Al multimillonario gobernador de Florida, un hombre del neonazi Tea Party, le publicó este miércoles el ultraderechista Nuevo Herald una carta dirigida a Raúl Castro.
Su escrito, caracterizado por una retórica ya desgastada y nada creíble, más bien intenta cubrir, entre otras cosas, un trámite electoral.
Entonces vale recordar la magnitud de su fortuna, tan abultada que hace frente por sí misma sus campañas electorales.
¿Y cuál ha sido y es la actuación de quienes le acompañan en la vida política del territorio que ha gobernado?
Baste citar algunos ejemplos, entre decenas, para responder esa interrogante.
Por ejemplo, a principios de agosto de 2016 en el condado Miami-Dade estalló una nueva trifulca entre su alcalde, Carlos Giménez y Raquel Regalado, hija del alcalde de Miami, Tomás Regalado.
Ambos, comentó entonces Diario Las Américas, “se atacan con calibre pesado” sobre la base de que “todo vale”.
Hasta ese y otros comportamientos demenciales llegan procesos electorales en la Florida, muestra de lo que sucede en otros ámbitos del país.
Antes, el 22 de agosto de 2014, hizo explosión otro escándalo, esa vez en la Alcaldía de Miami-Dade, que involucró a su titular, Carlos Giménez.
¿Qué sucedió? En medio de graves problemas sociales otorgaron un chillón aumento de sueldo al jefe de Despacho del alcalde condal.
El favorecido, Alex Ferro, hijo de un amigo de Giménez, este último había amenazado con “ejecutar despidos masivos”.
Cuando Alex desempeñó igual responsabilidad, con uno de los vice-alcaldes, le asignaron 72 000 dólares anuales, pero en lo adelante devengaría un 80 por ciento más, o sea 142, 200.
El pretexto asomado por Giménez, para amenazar con el despido masivo de empleados, fue la necesidad de afrontar otro millonario déficit presupuestario.
Durante meses los astronómicos gastos en la oficina de esa Alcaldía, mientras los cercaba una crisis, venían siendo criticados.
Pero el hecho resultó además chocante con otros radicales intentos oficiales de ahorro presupuestario.
Uno fue la amenaza –o ejecución- de recortar fondos a las bibliotecas municipales.
Ello significó, entre otros aprietos, reducción de personal y de horarios de servicios a un público que incluía niños.
Más tarde sus habitantes tuvieron que encarar un nuevo chantaje, aceptaban otro impuesto a la propiedad o les cerraban bibliotecas.
Después su alcalde, Carlos Giménez, prometió suavizar los despidos si disminuían en un 15 por ciento el monto del seguro médico que pagaban a sus trabajadores.
Y no es todo, pero baste como una muestra de lo que sucede en el pequeño mundo del condado Miami-Dade, la más importante región de Florida.
Sí se desprende una obligada pregunta al Señor Scott:
¿Cuál ha sido su comportamiento ante esas y otras dolorosas calamidades, como por ejemplo, el caso de sus enfermos mentales y niños desaparecidos?
El gobernador Rick Scott ha sido entre discreto y frívolo.
Entonces, cabe un consejo a este ilustre multimillonario, fiel servidor del Tea Party: antes de enjuiciar a Cuba limpie primero la suciedad que corroe su casa.
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