Si uno pensaba en alguna candidata a la Presidencia de la República, que representara los intereses de la nación, los anhelos de toda la población y que lo hiciera desde los más pobres, ésa era Berta Cáceres, “la Niña guardiana de los ríos”, Una mujer indomable, insobornable.
Por eso la mataron.
El crimen de Berta Cáceres quedará en la impunidad. Todas las fuerzas oscuras del país, bajo el mando de la empresa DESA, que tiene aliados en el Ministerio Público, así lo han decidido. Y en el aire enrarecido de este país prevalecerá lo que esas fuerzas han regado a través del poder mediático: se trató de un crimen pasional teñido de conflictos internos en la organización que Berta fundó.
Sólo la presión popular interna, en estrecha articulación con las voces de la solidaridad internacional, podrán revertir esta impunidad.
Una amistad tejida durante años
Eran las 4 de la madrugada del jueves 3 de marzo, mi hora cotidiana de despertarme, cuando descubrí decenas de llamadas perdidas en el celular.
No acababa de contarlas cuando me llamaba Gustavo Cardoza, entrañable compañero de trabajo:
“Quizás ya lo sabe, pero por las dudas le informo que han asesinado a Berta Cáceres”.
Me senté en la cama con la esperanza de estar sumergido aún en el sueño, uno de los frecuentes y tortuosos sueños en que veo la sangre.
Son tantos en Honduras -un país atravesado por la zozobra y por continuas noticias ingratas- a quienes la realidad de la muerte y las amenazas nos persigue hasta esa zona recóndita del inconsciente…
Pero no era un sueño. Todas las llamadas perdidas eran de personas cercanas.
Todas sabían de la amistad que Berta y yo habíamos tejido a lo largo de años de pláticas, reuniones, caminatas, luchas, discusiones, debates y complicidades compartidas.
De repente, recordé que me había acostado con el escrúpulo de haber olvidado de llamar a Iolany, la coordinadora de comunicaciones de nuestra plataforma social en el ERIC y en Radio Progreso.
Berta me había llamado la tarde anterior, a las tres y nueve minutos, apenas doce horas antes de que la mataran, para concertar un foro y dos programas de radio con el mexicano Gustavo Castro, experto en energías alternativas, hoy único e incómodo testigo de lo que ocurrió la noche del crimen.
Por las gestiones y las infinitas relaciones de Berta, COPIHN (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras) había traído a Gustavo al país para que compartiera sus experiencias con diversas organizaciones defensoras de los bienes comunes de la Naturaleza, que luchan contra la energía térmica.
Quedamos en que los dos, Berta y Gustavo, vendrían a la radio el 8 de marzo para que les hiciéramos una entrevista en la revista radial que transmitimos todas las semanas. También estarían conmigo en el programa diario y nocturno de una hora, “América Libre”.
“Pero no se le olvide, que usted es bien volado”, fueron las últimas palabras de Berta. “No te preocupes, mujer. Sólo llego a la radio y coordino con Iolany”, le dije, más para tranquilizarla que por seguridad de que no se me olvidaría.
Llegué a la radio al final de la tarde, saludé a Iolany, pero olvidé por completo coordinar lo de Berta. Me acordé hasta las diez de la noche, cuando ya estaba quitando el promontorio de cosas que acostumbro a tener sobre mi cama para dormir. Sólo pensé: Hay tiempo mañana para coordinar, sin saber que el tiempo de Berta se acababa esa noche…
Creíamos que ella era intocable
Cuando uno recibe una noticia tan estremecedora como ésa recordará para siempre hasta los pequeños detalles del momento en que la recibió.
Así me sucedió el 16 de noviembre de 1989 cuando supe del asesinato de los jesuitas y de Elba y Celina.
Y así también, cuando años atrás, el 24 de marzo de 1980, alfabetizando campesinos en Boaco, Nicaragua, supe que habían asesinado a Monseñor Romero, a quien había escuchado el día antes en su última homilía en un destartalado aparato de radio.
Después de saber que habían matado a Berta quedé paralizado unos cinco minutos, incrédulo, queriendo despertar de esa pesadilla.
En Honduras, en donde la muerte ronda por todos lados, uno no deja de preguntarse en qué momento le tocará, si al abrir el portón en la madrugada para ir al programa mañanero de la radio o si en la carretera o si al ir a comprar las tortillas del desayuno... Así va la vida en esta nuestra Honduras, teñida de sangre, violencia y riesgos.
