Pablo Gonzalez

¡Limpiad la sangre del rostro de Kosovo!


El nuevo año ha traído la creación de un peculiar tribunal en Holanda. 

La respuesta a los espantosos crímenes de guerra en Kosovo cometidos por el UÇK y por sus dirigentes ha sido la creación de un “tribunal especial” para juzgar lo que ocurrió en los años 1999 y 2000 en ese territorio. 

La corte se denominará “Institución Judicial Especializada Reubicada”, y empezará a trabajar en 2016, sin precisión de fechas. 

La información fue facilitada por el gobierno holandés, y asegura que los miembros del tribunal serán de distintos países, aunque deberán aplicar la ley de Kosovo, lo que, a todos los efectos, convierte a esa corte en un tribunal kosovar aunque sus sesiones tengan lugar en La Haya. 

A diferencia de otros conflictos, en ningún caso podrá considerarse un “tribunal internacional”.

Holanda se convierte así en sede del tribunal por la propuesta de la Unión Europea. Además, en el supuesto de que se dicten condenas, los criminales cumplirán la pena en Kosovo, lo que permite amplia discrecionalidad al gobierno kosovar, en manos de la actual presidenta, Atifete Jahjaga (una policía y política elegida con el acuerdo del Partido Democrático de Thaçi), y del primer ministro Isa Mustafa (antiguo colaborador del ex presidente Fatmir Sejdiu, quien con el criminal Hashim Thaçi fueron quienes negociaron con George W. Bush la conversión de Kosovo en un gran base militar norteamericana). 

Las múltiples concesiones hechas por la Unión Europa para crear ese tribunal, obedecen a la necesidad de Washington y Bruselas de responder a las gravísimas denuncias que hizo el Informe Marty… sin llegar a impartir justicia y sin incomodar a los actuales, y anteriores, gobernantes de Kosovo. En todo caso, se impondrán penas menores, y cumplimiento de la condena en Kosovo, donde, después, el gobierno podrá remediar las cosas.

Kosovo proclamó su independencia de Yugoslavia en 2008, y, desde entonces, gracias a las presiones de Estados Unidos y de la Unión Europa, más de cien países lo han reconocido, aunque su validez siga estando en tela de juicio: China, Rusia, España, entre muchos otros países, se niegan a hacerlo. Hashim Thaçi, uno de los matarifes que están en el foco de las investigaciones del Informe Marty, fue primer ministro kosovar hasta hace apenas un año, diciembre de 2014, y continúa ejerciendo una considerable influencia en el territorio. 

El país es un agujero negro de delincuencia, y la situación económica es desesperada, hasta el punto de que una parte significativa de la población ha tenido que emigrar, pero los asesinos siguen sueltos.

¿Por qué se ha creado ahora ese tribunal, cuando era reclamado desde hacía años por organizaciones de derechos humanos, familiares de víctimas, parlamentarios de izquierda, y no se había aceptado? Porque Estados Unidos tiene un serio problema de credibilidad internacional, y dificultades en las instituciones internacionales, e incluso dificultades jurídicas por su complicidad con la comisión de asesinatos y delitos contra la humanidad, por lo que Bruselas y Washington han optado por crear un tribunal demediado que quieren que acabe con el problema. Unas pocas penas para decirle al mundo que el horror denunciado por el Informe Marty ha sido castigado. 

Aunque sea mentira.


el diputado suizo Dick Marty

¿Cuál es el problema? En diciembre de 2010, Dick Marty, un prestigioso relator suizo, presentó un estremecedor informe a la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa donde daba cuenta de las actividades del UÇK kosovar (una organización terrorista creada por la CIA norteamericana) y de sus actividades: el tráfico de armas, la venta de personas, la prostitución, tráfico de drogas y venta de órganos humanos extraídos, a veces en vivo, a prisioneros serbios, durante los años de la guerra en Yugoslavia, órganos que eran trasladados a Albania con la complicidad de autoridades albanesas.

El informe, que puede consultarse, ofrecía indicios abrumadores, hechos contrastados, que tuvieron su origen en la actividad de los servicios secretos norteamericanos para crear el UÇK, y en la utilización para sus propósitos políticos en la antigua Yugoslavia de mafiosos, asesinos y delincuentes.

Hashim Thaçi, un matón y traficante, organizó, junto con otros delincuentes de su calaña, y con ayuda de la CIA norteamericana, el UÇK, que se financió también gracias al tráfico de drogas, la prostitución y los asesinatos por encargo, como recogió incluso la prensa norteamericana de esos años. Thaçi tenía contactos con el Departamento de Estado norteamericano y con la CIA desde 1998, y su crueldad hizo que fuera conocido como “la serpiente”. Washington sabía que era un feroz asesino, pero eso no importaba demasiado, porque Estados Unidos estaba entonces empeñado en destruir la pequeña Yugoslavia que quedaba después de las guerras balcánicas de los años noventa para crear un protectorado donde instalar su dispositivo militar en la zona. Entonces, Rusia, bajo el grotesco Yeltsin, no contaba.


Muro de Pristina: fotos de desaparecidos en Kosovo.

