«Los revisionistas han dejado caer todas sus máscaras. Ya no consideran necesario utilizar ni el término «marxismo-leninismo», ni las palabras «comunismo», «revolución» o «lucha de clases». La filosofía marxista-leninista ha sido sustituida por la filosofía de la perestroíka» llamada «nuevo pensamiento, que ha asumido el papel de una doctrina única y absoluta de la expiación del mundo actual y de la edificación del mundo futuro.
Las calumnias contra el socialismo, sobre todo contra Stalin, y la denigración de toda victoria de la revolución están de moda para toda suerte de plumíferos, filósofos y escritores, que se han adelantado incluso a los anticomunistas más furibundos.
El abanderado es el mismo Gorbachov, que realiza esta labor con gran celo en diferentes encuentros y reuniones, dentro y fuera del país.
En noviembre de 1987, con motivo del 70 aniversario de la Revolución de Octubre, la plataforma que presentó era ecléctica, del agrado de todos. Al parecer, tal acción le fue necesaria para asegurar apoyo al nuevo camino, para neutralizar a sus adversarios.
Así que habló demagógicamente.
Mas el tiempo anda y con él Gorbachov, quien se ve obligado a dejar ver su verdadero rostro.
Para esto escogió una tribuna de autoridad y a un auditorio selecto: la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.
Allí planteó, más abiertamente que en otras ocasiones, su amplia plataforma teórico-filosófica, social y política de la interpretación de los procesos actuales y de la perspectiva del desarrollo mundial, presentándola como una nueva concepción con la que el mundo debe entrar en el siglo XXI.
Gorbachov ha asumido unir en un todo las ideologías y las filosofías contrarias, haciendo de la Perestroika y del «nuevo pensamiento político» el denominador común de todas las clases, sistemas sociales, pueblos y naciones de la época actual.
Exige que todo el mundo, los opresores y los oprimidos, tengan un nuevo pensamiento común, una conciencia común o, como él la calificó, «conciencia del carácter común de nuestros destinos objetivos».
En el fondo, bajo un nuevo ropaje se sirve en bandeja la vieja idea de los oportunistas de toda laya, la de la reconciliación de clases, que ha sido y sigue siendo el arma ideológica preferida de las clases opresoras y explotadoras para justificar y perpetuar la explotación y la opresión de los hombres del trabajo y de los pueblos.
Estas prédicas, denunciadas hace tiempo por el marxismo-leninismo y rechazadas por toda la experiencia histórica mundial, son ofrecidas por Gorbachov como un nuevo descubrimiento, como una nueva ideología de la humanidad.
Para dar a sus prédicas una «base objetiva», M. Gorbachov, a imagen y semejanza de sus antecesores oportunistas y revisionistas, desde Bernstein y Kautsky hasta Jruschov y compañía, se aferra a los cambios que se han operado en el mundo.
«El mundo en que vivimos, dice en su discurso en la ONU, cambia radicalmente del de los comienzos e incluso de los mediados del siglo en curso, y sigue cambiando, al igual que todos sus elementos».
Que en el mundo se han producido y se producirán cambios, esta es una verdad conocida que nadie pone en duda.
Pero lo que Gorbachov calla es la cuestión:
¿Existen la opresión y la explotación?
¿Existen las clases con sus diversos intereses?
¿Existen la opresión nacional y la lucha por la independencia?
¿Existen el imperialismo y el capitalismo, el saqueo y la agresión por parte de éstos?
Ni el desarrollo de la revolución técnico-científica, ni los problemas globales «de toda la humanidad», en los que tanto insiste Gorbachov, ni la aparición de las armas misilísticas nucleares han hecho al capitalismo y al imperialismo razonables, humanitarios ni amantes de la paz.
Al contrario, la explotación capitalista y el saqueo de los pueblos por el imperialismo han alcanzado en nuestros días niveles sin precedentes.
Y mientras prosigan esta explotación y este saqueo, la clase obrera y los pueblos no podrán transigir con ellos, sus anhelos de libertad e independencia, de justicia y progreso social y la lucha por hacerlos realidad jamás podrán desaparecer.
Si bien la burguesía y los revisionistas pueden frenar por cierto tiempo el ímpetu revolucionario de las masas trabajadoras, no pueden en cambio extinguir sus aspiraciones y sus esfuerzos por una vida y un futuro mejores, por una nueva sociedad, en la que todos disfruten los frutos de su trabajo en libertad y en pie de igualdad.
El objetivo de Gorbachov, que es el de todos los oportunistas y revisionistas, consiste en desvalorizar, en declarar caducas e inadecuadas para nuestra época la misión histórica del proletariado y las ideas del marxismo leninismo, de la revolución y de la liberación de los pueblos.
Para él, el proletariado, su movimiento y su ideología ya no constituyen más la clase, el movimiento y la ideología que dan el tono a toda la vida de la sociedad humana y que determinan la tendencia fundamental de su desarrollo.
Declara abiertamente que, en los cuatros puntos cardinales de globo, nuevos movimientos sociales y nuevas ideologías se están poniendo al frente de la historia.
