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Neosocialdemocracia


No es nuevo. El intento de socialdemocratizar cualquier proceso revolucionario tiene infinitos precedentes en la historia política latinoamericana. 

Desde la Alianza por el Progreso (iniciada por Kennedy), hasta los primeros años de la época Clinton.

 En años más recientes, por ejemplo, la tercera vía latinoamericana fue el término que se utilizó con el objetivo de que el Brasil de Lula da Silva caminara siempre por el rail del centro.

En la actualidad, en tiempos de contracción económica mundial, lo intentan con Ecuador y Bolivia, tratándolos con el cariño necesario para que se dejen guiar por esos principios socialdemócratas.

 No lo consiguen (por ahora), pero lo siguen intentando.

 Le lanzan un acuerdo comercial por acá y una inversión extranjera por allá. La economía aprieta y la ayuda externa se presenta como la gran tentación salvadora

Y ahora también lo intentan sorprendentemente con Venezuela.

 Si no se puede por las malas, que sea por las buenas.

 Ante el momento de emergencia económica, algunos actores han puesto manos a la obra para que el chavismo acabe decantándose por una salida neosocialdemócrata. 

La excusa es la de siempre: el pacto necesario para dar estabilidad y gobernanza económica. 

La estrategia también es la habitual: se afirma que todo lo que ha hecho el sector público está mal, y con eso se argumenta que las grandes decisiones económicas han de estar en manos del gran capital privado. 

Si hay fallas en el sistema de precios justos, entonces la solución es que dos empresas privadas marquen el precio que les dé la gana. 

Si el sistema cambiario tiene debilidades, entonces la respuesta es que el dólar today sea legal.

 Así es como la neosocialdemocracia pretende imponer su sentido común económico para dar estabilidad ante la actual situación económica adversa.

La pregunta que nos debemos hacer es qué tipo de estabilidad económica queremos en respuesta a las dificultades. 

Una cosa es la estabilidad que excluye a las mayorías y otra es aquella que incluye no dejar fuera a nadie. 

He aquí la verdadera discusión detrás de este emergente consenso de ideas económicas. 

¿Estabilidad macroeconómica con malestar microeconómico? Como en Perú, Colombia, México y ahora Argentina. 

De nada sirve alcanzar un equilibrio macroeconómico sin gente adentro, sin pueblo.

 La clave es llegar a la meta, pero hacerlo con el mayor número posible de personas.

La socialdemocracia, en décadas recientes, se viene promocionando con cara amigable. Intentando disimular que pertenece al mismo sistema hegemónico que ha provocado un importantísimo desastre económico a escala global. 

Procura utilizar como carta de presentación lo que fue en el pasado, sin querer rendir cuenta del presente.

 Es, por tanto, necesario no confundir lo que fue la vieja socialdemocracia con esta neosocialdemocracia que cohabita en una casa neoliberal dominante.

 Este nuevo proyecto se caracteriza por constituirse a partir de un pacto desigual con amistades peligrosas, por una soberanía subordinada al patrón de acumulación global del capital, por políticas públicas de bienestar social condicionadas a la tasa de ganancia de unos pocos grandes empresarios.

 Esta es la corriente que aparece camuflada como nueva, pero que se asemeja demasiado a lo de siempre: al modelo neoliberal.

Muchos procesos de cambio en América Latina se enfrentan indudablemente ante su propio punto de clivaje para sortear contradicciones internas y afrontar situaciones externas adversas. 

Ninguna identidad política puede continuar paralizada ante tanto cambio adentro y afuera. 

Se abren así muchas vías para su resignificación e interpretación hacia delante.

 Y ante el amplio abanico de posibilidades por dónde transitar, ser domesticado en modo neosocialdemocracia es una opción por la que algunos están apostando con mucho ímpetu. 

Su éxito, en gran medida, dependerá de si surgen otras alternativas que seduzcan y convenzan más que el plan de marketing neosocialdemócrata. 

En caso de que esto no suceda, entonces comenzará más pronto que tarde el tic tac de los procesos de cambio en la región. Esperemos que no.

Alfredo Serrano Mancilla es director del Celag.


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