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Nicaragua: De la insurrección de agosto de 1978 (Matagalpa)

Alexa Lugo Guevara
No me ha gustado hablar o escribir sobre esta gesta histórica pero ahora lo hago, consciente de que cada esquina y cada compañer@ es dueñ@ de su propia historia. Me arriesgo a contar lo que viví en el sector del parque Darío, desde la esquina del doctor Ufión hasta la esquina donde vivían los compañeros Loredo, el centro de Matagalpa.

Abunda la historia en la calles de Matagalpa en esas fechas de 1977, 1978; a diario había algo porque protestar y hacer que la guardia saliera de su cuartel para esperarlos con piedras y bombas de contacto, por ej. : El cese al aislamiento de Tomás Borge y Marcio Jaén, la libertad inmediata de nuestra hermana Mayor Margine Gutiérrez. Era nuestro trabajo en esas calles donde nuestro fiel compañero se llamaba peligro.


El 27 de agosto de 1978 se dio el asesinato atroz de nuestro hermano José Alberto Chavarría, lo que encendió la llama de explosión. Recorrimos Matagalpa con su cuerpo inerte, presos del dolor e indignación, aunque Matagalpa vivía insurrecta ya que manteníamos a diario una lucha campal con la guardia.


Ese día, creo que el 27, en fracciones de segundo abrimos las puertas del bodegón, sacamos los sacos de fertilizantes y formamos barricadas, empezaron a salir armas de bajo calibre, recuerdo a Ramiro Tijerino con un rifle 22 que estaba entre las armas de más alto alcance. Cada quien se rebuscó una pistola y los más suerteros, alguna escopeta, pero la mayoría de las armas eran pistolas.


Yo andaba desarmada la primera tarde hasta que llegué a la casa de María Mercedes Tijerino que vivía de la casa Loredo 25 varas al sur ,esa casa la ocupábamos tipo puesto de mando ( en ese tiempo no usábamos ese término) , la Merchu, como la llamábamos cariñosamente, me llamó a la cocina y me dijo, flaca te voy a dar esta pistola que era la que Doris usaba antes de caer presa , para mi aquello fue el más grande estimulo , me sentía que andaba con una tanqueta, esa noche me fui a la esquina donde estábamos parapetados y le conté a mi amigahermanacompañera Ileana Morazán la historia de mi gran adquisición. Siempre salíamos a hostigar a la guardia, no parábamos de disparar.


Quiero hacer énfasis en que esta insurrección no fue dirigida por nadie, ahí no hubo jefes, ni nada por el estilo, todos éramos compañeros, unos más fogueados que otros, pero en honor a la verdad no fue dirigida por nadie y menos apoyada por algún tipo de dirigente externo. La mayoría de los participantes estaban organizados en el FER, AES y células del FSLN. La insurrección fue espontánea, algo iniciado en el momento.

En las noches, para levantarnos la moral, se sacaba el rumor de que Modesto estaba en camino para apoyarnos, en esos días, para nosotros, Modesto era la Octava Maravilla de la runga en el FSLN.

Oscar Darío Sáenz y Bony Rivas me propusieron ir a hostigar una guardia que estaba en la casa de Rigoberto Delgado, el que fungió como jefe político en esa fecha, y nos fuimos los tres.

Oscar Diario caminaba adelante con una 38, yo le seguía con mi pistolita 22 y Boni detrás de mí con una pistola 45.Cuando llegamos donde era la tienda de doña Irma Mantilla, nos dimos cuenta que estábamos encerrados Oscar Diario y yo; Bony se quedó solo del otro lado en la casa de la familia Vega, no tuvo otra alternativa que regresarse al parque ya que en la esquina de la farmacia González habían dos becat llenos de guardias y otros dos en la esquina de la ferretería El Serrucho. La guardia estaba en la casa de Rigoberto, solo los dos, nos cruzamos a la acera de enfrente pues teníamos más lugar de parapetarnos, no dejamos de disparar, Oscar Darío para el norte y yo para el sur.

