelga de los estibadores de Marsella que trataban de impedir el desembarco de material militar destinado a las topas norteamericanas estacionadas en Francia.

[12] «The Origins of CIA Financing of AFL Programs», por Anthony Carew, CovertAction Quaterly, verano de 1999.

[13] «The International Centre of Free Trade Unionists in Exile», por Peter E. Newell, Lobster, junio de 1996.

[14] En enero de 1964, Roger Louet, presidente de Fuerza Obrera, acepta la dirección del diario. «The International Centre of Free Trade Unionists in Exile», op.cit.

[15] «Plumbers and Presidents: Labor Sources for Diplomatic Historians», texto en inglés, por Edmund F. Wehre, at College Park.

[16] El American Institute for Free Labor Development estaba financiado por un amplio panel que incluía a las más importantes empresas norteamericanas como Rockefeller, ITT, Kennecott, Coca Cola, IBM, Pfizer International, Standard Oil, Shell Petroleum y Pan American World Airways. Según el presidente de la AIFLD, George Meany, «constituía un deber de los Estados Unidos contribuir al desarrollo de los sindicatos libres en América Latina». El presidente del Consejo de Administración no es otro que J. Peter Grace, igualmente presidente de la W.R. Grace Corporation.

[17] Libro: The Rise and Decline of the CIA, por John Ranelagh, Simon & Schuster, Editores, 1987.


1962-1979: La AFL-CIO y la contrainsurgencia sindical

Para defender los intereses de sus grandes compañías en América Latina frente a los gobiernos socialistas, los Estados Unidos no se limitan a infiltrar sus ejércitos.

También reclutan a camorristas en la sociedad civil bajo la cobertura de la formación de sindicalistas. Un instituto especializado de la AFL-CIO, creado por el Pentágono y la CIA, dirigido por importantes figuras, participa directamente en la desestabilización de Guyana, Brasil o Chile.

A continuación la segunda parte de nuestra investigación sobre la injerencia sindical.

Para defender los intereses de sus grandes compañías en América Latina frente a los gobiernos socialistas, los Estados Unidos no se limitan a infiltrar sus ejércitos.

 También reclutan a camorristas en la sociedad civil bajo la cobertura de la formación de sindicalistas. Un instituto especializado de la AFL-CIO, creado por el Pentágono y la CIA, dirigido por importantes figuras, participa directamente en la desestabilización de Guyana, Brasil o Chile.

 A continuación la segunda parte de nuestra investigación sobre la injerencia sindical.

Luego de haber participado en la política de manipulación de las fuerzas de izquierda contra el comunismo llevada a cabo por Washington, la AFL-CIO se reorganiza en 1962 cuando el presidente John F. Kennedy crea la La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) [1]. Las actividades internacionales del sindicato son confiadas a tres organismos diferentes que se distribuyen zonas geográficas.

La AIFLD: «contrainsurgencia» sindical en América Latina

El primero es el American Institute for Free Labor Development (AIFLD), dedicado al control de los movimientos sindicales en América Latina. George Meany, presidente de la AFL-CIO, asume la dirección administrativa.

 Delega la dirección ejecutiva en Willliam C. Doherty Jr, cuya experiencia profesional se limita a algunos meses de trabajo en el Plan Marshall, lo que podría parecer insuficiente para un «líder sindical» [2].

Un consejo de administración compuesto por grandes empresarios con intereses en América Latina determina las prioridades de acción de la AIFLD. En el mismo se encuentran personalidades famosas por sus posiciones antisociales como David Rockfeller; la presidencia es asumida por el director general del gigante químico W.R. Grace Corporation y presidente del Capítulo Norteamericano de la Orden de Malta, J. Peter Grace [3].

Este casting refleja la realidad de la AFL-CIO, organización que promueve la colaboración de clases y une de forma vertical sindicatos obreros y patronales según un modelo cercano al de las corporaciones fascistas.

Después de la Segunda Guerra Mundial y antes de la fusión con la CIO, la AFL ya había instalado una organización sindical en América Latina llamada Inter-American Regional Organization of Workers (ORIT).

 Este antecedente de la AIFLD estaba dirigido por Serafino Romualdi, exiliado italiano. Aunque hizo maravillas en Guatemala en 1953 durante el derrocamiento del presidente Jacobo Arbens, cuya política social amenazaba los intereses de la United Fruit Company, se mostró incapaz frente a la revolución cubana; de ahí que Washington decidiera dar más medios a la AFL-CIO, es decir, a la AIFLD.

