Por ahora está muy claro quién está configurando los dolores de parto de un nuevo Oriente Medio. No es Israel. No es la Casa de Saud. Y no es exactamente Trump.
Por Pepe Escobar
Todos recuerdan la conocida predicción de la ex secretaria de Estado de Estados Unidos, Condi Rice, en 2006, acerca de los "dolores de parto de un Nuevo Medio Oriente". Fiel al régimen de George "Dubya" Bush / Cheney, Condi se equivocó a lo grande, no sólo sobre el Líbano e Israel, sino también sobre Irak, Siria y la Casa de Saud.
El gobierno de Obama mantuvo puntualmente una tradición que podríamos llamar, con ligereza, la Escuela de Política Exterior de Los Sex Pistols ("no hay futuro para ti").
Esto es perfectamente ejemplificado en unas pocas frases por la inquebrantable portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, Maria Zakharova.
Zakharova señala cómo el equipo de Obama "en ocho años no dispuso de una consistente estrategia siria: un día lo bombardeamos, al día siguiente no lo hacemos, un día nos retiramos de Siria, al día siguiente entramos".
Eso es porque "una rama del gobierno no entendía lo que la otra rama estaba haciendo".
Y al final "simplemente continuaron y abandonaron toda la política siria sin llevarla a su lógica conclusión, luego se concentraron en Alepo, pero no para resolver esta situación, sino únicamente para incrementar la histeria y montar una campaña de desinformación orientada exclusivamente a las elecciones”.
Y eso nos conduce a los adultos en la sala de la era Trump, los que en realidad están controlando los dolores de parto del real nuevo Oriente Medio: Rusia.
Esa base iraní en Latakia
Comencemos con la reciente visita del primer ministro israelí, Bibi Netanyahu al presidente Putin.
Bibi arribó a Moscú impregnado de ilusiones bíblicas, esencialmente tratando de seducir a Putin para que abandonara la asociación estratégica con Irán -uniéndose por completo a la muy anunciada coalición anti Irán y anti chiita, formada por los árabes y la OTAN que también incluye a Israel junto con la mafia del petrodólar del CCG, y otros socios menores (Jordania y Marruecos), y dirigida desde la retaguardia por los EE.UU.
Bibi está desesperado porque Irán, con hechos sobre el terreno (combatientes iraníes y de Hezbolá) en asociación con hechos rusos en el espacio aéreo, está ganando la guerra proxy en Siria para beneficio de Damasco.
Y pase lo que pase después de las negociaciones de Astana, Teherán mantendrá una posición permanente en Siria –muy a pesar de la incontrolable indignación del combo OTAN-CCG-Israel.
Una implicación paralela es que Israel no puede atacar más el sur del Líbano.
El mes pasado, en Teherán, me fue confirmado que Hezbolá tiene hasta el día de hoy unos 40,000 combatientes estacionados y / o vigilando un laberinto de instalaciones subterráneas listas para defender al Líbano; esto equivale hasta diez veces más que en 2006, una invasión que resultó en una humillante retirada israelí.
No hay nada que Bibi pudiera haberle ofrecido a Putin, aparte de una promesa vaga y sin fundamento de ordenar al poderoso lobby israelí en Washington D.C. para suavizar la histérica demonización, 24/7, de Rusia.
Mientras tanto, se informó que el presidente sirio Bashar al-Assad dio luz verde para una base naval iraní en Latakia, cerca de la base aérea de Hmeymim utilizada por las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia. Eso sucedio después de que Mohammad Bagheri, Jefe del Estado Mayor de Irán, subrayara que la Armada iraní pronto necesitaría bases en Siria y Yemen.
Teherán ha enviado en su mayoría asesores militares e instructores a Siria, la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, en inglés) también ha contribuido con soldados muy bien preparados y resueltos.
En Teherán, tuve el placer de conocer al gran general Mohammad Ali Jafari, el comandante de más alto rango de la Guardia Revolucionaria, y un extraordinario táctico/organizador especializado en guerra asimétrica, su vasta experiencia adquirida durante la guerra Irán-Irak y en el éxito de Hezbolá en el Líbano en 2006.