De repente mire a Oscar subirse al poste de luz que está en el hotel Soza, parecía mono, subió y en fracciones de segundo entró al hotel y me abrió la puerta de abajo, ya que era de dos plantas , de la casa de doña Lolita Castillo, una de las muchachas que vivían ahí nos dio un rifle 22, por el patio interno por donde se comunicaban las casas, no nos detuvimos ni 5 minutos, sólo entramos por el frente y salimos por la parte trasera que daba al río Grande de Matagalpa.

Llegamos al parque Darío y ya la masacre del Hotel Soza estaba perpetrada, imposible regresar, éramos menos en hombres y en armas La guardia se tomó por completo esa cuadra. Esta historia yo nunca la había contado por la consecuencia que esto conllevó, pero la verdad, así fue, luego de eso seguimos hostigando a la guardia, con más coraje y arrechura pues sabíamos de la salvaje masacre del hotel Soza.

Siempre, por las tardes, llegaba un momento a una casita bonita, color amarillo, en un cerro donde siempre encontraba un remanso de paz y amor, era la casa de nuestra querida Ana Julia Gutiérrez, donde siempre encontramos amor y palabras de ánimo para continuar con esa lucha que habíamos emprendido.

Para nosotros fue invaluable el apoyo de la Mita Cisneros, esa casa era un lugar donde llegábamos, nos cambiábamos de ropa, comíamos por supuesto, y volvíamos a salir a la calle a seguir dando la batalla: La mita siempre nos trató con mucho amor y siempre estaba apoyándonos en todo lo que había que hacer.

Me llama la atención leer o escuchar que alguien sirvió de mediador o negociador para un alto al fuego y el único alto al fuego, por unas horas, lo gestionó el padre Aquiles Bonnucci, ninguno de nosotr@s participó en negociación alguna.

Con mis compañeras, Ileana Morazán e Isabel Castillo, en esa insurrección, fuimos inseparables, el único momento que me separé de ellas fue en mi incursión al Hotel Soza.

Me llama la atención escuchar palabras como repliegue o retirada, nadie organizó eso ahí, no estaba Carlos Núñez, ni Francisco Rivera para ejecutar esas acciones, ahí fue sálvese quien pueda. Es falso que hubiera acuerdo de alto al fuego y menos repliegue o retirada. Hay que ser honestos con la historia. 

Salimos en desbandada, menos de cien Cuando salimos las tres las últimas, estábamos en esas tres barricadas, eran casi las seis de la tarde: Ileana, Isabel y yo. Corrimos en dirección sur, no sabíamos para donde, sólo que debíamos de correr lo más que pudiéramos. Era uno o dos de septiembre de 1978, no recuerdo bien.

La gente en la puerta de sus casas nos decían, adiós muchachas, que Dios las acompañe , corran rápido, no se dejen agarrar; y nosotras sólo decíamos adiós con la manos y corríamos calle arriba, al llegar a la esquina de doña María Matus nos encontramos con Eliodoro Peña y nos dijo que hacíamos a esas horas todavía en Matagalpa , nosotros contestamos, no sabemos para dónde ir, él nos llevó a una casa donde don Eudoro Guerrero que vivía de esa esquina 25 varas al sur, la ronda de la ciudad, hacia el cerro La Virgen. Ya eran las ocho de la noche, llegamos con toda la desconfianza del mundo, el señor nos mostró un cuarto donde dormir y ahí pasamos la noche, obvio que sin dormir.

Cuando amaneció le pedimos a don Eudoro que fuera a mi casa, frente al parque Darío, con una nota pidiéndole a mi hermana nos mandara ropa, al tiempo el señor regresó, con ropa que él había comprado por que mi casa había sido tomada por la guardia.

Con esta nota quiero abrazar a mis herman@s que me acompañaron en esta valiente insurrección: Ernesto Cabrera, Reynaldo Mairena , Oscar Lugo, Denis Gutiérrez, Naney, Chico Calvo, José Abraham Castillo, Bony Rivas, Eliodoro Peña; que en donde se encuentren reciba mi abrazo de luz; y a los que aún están en este plano de vida: Ileana Morazán , Isabel Castillo , Ivania Gutiérrez, María Mercedes Tijerino, Gloria Gutiérrez, Leana Montes , Dora Vidaure, Auxiliadora Larios , Jaime López, Clarence Silva , Edwin Silva , Marcos Largaespada, Juan Carlos Blandón, José Elías Largaespada, Absalón Gutiérrez , Víctor Guevara, Néstor López Fernández , Néstor López Frech, Marvin Galeano , Oscar Darío Sáenz, Allan Vivas, Emilio Montes , Jaime Alfaro, Ramiro Tijerino, La Waika (Melvin).

