El 12 de junio de 2016 Omar Mateen disparó y mató a 49 personas en un club nocturno en Orlando, Florida, antes de que lo matase la policía.
Esos son los simples hechos del caso.
La prensa, predeciblemente, sobrecargó las secuelas aunque nada que lleve a su esclarecimiento.
El torrente de información hace que sea difícil separar los hechos de la ficción o analizar los acontecimientos de una manera significativa.
Los aspectos más importantes de Mateen se han oscurecido porque la verdad es inconveniente para el Gobierno y sus aliados en los medios de comunicación corporativos.
Mateen fue motivado por la ira por el imperialismo de Estados Unidos y probablemente lo canalizó por el odio a la clientela LGBTQ del club.
Él también estaba entre la población de personas dementes que encontraron un momento y un lugar para actuar y llevar a cabo sus obsesiones. Mateen era el hijo nacido en Estados Unidos de inmigrantes procedentes de Afganistán.
Tenía una historia personal problemática, incluidos de violencia doméstica y una multitud de amenazas contra otras personas.
Esas amenazas fueron frecuentes e inquietantes, lo suficiente como para hacer que el FBI lo interrogase dos veces en los últimos años.
Mateen hizo varias llamadas al 911 durante el ataque y afirmó que actuaba en nombre del islam.
La redacción del FBI oscurece algo de lo que dijo, pero invocó la resistencia islámica a los Estados Unidos y exigió que cese el bombardeo de Irak y Siria.
Su padre, Seddique Mateen, tenía sus propios delirios de grandeza, entre otras cosas dijo que quería ser el presidente de Afganistán en el exilio.
Los medios informaron de que el anciano Mateen expresó su apoyo a los talibanes sin mencionar que una vez el Gobierno de Estados Unidos apoyó a los talibanes con armas y dinero.
La mezcolanza de narrativas es confusa, pero un aspecto de la historia es digno de más atención y es una acusación a la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo.
En 2013 Mateen amenazó a un oficial de la corte con una demanda sobre algo de Al Qaeda que él conocía.
De acuerdo con la policía local el FBI de entonces intentó atraer a Mateen para un plan terrorista falso, pero él "no mordió".
El FBI tiene una larga e innoble historia de personas que atrapan y cientos de ellas han sido condenadas basándose en el trabajo de los informadores. Hay al menos otro ejemplo de un hombre señalado para convertirse en informante que, en cambio, se dio vuelta y realizó un acto de terror por sí mismo.
En 2013 dos hombres británicos mataron a un soldado ante testigos. De inmediato se entregaron y proclamaron que actuaron para que su Gobierno dejase de matar gente en el mundo musulmán.
Uno de los hombres estaba también bajo presión constante del servicio de seguridad MI5 para convertirse en informante a pesar de que él se negó reiteradamente.
Cuando un amigo le habló a la BBC de este contacto también lo detuvieron.
Las agencias de seguridad estadounidenses y británicas se comportan de la misma manera. Engendran el terrorismo contra los pueblos en todo el mundo y a sus propias poblaciones también.
La represalia y el sufrimiento de los demás no fallan.
La historia personal de Mateen, de su comportamiento antisocial e incluso psicótico, hace que sea difícil hacer las preguntas adecuadas sobre este caso, pero su historia familiar y el intento de atraparlo dicen mucho acerca de cómo la política exterior imperialista crea víctimas en todo el mundo.
El anciano Mateen vino a Estados Unidos con el apoyo estadounidense a los opositores al Gobierno de Afganistán. Su historia es clásica.
Un emigrado por discrepancias a quien se da asistencia a causa de sus creencias políticas. Después de haberle sido dado un tratamiento especial, vive la vida de un exilado delirante, paranoico.
En un momento de aumento de la violencia y la vigilancia de Estados Unidos, su perturbado hijo entra en contacto con la policía, que trata de incluirlo en su larga lista de víctimas ingenuas y/o enfermas mentales.
Si Omar Mateen estuvo inspirado por Dáesh vale la pena señalar que este grupo es más fuerte en los lugares donde EE.UU. ha intervenido. Irak, Libia y Siria eran todos objetivos para cambios de régimen y también donde los más útiles soldados de infantería de Estados Unidos son los yihadistas de esa calaña.
El apoyo continuo al Dáesh ha matado a muchos miles de personas y ha creado una catástrofe humana sin fin.
Si el crimen de Mateen fue inspirada por el Dáesh, cualquier condolencia procedente del presidente Obama es falsa. El Dáesh existiría sin el apoyo estadounidense.
Los esfuerzos para luchar contra él en Siria han sido obstruidos cada vez por Estados Unidos.
Los asistentes a la fiesta en Orlando sufrieron la misma suerte que los anónimos sirios, iraquíes y libios. Eran daños colaterales y se sacrificaron a la causa de la dominación imperial.
Mateen estaba, obviamente, necesitado de atención para su salud mental, pero eso no quiere decir que el Gobierno lo enganchase y lo inspirase para actuar.
Podría haber terminado matando gente en otro lugar, al igual que el lobo solitario, autorradicalizado, como los estadounidenses psicóticos que matan en las escuelas, universidades y salas de cine.
Pero su locura juega bajo la influencia de la política exterior de Estados Unidos y el Gobierno comparte la responsabilidad de la matanza llevada a cabo en esta ocasión.
Mateen fue sin duda un individuo enfermo que reconoció a otros terroristas cuando los vio. Disfrutó de tomar fotos de sí mismo con la ropa de policía de Nueva York también como para reconocerse.
Margaret Kimberley escribe la columna Freedom Rider para Black Agenda Report, donde este artículo apareció originalmente.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214055