Cada quien desarrolla sus propias defensas sicológicas y se arma del escudo de una lógica de posibilidades.
En el caso de Berta pensábamos que no lo harían. ¿O ilusamente queríamos verlo así? Creíamos que sus múltiples reconocimientos la hacían intocable.
Tal vez por la ingenuidad de quienes queremos seguir creyendo que también los violentos y codiciosos de este país tienen sus límites. O tal vez creíamos eso como un recurso para tener seguridad en algo.
Con el importante Premio Goldman que le dieron a Berta en abril de 2015, el premio más valioso del planeta para quienes defienden el medioambiente, ¿quién podría tocarla?
En eso confiábamos muchos cuando la vimos premiada, yo entre ellos.
“Será nuestra candidata”
Si uno pensaba en alguna candidata a Presidenta de la República que representara los intereses de toda nuestra población y que lo hiciera desde los más desposeídos, esa mujer solo podía ser Berta Cáceres.
Yo la bromeé en muchas ocasiones con esa idea, una broma que tenía sustento real. “Berta, vos serás Presidenta de Honduras -le decía-, serás la que llevemos de candidata cuando aquí haya elecciones honestas”.
“Deje de joder”, me respondía siempre, con una expresión aprendida.
Pero una sonrisa maliciosa, mezclada con un gesto de preocupación, delataba sus sentires internos: estaba abierta a aceptar todos los desafíos que le demandaba la realidad de su pueblo.
También el de conducir un día los destinos del país desde la máxima responsabilidad del Estado, hoy en manos de individuos de tan nula visión política y tan bajo nivel ético.
Berta Cáceres era una de las personas que debió estar presente en el diálogo nacional de hace unos meses, si ese diálogo hubiera sido realmente honesto y abierto.
Y no sólo ella hubiera debido participar, era la persona adecuada para coordinarlo desde los sectores sociales y populares. Nadie como ella hubiera representado tan bien sus intereses y sus demandas.
El hecho de que ella no estuviera en la lista de invitados al gran diálogo nacional que armó el Presidente Juan Orlando Hernández para legitimarse, después de las antorchas indignadas que lo cuestionaban y pedían que se fuera, basta para invalidar ese evento.
Después, el “gran” diálogo sirvió de argumento para que la OEA instalara en el país la MACCIH (Misión de Apoyo a la lucha contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras).
Hoy, Juan Orlando Hernández y el Secretario General de la OEA, Luis Almagro inflan el pecho diciendo que esta instancia es resultado de un diálogo nacional en el que participaron todos los sectores del país. Pero ahí no estuvo Berta.
Dos líneas de investigación
Contra todas las convicciones, pronósticos y análisis, Berta Cáceres fue asesinada. El Fiscal General dijo que hay dos líneas de investigación. La primera apunta a los conflictos internos dentro del COPINH, adobados con asuntos personales o pasionales.
La segunda tiene que ver con la lucha de Berta Cáceres y las denuncias que en los últimos tres años hizo públicas sobre las amenazas, chantajes e intimidaciones con que la empresa DESA (Desarrollos Energéticos, S.A.) quiso criminalizar su trabajo y judicializarla. Berta denunció que estaba amenazada de muerte y no sólo ella, también dos de los dirigentes indígenas lencas más cercanos a su lucha: Aureliano Molina y Tomás Gómez.
Desde los primeros momentos y en las primeras pesquisas realizadas, un policía sembró la cizaña: “A esa mujer la mataron por puta, tenía dos maridos”.
En los primeros veinte días después del crimen el Ministerio Público decidió seguir la primera línea de investigación, aunque manteniendo todo lo que investigaba en el mayor de los secretos.
A nadie de quienes tienen derecho a conocer cómo avanza o no esa investigación las autoridades no les dan la más mínima información. Mientras, Molinla y Gómez siguen en la mira.
Esa estrategia busca dejar todo envuelto en la nebulosa de los rumores, en donde la manipulación mediática saca provecho.
¿Asuntos pasionales? Pues sí, fue tanta la pasión que puso Berta al luchar por defender a su pueblo lenca, por defender sus ríos, sus bosques y sus territorios, que ciertamente murió por un “asunto pasional”, por la pasión de toda una vida en defensa de los derechos de la Naturaleza y de la gente. Por la pasión por lograr una Honduras soberana y justa.
