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Dinamarca sigue oliendo a podrido


El reino de Dinamarca ha decidido regia y soberanamente que expoliará a cuanto refugiado se le ponga a tiro. 

La excusa oficial es que lo hará para resarcir al Erario Público de los gastos que le ocasione la llegada de tanto zarrapastroso por fuera… pero millonario por dentro. 

Este gobierno escandinavo finge creer que en Oriente los opulentos tienen por costumbre jugarse la vida periódicamente siguiendo el antiguo rito ¿sumerio-babilonio? ‘de la mano delante y la mano detrás’ –las sandeces orientalistas nunca dejan de hacer estragos-. 

Europa por su parte, sigue con su particular Contrarrevolución: la antes sacrosanta propiedad privada depende ahora de la calidad de tu pasaporte. 

Al parecer, aunque contra los refugiados haya latrocinio público con ventajismo manifiesto, eso no es terrorismo del Estado danés sino buenas prácticas, goodgovernance y otras moderneces del montón. 

Humanitarismo, chao pescao

El Kongeriget Danmark no es el primer reino europeo que lo hace pero sí el que tenía más prestigio como país humanitario, de asilo y de galletas de manteca. Entre otros factores de imagen –léase, de propaganda-, tan buena fama le venía por ser el que mayor porcentaje de su PIB dedicaba a cooperación internacional. 

Uséase, la simple llegada de unos cuantos miles de refugiados ha demostrado que Dinamarca ama a los pobres pero sólo cuando están sentados sobre alguna mina de oro -¡los muy indolentes!-. Es decir, sólo mientras languidezcan afuera de las fronteras nórdicas. 

Imagen de la Cooperación Internacional, cero - Refugiados, mil. Pese al apabullante resultado, el personal no acaba de creer que un país tan bondadoso haya adoptado una medida tan cruel y tan innecesaria. 

Lo hubieran creído del León Británico o del Zorro Belga y no digamos del Oso Ruso pero nunca de la Sirenita Danesa.Bueno, en primer lugar, si la comparamos con dos de sus hermanas escandinavas, la Sirenita sale ganando porque Noruega y Suecia están deportando hacia Rusia a los refugiados; es decir, por encima del Círculo Polar Ártico, con temperaturas que alcanzan los 30º negativos, los otrora países modélicos obligan a masas depauperadas y debilitadas a caminar en medio del hielo. 

Escandinavia ya no es la joya de la corona del bienestar y de la igualdad. Aunque siga jactándose de tener alma socialdemócrata –lo cual es tan cierto como miserable-, su electrocardiograma nos demuestra que el corazón de los socialdemócratas ha cambiado de lugar: cual vulgares liberales-conservadores, desde el quinto espacio intercostal ha migrado al bolsillo.

¿La Historia explica algo?

La referencia histórica más escandalosa es la que narra el comportamiento de los escandinavos cuando fueron invadidos por los nazis: sabemos de sobra que los suecos se hicieron los neutrales aunque escorados más bien hacia los ocupantes –detalle que todavía envenena las relaciones entre Noruega y Suecia- y también que no todos los gobernantes fueron como el noruego Vidkun Quisling, el cómplice escandinavo por antonomasia quien, por cierto, había comenzado su carrera política en misiones humanitarias. Dicho sea sin señalar…

Pero, volviendo a Dinamarca, quizá encontremos en su pasado alguna raíz que nos explique su sadismo para con los refugiados. Y es que quizá se nos olvidan los rasgos elementales de la Historia de ese paisito del que era príncipe el malogrado Hamlet. Alguna mano negra quiere que no reparemos en que Dinamarca mantiene desde hace siglos una tradición imperialista aparentemente impropia del que ahora sólo es un minúsculo reino. Pequeño si nos olvidamos de los dos millones largos de kilómetros cuadrados de Groenlandia, la más grande de todas las colonias que Europa conserva en las Américas.Pequeño pero matón porque conquistó Islandia, las Islas Vírgenes, parte de la otra Escandinavia, Estonia y hasta mordisqueó el norte de Alemania hasta que los teutones le devolvieron con creces la dentellada. 

También relativamente pequeño su imperio colonial o Danmarkskolonitid, pero extrovertido como demostró expoliando también en África y Asia. En el Continente Negro –negra es el alma de la Sirenita que por algo es de bronce-, llegó a dominar la trata de negros desde unas cárceles y cuarteles –perdón, factorías- fortificadas en lo que llamaron Costa de Oro -hoy Ghana-, un topónimo con olor a patronímico con el que llegaron a la cumbre del humor doble y literalmente negro. Para que luego digan los españoles que esa clase de humor es exclusiva de la “idiosincrasia ibérica”… 

Pero, sin obsesionarse con los colores, los daneses también arrasaron el Indostán. Lo que hoy es Gondal para ellos, la llamaron Danmarksnagore mientras que Serampore fue Frederiksnagore y hasta las remotísimas Islas Nicobar, hogar todavía de los pueblos más resistentes a la globalización, fueron llamadas Islas de Federico, Frederiksøerne, por los invasores rubios. 

