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En la era Trump, las filtraciones y las denuncias son más urgentes, y más nobles, que nunca


Durante los últimos quince años, el gobierno estadounidense, con ambos partidos, ha inventado métodos completamente nuevos para ocultar sus actuaciones tras un muro cada vez más impenetrable de secretismo. Desde nuevas doctrinas legales radicales diseñadas para proteger su comportamiento del control jurisdiccional a fuentes de procesamiento a velocidades de record, las acciones del gobierno se le han ido escondiendo deliberadamente al pueblo en cada ocasión.

Una de las pocas vías que quedan para poder saber qué es lo que el gobierno de EEUU está haciendo –más allá de la propaganda que pretende se traguen los estadounidenses y que por tanto difunde premeditadamente a través de los medios- es la filtración y denuncia. 

Entre los principales héroes estadounidenses de la guerra contra el terror figuran una serie de hombres y mujeres que desde el interior de las diversas agencias del gobierno estadounidense descubrieron que estaban perpetrándose secretamente fechorías muy graves, tras lo cual arriesgaron su propio bienestar personal para que la gente conociera, para empezar, lo que nunca debería habérsele ocultado.

Muchas de las revelaciones trascendentales de las dos últimas administraciones sólo fueron posibles gracias a fuentes valientes que dieron un paso al frente en ese sentido.

 Así fue cómo supimos de los abusos de Abu Ghraib, de la existencia de los “agujeros negros” de tortura de la CIA, del programa de escuchas sin orden judicial de Bush, de la masacre desenfrenada realizada en Iraq y Afganistán, de la temeridad y mentiras en el centro del programa de aviones no tripulados (drones) de EEUU, de la construcción secreta por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) del mayor sistema de vigilancia de masas jamás creado y tantos otros escándalos, fraudes y crímenes de guerra que de otra manera hubieran quedado ocultos.

 Toda esa información fue posible sólo porque personas de conciencia decidieron no tener en cuenta el corrupto decreto del gobierno estadounidense para que toda esa información permaneciera en secreto, porque tal encubrimiento no se había diseñado para proteger la seguridad nacional sino las reputaciones e intereses de determinados responsables políticos.

Por todas esas razones, cuando se creó The Intercept, en nuestra misión fue fundamental posibilitar denuncias seguras y productivas.

 Contratamos a algunos de los tecnólogos y expertos en seguridad informativa y encriptación más expertos del mundo para que dotasen de la máxima seguridad a nuestros periodistas y fuentes. Adoptamos los programas más avanzados para facilitar que las fuentes se comuniquen con nosotros para facilitar la información de forma anónima y sin que puedan detectarlas, como SecureDrop.

 Y nos comprometimos a nivel institucional para invertir los recursos que fueran necesarios para defender el derecho a una prensa libre que informe sin amenazas recriminatorias y a hacer cuanto estuviera a nuestro alcance para proteger y defender a nuestras fuentes, unas fuentes que hacen posible un periodismo vital.

Durante los dos últimos años, nuestros expertos en seguridad han publicado diversos artículos sobre cómo las fuentes (y otros) pueden comunicarse con nosotros y proporcionarnos información del modo más seguro posible para minimizar las posibilidades de que sean detectadas. 

Hemos publicado entrevistas con otros expertos, como Edward Snowden, sobre las herramientas y medios más potentes de que se dispone para asegurar las comunicaciones de uno en la red. 

Como explicaba nuestro tecnólogo Micah Lee, ningún método es perfecto, por eso “se sigue aconsejando precaución a quienes quieren comunicarse con nosotros sin revelar sus identidades en el mundo real”, pero existen herramientas y prácticas para maximizar el anonimato, que nos comprometemos a utilizar y a informar al público de cómo utilizarlas de la forma más segura y eficaz posible.

Donald Trump no ha tomado aún posesión de su puesto, pero todas los indicios indican una presidencia que va a ser profundamente hostil a los preceptos básicos de la transparencia. 

Durante la campaña violó repetidamente normas establecidas desde hace mucho tiempo para la revelación de información, incluyendo incluso la negativa a hacer pública su declaración de la renta y rompiendo ya con la tradición al negarse, durante la actual etapa de transición, a proporcionar información básica sobre su paradero o actividades.

Más allá de ese detalle, las instituciones del poder ejecutivo están bien entrenadas para resistir la transparencia todo lo que sea posible, dotándose de innumerables herramientas para ocultar sus actividades más importantes. 

La inercia institucional en sí, y mucho más ahora que se ha visto exacerbada por los propios impulsos antitransparencia de Trump, garantiza prácticamente que la presidencia de Trump sea agresivamente antagónica a la responsabilidad pública más básica.

Por todas esas razones, The Intercept está más decidido que nunca a hacer cuanto pueda para posibilitar que fuentes, personas que filtren información y denunciantes trabajen con nuestros periodistas del modo más seguro posible, asegurando que la información que pertenece al dominio público pueda conocerse en lugar de ocultarse. Indudablemente, la administración Trump hará cuanto pueda para ocultar actuaciones e información que deberían conocerse, por lo que el pueblo va a necesitar que en el interior del gobierno haya personas valientes que aseguren que esos hechos vean la luz del día.


Por Glenn Greenwald *

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

* Glenn Greenwald es un abogado constitucionalista estadounidense, columnista, bloguero, escritor y periodista. Es cofundador de The Intercept. Ha recibido numerosos premios por sus trabajos, entre los que destaca el Premio Pulitzer por Servicio Público en 2014.

http://nonosolvidamosdehonduras.blogspot.com/2016/12/en-la-era-trump-las-filtraciones-y-las.html

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