El único testigo
El vigilante de la colonia en donde vivía Berta puso también su dosis de cizaña: “En un cien por ciento -dijo- identifico a esos dos hombres (Molina y Gómez) como los que entraron y salieron de la casa de doña Berta a la hora de la muerte.
Nadie más que ellos dos entraron y luego salieron en un carro color blanco”. Ya en su segunda declaración el vigilante redujo su certeza a un cincuenta por ciento.
Y cuando lo encararon con los dos hombres tuvo que aceptar que no eran ellos. A pesar de todo, los dos dirigentes de COPINH siguieron siendo los principales sospechosos.
Dicen que, desde un inicio, la decisión del Ministerio Público fue dictar requerimiento fiscal inmediato contra Molina, quien fue pareja de Berta por un tiempo y con quien se decía rompió por conflictos personales.
Lo que dio al traste con todo este plan fue el único testigo de lo que pasó la noche del crimen, el mexicano Gustavo Castro. Los asesinos no previeron que ese día Berta tendría en su casa un huésped, con el que había organizado una gira en diversos territorios y con diversas organizaciones para que compartiera conocimiento y experiencias sobre energías alternativas, siempre con la pasión de salvar “la casa común”, la Naturaleza.
Cuando los asesinos entraron en su casa, Berta debe haberlos sentido de inmediato. Vivía siempre en estado de alerta.
Tantas veces me dijo: “A mí no me van a agarrar así nomás, les va a costar que me maten”. Ella debió enfrentarse a los asesinos, debió luchar antes de que le dispararan.
Gustavo dormía profundamente en una habitación del fondo y los disparos lo despertaron.
Cuando salió, los asesinos ya huían y al verlo aparecer le dispararon para que no se lo impidiera.
Desangrándose, Berta aún tuvo energías para decirle a Gustavo la contraseña de su celular. “Llame por favor a Salvador, que se venga”, fue lo último que le dijo, antes de rendirse a la muerte.
Murió llamando a Salvador Zúniga, su compañero de vida, con quien tuvo tres hijas y un hijo y del que se había separado años atrás por conflictos personales y sobre todo por conflictos por liderazgos.
Tanto ella como él han sido dos de los líderes de mayor reconocimiento en el país, ambos fundadores en 1993 de COPINH.
Ambos competían por quien tenía más ascendencia sobre las bases indígenas de esta organización emblemática y ambos fueron víctimas de persecuciones, amenazas, chantajes y calumnias por los gobiernos, por los militares y por los grupos de poder del país.
Un crimen por encargo
Quienes saben de este tipo de crímenes afirman que los asesinos de Berta fueron expertos sicarios contratados por quienes querían deshacerse de Berta, porque les estorbaba demasiado y no lograban callarla. Se arriesgaron a matar a una dirigente tan popular porque para ellos era mayor el riesgo de seguir teniendo que enfrentar a una mujer con las convicciones de Berta, dispuesta a luchar hasta las últimas consecuencias.
Matarla era necesario para sus negocios, sus proyectos y sus intereses. Debieron evaluar el costo y el beneficio con gente especializada que contrató a sicarios para que hicieran el trabajo.
Fue un crimen por encargo. No hubo saña, no hubo palabras de recriminación, ni los alegatos propios de una retórica pasional o de un conflicto de egos. Llegaron a matarla y punto. Los disparos fueron certeros, de profesionales, de la cintura para arriba.
Tampoco les interesaba matar a nadie más. Los contrataron para matarla a ella.
La presencia del mexicano los tomó desprevenidos y teniendo ya asegurada la ruta de escape y contando con una total impunidad posterior, no les interesaba matar a quien inesperadamente encontraron en la escena del crimen.
Le dispararon, pero sólo para neutralizar al intruso e impedir que los atacara o los persiguiera.
Gustavo, el testigo inesperado, entorpeció el plan original.
La estrategia tendría que centrarse en el móvil pasional, insistiendo y repitiendo lo mismo una y otra vez. Presentar el móvil del crimen como pasional y mezclado con disputas por conflictos internos en COPINH conseguiría dos objetivos: asesinar a Berta y desarticular la estructura del COPINH.
Había que vincular al crimen a Aureliano Molina -amante resentido y dirigente de la organización- y a Tomás Gómez, quien se habría confabulado con Molina para, matándola, tener libre el camino para asumir la dirección absoluta del COPINH.
