El ideólogo podemita Santiago Alba Rico es pacifista cuando y para lo que conviene a los intereses imperialistas de EEUU y su franquicia de la UE, dedicándose desde ya demasiados años, por activa y por pasiva, a apoyar y alentar las famosas "primaveras árabes" y a los supuestos "rebeldes" que, con la ayuda de la OTAN y las llamadas democracias occidentales, van dejando su reguero de guerra, muerte, terrorismo islamofascista, destrucción, refugiados, acumulación por rapiña y estados fallidos allá por donde son incorporados al juego geoestratégico por los tecnócratas y estrategas del orden mundial imperialista marca USA.
Con sus infalibles frases de análisis geopolítico del tipo "Habrá que oponerse a cualquier injerencia occidental, pero no creo, sinceramente, que la OTAN vaya a invadir Libia" o sentencias como "No es la OTAN quien está bombardeando a los libios sino Gadafi", Alba Rico ya se ha labrado todo un lugar de honor en el panteón de los agentes imperialistas, curiosamente alimentado tan eficazmente por la cantera del (pos)moderno trotskismo internacional, destinados a crear confusión entre las filas de la progresía decrecientemente identificada con los valores de lo que se venía llamando izquierda, —o ni-de-izquierdas-ni-de-derechas, que es lo que se lleva ahora— y ayudar a aumentar enormemente la "opinión pública" , o cuando menos no opuesta a todo tipo de intervenciones militares que, en nombre de la "libertad" (de comercio) y la "democracia" (que la sustenta), alimentan la infatigable voracidad del capitalifavorablesmo occidental por adueñarse de cuanto territorio, recursos naturales y esclavitud asalariada a mínimo coste aún escapan a su control en el planeta Tierra, a la vez que favorecen los pingües beneficios de la todopoderosa y criminal industria armamentística que parece vivir una interminable edad dorada.
La última aportación de este inimitable "filósofo" ha consistido en lamentarse por la toma de la zona este de Alepo por el Ejército Árabe Sirio, ayudado por Rusia, con la consecuente expulsión del Frente Islámico y los demás grupos terroristas afines, y la evacuación de civiles de los barrios liberados, tras más de cuatro años de guerra devastadora y especialmente encarnizada en esta ciudad. Más de cuatro años desde que los ejércitos y grupos "rebeldes", entrenados, armados y financiados por EEUU, Turquía, Arabia Saudí y, directa o indirectamente, por otros estados árabes y europeos cómplices, comenzaron sus ataques sobre la ciudad en 2012.
Evidentemente la conciencia de Santiago Alba Rico no es que tenga hueco para albergar holgadamente a la castigada ciudad de Alepo, como parece querer acusarnos a todos los que desde un principio no hemos tragado con la versión oficial que establece que hay que apoyar a todo "movimiento rebelde" que se enfrenta a los estados cuyos gobernantes, tachados por la omnipresente propaganda capitalista como dictadores de los que hay que liberar a la humanidad, no se alinean política e ideológicamente bajo el bloque capitalista occidental y se niegan a ceder a su colonización industrial y comercial, atreviéndose a aspirar a una cierta independencia económica, política y cultural. Lo que pasa es que su conciencia no tiene sitio para ninguna de las víctimas de Alepo o de las demás guerras que se suceden, porque simplemente carece de ella.
Las consecuencias de tan sabia y humana política están a la vista de quienes quieran informarse activamente, y en los últimos decenios no han dejado de sembrar el terror y la destrucción por todos los paises que no se doblegaban a los intereses del imperialismo comandado por los EEUU y/o que resultan importantes enclaves geoestratégicos para esos mismos intereses, especialmente en su perpetua confrontación contra la antigua URSS y la actual Rusia que, como China, no podemos olvidar que son asímismo potencias capitalistas que defienden sus propios intereses, aunque puestos en una balanza, con significativa menor belicosidad.
Es curioso que la propaganda anticomunista, a la que de forma tan mezquina y mal disimulada se adhiere Alba Rico, siga tan presente tras casi treinta años desde la disolución del bloque soviético y cuando apenas quedan países que se puedan considerar socialistas. Es todo un aliciente que al capitalismo le siga provocando tanto pavor la idea del comunismo.
Las guerras de Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria, Ucrania o Yemen, país masacrado por una guerra ocultada por las cadenas de TV y la prensa de los dominantes medios de comunicación ocidentales dirigidos por unos pocos conglomerados de la desinformación y la pseudocultura prefabricada y homogeneizadora, con sus millones de víctimas y desplazados, son consecuencia directa de la política imperialista dirigida por los EEUU, al igual que antes lo fueron la guerra de Vietnam o la larga lista de golpes y dictaduras militares sufridas por el continente latinoamericano. Guerras que de modo subrepticio pero en el fondo tan alegremente avala el susodicho "filósofo", haciendo el doble juego de quien aparenta tener una posición desde la que también se "atreve" a "criticar" dicha política imperialista mientras defiende los "levantamientos populares" que supuestamente buscan "revoluciones democráticas" (S.A.R. dixit) que no tardan en demostrarse, por los grupos que los integran, su ideología de corte fascista y abiertamente fanático-religiosa, y su crueldad, como todo menos democráticos, además de estar organizados, armados y financiados, incluso apoyados con intervención miltar directa, por los mismos imperialistas a los que se simula criticar.
Cuando alguien, desde una posición de "experto analista" hipotéticamente de izquierdas, se permite decidir y señalar a qué gobierno de según qué país hay que derrocar en nombre "de la democracia" y en consonancia con los deseos del mayor agresor imperialista de los últimos 60 años, demuestra más bien encarnar lo que Fidel Castro llamó instrumento vulgar del imperialismo y la reacción.
Ocurre que como simple instrumento se puede ser usado en manos de quién lo maneja sin ser realmente consciente de las consecuencias, pero cuando la labor de títere propagandístico se ejerce conscientemente, se acaba uno convirtiendo en agente, ya no solo vulgar, sino que miserable, del imperialismo.