Un amplio y diverso abanico de
organizaciones que participan del activismo nivelaron el campo de juego en la lucha
sobre la política comercial de Estados Unidos.
Por invitación de los Estados Unidos, 650
negociadores de 12 países, junto con numerosos grupos de cabildeo se reunieron
en Hawai esta semana para finalizar la Asociación Trans-Pacífico (TPP), una
iniciativa empresarial diseñada en gran medida para imponer una estructura de
regulación favorable para los negocios en el 40 por ciento de la economía
mundial.
Cientos de manifestantes se manifestaron frente el Westin Resort and
Spa en Maui, donde los negociadores deliberaron sobre el grado en que las
empresas pueden demandar a los gobiernos en tribunales privados por obstruir
sus esperados beneficios. La "verdadera intención" de estos
tribunales, argumentó el economista ganador del Premio Nobel Joseph Stiglitz,
"es combatir la salud, el medio ambiente, la seguridad, e incluso los
reglamentos financieros destinados a proteger la propia economía y a los
ciudadanos de Estados Unidos".
Mientras que esta reunión pone al TPP un
paso más cerca de convertirse en ley, lo que oculta es una verdad fundamental y
- contraintuitiva –. El Activismo ha generado una batalla mucho más competitiva
y polémica que nunca hubiera ocurrido si las élites económicas realmente
dominarían la elaboración de políticas. La lucha contra el TPP demuestra el
grado en que la política de Estados Unidos es más dinámica y sensible a la
presión popular que la híper-concentración del poder económico podía sugerir.
En primer lugar, hay que tomar en cuenta
que es difícil que una sola pieza de legislación pueda atraer el apoyo
apasionado de virtualmente todos los bloques de las élites económicas. Los que
lideran este apoyo son la industria farmacéutica y Hollywood, Silicon Valley y
la agroindustria, la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la industria de los
combustibles fósiles. Los CEOs de Wall Street y de la Asociación Nacional de
Fabricantes encontraron causa común en la defensa del TPP. ¿Y por qué no? Como
explicó el economista Dean Baker, "El TPP es esencialmente un pacto en el
que la administración Obama invitó a representantes de la industria a escribir
una lista de deseos y ver lo que podían imponer de las demás partes en el
acuerdo".
En segundo lugar, este amplio apoyo de la
industria coincidió con la defensa a pleno pulmón de las élites encargadas de
proyectar el poder estadounidense en el extranjero. Desde la sórdida aparición
pro-TPP de John Kerry en las instalaciones del contratista de guerra Boeing,
hasta la reivindicación dirigida a captar titulares de Ashton Carter diciendo
que "aprobar el TPP es tan importante para mí como construir otro portaaviones",
los jefes del Departamento de Estado y del Pentágono promovieron el TPP como
una manera de que Estados Unidos siga manteniendo su influencia en Asia.
El
ex-director de la CIA David Petraeus, quien presidió centros de tortura iraquí
cuando era general del Ejército, sostuvo que "el destino del pacto
comercial también está estrechamente relacionado con la seguridad
nacional".
Además de estas élites, la mayoría de los
grandes medios de comunicación y el propio Obama sirvieron como voceros altamente
eficaces. Obama denunció a miembros disidentes de su propio partido y se asoció
con los republicanos, invirtiendo una cantidad sin precedentes de capital
político en presionar al Congreso para aprobar la legislación "Fast
Track", un simple voto de sí o no
al TPP con un mínimo debate. Obama incluso indujo a Demócratas del Congreso con
vuelos en el Air Force One y se comprometió a apoyar sus campañas de
reelección.
Dado que el 0,1 por ciento más rico de los
Estados Unidos posee casi tanta riqueza como el 90 por ciento de la parte
inferior; ese 0,01 por ciento es responsable de más del 40 por ciento de la
financiación de las elecciones federales; la densidad sindical se encuentra en
su nivel más bajo en casi un siglo; los politólogos han concluido que "los
ciudadanos comunes tienen" poca o ninguna influencia "sobre el
proceso de elaboración de políticas"; y dos tercios de la población cree
que el Gobierno Federal se ha convertido en un "grupo de interés especial
que hará todo por sus propios intereses" - ¿pero cómo voto el Congreso
sobre el Fast Track? Si el poder económico se traduciría más o menos
uniformemente en el poder político, se podía esperar que la Cámara de
Representantes votara a favor de la vía rápida (fast track) por, digamos, 400 a
20. Pero de hecho, la Cámara aprobó el Fast Track por un margen de tan sólo
218-208.