Hoy suenan muchos nombres detrás de esas pañoletas, en esa foto que recorrió el mundo, pero esos rostros tienen estos nombres:

De pie: Clarence, José Abraham, y Boni.
Agachados: Pancho, La Waika (Melvin) y Edwin.

Quizá algunos no estén de acuerdo con lo narrado pero ésta es mi verdad

27 agosto 2015

Otros detalles, parte de la desbandada heroica hasta llegar a Estelí.


Como he mencionado anteriormente, ésta es mi verdad, e insisto, cada esquina y cada compañer@ combatiente es dueño de su propia historia en esta épica espontánea insurrección.

Creó que fue el 29 de Agosto de 1978, por la tarde, que presencié algo que me gustó y quedó grabado en mi mente. 

Pasando por la clínica Monserrat mire a mi tío Trino entregando una pistola 9 mm a Víctor Manuel Guevara. La gente de esa clínica jugó un papel muy importante en esta gesta, médicos y personal estaban prestos a socorrernos medicamente en cualquier momento.

 Puedo recordar a Juanita Monserrat, así la llamé siempre pues desde que tuve uso de razón trabajó en esa clínica; el Doctor Jorge Ruiz Quesada y mi tío Trino, el Dr. Trinidad Guevara Ruiz.

Para mí el tío Trino era la ley, creó que es al único hombre que me le he puesto firme, sedita. Era mi figura paterna, siempre su protección fue tangible y por eso cuidaba mucho no me viera haciendo cosas que le podían parecer incorrectas.

Esa tarde en que nos fuimos de las trincheras, uno o dos de septiembre, llegué a la esquina de la casa Loredo, a conversar con Denis Gutiérrez y Rodolfo Mendoza. Comentamos que ya estábamos menos por ese lado, eran casi las 4 de la tarde y les dije, iré a hablar con Ileana e Isabel para ver que vamos hacer. 

Ya se sentía que l@s muchach@s se estaban yendo, dispersando poco a poco.

Cuando caminaba por la acera de la casa de Don Mario Amador, frente a la Clínica Monserrat, estaba afuera el Doctor Ruiz Quesada, Juanita Monserrat, otra enfermera, quizá Flor Gutiérrez, y mi tío Trino; cuando les veo quiero aligerar el paso pero, escuchó que me llama... ¡Herminia por Dios! (un dicho mío en ese tiempo). Sentí mi cuerpo temblar, Dios mío, me dije, ya la agarré; pensé que me llamaba para regañarme o algo por el estilo, pero no. Me llamaba para darme la bendición y decirme que mi Ángel de la Guarda me acompañara siempre. Me abrazó y besó mi frente.

Continué mi camino, hacia la casa del doctor Ufión, donde estaba el resto de mis compañer@s .Cuando caminaba por la casa de Don Salvador Mendoza, encontré a Marcos Largaespada y me dijo, flaca, hay que irse, yo siempre seguí caminando hasta esa esquina. Se sentía un aire denso en el ambiente, cuando llegué a donde me esperaba Ileana e Isabel, nos quedamos viendo como quien dice, ¿y ahora qué?

Ya en esa esquina solo quedaban como ocho muchach@s. La presión de la guardia era cada vez más fuerte, avanzaban disparando hacia el parque Darío, se escuchaban ruidos de disparos de diferentes armas, hasta tanqueta. Denis Gutiérrez, desde la esquina de la casa Loredo, nos gritaba que nos fuéramos y nos hacía seña con las manos de que era hora de salir en guinda, lo miramos correr hacia Palo Alto. Nosotras todavía nos quedamos cambiándonos zapatos, Ileana me tenía unas botas suela de tractor, un número menos del que usualmente calzaba, pero me las puse así. Nos fuimos huyendo, como a las seis de la tarde, hacia el sur, hasta llegar donde don Eudoro Guerrero y ahí nos refugiamos toda la noche.