Eso es como reunirse con el general Joseph Dunford del Cuerpo de Marines y jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, pero sin la ostentación. Jafari, un hombre cortés y gracioso, no tuvo tiempo de entrar en detalles, pero otras fuentes confirmaron que sin su conocimiento adquirido en el campo de batalla, Damasco en estos momentos estaría en grandes problemas.
Lo que Rusia quiere en Siria
Luego hay una entrevista con el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Mikhail Bogdanov, ex embajador en Tel Aviv y El Cairo, y ahora también representante especial de Putin en Oriente Medio, que, metafóricamente, ha partido el Mar Rojo de nuevo.
Bogdanov ofreció a las audiencias árabes una guía concisa sobre la política de Rusia en el Oriente Medio -el extremo opuesto de la locura del cambio de régimen neoconservador de los EE.UU.
Él comparó las "decenas de miles" de mercenarios salafistas-yihadistas en guerra contra Damasco, con la presencia militar de Rusia e Irán oficialmente solicitada por "el gobierno legítimo".
Desestimó la noción distorsionada de que Irán exportaba la revolución islámica (que se aplicaba a principios de los años ochenta).
Hizo hincapié en cómo Moscú quiere una especie de entente cordiale entre Estados Unidos e Irán, con (improbable) la Casa de Saud a bordo. Las negociaciones podrían celebrarse en Moscú o en otro lugar.
El Kremlin, de acuerdo a Bogdanov, quiere una Siria secular, más allá del sectarismo, que surja de elecciones libres y justas bajo la supervisión de la ONU. Previsiblemente, sus palabras apenas enmascararon la exasperación de Moscú con la obsesión de Washington de mantener a Teherán fuera de las negociaciones de paz sirias.
Y desestimó firmemente a los "rebeldes moderados", cuyo único objetivo es, "Assad se debe ir" para ser juzgado en La Haya ("Con este objetivo, la guerra puede durar para siempre").
Y luego, el argumento contundente: "Rusia quiere remitirse a la legitimidad internacional, estamos comprometidos con el principio de no injerencia en los asuntos internos de cualquier país, incluida la no injerencia en nuestros asuntos internos, respetamos el proceso democrático y no las revoluciones de colores".
Los miembros del equipo de Trump podrían entretener la idea de que Moscú abandonará a Teherán, no sólo en Siria, sino en términos de la integración de Eurasia. Imposible. También hay que hacérselo saber a la Casa de Saud.
La Casa de Saud ha gastado una fortuna invirtiendo en el cambio de régimen provocado por el salafismo yihadista en Siria y una guerra imposible de ganar en Yemen, conducida con armas de los EEUU que ha generado una hambruna masiva. Moscú podría ser capaz, con el tiempo, de inculcar algún sentido geopolítico en Riyadh. Una vez más, imposible.
Porque la Casa de Saud está ahora convencida de que su mejor aliado es el Presidente Trump.
Geopolíticamente acorralada e incapaz de liberarse de su característica paranoia, la Casa de Saud decidió lanzarse a la ofensiva, con el Rey Salman invirtiendo en una pródiga gira asiática, incluida Beijing, donde firmó una serie de acuerdos, y el Príncipe heredero Mohammad bin Salman -en realidad El Príncipe Guerrero, responsable de la tragedia civil en Yemen- cortejando a Trump en Washington.
El sesgo resultante es que Arabia Saudita será ahora un influyente "consultor cercano" a Trump en la seguridad y la economía del Oriente Medio, incluyendo la tragedia palestina y el acuerdo nuclear de Irán. Ningún círculo del infierno de Dante podría haber proporcionado una receta más perfecta de los "dolores de parto" para el desastre absoluto en un nuevo Oriente Medio.
Todos los ojos puestos en los kurdos sirios
Como era de esperar, ni Moscú ni Teherán fueron invitados para la reunión anti-Daesh de 68 naciones organizada por Washington la próxima semana.
Esto no es más que otro intenso capítulo de la guerra de la información; para la opinión pública estadounidense, Rusia e Irán simplemente no pueden ser percibidos como realmente luchando -y ganando- una verdadera guerra contra el terrorismo.
