El gobierno interino de Michel Temer ha dado luz verde a la importación de un millón de toneladas de semillas de maíz transgénico producido en los Estados Unidos por las compañías Monsanto y Bunge, lo que supone la cantidad más grande importada en los últimos diez años.
La Cámara de Comercio Exterior brasileño (Camex) autorizó dicha importación con arancel cero, bajo la supuesta convicción de que tal medida "puede ayudar a acelerar la entrada de maíz en el país", reseña el comunicado al respcto, del que informan varios medios como TeleSur.
El ejecutivo brasileño, a través de su Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento, justifica la medida como un movimiento preventivo, para no agotar las reservas del grano en 2017.
El maíz transgénico elaborado por Monsanto, conocido como MON 863, ha obtenido la calificación necesaria para ser comercializado en Brasil (al igual que en Europa), pero existe una fuerte controversia acerca de los posibles perjuicios que su consumo puede causar en las personas.
Algunos estudios publicados hasta el momento han llegado a sugerir que el maíz modificado genéticamente podría resultar tóxico para el hígado y los riñones.
"La medida beneficiará a las industrias y los productores que utilizan el maíz como alimento para animales", dijo en un comunicado, reflejado de nuevo por TeleSur, el secretario de Relaciones Internacionales de Agronegocios, Odilson Ribeiro Silva.
Rechazo de agricultores y ecologistas
La medida ha sido rechazada por los agricultores brasileños que cultivan cereales orgánicos, y desde hace tiempo, organizaciones ecologistas internacionales combaten activamente la implantación de este modelo agrícola.
En su página web, Greenpeace Brasil alega que la introducción de transgénicos en la naturaleza expone la biodiversidad a serios riesgos, como la pérdida o alteración del patrimonio genético de nuestras plantas y semillas, y el auménto dramático del uso de agrotóxicos".
Además, la organización denuncia que "no existe consenso en la comunidad científica sobre la seguridad de los transgénicos para la salud humana y del medio ambiente.
No se hacen pruebas a medio ni a largo plazo sobre el impacto en humanos o animales, y generalmente esa posibilidad es repudiada por las empresas productoras de transgénicos.
Actualmente, el 90% de la superficie mundial de cultivo de transgénicos se localiza en los Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina y la India.