Y lo más curioso es que Dinamarca nunca perdió todas esas colonias sino que las vendió a sus colegas anglosajones. Saquear para luego trapichear: todo un paradigma del arte predatorio.

Una tradición multisecular no desaparece sin más. Hoy, la monarquía danesa no ejerce su soberanía sobre las Islas Vírgenes pero su piratesca impronta continúa: los nuevos vikingos no llegan a las antiguas Indias Occidentales Danesas remando sus drakkars sino en avión privado porque el bisnes ha cambiado de color pero no de dueño: antes consistía en mudar en oro amarillo el oro blanco del azúcar de las plantaciones caribeñas; ahora consiste en blanquear el oro amarillo que todavía es negro. ¿Confuso? Pues queremos decir que esas Islas siguen siendo vírgenes, ahora de dinero blanco porque ellas sólo producen dinero negro.

El colmo del imperialismo danés llegó con la invasión de Afganistán. Según cifras de los propios milicos, entre enero.2002 y julio.2013, Dinamarca envió 9.500 militares a ese crucificado país. Esta cantidad es tan digna de crédito como cualquiera que nos suministre cualquier Ejército –es decir, credibilidad cero- y, además, no incluye los mercenarios contratados. 

Sea como fuere, en esa docenita de años afganos, murieron 43 soldados (¿daneses todos ellos o algunos eran inmigrantes en Dinamarca?) y resultaron heridos otros 211. La aventura costó al contribuyente la módica suma de 15 mil millones de coronas. El monto final del botín obtenido es secreto de Estado. Huelga añadir que nunca se dieron cifras de las víctimas afganas.

En agosto del 2013, un mes después de que terminara oficialmente (no realmente) la agresión a Afganistán, el belicismo danés subió el tono de su fanfarronería: ¡sólo un día después! de que el secretario de Estado John Kerry dijera que era “innegable” que el gobierno sirio empleaba armas químicas –misma excusa que se utilizó contra el Irak del luego asesinado Saddam Hussein-, la primera ministra de Dinamarca declaró a los cuatro vientos que su país, con o sin el amparo de ONU, entraba en la guerra contra Siria. 

Después de traducir la bravuconada de la excelentísima señora HelleThorning-Schmidt, el abajo firmante deduce: ‘Aún insatisfechos con el botín afgano y con el saqueo de Irak, los guerreros daneses ponen la mira en los tesoros de Siria’. Subtítulo: ‘El incansable ladrón de Bagdad, ahora quiere desvalijar a Damasco’. Y es que los daneses son guerreros pero instruidos y hasta naturalistas. No les inspiró en su tropelía el ansia por el vil metal o por el oro negro sino la lectura de Las mil y una noches: 

“Y les apareció una ciudad admirable, llena de árboles y de aguas corrientes, siendo en realidad como la cantó el poeta: “¡Damasco! ¡Su creador juró no hacer en adelante nada parecido!¡La noche cubre amorosamente a¬ Damasco con sus alas! ¡Y cuando llega el día, tiende por encima la sombra de sus árboles frondosos!

 ¡El rocío en las ramas de estos árboles no es rocío, sino perlas, perlas que caen como copos de nieve a merced de la brisa que las empuja! ¡En sus bosques luce la Naturaleza todas sus galas: el ave da su lectura matutina; el agua es como una página blanca abierta; la brisa responde y escribe lo que dicta el ave, y las blancas nubes derraman gotas para la escritura!” (Las mil y una noches, noche 23ª)

Tras semejante inyección de naturalismo, en el siguiente año de 2014, los daneses comenzaron a meter la nariz en Siria –léase, comenzaron a crear refugiados- bajo el disfraz ecologista que tanta fama mundial han conquistado: emprendieron la retirada de las (escasas, obsoletas y de dudoso origen) armas químicas que entregó el gobierno sirio cargándolas en barcos mercantes de su bandera. Lamentablemente, se les olvidó decomisar las armas químicas que poseía la oposición al régimen de Assad. 

Y, ya puestos a olvidar, también se olvidaron de su ayuda militar al conglomerado de mercenarios pagados entre otros muchos por Arabia Saudita, Turquía, Israel, Europa y los inevitables EEUU que han conseguido balcanizar a Siria provocando la diáspora de su población. 

