El 2 de setiembre de 2014 la embajadora de la Unión Europea en Irak, la checa Jana Hybaskova, reconoció en el Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento de Bruselas que algunos países europeos habían financiado al Califato Islámico comprándole petróleo.
A pesar de las peticiones de varios diputados, que exigieron que mostrara la lista de países que estaban financiado al yihadismo, la embajadora se negó a ello.
El Califato Islámico llegó a controlar 11 campos petrolíferos en el norte de Irak y en la provincial siria de Raqqa que, según Hybaskova, producían entre 120.000 y 150.000 barriles de petróleo diarios que los yihadistas vendían en los mercados internacionales.
Las acusaciones de la embajadora checa se grabaron en vídeo y difundieron por internet, pero Catherine Ashton, que entonces dirigía la política exterior de Bruselas nunca quiso responder a ninguna pregunta al respecto.
Los altavoces del imperialismo, especialmente en la Unión Europea, ocultaron el apoyo que “algunos países” estaban prestando al yihadismo, con excepción de iTélé y Huffington Post.
En el mes de agosto, el sitio de internet Atlantico añadió que el petróleo del Califato Islámico se vendía en mercados locales a precios reducidos, entre 25 y 50 dólares, cuando en los mercados alcanzaban entonces casi los 100 dólares.
El Financial Times calcula que por esta vía el Califato Islámico recauda unos 500 millones de dólares anuales, lo que la pone a la altura de una empresa petrolera convencional.
Atlántico exponía que el Califato Islámico controlaba las rutas de contrabando de petróleo, que pasaban por Jordania, Turquía y el Kurdistán iraní a través de empresas intermediarias y con el apoyo de grupos de presión estadounidenses que utilizaban el contrabando para atacar a las petroleras de la competencia.
A fecha de hoy el escándalo sigue coleando, cuando el portavoz del Ministerio ruso de Defensa, Igor Konashenkov, acaba de manifestar que los bombardeos de la llamada “coalición internacional” siguen protegiendo las instalaciones petroleras del Califato Islámico.
“La coalición internacional dirigida por Washington ha destruido sistemáticamente las infraestructuras sirias desde 2012 para debilitar a su gobierno legítimo”, mientras que los campos petrolíferos del Califato Islámico siguen en pie y a pleno rendimiento.
A diferencia de Al-Qaeda – Frente Al-Nosra, que vive de las subvenciones de las monarquías del Golfo, el Califato Islámico tiene en el petróleo su propia fuente de financiación.
Es otro modelo de negocio.