Pablo Gonzalez

Nicaragua: De El Repliegue al 19… la Historia así se mueve

I

Cada año, para estas fechas, siempre aparecen los que no están conforme con nada y se resienten que la Historia avance en los cauces del mismo pueblo y no pase ni cerca de ellos.

 Y ninguna historia se hace por alguna facultad del Parlamento para incidir en su desarrollo ni los liderazgos se dictan por algún decreto.

Recién se conmemoró El Repliegue, un encuentro de multitudes que nunca dejó de serlo. Multitudes que antes salían, cuando el Frente Sandinista no había retornado al poder, desde la Plaza “Comandante Ana María” del mercado Roberto Huembes. Un firmamento de gente –luz y cadencia en los 90 y entrado el siglo XXI– que extendía este espacio en aquellos años de decadencia. Los significados difícilmente pueden ser eclipsados.

Esas muchedumbres no dejaron solo al partido rojinegro. Nadie, aún el más amargado, puede venir a alterar el pasado para decir con la falacia acostumbrada, que la emblemática marcha se canceló tras haber entregado la presidencia el comandante Daniel Ortega.

El Repliegue de 1979 no fue vencido por la Guardia Nacional de Somoza. Los Repliegues posteriores al 90 no lo derrotaron las urnas. El neoliberalismo desmanteló los bienes materiales del pueblo, pero no pudo disolver los bienes espirituales de sus entrañables efemérides.

Y es que aquella gesta se volvió un símbolo para las nuevas victorias y no porque se emplanillara, junto con los empleados públicos, esta primera tradición de la Libertad.

Las barridas de trabajadores y funcionarios identificados con el sandinismo, que ejecutaron los gobiernos neoliberales, fue una terrible cacería de brujas. Se procedió a exceder el resultado de las elecciones como si se tratara del botín de una guerra que a pesar del costoso financiamiento, con dinero de los contribuyentes estadounidenses, la extrema derecha nunca ganó.

Cada año, El Repliegue se conservó, más allá de la memoria, en la reedición del extraordinario capítulo en manos del único sobre la faz de la tierra que puede adelantar la historia: el pueblo caminante.

El FSLN continuó su contundente testimonio que desmentía el primer objetivo de la embestida derechista: la desarticulación del Frente Sandinista y el liderazgo del comandante Daniel Ortega. Apostaban a la extinción del sandinismo que había derrocado a la dictadura somocista.

II

El Repliegue no solo es un acto conmemorativo sino festivo, porque cuenta con esas dos dimensiones de los acontecimientos que marcan a un país: la de los caídos, el dolor de la guerra, y también la celebración del triunfo.

Las trascendencias sociopolíticas no son reconocibles a través de la melancolía de los sujetos que no estuvieron a la altura de una epopeya que los sobrepasó. La Historia también comunica Historia, no anécdotas, mucho menos cabanga y-que-fui-apartado.

El Repliegue es una Historia viva que también vive con los que hacen posible extender su proeza, liberando a los pobres de existir bajo techos inseguros; en los programas socioproductivos, en las comunidades remotas hoy iluminadas, en las becas de estudio para los hijos de familias de escasos recursos, en la desaparición de las antiguas quebradas llamadas “calles” en los barrios marginales, en las inéditas casas maternas, en los parques a todo dar para que la niñez de rienda suelta a su preciosa edad…

Durante los gobiernos neoliberales quedó bien claro quién era el líder natural del Frente Sandinista. Aunque unos ahora digan que el comandante Ortega en algún congreso solo permitió participar “a los suyos”, los hechos hablan que era el mismo FSLN que escogió al ahora Presidente en la conducción máxima del partido.

Cuando la mayor parte de diputados electos en la casilla del Frente, en 1990, se separa e inventa sus propias siglas, con ese mismo acto bien pudieron presentar las evidencias que comprobaran el supuesto secuestro del FSLN por parte del comandante Ortega. 

Tenían para ello las celebraciones de El Repliegue y el 19 de Julio. Amén de las elecciones de 1996. Ahí estaban los ambientes propicios y el debido contexto para una formidable puesta en escena de sus razones y que el pueblo juzgara: Daniel o cambiar las banderas de Sandino por la de una versión modificada y acomodada a la restauración conservadora.

Los que deseaban ser líderes y candidatos del FSLN contaron así con una treintena de oportunidades desde junio del 90 hasta julio de 2006 en que pudieron haber exhibido sus fortalezas, sus habilidades, la agudeza de visión para descifrar los momentos en que las condiciones objetivas hacían química con las subjetivas para avanzar a la siguiente etapa.

Mas el pueblo los descartó. Apenas consiguieron el 01.33% en las elecciones de 1996.

III

Las plazas, sea de la Revolución o la del Huembes, y la carretera hacia Masaya, continuaron atestadas alrededor de lo que Daniel Ortega representaba, en El Repliegue o el 19. Y no eran rebasadas por ordenanzas, o porque “Ortega solo invitó a los suyos, al Congreso”, o “por el pacto”, o por “el clientelismo”, o por “empleados públicos presionados” y toda la andanada de infamia con que intentan esconder el fracaso de su proyecto político.

Ninguna de las grandes fechas de la Revolución en década y media que conmemoró el comandante Ortega y la escritora Rosario Murillo fueron desérticas. Es decir, la prueba de fuego de un auténtico liderazgo no fue el “chiripazo” de una sola vez.

Se contabilizan 16 Repliegues y 16 del Triunfo de la Revolución el 19 de Julio, es decir 32 eventos a plazas, calles y carreteras abiertas, llenas de bote en bote, que se alzan como palpitantes monumentos masivos de que el Sandinismo no reconoció otro liderazgo que el del comandante Ortega y Rosario Murillo.

Sí, la ex izquierda gozó de ese largo periodo para haber convencido a las mayorías y ser la llamada a inmovilizar la institución política.

¡Ah!, pero la vida, impetuosa y grandiosa como es, no puede ser detenida por la arbitrariedad de despreciar el devenir de la Historia, ni ser asfixiada por los resentimientos, los odios y tampoco por la reelaboración apresurada de ficticios puntos cardinales que ni Sandino ni Carlos Fonseca establecieron.

Si algo caracterizó al Sandinismo real fue el de estar construido de realidades y no de mitos y elucubraciones que se ponen de moda en estos días: es la verdad de “un pueblo que tomó su decisión”. 

Ahí se explica todo, porque “La teoría, amigo mío, es gris, pero el árbol de la vida es eternamente verde” (Goethe).

Por: Edwin Sánchez


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