Lo que todavía no hemos visto es que las fuerzas armadas danesas, tan diligentes en el affaire de las armas químicas y en la participación en la destrucción de Damasco en particular y de Siria en general, hayan enviado barcos, aviones y hasta triciclos si se terciara para salvar a los cientos de miles de refugiados que ellos mismos han fabricado. 

Sí, además de los afganos, irakíes y africanos, esos mismos sirios que ahora están desvalijando. Príncipes de Dinamarca: comprendemos que el vikingo tiene derecho de conquista sobre el botín pero, ¿no creen que están exagerando en el ejercicio de tan depravado ‘derecho’? A su lado, el derecho de pernada casi nos parece un atropello menor…

¿Seráficos naturalistas? 

El caso danés es uno más en la fétida hipocresía de Europa y, vista la importancia de su ejército, no es desdeñable pero tampoco el peor. Pero es posible que sea el más representativo del tétrico abismo que separa la palabrería bienpensante de las maniobras gubernamentales en la oscuridad. Claro está que, habiendo declarado la guerra a Damasco, no podemos acusar a Dinamarca de doble lenguaje: anunció que invadiría Siria y lo cumplió. Que ello multiplicara el genocidio en curso y la diáspora de los refugiados, sencillamente entraba en la monstruosa categoría de daños colaterales.

Por tanto, Dinamarca es un reino que actualiza a diario su pasado imperialista y que se vanagloria de ello. Después del Caribe virginal, de India y del comercio negrero, les faltaba el Oriente asiático pero ya están zurciendo ese descosido. Sin embargo, todavía mantiene la fama de país “ecologista”. Incluso es seguro que los animalistas daneses son legión –aún más seguro es que buena parte del pueblo danés rechaza tanto las invasiones orientales como el saqueo a los refugiados-. Pero, ¿y si por pura travesura descubriéramos que esta última fama conservacionista tampoco es verdadera? Veamos un caso de esos que no hacen granero pero indican que graneros, haberlos haylos:

Visto que el mercado interno se agota porque los ecologistas y sus compañeros de viaje no aman a las venus de las pieles, la compañía KopenhagenFur se ha especializado en exportar al mayor mercado del mundo los cueros de lujo que extrae de sus granjas semi clandestinas. La jugada le ha salido redonda, tanto que ahora presume en su publicidad de ser la empresa danesa que más exporta a China. Observemos cómo se anuncia:

No veamos sino que leamos este anuncio: además de recurrir en la letra pequeña al remoquete “simplemente la piel más fina del mundo”, el descaro de su racismo llega a una cumbre difícil de igualar en la sumamente racista Europa contemporánea.

 Observemos las figuras de las dos modelos, la escandinava y la oriental: la danesa es ejemplo de firmeza, es una cariátide sosteniendo todo un mundo y una victoria de samotracia antes de mojarse la camiseta.

 Por su parte, la oriental es una cría bajita -probablemente refugiada-,quien, pese a enseñar muslamen, está a punto de ser estrangulada salvo que la rescate alguna ong danesa de las que ahora socorren a los chinitos como antes les socorrían las huchas del Domund. No tiene desperdicio el análisis que de esta lamentable escena hace el emigrante bloguero que me ha proporcionado la foto:

“Una mujer rubia de ojos azules, de gran tamaño y con enorme seguridad, vamos, una danesa "de las de verdad", "protege" con su brazo, al mismo tiempo que sujeta e inmoviliza, a una mujer de rasgos reconocibles como chinos en este país, una mujer de menor tamaño y aspecto más inseguro. Dinamarca y China. Una persona blanca y una persona no blanca. Al mismo tiempo, el cuerpo visible es el de la mujer china. Nada sorprendente si recordamos la constante sexualización a la que son sometidos los cuerpos asiáticos femeninos por la imaginación del hombre blanco. Una mujer danesa activa, con pose dominante. Una mujer china pasiva, con el brazo colgando y la mirada perdida. Sometida.” (perkerendk.blogspot.com, 03.V.2013)

Aunque obviamenteno se refería al hedor de las actuales granjas de pieles de ese país, todos recordamos aquello tantas veces recitado en las representaciones de Hamlet: 

“Algo huele mal en Dinamarca”. Si al hedor granjero le añadimos la pestilencia de la pólvora escandinava que invade Siria, el dicho se queda corto porque, hoy, Dinamarca no sólo hiede sino que explota, amputa, trocea y pulveriza. Menos se recuerda la música que, al final del drama, acompaña al entierro del príncipe Hamlet: “La música del soldado y los ritos de la guerra rugen por él”. 

Vista la meticulosa avaricia con la que Dinamarca rapiña hasta las últimas minucias del botín que ha conseguido gracias a su ejército expedicionario, esta segunda sentencia y no otra es la vera imagen del gélido europeísmo/cristianismo de los actuales príncipes escandinavos. 


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