El incómodo testigo mexicano ponía en cuestión toda esta trama. En cómo asentarla en la percepción colectiva han trabajado los responsables del crimen a lo largo de los primeros veinte días.
Y mientras construyen el andamiaje de la impunidad, necesitan revestir de total secretividad toda la investigación.
Estrategia de impunidad
El asesinato de Berta Cáceres debe quedar en la impunidad. Los poderes fácticos y los poderes establecidos no tienen otro camino. No pueden echarse a la espalda un crimen de tan alta resonancia internacional.
Pero como en este caso el olvido no será fácil, la estrategia de la impunidad deben organizarla muy bien, especialmente para que la comunidad internacional quede satisfecha y para que la investigación contenga suficientes elementos que enturbien la imagen de Berta ante la comunidad nacional, para así disminuir su limpio perfil de incansable luchadora.
Un proceso judicial estructurado para este fin deberá sembrar en la conciencia de la población lo que aquel policía dijo en las primeras horas después del crimen: Berta Cáceres fue asesinada por algún hombre despechado y por algún conflicto en la organización que ella dirigía.
Ésos deben ser los móviles, para empañar la imagen de Berta y su recuerdo y para debilitar la lucha del COPINH, la organización indígena que dirigió esta mujer, bautizada como “la Niña guardiana de los ríos”.
Eso no lo investigarán
La segunda línea de investigación no pueden tomarla en cuenta. Tendrían que destapar los contratos, las concesiones, los compromisos, los decretos y leyes denunciados durante años por Berta Cáceres.
Tendrían que analizarse las figuras legales con las que ha ido adelante el proyecto “Agua Zarca” y otros proyectos extractivistas y devastadores en la región de Occidente, en la Costa Norte y en otras zonas de Honduras, concesiones en las que aparecen las firmas y los nombres de las personas, grupos y empresas más poderosas del país, vinculadas a corporaciones transnacionales.
Seguir la línea de investigación que vincula el asesinato de Berta con todo lo que ella denunció destaparía la corrupción y la codicia de los verdaderos conductores del modelo neoliberal que se ha enseñoreado de nuestro país.
Esta segunda línea de investigación vincularía también a empleados de nivel intermedio de algunas empresas y a algunas autoridades locales y departamentales, comprometidos también en el proceso que condujo a la contratación de los sicarios.
Investigar a responsables intermedios conduciría con relativa facilidad y celeridad a identificar a los más altos responsables, gerentes de empresas y políticos del más alto nivel, quienes dirigen los proyectos extractivistas que explotan los bienes naturales.
Nadie en el actual engranaje del poder está dispuesto a hacer esto, a correr riesgos que pongan en peligro intereses, privilegios y estabilidad. Y, por eso, hay unanimidad en favorecer todo lo que aliente la otra línea de investigación: pasiones personales entrecruzadas con luchas intestinas por el poder.
El mundo sabía de ella
Quienes planearon el asesinato de Berta Cáceres sabían que matarían a una persona a la que nunca podrían controlar. Esta mujer era una auténtica indomable como espontáneamente la llamaron en los diversos actos de reconocimiento y en las consignas, lemas y testimonios el día que la enterrábamos. Lo que no esperaban sus enemigos, por vivir ensimismados en su codicia, fue la repercusión mundial que adquirió su asesinato.
El control mediático en Honduras es de tal calibre que ninguno de los medios de cobertura nacional cubrió como correspondía el notición que representó para Honduras el 20 de abril de 2015 la entrega en Estados Unidos del Premio Goldman por la defensa del ambiente a una compatriota. Algún medio colocó la noticia en un recuadro esquinero, perdido entre la publicidad.
Ellos no lo sabían, pero el mundo sabía de sobra quién era Berta Cáceres.
Tampoco los medios nacionales cubrieron la visita que Berta hizo, junto a otros dirigentes de movimientos populares de todo el mundo, al Papa Francisco en el Vaticano, en octubre de 2014. Menos se interesaron en informar que fue ella la vocera que habló en nombre de todos ante el obispo de Roma.
La misma Berta comentó en los días previos a ese encuentro las maniobras que algunas jerarquías eclesiásticas católicas habían realizado para impedir que ella formara parte de los dirigentes populares que recibiría Francisco.
De tan poca monta consideraban las autoridades hondureñas a Berta Cáceres que cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le otorgó medidas cautelares por el peligro que corría su vida, nunca aceptaron reunirse con ella para definir cómo implementar esas medidas, quedando a criterio del oficial de turno en La Esperanza, municipio donde residía Berta, el realizar patrullajes en los alrededores de su vivienda y en los lugares que ella frecuentaba.
