«Ante la nueva situación y el auge del movimiento obrero y popular y para evitar que las fuerzas revolucionarias y la clase obrera, en primer lugar, recurran a su propia violencia de clase para enfrentarse al poder y a la violencia reaccionaria, servicios especiales y de intoxicación ideológica utilizan grupos parapoliciacos y aventureros con etiquetas y siglas de revolucionarios de izquierdas, que nada tienen que ver con la verdadera lucha revolucionaria ni con los intereses populares; montan actos violentos provocadores y criminales antipopulares, para así desprestigiar y hacer condenar la violencia revolucionaria y la lucha popular en general.
Es esta una vieja estratagema utilizada en todo momento por los gobiernos reaccionarios en dificultades, para, al mismo tiempo, lanzar nuevas medidas represivas y violentas contra el pueblo en lucha. En los actuales momentos estamos viviendo en nuestro país una de esas situaciones y la mayor parte de los acontecimientos violentos que han tenido lugar durante los dos últimos años así lo confirman.
Por otra parte, existen también grupos armados en nuestro país dirigidos por fuerzas nacionalistas pequeño burguesas de diverso signo –vascos, gallegos, catalanes, canarios– que pretenden, de un lado, separar su lucha «específica» de la del conjunto de los pueblos de España, y de otro, suplantar la lucha de la clase obrera y del pueblo, por sus propias acciones violentas y armadas.
Para los marxista-leninistas, es evidente que la violencia revolucionaria y la lucha armada sólo cumplen su función revolucionaria cuando está inserta en el conjunto de una política basada en el desarrollo de la lucha de clases y no al margen de ella y uniendo los objetivos tácticos y estratégicos a los de los hermanos de clase de todo el país.
De otro modo, se frena el desarrollo y la elevación a más altos niveles de la lucha de clases y de la lucha política en general, y se fragmenta la unidad imprescindible del conjunto de los pueblos de España contra el poder reaccionario, contra el enemigo común.
La concepción nacionalista y separatista de la violencia y de la lucha armada, practicada por ETA –todas sus ramas– y otros grupos nacionalistas, corresponden, sin duda alguna, a intereses pequeño burgueses de las fuerzas que la practican hoy en España, y ello pese a las propias declaraciones superrevolucionarias y la propia imagen que de ellos mismos intentan darse sus cabecillas nacionalistas.
Tal ha sido y es, objetivamente, el papel desempeñado por las acciones armadas llevadas a cabo por nacionalistas de ETA –en sus distintas ramas–.
Es un hecho que en ellas no participan directa ni indirectamente ni la clase obrera, en tanto que tal, ni otros sectores antifascistas y populares, y ello entre otras razones porque los mismos objetivos estratégicos, incluso tácticos, planteados por esos grupos y por sus acciones armadas, que son el separatismo y el independentismo a ultranza, por encima de todo, no sólo no coinciden con los intereses de clase del proletariado y de otros sectores populares vascos que aspiran al socialismo, sino que, en el fondo, se contraponen, no sólo en el plano estratégico, sino también en muchos casos, en el táctico.
Independientemente de los derechos que le son debidos, el pueblo de Euskadi cabe recordar que el separatismo vasco tiene su punto de arranque en la doctrina del archirreaccionario Sabino Arana y Goiri, ideólogo de la burguesía vasca naciente, en el pasado siglo, el cual fue apoyado por el imperialismo británico interesado en las riquezas minerales de Euskadi, sobre la base del muy reaccionario lema: «Dios y las viejas leyes».
Esta doctrina clerical separatista vasca, que hizo suya la burguesía vasca, no fue obstáculo para que los financieros y capitalistas vascos se convirtieran, gracias a la explotación de las riquezas y del pueblo trabajador de Euskadi, en grandes banqueros y financieros a nivel de toda España.
La lucha armada, al margen del conjunto de la lucha de clases y de los objetivos generales del proletariado y del pueblo de Euskadi y de los demás pueblos de España, sí sirve a los intereses de la burguesía vasca nacionalista centralista, que se apoya en ella cuando le interesa «negociar» con el poder monárquico y arrancar algunas concesiones y privilegios específicos políticos y económicos, y ello en detrimento mismo de los demás pueblos de España.
Tal ha sido la esencia de las negociaciones del Estatuto de Guernica y de los acuerdos en él consignados.
Sólo bajo la dirección de un partido de clase del proletariado puede la lucha armada y la violencia revolucionaria adquirir y desempeñar en su momento, en las circunstancias idóneas objetivas y subjetivas, un papel consecuentemente revolucionario de cara al socialismo, es decir, no a favor de los intereses de tal o cual sector de la burguesía, sino de las masas trabajadoras, de los obreros y campesinos pobres que aspiran al socialismo y que necesitan hacer la revolución para librarse de la explotación y opresión social y nacional.
Para la clase obrera y el pueblo trabajador de Euskadi, ambos objetivos son inseparables, como lo son para todos los pueblos de España.
Los marxista-leninistas consideramos la lucha armada y la violencia revolucionaria como una de las formas de lucha que surge en el marco de la lucha de clases y la lucha política en determinadas condiciones.
La violencia revolucionaria y la lucha armada ni se inventan ni se han improvisan de la mañana a la noche, sino que se producen como resultado de unas circunstancias y fenómenos objetivos y subjetivos en el marco del desarrollo de la lucha política general, de los conflictos políticos, económicos y sociales que enfrentan a las clases explotadas y oprimidas con sus explotadores y opresores.