En las negociaciones de Dayton, realizadas bajo los auspicios norteamericanos para cerrar la destrucción de Yugoslavia, no se abordó la cuestión kosovar, un conflicto que se enconó después por la torpe y represiva política de Belgrado y de Milosevic, y, en ese marco, fue cuando apareció una sospechosa organización, UÇK, que empezó a atacar militarmente a los soldados yugoslavos y que fue saludada por los gobiernos occidentales, por la prensa, y por una parte de la izquierda desinformada y manipulada, como un movimiento de liberación nacional. 

En realidad, eran grupos de mercenarios, asesinos, traficantes, mafiosos, reclutados por los servicios secretos, y, desde su aparición, recibieron el apoyo de la CIA norteamericana.



El UÇK también era apoyado por la mafia albanesa. El resto de la historia, es conocido.

 Los atentados terroristas del UÇK, y la respuesta del ejército yugoslavo, fueron abordados en la conferencia de Rambouillet, en Francia, a principios de 1999, que sancionó la autonomía de Kosovo dentro de su pertenencia a Serbia y Yugoslavia, y donde se intentó imponer a Belgrado la entrada en su territorio de tropas internacionales, cuestión que suponía la quiebra de su soberanía y una completa humillación. 

La pequeña Yugoslavia no podía aceptar algo semejante, y Washington lo sabía.

De esa forma, la negativa de Belgrado a la entrada de tropas de otros países fue la excusa para que la OTAN, violando la legalidad internacional y sin contar con ninguna resolución de la ONU para hacerlo, empezase a bombardear Yugoslavia. 

La máquina de propaganda norteamericana trabajó a destajo para preparar a la población. Se habló de “limpieza étnica”, se comparó la actuación del gobierno de Belgrado con los crímenes nazis; William Cohen (secretario de Defensa norteamericano con el gobierno Clinton) habló de 100.000 muertos causados por la represión de Belgrado: era una grosera mentira; y el Departamento de Estado norteamericano llegó a afirmar después que, en Kosovo, el ejército yugoslavo había asesinado a más de medio millón de kosovares y que “miles” de personas habían desaparecido.

 Todo era mentira, pero no importaba: había que preparar a los europeos para una sangrienta guerra.

Durante casi tres meses, más de mil aviones de la OTAN destruyeron Yugoslavia, causando una matanza aterradora. Belgrado capituló. Kosovo pasó a ser controlado por la KFOR, bajo mando de la OTAN, mientras los matones del UÇK se apoderaban de las calles. 

En junio de 1999, Estados Unidos aprovechó la situación e incautó tierras en el país para crear Camp Bondsteel, la mayor base militar norteamericana en el mundo fuera de su territorio. 

Después, en febrero de 2008, llegó la declaración unilateral de independencia de Kosovo, reconocida de inmediato por Estados Unidos, el gran patrón del pequeño estado delincuente dirigido por mafiosos y asesinos.


Vista de una localidad kosovar en 1999, destruida por la Guerra de Kosovo.

Todo había salido a pedir de boca. Pero los asesinos casi siempre dejan huellas, y Washington no pudo prever que un magistrado suizo, Dick Marty, presentase, a finales de 2010, tras una investigación de dos años, un estremecedor y riguroso informe sobre la red mafiosa del UÇK, sobre el tráfico de drogas, la venta de personas, los asesinatos e incluso la venta de órganos humanos, extraídos a prisioneros serbios. 

El horror había llegado tan lejos que las personas destinadas a ser sacrificadas por el UÇK para vender sus órganos eran bien alimentadas, como si fueran ganado, para que sus vísceras no se estropeasen: había que extraerlas en buenas condiciones para poder venderlas a buen precio. 

Se desconocen las cifras, pero todo indica que centenares de personas fueran asesinadas de esa forma, y la OTAN y Estados Unidos probablemente lo sabían, como advirtió Marty, aunque se abstuvo, por razones obvias, de señalar a ningún país.

Ante el horror, Marty exigió, en 2010, una investigación internacional, pero tanto la Unión Europea como Estados Unidos intentaron evitarla; incluso, cuando Serbia presentó, en la ONU, una propuesta para investigar el tráfico de órganos humanos en Kosovo organizado por Thaçi y el UÇK, el debate en el Consejo de Seguridad, en febrero de 2011, se cerró con el veto norteamericano a crear la comisión de investigación. 

Hasta ahora, porque esa vergüenza, esa ignominia, esa patata caliente, seguía pasando de mano en mano, y ha llegado hasta hoy, y por eso Washington y Bruselas han llegado a la conclusión de que había que cerrar el caso con ese tribunal demediado, que, aún así, era rechazado por el gobierno kosovar.

Así, como el propio gobierno kosovar reconoce, el nuevo tribunal especial en Holanda ha sido creado por las presiones de Estados Unidos y la Unión Europea quienes, tras años de dilaciones y de silencio, se han visto forzados a dar una respuesta a las espantosas denuncias del Informe Marty: consideran, que, ante el mundo, deben lavar de alguna forma el rostro sangriento de Kosovo.

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