La decisión de crear la AIFLD no fue objeto de discusión en el seno del movimiento obrero norteamericano. Fue tomada por los directivos de la red stay-behind, de injerencia de los Estados Unidos en los países de su zona de influencia y que formaba parte entonces de la Dirección de Planificación de la CIA, aunque vinculada al Pentágono [4].

Los estatutos son elaborados entre 1959 y 1962, y redactados por dos de los principales especialistas de las acciones secretas: el general Richard G. Stilwell y el coronel Edward G. Lansdale. Este último era en aquella época director de la NSA y el diseñador de las operaciones Mangoose y Northwood dirigidas contra Cuba [5].

El proyecto es aprobado por el Consejo de Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations - CFR), la asociación de la élite de Washington. «Eso se convirtió en el inicio de la contrainsurgencia», comenta el coronel retirado de la US Air Force L. Fletcher Prouty [6].

En efecto, ambos eran «agentes de campo [para quienes] había llegado el momento de (...) formar una fuerza internacional paramilitar masiva, bajo un mando paracivil y [disimulada tras] un tupido velo de seguridad» [7].

El programa está inspirado especialmente en el desarrollado por Joseph A. Beirne a finales de los años 50 cuando era presidente de Communications Workers of America (CWA). Entonces había invitado al centro de formación del CWA, en Front Royal, a líderes de los sindicatos vinculados a los servicios postales, telegráficos y telefónicos de América Latina para un seminario de tres meses sobre el «sindicalismo democrático».

Mientras que los militares de América Latina se forman durante todo el período en la Escuela de las Américas, en Panamá, o en la Academia de Cuadros de la Guerra Política, en Taiwán [8], la AIFLD garantizaría, durante cuarenta años, la formación de más de 200 000 personas procedentes de todas las ramas, principalmente de la prensa, en Front Royal, Virginia [9].

La ideología impartida la resume William Blum de la siguiente forma: «Todos los problemas de los trabajadores serán resueltos por un sistema de libre empresa, de cooperación de clases y de negociación colectiva, así como por la colaboración con los patronos y el gobierno en la lucha anticomunista» [10].



Foto izquierda: Jacques Foccart con líderes gaullistas, al frente de la manifestación del 30 de mayo de 1968 en Francia. George Meany Presidente de la AFL-CIO de 1955 a 1979 .

La AIFLD realiza actividades de propaganda y diplomacia paralela contra la URSS en este período de guerra fría. Su papel es entonces desconocido por el gran público e incluso por la mayor parte de los miembros de la AFL-CIO.

 Las primeras revelaciones tienen lugar en 1967 durante una reunión de 520 dirigentes sindicales de alto nivel organizada en Chicago por iniciativa del Labor Leadership Assembly for Peace, un grupo de trabajadores opuestos a la guerra de Vietnam. Uno de los líderes presentes, Victor Reuther, relata cómo la AFL-CIO en realidad sirve de cobertura para las actividades del Departamento de Estado norteamericano y de la CIA.

La central sindical, entonces dirigida por George Meany, habría, según Reuther, «participado [con la CIA] en el golpe de Estado de 1964 que derrocó al gobierno liberal electo de Joao Goulart en Brasil y, al mismo tiempo, ayudado a debilitar a los sindicalistas del sector automovilístico brasileño.

La obediencia ciega de la AFL-CIO al Departamento de Estado y su alianza con la CIA hacen difícil para la UAW (International Union, United Automobile, Aerospace and Agricultural Implement Workers of America ), afiliada a la AFL-CIO, mantener la confianza de sindicalistas confirmados del otro lado del Atlántico [11].

En sus memorias, Victor Reuther explica que «los lugartenientes de Meany en la esfera de las intrigas internacionales habían creado una red mundial financiada con enormes sumas. A veces utilizaban estructuras sindicales títeres, internacionales o regionales.

En otros momentos penetraban las secretarías internacionales de sindicatos, aunque de buena fe. Las sumas de dinero que estos últimos manipulaban los hacían vulnerables al control del donante».