Nadie en el poder dimensionó lo importante, lo querida y lo reconocida que era en el mundo Berta Cáceres, por su liderazgo entre su pueblo lenca y entre el pueblo hondureño. Para las autoridades del país era sólo un estorbo, una revoltosa.
El Presidente del Congreso Nacional, Mauricio Oliva, resumió lo que toda la pléyade de funcionarios corruptos y empresarios codiciosos pensaban sobre Berta, sobre lo que hacía y sobre los que se organizaban alrededor de su liderazgo cuando el 20 de marzo, y a propósito de la pregunta que le hicieron sobre la marcha de las investigaciones para identificar a los autores del crimen, exhortó: “Yo les digo a los que andan en esas luchas que no se compliquen la vida. Pórtense bien, no anden en malos pasos”.
La repercusión mundial
La repercusión mundial por el asesinato fue inmediata, enorme y llovieron los manifiestos, declaraciones, denuncias y reclamos de congresistas, senadores y funcionarios del gobierno de Estados Unidos, del Parlamento Europeo, de diversos gobiernos de países latinoamericanos, de la ONU y la OEA, de la más amplia gama de organismos defensores de derechos humanos, ambientales, indígenas, feministas, populares y sociales.
El Embajador de Estados Unidos en Tegucigalpa, James D. Nealon, asistió al velatorio en la casa de la madre de Berta, también llegaron varios embajadores de países europeos y las principales figuras públicas que se oponen a las políticas del gobierno.
Tan enorme fue la reacción mundial ante este magnicidio que el Presidente de la República, declarado enemigo público de Berta Cáceres, en la convención de su partido, el Partido Nacional, realizada el mismo 5 de marzo, día del funeral, se vio obligado a pedir a los convencionales, políticos de la más extrema derecha y abanderados de los proyectos extractivos, un aplauso para Berta…
Los medios de comunicación voceros de la política oficial, los mismos que ignoraron siempre las luchas de Berta y que sólo la mencionaban para desacreditar lo que hacía, tuvieron que cubrir la noticia de su muerte y sus honras fúnebres con una dedicación y amplitud como lo hacen con actos oficiales del gobierno, con la Teletón o con algunas de las más sonadas masacres que inundan el sangriento escenario de nuestro país.
Todos los medios llegaron a la casa de la mamá de Berta. Hubo periódicos escritos que cubrieron el acontecimiento con hasta quince páginas de una misma edición en la que brindaban informaciones, datos, reportajes, crónicas y declaraciones relacionadas con la vida, las luchas y el asesinato de Berta…
Estrategia mediática
De acuerdo a informaciones que se filtraron, la decisión de los propietarios de medios de difundir la noticia y cubrir los funerales fue concertada con Casa Presidencial ante la avalancha de reacciones que llegaban de todo el mundo.
Querían evitar que los escasos medios no controlados se convirtieran en referentes únicos ante los medios de comunicación internacionales.
Querían dominar el espacio informativo para reorientar la interpretación de los hechos y cimentar la línea de investigación que hablaba de un crimen pasional y de conflictos internos en COPINH.
La cobertura mediática que se procuró dentro de esa estrategia se centró en la sangre en el lugar del crimen, en el llanto de la familia, en las reacciones de pesar de las diversas instancias oficiales, todas lamentando el hecho, llamando a la reconciliación y apoyando una investigación que condujera a capturar a los hechores.
Se trataba de salir al paso de cualquier señalamiento contra la empresa DESA o contra el gobierno.
La poderosa hermana del presidente se adelantó a advertir que los cabezas calientes se aprovecharían del crimen para responsabilizar al gobierno y, particularmente, a su hermano el Presidente de la República.
Y ya al día siguiente del funeral, 6 de marzo, comenzó otro capítulo de la trama mediática. En el espacio estelar de entrevistas televisivas del domingo en la noche, apareció el padre de Berta Cáceres. Venía de la convención del Partido Nacional para decir -y el entrevistador se esmeró en hacerle decir lo que querían que dijera- que el asesinato de su hija había sido políticamente manipulado por la izquierda.
Eso fue lo que dijo entre muchas otras insensateces. Compareció también en otros canales y en otros medios y con el mismo discurso.