Salimos de Matagalpa a eso de la siete de la mañana del día siguiente, no recuerdo si era 1 u 2 de septiembre, caminamos cuesta arriba hasta llegar al cerro La Virgen, nos enrumbamos hacía La Sirena, una poza que queda en la propiedad llamada Apante (finca) de mis abuelos maternos). En La Sirena nos encontramos con tres estrellas: Néstor López Fernández, Oscar Lugo Guevara, y Luis Alfredo García; cuando los vimos nosotras respiramos y la verdad que nos alegramos, porque ya no estábamos solas. Platicamos, nos contamos lo último que vimos, etc., les parecía mentira que nos hubiéramos quedado durmiendo en la ciudad de Matagalpa, pero era la verdad.

Continuamos juntos por el camino en dirección a Terrabona. Néstor quería llegar ahí para luego salir a la carretera Panamericana, rumbo a Managua. Fue un trecho largo y tortuoso, llegamos como a las once de la noche, casi en la entrada de Terrabona encontramos una troja y nos metimos ahí con la esperanza de descansar.

Un poco antes habíamos encontrado a tres hombres y eso nos puso alerta, cuando entramos en la troja, y estábamos buscando como acomodarnos, escuchamos unos disparos al aire, nos suspendimos en el instante, eran jueces de mesta alertando a la guardia que estábamos ahí.

Nuevamente emprendimos el camino pero en vez de avanzar era de retroceso; caminamos y caminamos hasta llegar a Cerro Largo (Matagalpa), como a las siete de la mañana en una quinta que creo es de la familia Baldizón. Los tres varones se reunieron y nos llamaron. Dijeron que debíamos separarnos, las tres mujeres por un lado y los hombre por otro. 

Eso nos cayó como un balde de agua helada, pero siempre fuimos así, jamás dábamos nuestro brazo a torcer, si creyeron que le íbamos a pedir cacao se equivocaron, debíamos demostrarles que éramos capaces de hacer lo que fuera sin la ayuda de ellos, enterramos las armas en esa propiedad.

Aún no sabíamos a donde ir pero nos montamos en el primer bus que pasó para Managua, iba atestado de personas que viajaban. En ese tiempo los buses de transporte colectivos eran pequeños. Fui la última de la tres que abordó el bus, justo en Cerro Largo, de repente escuchó mi nombre de la parte trasera, era doña Amanda Torrez González dándome una regañada, de mentirita, y haciéndome señas de que me acercara donde ella. Cuando logré pasar por encima de tanta gente, me dio 100 córdobas y me dijo, busquen donde bajarse, la guardia viene detrás y Zamora al mando, ella sabía que Zamora nos conocía muy bien a las tres. 

Le dije a mis compañeras, tenemos que bajarnos donde sea, Zamora viene atrás y hay un retén en Sébaco. 

Nos bajamos en Chagüitillo, Isabel tenía amistades o familiares ahí. Caminando llegamos a la casa de sus amigas o familia, nos acogieron muy bien, nos prestaron ropa y zapatos más adecuados, una muchacha nos pintó, (ja, ja, ja, mejor me rio), salimos por Chagüitillo rodeando el valle de Sébaco hasta llegar a San Isidro, aquí me encuentro con un señor, amigo de mi familia, que era telegrafista y tenía que ver algo con la Guardia, se llama Noel Santamaría, inmediatamente me reconoció y me preguntó que andaba haciendo por esos lados, yo frescamente le dije que iba para León, algo me decía que ese hombre vestido de kaki no me iba a delatar.

Llegamos a León, en bus, alguien o algo nos dirigía, porque la verdad, a ciencia cierta, no sabíamos que haríamos. Yo, siempre que iba a León, a la UNAN, a recoger material de estudio y material explosivo para las bombas de contacto, siempre iba a la casa de Doña Isabel López, madre de Donald López (el chatel) y Jorge López, ell@s vivían frente a la facultad de Derecho. Serían como las seis de la tarde cuando tocamos la puerta, León también estaba desolado. 