Aplastar a Daesh es una importante promesa de campaña de Trump. Él no o lo hará con varios cientos de marines estadounidenses con las miras puestas en Raqqa -por cierto, técnicamente una invasión menor, porque Damasco no solicitó su presencia. Así que volvemos al Plan A, es decir, los kurdos sirios.
Primero, el principal comandante estadounidense en Oriente Medio, el general Joseph Votel, fue a Kobane para prometer el apoyo del Pentágono a las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, en inglés) lideradas por los kurdos. Entonces el Pentágono lanzó su estrategia (revisada) ordenada por Trump para derrotar a Daesh, que se reduce a Sin Dormir Hasta Raqqa (No Sleep Till Raqqa).
Eso implica un nuevo posicionamiento geopolítico. El equipo de Obama -especialmente la CIA y el Departamento de Estado- fueron rehenes de la opinión de Turquía en el sentido de ver a los kurdos sirios como "terroristas".
No Trump. Y no Bogdanov, por cierto: "¿Por qué Turquía está de acuerdo con el Kurdistán iraquí, pero no está de acuerdo con el Kurdistán en Siria? Creo que esto no es asunto de ellos. Esto es un asunto iraquí y un asunto sirio. El pueblo sirio, y no el Estado ruso o turco, debería decidir”.
El Pentágono está, por decirlo suavemente, harto de Ankara. Por muchas razones: desde las purgas sin parar (que están eliminando los recursos estratégicos estadounidenses) hasta el acercamiento entre Turquía y Rusia, incorporado en la amenaza de Erdogan de pivotar definitivamente hacia el este, en caso que Washington apoye a los kurdos sirios o no extradite a Fethullah Gulen, acusado por Erdogan de ser el cerebro del fallido golpe militar de 2016 contra él.
Y bien ¿qué les parece el sabor de la nueva tarta de queso de arándano en la ciudad; Washington, Moscú y Teherán todos aliados con los kurdos sirios.
Es complicado, por supuesto. En las negociaciones de Astana, Turquía, Rusia e Irán están teóricamente del mismo lado. Sin embargo, Teherán respalda una cierta autonomía kurda en Siria, que es anatema para Erdogan, para quien la única autonomía kurda aceptable es para sus amigos controlados por Barzani en el Kurdistán iraquí.
Por lo tanto, incumbe a Moscú un acto de equilibrio, tratando de explicar a Ankara que no hay otro camino aparte de la autoadministración de los kurdos sirios en un futuro estado federal sirio.
El concepto es extremadamente ambicioso; Moscú pretende mostrar al Este y al Oeste cómo los kurdos sirios, como un verdadero actor secular sirio no islámico, son el instrumento perfecto para luchar contra Daesh y otras formas de salafismo yihadista.
No es de extrañar que Arabia Saudita no esté impresionada; luchar contra Daesh nunca fue su prioridad. Pero lo que realmente importa es que Ankara no está convencida.
Erdogan tiene todo su enfoque en el próximo referéndum que puede convertirlo en una especie de sultán presidencial. Para ganar decisivamente debe cortejar por todos los medios necesarios el nacionalismo turco. Al mismo tiempo, geopolíticamente, no puede ir en contra de Rusia / Irán y Washington de un solo golpe.
Hace sólo unas semanas nadie habría imaginado que los kurdos sirios tuvieran el potencial de apalancamiento estratégico capaz de transformar la geopolítica del Oriente Medio, vinculada a Asia, África y Europa.
La Nueva Ruta de la Seda de China, (One Belt One Road) –esa frenética construcción de puertos, tuberías, ferrocarriles de alta velocidad- tiene como firme objetivo el pasaje del suroeste de Asia, desde Irán (un centro clave) hasta Arabia Saudita (el principal proveedor de petróleo de China). Siria es también un futuro centro OBOR -y para ello Siria debe ser pacificada y libre del salafismo yihadista.
En silencio, discretamente, a la manera de la integración de Eurasia, China apoya lo que Rusia e Irán están decidiendo.
Por ahora está muy claro quién está configurando los dolores de parto de un nuevo Oriente Medio. No es Israel. No es la Casa de Saud. Y no es exactamente Trump.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.