Después del funeral de la Niña guardiana de los ríos la campaña mediática ha continuado insistiendo en el móvil pasional y en el móvil de un grave conflicto interno en la organización, todo organizado por el equipo de comunicación de Casa Presidencial, dirigido por Hilda Hernández, hermana del Presidente.
Qué vió en su padre
¿De quién heredó Berta Cáceres su personalidad indomable? ¿Qué hubo en esta mujer que, viniendo de un país tan pequeño, lograra un alcance internacional tan grande?
Su padre, que la abandonó cuando era una niñita, que maltrató a su madre y a todas las mujeres que encontró a su paso, dejando regados en el país a decenas de hijos y de hijas, todo un macho, la convirtió en una firme defensora de los derechos de las mujeres. Su tenaz feminismo nace del rechazo a lo que vio en su padre.
Ésa fue la raíz, después vinieron lecturas, ideas, conceptos, formulaciones, pero el humus que hizo fecundo y fértil todo lo que leyó, estudió y formuló está en el desbocado machismo de su padre.
Ese mal ejemplo hizo de ella una abanderada impecable de la lucha contra la cultura patriarcal y una continua promotora de nuevas relaciones entre hombres y mujeres.
Los conflictos que tuvo con Salvador Zúniga, su compañero y padre de sus tres hijas y de su hijo, además de la competencia que libró con él por el liderazgo de la organización, la hicieron aún más indomable.
No aceptó nunca las decisiones arbitrarias y menos aún que un hombre quisiera imponerlas, sólo por el hecho de ser hombre. No aceptó nunca que la vida de una mujer fuera controlada por un hombre.
Su madre: Generosa e Indomable
¿Y su madre? Austraberta Flores, doña Bertita, es también clave para entender la personalidad de su hija. Su madre es una mujer profundamente hospitalaria. Todo mundo cabe en casa de doña Bertita, nadie que entre en su casa saldrá sin haber comido un huevo o tortillas con queso o con mantequilla y sin haber tomado café o té.
Hace unos doce años, a finales de diciembre, tuve la idea de visitarla acompañado de mi madre, mis hermanas y varias de mis sobrinas y sobrinos. Éramos diecisiete en total. La visita estaba pensada para unos minutos.
Llegamos a las seis de la tarde y después de saludarla íbamos a buscar un hospedaje en la ciudad.
Hasta el sol de ahora no comprendo cómo ocurrió lo que ocurrió: las diecisiete personas que llegamos a casa de doña Bertita, sin siquiera haber avisado que llegaríamos, cenamos, tomamos ponche, dormimos allí y al día siguiente desayunamos. Doña Bertita nos despidió rogándonos que repitiéramos la visita todas las veces que quisiéramos.
Le tomamos la palabra y dos años después volvimos a llegar los mismos, apertrechados de alguna provisión y de una casa de campaña. Pero ni la usamos ni consumimos lo que llevamos. Ella nos lo dio todo.
Doña Bertita es un milagro… y hace milagros. Según ella cuenta, ha atendido el parto de 4 mil 500 mujeres lencas. Es madrina de miles de mujeres y de hombres lencas. Toda la gente que baja de las comunidades lencas a la ciudad de La Esperanza, para comprar, vender o hacer cualquier mandado, pasa por casa de doña Bertita a saludarla y a recibir su bendición. Quien conoce a doña Bertita entenderá mejor de dónde le viene a su hija Berta la generosidad y la indomable personalidad que demostró siempre.
“El pueblo Lenca es mi familia”
Doña Bertita es la gran matrona de la región. Si su casa es lugar de acogida de hombres y mujeres de las aldeas lencas, también llegan donde ella la gente de la ciudad y personajes de la política y los negocios.
Fue electa tres veces consecutivas alcaldesa del municipio de La Esperanza, fue gobernadora del departamento de Intibucá y diputada suplente del Partido Liberal, al que renunció para siempre y públicamente tras el golpe de Estado de junio de 2009.
En varias ocasiones que estábamos su hija Berta y yo cenando o desayunando en su casa le escuché decir que desde muy niña sus amigos y amigas fueron siempre lencas. “Siempre fueron mi familia, mis hermanas y mis hermanos”, decía. La pasión de su hija por defender los derechos del pueblo lenca vino de ahí. No la aprendió en capacitaciones políticas. Fue una herencia de vida, nació entre ellas y ellos. Su madre le heredó al pueblo lenca, porque todos en ese pueblo vinieron al mundo recibidos por las manos de doña Bertita.