 Se trataba de una estrategia especial por parte de una central sindical, tanto más cuanto que «la política exterior de la AFL-CIO era elaborada en la atmósfera acallada de Washington, generalmente con el Departamento de Estado y otras agencias.

 Raramente había una discusión anterior ante los miembros del Consejo Ejecutivo; no había ni siquiera una imitación de proceso democrático» [12].

Experiencia de desestabilización sindical en Guyana

El golpe brasileño de 1964 no es el primero. El American Institute for Free Labor Development había activado ya la maquinaria dos años atrás en el marco de la desestabilización política llevada a efecto por el Departamento de Estado en Guyana. La pequeña colonia británica, miembro del Commonwealth, es dirigida entonces por el Dr Cheddi Jagan, presidente fundador del Partido Progresista del Pueblo (PPP). Su apoyo a los obreros de las plantaciones azucareras amenaza los intereses de la firma Brooker Bros McConnell. Antes de conceder la independencia a Guyana, Londres decide su derrocamiento para instalar un gobierno títere en su lugar.

La AFL-CIO es activa en Guyana a cuenta de la red stay-behind en el marco de los acuerdos anglo-estadounidenses.

Al respecto, escribe Serafino Romualdi: «Desde mi primera visita a la Guyana Británica hice todo lo posible para fortalecer las fuerzas sindicales democráticas opuestas a Jagan» [13]. Como lo escribe William Blum, «fue una de las raras ocasiones en que la Agencia fue oficialmente autorizada a operar en zona británica».

La estrategia de la CIA es simple: se trata de fortalecer a los sindicatos cercanos a Forbes Burnham, principal opositor político de Jagan. La Agencia se apoya en el Public Services International (PSI), «una asociación de sindicatos internacionales de funcionarios, con base en Londres, cuya misión era exportar la experiencia sindical de los países industrializados hacia los países menos desarrollados».

El dispositivo se hace especialmente eficaz tras la llegada al poder de John F. Kennedy y la creación de la AIFLD: en febrero de 1962, la CIA organiza y financia manifestaciones de oposición a Jagan, huelgas y revueltas.

 Gracias a la penetración de las organizaciones sindicales, Langley logra fomentar, en abril de 1963, la huelga general más prolongada de la historia: 80 días. El llamamiento a la huelga había sido lanzado por el Trade Union Council (TUC) [14] cuyo presidente, Richard Ishmael, «había sido formado, como tantos otros dirigentes sindicales guyaneses, en los Estados Unidos, más exactamente por la CIA, en el American Institute for Free Labor Development» [15]. A través suyo, y con el concurso del PSI y otras organizaciones sindicales en la órbita de la AIFLD, la CIA apoya la huelga con un millón de dólares.

Por «solidaridad con los huelguistas», las compañías petroleras norteamericanas dejan de suministrar petróleo al país, lo que obliga a Jagan a solicitar la ayuda de Cuba y viene a justificar la tesis de Washington según la cual «es un peligroso comunista». Esta intensa campaña de desestabilización conduce, en diciembre de 1964, a la obtención de una simple mayoría relativa por parte del PPP de Jagan, que rápidamente es obligado a renunciar. 

Forbes Burnham, quien queda en segundo lugar, se hace cargo del gobierno. Si bien en aquel momento este episodio tiene éxito, no es menos cierto que constituyó un fracaso a largo plazo. Veintiocho años más tarde los guyaneses llevan a Cheddi Jagan al poder al elegirlo presidente. Inflexible, el presidente Clinton llama a William Doherty Jr a quien nombra embajador en Guyana, pero ante la protesta por la decisión, termina renunciando a la misma. Mal jugador, prohíbe entonces la desclasificación de los documentos de la CIA referentes al golpe de 1964 cuyo secreto llegaba a los treinta años estipulados [16].

Se repite la historia en Chile

El escenario se repite casi idénticamente en Chile a partir de 1970, año en que se invierten más de mil millones de dólares por parte de diferentes empresas norteamericanas en el país. La mayor internacional representada es la International Telephone and Telegraph (IT & T).

El proceso de desestabilización comprende, según las audiencias celebradas por la Cámara de Representantes de los Estados Unidos en 1975, «importantes manipulaciones electorales, el financiamiento de los medios de comunicación con fines propagandísticos y de desinformación, conspiraciones políticas, conexiones militares, la penetración de los sindicatos (...)».