Cuando esa señora me vio se pegó un susto y me dijo, muchacha, y me abrazó, y yo me quedé extrañada, no sabía que le pasaba, pero luego me dijo, estoy leyendo el periódico y dice que a vos, a Sadie Rivas, Ileana Morazán y no me acuerdo a quien más, las subieron a un helicóptero y nadie sabe para dónde las llevaron. 

Comimos en su casa, cuando terminamos de comer ella me dijo, Alexa, sabes cuánto te quiero, pero también sabes el color que tiene mi casa, pero ya buscaré un contacto para que las ubiquen en otro lugar más adecuado.

De esa manera conocimos al Chele Najar, él llegó a recogernos de la casa de doña Isabel y nos llevó a otra casa, y así anduvimos de casa en casa, hasta que Ileana Morazán dijo que así no podíamos seguir, que debíamos estar en un lugar donde tuviéramos un contacto más serio con el FSLN. 

Nos mandaron a una casa fuera de León, ya las tres andábamos incómodas, cansadas, desanimadas por la falta de poder establecer contacto con alguna estructura que nos indicará que hacer. En esa casa decidimos irnos para Estelí. 

Le pedimos a la señora dueña de la casa el favor de irnos a dejar a San Isidro, por supuesto aceptó muy contenta, nos llevó, ya oscurecía, ahí nos encontramos con el tío de la Chilona, (Auxiliadora Larios), (este fue el piloto que dejó caer la bomba en el comando de Estelí, en julio 1979) y él, en su carro deportivo, nos llevó a Ileana, Isabel y yo para Estelí.

En la ciudad de Estelí nos encontramos con nuestros compañeros, María Antonieta Gutiérrez y Felipe Sáenz, ya ellos se habían integrado con anterioridad a la guerrilla. Uuufff, respiramos y nos sentimos nuevamente en casa. 

Nos llevaron a un lugar por el boulevard y ahí encontramos a un guerrillero, y yo, con mi manera peculiar de ser le dije a mis compañeras , oeee, ese no es aquel dirigente del CUUN que, cuando llegábamos a Managua , lo encontrábamos leyendo el periódico y con los pies encima de un escritorio, y siempre , siempre leía el periódico; casualidad que, cuando Isabel y yo llegábamos, lo encontrábamos leyendo y él no saludaba, cuando otro compañero nos entregaba el material , él nos miraba por debajo del periódico y continuaba su lectura. Isabel me dijo en voz baja, es el mismo, Antenor Rosales.

 Ese día por fin nos saludó, y más tarde me preguntó si era hermana de Margine Gutiérrez. Era el sábado 9 de septiembre 1978, ocho de la noche. Se combatía en el centro de la ciudad y en el barrio el Calvario.

 La primera insurrección de Estelí.

Nos ubicaron en un comando, siempre juntas las tres. Ahí también nos encontramos a Marcos Largaespada y nos contó como salió de Matagalpa.

 Nos dieron armas y empezamos a actuar en Estelí, a combatir junto a otra gente, otr@s compañer@s. Esa insurrección si estaba bien planificada y organizada, con sus respectivos mandos, etc.

Una de las últimas noches, creó que el jueves 21 de septiembre, algo así, no recuerdo bien, Ileana, Isabel y yo, siempre juntas, estábamos preparando nuestras mochilas para cuando dieran la orden de retirada.

 En eso apareció Marcos Largaespada y nos quedó viendo a las tres por unos minutos, nosotras nos mirábamos pero no dijimos nada hasta que él rompió el silencio, flaca necesitó que vengas conmigo, Ileana dijo, yo también voy, pero Marcos respondió, no, espera aquí, y nos fuimos, Marcos y yo, no hablamos nada en el camino hasta que llegamos al comando central y me presentó ante Miguel Ángel al que ya conocía.

 Marco le dijo, esta es la compañera que me pediste, de las tres de Matagalpa.

 Miguel Ángel, Francisco Rivera Quintero, le dio las gracias y me metió a un cuarto donde había radios de comunicación, etc. y me dijo que tenía una misión para mí, que había pedido a una compañera con formación política ideológica consolidada por que la misión encomendada lo requería, y de esta manera me separé de mi amigacompañerahermana Ileana Morazán e Isabel.

29 agosto 2015

http://sergiosimpson.blogspot.com/2015/08/de-la-insurreccion-de-agosto-de-1978.html

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