Por eso la mataron
Berta Cáceres creció compartiendo la tortilla y el café, el tamal y el copal, las candelas blancas, amarillas, azules y verdes con el pueblo lenca. Su amor por ese pueblo nació desde el vientre de su madre. Después fueron las ideas, los conceptos, las decisiones políticas. Por lo arraigado del amor por la cultura lenca Berta fue insobornable. Nadie la pudo comprar, nadie la pudo domar.
Nadie pudo con ella. Tuvieron que matarla. Sin esa mística primigenia, sin ese amor esencial, las personas pueden ser sobornables, domables, comprables. Las ideas claras, los conceptos exactos, las posiciones políticas lúcidas no garantizan fidelidad a los pobres. Sólo una vida vivida en complicidad con la gente es garantía que convierte la lucha en una pasión inclaudicable. Por eso la mataron. Ése es el legado que Berta nos deja.
¡Ya vienen los Copines!
En más de veinte años de esfuerzos, Berta logró hacer de COPINH una organización popular e indígena que trascendió los moldes políticos tradicionales. En el ambiente de las luchas populares todos sabíamos el significado del grito “¡Ya vienen los copines!” Eso significaba una lucha sin horario y sin límites, sin cálculo, no importando si hay o no hay comida, si hay o no dónde dormir o si hay que dormir en la calle.
Recuerdo cuando en abril de 2008 me uní a la huelga de hambre iniciada por los fiscales contra la corrupción y la impunidad. Estaba un día durmiendo en mi carpa cuando escuché “¡Ya vienen los copines!” Todos sabíamos que con su incorporación la huelga alcanzaba un nuevo nivel. Y era Berta la que siempre encabezaba la llegada de los copines, con un morral bajo el brazo, su sombrero de paja y su sonrisa maliciosa y pícara…
Recuerdo de aquel día
Con Berta uno se sentía movido por una fuerza mayor que la propia. El 20 de mayo de 2013 asistí a una de las tantas manifestaciones organizadas por COPINH y conducida por ella. Nos juntamos en el árbol de roble y ella nos animó a todos invocando a los ancestros y al espíritu de los ríos.
Una compañera de la solidaridad nos tomó una fotografía cuando nos encontramos. Curiosa siempre, pidió ver cómo habíamos quedado en la foto y satisfecha con la sonrisa que ambos habíamos puesto, me dijo. “A ver quién de los dos se va primero”. Fue ella la primera...
Ese día, Berta dio a las trescientas personas que la seguíamos la orientación de dirigirnos en protesta al campamento de la empresa DESA, que estaba como a un kilómetro del roble.
Caminamos hacia allá por un camino tupido de maleza y bajando un cerro bastante inclinado. Al fondo de la bajada estaba el campamento, fuertemente resguardado por soldados y por guardias privados. Yo, siempre temeroso, decidí quedarme al final del grupo. Berta, siempre valiente, encabezaba la manifestación. Gritábamos consignas exigiendo el retiro de DESA del territorio y en defensa del río Gualcarque.
Me senté en una piedra, sudado de la caminata y algo más seguro por alejarme del grupo que lanzaba las consignas en la cara de soldados y guardias armados. De pronto vi que se iban acercando dos camiones llenos de policías con escudos, bombas lacrimógenas y armas de grueso calibre.
Me temblaba todo el cuerpo. Un oficial bajó, se acercó hasta quedar a mi lado, pero sin verme. Desde su celular llamó: “Jefe, esta gente está pacífica, no creo que haya necesidad de pasar a más”. Yo seguía sentado. A los minutos el oficial recibió una llamada. “Jefe, pienso que no es necesario lo otro. Esta gente no anda armas”. Los policías estaban ya con el escudo listo y en posición de ataque.
Si en ese momento el oficial hubiera ordenado la represión las consecuencias hubiesen sido terribles porque el camino tenía abismos a ambos lados y el grupo iba a quedar entre dos fuegos.
Temblando y mirando a ninguna parte estaba yo cuando llegó Berta: “Melo, le toca a usted abrir paso para que nos retiremos”. Y la obedecí. Comencé a caminar, detrás de mí iba Berta y el resto del pueblo lenca que llegó a defender su río y sus tierras. Todavía logré escuchar al oficial: “Ya se están retirando, todo pacífico”. Yo sudaba, Berta estaba feliz del éxito de la actividad.
