Los animales gigantes suelen ser material de historias de terror o películas de catástrofes. Pero, hasta hace algunas decenas de miles de años, eran moneda común en cualquier ecosistema terrestre y marino.
Las implicancias que tuvo su extinción en los ecosistemas globales se empiezan a conocer, y nos siguen afectando.
Durante millones de años los ecosistemas de todos los continentes, ya sea sobre la tierra, o bajo el mar, contaban con animales de gran tamaño, al estilo de nuestros actuales elefantes o ballenas, sólo que algunos eran de mayor porte todavía, como los mamuts o el tigre dientes de sable.
Pero desde hace unos 40 a 10 mil años atrás casi desaparecieron del mundo salvaje.
La pérdida de la megafauna puede precipitar muchos y rápidos cambios ecológicos, pero también cambiaría el ecosistema a largo plazo.
Los científicos están notando que estos gigantes son tan necesarios para los ecosistemas que su desaparición puede cambiar por completo esos paisajes.
Si desapareciesen los elefantes de África, por ejemplo, su ecosistema característico, la sabana y el bosque se transformarían en algo totalmente diferente.
Legado de gigantes
La extinción de la megafauna es un evento dramático en la historia de nuestro planeta, del cual todavía hoy los ecosistemas globales siguen sintiendo sus efectos, como se evidencia en una serie de investigaciones publicadas en un especial de la revista científica PNAS, que son el resultado de un workshop internacional que se llevó a cabo en la Universidad de Oxford en 2014, sobre las implicancias de la desaparición de la megafauna a nivel global.
Los científicos comienzan a ver que estos gigantes tuvieron un efecto profundo en la naturaleza, y en el funcionamiento de los ecosistemas de los cuales formaban parte.
Plantas, hongos, animales, bacterias, insectos e incluso el paisaje, como el suelo, el agua y los ríos, componen los sistemas ecológicos que suele formarse a lo largo de miles de años. Allí nadie está aislado, todos dependen entre sí.
“Sabemos sin lugar a dudas que los grandes animales daban forma a los ecosistemas, de la misma forma que lo hacen los elefantes hoy en día en África”, cuenta a Scientific American Yadvinder Malhi, profesor de ciencia de los ecosistemas de Oxford, y autor principal de uno de los estudios de PNAS.
“Pocas personas se dan cuenta que en Sudamérica existían elefantes incluso más grandes, que habrían generado un impacto similar”, continúa Malhi.
“Nuevos estudios sugieren que habría otros efectos menos notorios, como por ejemplo el rol que tuvieron en movilizar los nutrientes alrededor de los ecosistemas gracias a sus deposiciones, o incluso afectando el cambio climático a través de emisiones de metano y la modificación de la vegetación”.
“Tal vez la implicancia más profunda podría haber sido la reducción en el movimiento de nutrientes”, explica Chris Doughty, de la Universidad de Oxford, y autor principal de otro de los artículos publicados en PNAS.
“Los grandes animales son eficientes en esto, porque justamente mueven una gran cantidad y tienen intestinos de gran tamaño”.
Estas enormes criaturas comen mucho, frutos y plantas, que luego devuelven al ecosistema como abono, e incluso dispersando semillas.
Al ser tan grandes, y tener una mayor capacidad intestinal, se esperaría una mayor distribución de nutrientes a lo largo del paisaje, dice Doughty.
Sin gigantes
Anthony D. Barnosky, de la Universidad de California, y colegas, compararon el impacto de la extinción de estos animales de gran tamaño en la Patagonia y la Pampa de Argentina, y en el norte de Estados Unidos.
Descubrieron que si bien en Norte América los cambios eran los esperables, no sucedió lo mismo en Sudamérica.
Al parecer, para que la extinción de la megafauna dispare cambios totales en el ecosistema a largo plazo, los gigantes debían cumplir con dos condiciones: una de ellas ser lo que se conoce como ingenieros del ecosistema, es decir animales de gran porte que lo modifiquen de forma constante.
Por ejemplo, un único elefante come por día casi 200 kilos de pasturas, y arbustos y cortezas de árboles, todas esas especies vegetales proliferarían, si no existiesen los elefantes, tal vez evitando que proliferen otras, quitándoles su lugar, disparando una cadena de cambios.
La otra condición era que el ecosistema en sí, debía contar con especies vegetales que pudiesen responder a la desaparición de los gigantes, es decir especies que pudiesen colonizar zonas que antes no eran aptas para ellas por la acción de la megafauna.
Estos descubrimientos permiten poder identificar cuáles son los ecosistemas modernos que están en riesgo de desaparecer, ya sea por que han perdido a sus gigantes protectores, o porque albergan a especies de megafauna actuales en peligro de extinción.
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