Por otra parte, la lucha armada y la violencia cuando está dirigida por sectores nacionalistas y burgueses y no por el partido del proletariado, desemboca cuando triunfa, en regímenes de carácter burgués y no en una revolución socialista.
Tal ha sido, por ejemplo, el caso en el pasado de diversos países de África del Norte y de Asia. Sólo bajo la dirección de la clase obrera y de su partido de clase puede la lucha armada y la violencia desembocar en una revolución de carácter socialista y poner fin al poder de cualquier sector de la burguesía, abriendo así el camino del socialismo hacia la sociedad comunista». (Elena Ódena; El marxismo, la lucha armada y la violencia revolucionaria y las guerras, 1979)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
1) Sobre el carácter ideológico de ETA: sin un partido bajo una unidad ideológica y de acción monolítica, pese a la parafernalia lingüística para aparentar ser revolucionarios y tener influencia marxista, no existía una cohesión ideológica en este tipo de grupos; el extremo faccionalismo y las escisión era el pan de cada día, ya que ni siquiera oficialmente se seguía una línea ideológica clara ni se regían por el centralismo democrático para garantizarlo.
En el caso ideológico de ETA, si observamos su progreso ideológico desde sus inicios: tanto el nacionalismo burgués, el trotskismo, el maoísmo, el anarquismo, el tercermundismo y el socialdemocratismo –ahora especialmente– han estado presentes en toda su teórica y actuar, y esto lo corrobora no solo sus estrategias y tácticas, ni siquiera todas las corrientes oficiales expulsadas a lo largo de su historia que evidencian tal existencia interna, sino la deriva actual tanto de ETA como de la izquierda abertzale que en algún momento ha sido afín a ETA.
Como en el caso de otras bandas armadas análogas de su época como podrían ser las Brigadas Rojas italianas, en ETA tenemos un caso similar de extremo fraccionalismo a causa de una mezcolanza ideológica no definida, facilitando la infiltración de elementos de todo tipo, tanto de antimarxistas como provocadores.
Esta debilidad en el ámbito ideológico, hacía muy común las pugnas arribistas por interés fraccionales y personales, como hacía muy fácil que los servicios secretos de los países donde operaban se infiltraran en la organización –véase casos en ETA como el de Mikel Lejarza alias Lobo– logrando o bien vender a sus dirigentes a la policía o utilizar a los elementos más volubles para azuzar desde dentro a que se cometieran actos aventureros para interés de de los gobiernos de turno u de otras fuerzas burguesas.
Recordemos que el terrorismo ha jugado una baza fundamental en los gobiernos de Italia, España, Alemania para desviar la atención pública de los problemas del capitalismo, criminalizar a los verdaderos marxista-leninistas y fortalecer la unidad de las fuerzas políticas burguesas y el uso de la fuerza y leyes represivas
2) Sobre la estructura sin partido de ETA: como en casi todos los casos de las bandas armadas y agrupaciones guevaristas o filoguevaristas europeas, no existía un partido y un centralismo democrático que dirigiera a estas «guerrillas urbanas», algunos decían que estaban pensando en la creación del partido comunista, o en el mejor de los casos si existían estos partidos pero no mandaban realmente a sus brazos armados, siendo estos autónomos o mandaban estos directamente al partido; pero como decíamos, lo normal en estas organizaciones como el caso de ETA era que las «guerrillas urbanas» dirigieran la política del resto de organizaciones con las que estaban conectadas, incluyendo organizaciones de masas y partidos que eran partidarios de estas organizaciones armadas o simplemente simpatizantes de ellas.
En estos casos, el eclecticismo ideológico se reflejaba también en el terreno de las ramas organizativas –la rama política, sindical, asociaciones juveniles, etc.–, dándose una rivalidad y cada vez una mayor independencia de pensamiento y acción en sus diferentes estructuras, por ejemplo en ETA fue el caso de la división primero y separación después entre ETA (militar) y ETA (político-militar).
3) El carácter terrorista de sus acciones: ETA se manejaba bajo:
1) es una repetición de la tesis anarquista de que «la historia la hacen los héroes», es decir un grupo reducido y conspirativo no las masas;
2) no toma en cuenta las condiciones objetivas ni subjetivas para el desencadenamiento de la violencia, ni siquiera se tiene una perspectiva clara de como se tomará el poder;
3), se incita a la pasividad de las masas , que deben esperar a las prácticas terroristas de estos «grupos de héroes» para cambiar la situación política, y solo se concibe esta forma de lucha para que la masa, la «muchedumbre» no sufra las consecuencias de la contrarrevolución;
4) se niega al proletariado como clase de vanguardia, fundiéndolo con la llamada masa, ya que tampoco le encuentran como a otras clases sociales, potencial para iniciar la revolución, a diferencia de los llamados «héroes» de distintas clases sociales que conforman la «guerrilla urbana».
Esta forma de pensar se reflejaba en una metodología de: secuestros, bombas en embajadas, asesinatos selectivos o coches-bomba, la muerte de más civiles que de sus «objetivos» en sus atentados, fueron un clásico en la historia de ETA y chocaban con la incomprensión de las masas y su rechazo.
http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2016/07/sobre-el-caracter-aventurero.html