 Es iniciado ante la decisión del gobierno de Salvador Allende de nacionalizar la IT&T y compañías de explotación del cobre. Robert O’Neill es entonces del director del programa de la AIFLD en Chile. De 1970 a 1973 la central sindical multiplica la formación de dirigentes sindicales, de los que unos cien viajan cada año a los Estados Unidos [17].

Como en Guyana, Washington no opta por la intervención militar, sino por la desestabilización. Precisamente antes de la investidura del presidente Allende, el embajador norteamericano, Edward Korry, había advertido que «ni un tornillo ni una tuerca llegarían a Chile durante el gobierno de Allende». De 1970 a 1973 los Estados Unidos suspendieron la casi totalidad de sus programas de ayuda a Chile, el Export-Import Bank dejó de conceder préstamos, así como el Banco Interamericano de Desarrollo. Tampoco el Banco Mundial concedió ningún nuevo préstamo a Chile entre 1971 y 1973.

 La idea desarrollada por la IT&T en un memorando era que «entre los que quieren impedir la actuación de Allende, algunos, más realistas, esperan que el deterioro de la economía desencadenará una ola de violencia que conducirá a un golpe de Estado» [18].

Sindicalismo planetario

La AFL-CIO instaura otros dos organismos con carácter internacional, algunos años después de la AIFLD, siempre gracias a un financiamiento de la USAID. Para Asia, se trata del Asian American Free Labor Institute (AAFLI), fundado en 1968.

En realidad la zona asiática era desde hacía largo tiempo blanco de la atención de Washington. Ya en Indonesia, en 1965, la AFL-CIO había apoyado a los sindicatos no comunistas a fin de socavar la gran figura de la independencia, el general Sukarno, considerado demasiado cercano a las ideas socialistas [19].

Por otra parte, la AFL-CIO se oponía reiteradamente a la Confederación Internacional de los Sindicatos Libres (CISL/ICFTU), que sin embargo había creado, debido a la orientación demasiado socialista y socialdemócrata de algunos de sus miembros, y a que algunos de los sindicatos de la confederación militaban contra la guerra en Vietnam.

Según los documentos internos de la AFFLI, su creación está relacionada con el fracaso de la ofensiva del Tet, realizada por las tropas norteamericanas en Vietnam. La organización se habría introducido con un pretexto humanitario, encaminando la ayuda de CARE a los soldados, para desviarse a continuación hacia la formación de camorristas obreros anticomunistas. Habría beneficiado principalmente a Tran Quoc Buu, dirigente corrupto y anticomunista de la Confederación Vietnamita de los Trabajadores (CVT), quien se alía al régimen de Nguyen Van Thieu, apoyado por la CIA, para garantizar que los puertos del país permanecieran abiertos para el suministro a las tropas norteamericanas [20].

La influencia de la AAFLI se hace sentir por largo tiempo en la región. Según Dave Spooner, analista en el Asia Monitor Resource Center, «las estructuras, las prácticas sindicalistas y los códigos laborales de países como Corea del Sur. Taiwán, Filipinas, Malasia, India y otros son el resultado del apoyo, la imposición o la manipulación de los gobiernos, partidos políticos y sindicatos de Europa y los Estados Unidos, más que de las acciones de los trabajadores [locales]». En Filipinas, la AAFLI apoyó ampliamente la cruzada anticomunista del dictador Ferdinando Marcos mediante la subversión a los sindicatos cercanos al poder.

El tercer instituto, el African Labor College, tiene como terreno predilecto el África recientemente descolonizada. Se encuentra bajo la dirección de Irving Brown, ex emisario de la AFL-CIO en Europa y miembro eminente del stay-behind. En ese entonces los países francófonos deben enfrentar la multiplicación de los «golpes torcidos» orquestados por el responsable para África del general De Gaulle y luego de Georges Pompidou, Jacques Foccart, cercano a Irving Brown [21].

 La ausencia de documentación sobre las actividades de Irving Brown en África impide lamentablemente, en estos momentos, saber cómo se organizó la actividad conjunta entre Estados Unidos y Francia para mantener al conjunto de los países recién independizados fuera de la órbita soviética.

