Pablo Gonzalez

Nicaragua: 19 de Julio… ¿Quién decide el liderazgo de una Revolución?


En 1985, Mario Vargas Llosa escribió del recién electo mandatario, Daniel Ortega, miembro de la Dirección Nacional del FSLN, compuesta por nueve comandantes:

 “Me cuentan que Violeta Chamorro dijo una vez del flamante presidente: ‘Es el mejor de todos ellos’” (Nicaragua en la encrucijada).

No hay revoluciones de liberación nacional sin líderes, desde George Washington hasta Fidel Castro, pasando por la que triunfó el 19 de Julio de 1979.

El escritor averiguó, en esos “frenéticos días” que estuvo en Nicaragua, que Daniel combatió a Somoza con solo 13 años, que entregó sus calendarios a la causa que le costó siete años en las ergástulas de la tiranía.

Doña Violeta por algo lo dijo. Y no se trata de rendir culto a la personalidad. Es solamente ver el dato que cuelga en la memoria del país.

Precisamente, las grandes motivaciones hacen la diferencia y ahí la Historia se abre paso, sobre todo cuando se concatena con los orígenes de una lucha que marcará para siempre a Nicaragua: la emprendida por el General Augusto César Sandino.

La evolución del partido, sin el lastre de los semidioses que contribuyeron con eficacia a la derrota electoral del 90, y la recuperación del pensamiento de Sandino, ahora en el cenit de la organización, son evidencias de que esta bandera justa merecía “una segunda oportunidad sobre la tierra”.

El rol desempeñado por el comandante Ortega y la intelectual sandinista, Rosario Murillo, para actualizar al Frente fue fundamental: el Sandinismo se enriqueció de nuevas rutas.

La cosecha de un renovado y geométrico caudal multitudinario para el retorno al poder en el siglo XXI, confirmaron quiénes tenían la razón al hacer converger el desarrollo de Nicaragua con el propio experimentado por la institución política.

El Sandinismo de hoy comunica lo que no se logró con justicia en la primera etapa: la esencia del General de Hombres y Mujeres Libres, con su notable bagaje espiritual, siempre más allá… en el cristianismo.

La solidaridad que emana de los programas socioproductivos para activar a la población más vulnerable, y el modelo de diálogo, alianzas y consensos con los empresarios y trabajadores, dejaron atrás la dogmática paralizante y el sectarismo de los que se consideraban –incluso hoy– “sandinistas” químicamente puros.

 Son los que juzgaron “enemigo de clase” al propietario, por pequeño que este fuera, agrario, industrial, comercial…, lo que terminó de hundir la economía “planificada” en los años 1980-1989.

No se puede “culpar” de todo al “imperialismo yanqui”. Los procesos sociales, permitidos por Dios, aún son de manufactura humana, imperfectos, limitados, y por lo tanto, dignos de ser corregidos con espíritu crítico, porque lo peor que puede pasarle a un pueblo es haberse equivocado de Revolución.

Sandino

El FSLN no es una repetición artesanal y milimétrica de los 80 y démosle, todos, gracias a Dios por ello. En su creatividad reside la grandeza del Sandinismo que ahora observamos mejor: descifrar la Historia de Nicaragua para no quedarse embalsamado –como ocurrió con algunos– en el pasado.

Es, además, desatar sus fuerzas vitales, pero para ello se necesita de sabiduría y no de fanatismo, de prudencia y no de odio, de realismo y no de teoricismo.

Sí, inteligencia, y no “astucia”, como algunos que no quieren utilizar el primer término para no aceptar lo que bien dijo Fidel, quien absuelto por la Historia también absolvió al líder sandinista, pocas horas después de la victoria electoral de 2011:

“A Daniel lo conozco bien; nunca adoptó posiciones extremistas y fue siempre invariablemente fiel a principios básicos. 

Responsabilizado con la Presidencia a partir de una dirección política colegiada, se caracterizó por su conducta respetuosa ante los puntos de vista de los compañeros de tendencias surgidas dentro del Sandinismo en determinada etapa de la lucha antes del triunfo.

 Se convirtió así en un factor de unidad entre los revolucionarios y sostuvo constantes contactos con el pueblo.

 A eso se debió la gran ascendencia que adquirió entre los sectores más humildes de Nicaragua.

“El pueblo nicaragüense se vio obligado a soportar nuevamente casi 17 años de gobiernos corrompidos y proimperialistas… No obstante, los revolucionarios sandinistas bajo la dirección de Daniel continuaron su lucha a lo largo de aquellos amargos años, y de nuevo el pueblo recuperó el gobierno…”.

“Lo fundamental del papel de Daniel y la razón a mi juicio de su aplastante victoria, es que nunca se apartó de los contactos con el pueblo y la incesante lucha por su bienestar.

“Es hoy un líder verdaderamente experimentado que fue capaz de manejar situaciones complejas y difíciles a partir de los años en que su país estuvo de nuevo bajo la égida del capitalismo rapaz.

 Sabe manejar problemas complicados de forma inteligente, lo que puede o no puede, lo que debe o no debe hacer para garantizar la paz y el avance sostenido del desarrollo económico y social del país”.

Lo que expuso Fidel está escrito con la letra viva del pueblo y sus juventudes libres, en las plazas rebalsadas del 19 con su dirigencia.

 ¿Por qué en todos estos años no se entendieron con otra clase… de siglas? Por la sana costumbre de que la vida siempre va adelante…

La Historia no es una caja repleta de azares del que cualquiera saca lo que le dé su regalada gana. Que el Sandinismo sea liderado por el comandante Ortega y Rosario, y conduzca Nicaragua a otros niveles, no es obra del albur.

La inspiración de Carlos en Sandino para organizar el FSLN tampoco lo decidieron los dados cargados. No en vano, en la última cena en Casa Presidencial, el Guerrillero de Las Segovias descubrió su pensamiento trascendente a pocos minutos de su martirio.

El Héroe, con humildad, reconoció la noche del 21 de febrero de 1934 que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres. Don Salvador Calderón Ramírez escuchó las palabras de aquel Invicto que ameritan el mármol:

“Tengo la convicción de que existe una fuerza divina que preside los sucesos humanos: algunos la llaman casualidad; para mí, su nombre es Providencia”.

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