La inminente conquista de Alepo por parte del Ejercito Árabe Sirio (EAS), la única fuerza legal que opera en Siria y que obviamente responde al presidente Bashar al-Assad, ha hecho emerger de las cloacas del periodismo internacional los excrementos más nauseabundos que el oficio puede producir.
A cada metro que avanzan las tropas de al-Assad, junto a sus aliados iraníes, rusos y del Hezbollah, centenares de operaciones de prensa intentan dar cobertura a quienes desde 2011 han martirizado Alepo y toda Siria.
Rápidamente han aparecido videos de las “victimas” de al-Assad y Vladimir Putin, narrando los padecimientos que han debido soportar, gracias a los ingentes bombardeos que el dúo de tiranos, a falta de otras ocupaciones más interesantes, decidieron perpetrar contra la ciudad más poblada de Siria, con más de dos millones de habitantes y que se ha reducido, literalmente, a escombros.
La última operación de prensa ha sido colar en las redes sociales testimonios desde el lugar de los hechos, de hombres, mujeres y niñas, narrando su temor a una muerte inminente, si los bombardeos de Putin no se detienen.
Nadie podría creer que en una ciudad densamente poblada, en guerra desde prácticamente cinco años, la población civil resultase indemne y libre de cualquier daño. Sin duda los muertos, los heridos y mutilados, que duda cabe, se deben contar por miles, productos de las acciones de una guerra que no Bashar al-Assad ni Vladimir Putin han iniciado.
Bueno, de esto sabe mucho el Pentágono y sus socios menores de Europa, ya que finalmente el término “daños colaterales” fue una creación “literaria” del Departamento de Estado para justificar sus “errores” a la hora de sus bombardeos contra ciudades repletas de civiles, durante la invasión a Irak en 1991.
Serían bueno recordar aquí, cuando de operaciones falsas de prensa se trata, que aquella invasión se produjo gracias al testimonio de un enfermera frente al senador norteamericano, por lo que entonces autorizó el ataque, tras el conmocionante relato de una la enfermera que explicó en el recinto, con lujos de detalles, como las incubadoras de un hospital en Kuwait, eran lanzadas al vacío por los soldados de Sadam Hussein, y sus pequeños ocupantes arrojados al piso para que allí murieran.
Poco tiempo después se descubrió que la conmocionada enfermera no lo era, ni había estado allí. La declarante era la hija del embajador kuwaití en Washington, Nayirah al-Sabah, que nunca había sido testigo del hecho, inexistente por otra parte, y que todo su relato había sido una actuación, armada y preparada por la CIA, para convencer a los senadores norteamericanos más renuentes a autorizar la invasión a Irak en 1991.
Los angustiantes relatos de las víctimas de las futuras bombas rusas nada dicen de las aberraciones sufridas por esa misma población, a la que dicen pertenecer, a mano de las vesánicas tropas del califa Ibrahim, líder de Estado Islámico.
Recuperar Alepo de sus conquistadores es un golpe demoledor para ellos, pero para nada el final de esta guerra y de todo el andamiaje armado por el Pentágono y socios, con la operación “Primavera Árabe”.
Con la reconquista de Alepo, junto a Damasco y Homs, los grandes centros urbanos de la “Siria Fértil”, las fuerzas del presidente al-Assad, obligan a retirarse hacia las fronteras, zonas marginales y desérticas a las tropas invasoras. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, los invasores hoy solo controlan el 15% del territorio sirio.
La última provincia en manos de las fuerzas invasoras Idlib, en el noroeste del país, donde resisten gracias a un complejo conglomerado de fundamentalistas islámicos llegado de casi todos los rincones del mundo, que se fueron incorporando a las múltiples organizaciones wahaabitas que han operado en Siria como, el ahora reconvertido en fuerza “moderada”, Jabhat Fateh al Sham (antes frente al-Nusra el al-Qaeda sirio y el Daesh, junto a mercenarios y comandos británicos, franceses, israelíes y desertores del ejercito sirio armado, lo que se conoció como el Ejercito Libre Sirio. (ELS).