«La vida, prosigue, nos lleva a renunciar a los estereotipos y los puntos de vista caducos, porque sería ingenuo pensar que los problemas con que choca hoy la humanidad se pueden solucionar con medios y métodos aplicados o utilizados en el pasado» y aquí de lo que se trata es de la lucha de clases, de la revolución, que hoy, supuestamente, han dejado de constituir la fuerza motriz, la locomotora de la historia.
Esta experiencia, producto de todo el desarrollo de la historia humana, según Gorbachov, corresponde a las prácticas y al mundo que han pasado y pasan a ser parte del pasado.
Asimismo declara caducos y no válidos la Gran Revolución de Octubre, su experiencia, sus enseñanzas y su camino, porque «estamos ante un mundo diferente, para el que debemos buscar una vía diferente hacia el futuro».
Pero era este mismo Gorbachov, quien hace tan sólo un año, en su discurso con motivo del 70 aniversario de esta Revolución, la consideraba «la esplendorosa hora del radiante amanecer de la humanidad».
En dicho discurso afirmaba, y ahora se ve claramente que lo hacía por pura demagogia, que «1917 demostró que la opción entre el socialismo y el capitalismo es la única alternativa social de nuestra época, ya que en el siglo XX no puede haber progreso sin la transición socialista»; que «esta conclusión fundamental no tiene ahora menos valor que en la época en que la formuló Lenin», etc.
Ahora Gorbachov ha descubierto una «nueva ley».
Si la historia de los siglos y milenios pasados ha sido, debido a la incompatibilidad de intereses e ideologías contrarios, una historia de duras luchas y batallas de clases, que han abierto el camino al progreso social, hoy hemos entrado, dice él, en una nueva época en la que toda esa ley no es sino una reminiscencia del pasado, puesto que «el progreso ulterior del mundo es posible gracias a los esfuerzos por un consenso general humano», y puesto que «el nuevo orden mundial estará determinado por los intereses generales humanos», etc.
Esta «nueva» filosofía de Gorbachov ha sido desenmascarada desde hace tiempo por Lenin y es rechazada por la propia realidad de nuestros días en todo el mundo:
«Según la teoría del socialismo, es decir, del marxismo. (...) La fuerza motriz verdadera de la historia es la lucha revolucionaria de clases. (...)
Según la teoría de los filósofos burgueses, la fuerza motriz del progreso es la solidaridad de todos los elementos de la sociedad. (...) La primera teoría es materialista, la segunda idealista. (...)
La primera sirve de base a la táctica del proletariado en los países capitalistas modernos
. La segunda sirve de base a la táctica de la burguesía». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Otra vez el ministerio de la Duma, 1906)
Marchando sobre las huellas de Kautsky y tergiversando la realidad actual, Gorbachov difunde la falsa tesis de que «los desacuerdos y las contradicciones heredados del pasado se están reduciendo o desapareciendo», que, «a la par de las luchas, enemistades y escisiones entre los pueblos y países, otra corriente con causas igualmente objetivas emerge cada vez más: el proceso del surgimiento de un mundo integral e interdependiente.
Así, pues, según él, hoy no se debe, no es deseable hablar de contradicciones y antagonismo entre la clase obrera y la burguesía, entre pueblos oprimidos y países dependientes y el imperialismo, ni entre los dos sistemas sociales opuestos: el socialismo y el capitalismo, incluso tampoco entre las mismas potencias imperialistas.
Todo esto, es decir, las contradicciones fundamentales que radican en los cimientos de nuestra época, ya pertenecen supuestamente al pasado o están transformándose en parte integrante e irreversible de él (¡!). Gorbachov hace llamamientos a que todos juntos, no sólo los diferentes Estados, sino también obreros y capitalistas, pueblos oprimidos e imperialistas, busquen «la vía que conduce a la preponderancia de la idea general humana del ilimitado número de fuerzas centrífugas».
Anotación de Bitácora (M-L):
La cita a la que hace referencia Agim Popa de Lenin que explica muy bien la diferencia entre la burguesía y el proletariado en sus teorías, es la siguiente:
«¿En qué reside el error fundamental de todos estos argumentos oportunistas? En que suplantan en realidad la teoría socialista de la lucha de clases, única fuerza motriz verdadera de la historia, por la teoría burguesa del progreso «solidario», «social».
Según la teoría del socialismo, es decir, del marxismo –hoy no puede hablarse en serio de un socialismo no marxista–, la fuerza motriz verdadera de la historia es la lucha revolucionaria de clases; las reformas son un producto accesorio de esta lucha; accesorio, por cuanto expresan el resultado de los intentos frustrados por atenuar esta lucha, por debilitarla, etc.
Según la teoría de los filósofos burgueses, la fuerza motriz del progreso es la solidaridad de todos los elementos de la sociedad, que comprenden el carácter «imperfecto» de tal o cual institución. La primera teoría es materialista, la segunda idealista.
La primera es revolucionaria.
La segunda, reformista.
La primera sirve de base a la táctica del proletariado en los países capitalistas modernos. La segunda sirve de base a la táctica de la burguesía.
De la segunda teoría se deriva lógicamente la táctica de los progresistas burgueses comunes: apoyar siempre y en todas partes «lo mejor»; elegir entre la reacción y la extrema derecha de las fuerzas que se oponen a esa reacción.
De la primera teoría se deriva lógicamente la táctica revolucionaria independiente de la clase avanzada». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Otra vez el ministerio de la Duma, 1906)
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