Las diferentes operaciones realizadas por las filiales internacionales de la AFL-CIO revelan, cuando son analizadas en su conjunto, una nueva forma de actuar de la diplomacia norteamericana en sus estrategias de injerencia. Los golpes de Estado han sido objeto de una importante literatura y son los más inmediatamente reconocibles. Los mecanismos de propaganda tendentes a construir «un enemigo en el interior», ya sea a partir de criterios étnicos, religiosos, políticos e incluso mediante la combinación de todos, han sido igualmente estudiados en trabajos más recientes.

En comparación, el proceso de «desestabilización social» que aparece aquí como otra técnica de contrainsurgencia permanece bastante desconocido. Se trata, sin embargo, de una alternativa totalmente pertinente, de un punto de vista estratégico para la política llamada «de cañoneras», cuando los países focalizados no son objetivos diplomáticamente aceptables para la comunidad internacional. Esta política no ha sido abandonada desde la renuncia de George Meany, en 1979. Su sustituto, Lane Kirkland, por el contrario, continuó por esta vía. Las instituciones de «injerencia sindical» fueron incluso fortalecidas y articuladas en un dispositivo más amplio, en 1983, al ser integradas a la National Endowement for Democracy, creada por Ronald Reagan [22].

[1] Ver la primera parte de esta investigación: «¿AFL-CIO o AFL-CIA?», por Paul Labarique, Voltaire, 20 de enero de 2005.

[2] El padre de William Doherty Jr. era agente de la CIA y fue embajador de los Estados Unidos en Jamaica.

[3] J. Peter Grace es conocido por haber captado al químico nazi Otto Ambrose, ex director del IG Farben. Por otra parte cristiano fundamentalista, Grace da empleo al reverendo Pat Robertson y bautiza a sus hijos.

[4] Ver: «Stay-behind, Las redes estadounidenses de desestabilización y de injerencia», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 20 de julio de 2001.


[6] The Secret Team: The CIA and Its Allies in Control of the United States and the World, por L. Fletcher Prouty, Ballantine Books, 1974.

[7] Ibid.

[8] Ver: «La Liga Anticomunista Mundial, internacional del crimen», que será publicado el 21 de enero 2005 en la Red Voltaire, por Thierry Meyssan.

[9] The Rise and Decline of the CIA, por John Ranelagh, Simon & Schuster Editores, 1987.

[10] Les guerres scélérates, libro en francés de William Blum, Editorial Parangon, 2004, Francia.

[11] Estas revelaciones han sido citadas nuevamente por Fred Halstead, activista antibélico socialista, en su libro Out Now dedicado a los movimientos de oposición a la guerra de Vietnam. Ver: «Victor Reuther’s Revelations About U.S. Labor and the CIA», por Charles Walker, IWW-News, 23 de marzo de 2003.

[12] Ibid. Lo paradójico es que Victor Reuther fue anteriormente el emisario del sindicato CIO en Europa, antes de la fusión con la AFL en 1955. En aquel entonces era el alter ego de Irving Brown, responsable de la AFL para Europa.

[13] Les guerres scélérates, libro en francés de William Blum, Editorial Parangon, 2004, Francia.

[14] William Blum define el Trade Union Council como «la mafia sindical internacional de la CIA». Libro: Les Guerres scélérates, op.cit.

[15] Idem: Les guerres scélérates, op.cit.

[16] «A Kennedy-C.I.A. Plot Returns to Haunt Clinton», por Tim Weiner, diario estadounidense New York Times, 30 de octubre de 1994.

[17] «CIA, AFL-CIO and Pinochet» texto en inglés, por Kim Scipes, 2 de diciembre de 1998.

[18] Citado por William Blum, en el libro: Les guerres scélérates, op.cit.

[19] Ver: «1965: Indonésie, laboratoire de la contre-insurrection», texto en francés, por Paul Labarique, Voltaire, 25 de mayo de 2004.

[20] «Inside the AFL-CIO’s International Program», tomado de Workers of the World Undermined, de Beth Sims, South End Press, 1992.

[21] Jacques Foccart es miembro del stay-behind. En 1968, cuando decide crear un sindicato estudiantil para contrarrestar el movimiento estudiantil de mayo 1968, la UNI, hace que la operación sea financiada por Irving Brown.

[22] Ver: «Las redes de la injerencia «democrática», por Thierry Meyssan, Voltaire, 22 de enero de 2004.

http://www.voltairenet.org/mot120947.html?lang=es

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