La guerra contra Siria ha marcado sin duda para el mundo un hecho histórico y sin duda un punto de inflexión en el intento de dominación de las naciones centrales contra aquellos países que han optado por una manera independiente de posicionarse frente al poder.
Libia será el más contundente ejemplo de un país que ha sido vencido en su resistencia frente a la invasión, de ser el país africano con más altos índices de bienestar, ha quedado reducido a la categoría de “Estado Fallido” solo semejante a Somalia, en apenas cuatro años.
Siria, que ahora parece estar cerca de la victoria gracias a la ayuda de sus aliados, si bien puede resultar triunfante, emergerá absolutamente devastada, con heridas económicas y fundamentalmente sociales, que sin duda tardará muchas décadas en sanar.
Después de Alepo
Desde los subsuelos de Alepo emerge un nuevo mapa, ya no solo de Siria, sino de la política internacional. Las patéticas acciones del tándem Barack Obama-Hillary Clinton, a la sazón Secretaria del Departamento de Estado en el inicio de la Primavera Árabe, han sido junto a Afganistán el más grande fracaso de las políticas exteriores de Estados Unidos desde la derrota en la guerra de Vietnam.
Rusia y China, respecto a Siria, no se permitieron cometer el mismo error que en Libia al no vetar la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que habilitó los bombardeos por parte de la OTAN sobre el país de la Jamahiriya (Estado de las masas) destruyendo su fuerza área, lo que aceleró su derrota.
Pekín y Moscú vetaron cualquier resolución similar sobre Siria, lo que le dio aire, en todo sentido, a Damasco para resistir la invasión iniciada en 2011.
El episodio del barrio damasquino de al-Ghuta en agosto de 2013, una operación de falsa bandera, rápidamente desactivada, por la que se pretendía responsabilizar a Bashar al-Assad del uso de armas químicas, en el hecho 15 agentes del Mossad fueron detectados y murieron intoxicados entre 1800 y 2500 civiles, dio a Barak Obama ínfulas para autorizar el bombardeo de Siria, lo que obligó entonces a Moscú a ponerse en pie de guerra de producirse el ataque.
Desde aquellos días el presidente Vladimir Putin no solo fue tomando más ingerencia en el conflicto sirio, sino que a nivel mundial su figura adquirió una representación que no había logrado ningún líder ruso desde los tiempos de Nikita Kruschev y hoy representa, su sola presencia, un factor de poder político que quizás no tenga ningún líder occidental.
Por otra parte, la guerra contra Siria estableció una alianza entre Rusia, China y el mundo chií, entiéndase Siria, Irán, grandes sectores de Irak y el Hezbollah libanés, impensable hace un par de años, que prácticamente extermina la troika de Arabia Saudita, Qatar y Turquía, a los que su ingerencia en Siria les ha despertado conflictos internos de consecuencia todavía pendientes. La ecuación siria ha dado al mapa de Medio Oriente una nueva lectura, que podría dejar todavía más aislada a Israel.
Esta nueva situación es por la que ahora les hace reclamar a todos los organismos internacionales nuevas conversaciones de paz, alto el fuego y acciones humanitarias respecto a la población civil, que ellos mismos no permitieron y a la vez alentaron a ser masacrados, solo por forzar la salida del presidente Bashar al-Assad.
Obama, y su caterva de secuaces, deja su gobierno cargando varios millones de muertos, mutilados y desplazados; países en ruina absoluta y guerras civiles en pleno desarrollo o a punto de estallar, sin que ningún organismo internacional parezca dispuesto a sentarlo en un tribunal para que de cuenta de su genocidio.
Sin embargo, estos mismos organismos y sus empleados de prensa, son los mismos que a acusan a Vladimir Putin y Bashar al-Assad de ser responsable de todos los muertos de Alepo.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.