Un juramento ante la madre asesinada
Berta no solo logró moldear a COPINH como una organización rebelde y resistente, dispuesta a luchar sin cálculos y sin límites. Y, aunque no todos los dirigentes populares lo deciden y lo logran, también educó en rebeldía y resistencia a sus tres hijas Olivia, Berta y Laura y a su hijo Salvador.
Los cuatro convocaron una conferencia de prensa ante el cadáver de su madre asesinada y juraron ante ella proseguir su lucha. Llamaron a todas las organizaciones sociales y populares presentes en su entierro a fortalecer la articulación en torno a la defensa de los ríos y de los bienes comunes de la Naturaleza, a defender al COPINH y a las comunidades lencas y a continuar la lucha por la soberanía nacional.
“La voz de mi mamá los acompaña”
Salvador, de 19 años, debió regresar pronto a Argentina, donde estudia, y desde allá envió un texto que revela lo que piensa un retoño de la indomable Berta: “La lucha de mi mamá es la lucha de los pueblos. Y la lucha de los pueblos es su lucha. Es difícil entender para este sistema de destrucción y explotación que los ríos, los bosques, los animales son parte de nosotros y nosotros parte de ellos, que son nuestra espiritualidad, nuestra forma de vida, lo que nos mantiene vivos”.
“Es muy difícil para ellos entender que no estamos dispuestos a que nos destruyan, nos exploten y pongan en venta nuestro territorio ancestral. Por eso nos criminalizan, nos persiguen y nos matan... Mi mamá, una mujer nacida en medio del pueblo lenca, ha sido asesinada por no estar dispuesta a que el color verde de nuestras montañas, a que el sonido puro y espiritual de nuestros ríos, a que el canto armonizador de los pájaros desaparezca. La asesinaron por ser firme y por entender lo profundo y lo que nos comunica nuestra naturaleza”.
“Su lucha está también junto a las mujeres que son madres, que convocan a nuestros ancestros, que son fuente de sabiduría, que son protagonistas de la lucha por la vida. Está junto a las que son golpeadas, a las que son asesinadas y a pesar de eso sus voces no pueden ser calladas. Los pueblos originarios han sido víctimas del racismo y del desprecio. La voz y el espíritu de mi mamá los acompaña y acompañará. No es concebible un mundo así, donde no podamos entender que este mundo es plural, que tiene voces y sonidos diferentes que dan riqueza a este mundo”.
“A ella la asesinaron por entender que esta lucha va mucho más lejos de toda frontera, que este sistema atenta contra la vida de nuestro planeta, atenta contra las cosmovisiones del mundo y nos llama a la indiferencia, a no sentir cada injusticia de este mundo como algo que es injusto para todos, un sistema que quiere convencernos de que no estemos juntos, que nos lleva a pensar sólo en nosotros...”
“Ahora esta lucha toma forma de grito, de esperanza, de una utopía por cambiar este mundo. Es puño alzado que clama por justicia, es un llamado a la hermandad de los pueblos. Es por eso que jamás podremos decir que Berta ha muerto...”
Bertita Tercera ya despunta
Los cuatro retoños de la indomable Berta evidencian la estirpe de la que proceden, su linaje. Los cuatro son ramas del tronco de Berta y de la raíz de doña Bertita.
Doña Bertita tuvo doce hijos entre varones y mujeres, todos talentosos y comprometidos, pero sólo Berta heredó su fuerza irresistible. Los cuatro retoños de la indomable se destacan y están a la altura exigiendo justicia por el asesinato de su madre.
Pero hoy, entre Olivia, Bertita, Laura y Salvador emerge la fuerza de la más diminuta de las tres hermanas, Bertita quien por unanimidad ha sido elegida por los otros tres como coordinadora y vocera de la familia. Tiene 24 años.
Ante ella uno siente la fuerza de un imán, una atracción que me recuerda la que sentí aquel 20 de mayo de 2013, cuando su madre me ordenó con voz suave que me pusiera al frente del pueblo para abrirles la retirada y evitar la represión y la muerte.
En la tercera generación, esta Bertita ya despunta como indómita y como futura conductora de procesos de transformación. Bertita tercera le pone pies a la esperanza que muchos sentimos perder tras el asesinato de Berta segunda.
Por Ismael Moreno, SJ *
Director del ERIC y Radio Progreso
PUBLICADO POR NO NOS OLVIDAMOS