Dicho de otra manera, sólo 28 de los 188
demócratas de la Cámara, el 15 por ciento, votaron a favor de la iniciativa del
presidente, lo que derrumba esa imagen del Partido Demócrata como un simple
monolito controlado por las corporaciones. Sugiere que ejerciendo una mayor
disciplina de partido, obstruir los objetivos de una empresa de coalición
aparentemente imparable y sus facciones militares, es realmente factible.
Después de todo, el TPP todavía debe ser ratificado por los varios parlamentos
de los 12 países, entre ellos el Congreso de los EEUU.
La construcción de los puntos fuertes de la
campaña contra el Fast Track pueden, en última instancia, conducir a la
desaparición del TPP en los próximos meses. En primer lugar, a pesar de la
parcialidad de los medios de comunicación social, el debate en torno al TPP es
mucho más honesto e informativo que cualquier otra discusión relacionada con el
comercio. Tome en cuenta que el economista y columnista del New York Times, uno
de los más influyentes del país, Paul Krugman, quien apoyó el NAFTA en 1993 en
consideración de la política exterior de "ayudar a mantener a los
reformadores de libre mercado en el poder en México". Sostuvo que "la
gente anti-Nafta estaba diciendo embustes maliciosos. Y el lado pro-Nafta dice
pequeñas mentiras blancas".
En las primeras etapas del debate sobre el
TPP, Dean Baker escribió en su blog tratando de corregir a Krugman respecto a
la importancia del TPP, no como una herramienta para el comercio, sino para
hacer cumplir las regulaciones pro-corporativas. Posteriormente Krugman
argumentó en el Times que los "escépticos del TPP han estado, en resumen,
más acertados que equivocados” mientras que "la administración,
evidentemente, no siente que pueda hacer del tratado un caso honesto" para
conseguir el acuerdo. El ex defensor del TLCAN Robert Reich y el arquitecto del
TLCAN, Brad DeLong, expresaron similar oposición y preocupación.
En segundo lugar, la lucha contra el TPP ha
envuelto a la gama más diversa y amplia de las organizaciones participantes de
política comercial. Millones de grupos con fuertes raíces populares, incluyendo
CREDO, MoveOn, RootsAction, y Just Foreign Policy unieron sus fuerzas con las
organizaciones ambientales como 350.org y Sierra Club. Los grupos religiosos y
cada sindicato nacional en el país se encontraban entre las miles de
instituciones que se oponen al TPP. Campañas en línea compartieron millones de
correos electrónicos, solicitudes de peticiones y mensajes en redes sociales,
ayudando a impulsar un cambio en la opinión pública frente a una avalancha de
desinformación impulsada por las corporaciones. Una encuesta del New York
Times-CBS en junio mostró que una mayoría - 55 por ciento - se oponía al Fast
Track.
En tercer lugar, tácticas para contactar a
los Congresistas funcionaron efectivamente: El Representante Cedric Richmond
(D-LA), por ejemplo, en un principio apoyó el TPP, pero al ser abordado por
Obama le informó que "la gente se ha
puesto en contacto conmigo por cerca de siete u ocho meses, [y] el 100 por
ciento lo han hecho pidiendo que vote no". Y añadió: "Le dije al
presidente en la conversación que la suya era la primera llamada pidiéndome que vote si".
La cantidad de llamadas y correos electrónicos a los legisladores llevó a un
significativo, aunque temporal, revés para el Fast Track.
Una coalición diversa sigue tomando el
Congreso como una arena de lucha, explorando la posibilidad de derrotar a los
partidarios del Fast Track en las elecciones primarias. De manera más inmediata
los activistas están explotando las divisiones en el Capitolio mientras el TPP
recibe los toques finales. Global Trade Watch señaló que 13 simpatizantes del
Fast Track firmaron una carta instando al Departamento de Estado a no
reclasificar con indulgencia el pobre récord de trata de personas de Malasia,
un participante del TPP (el TPP no podría ser Fast Track con Malasia incluida,
al menos que sea reclasificada) Otros asuntos, como las estrictas protecciones
de patentes del TPP sobre medicinas para salvar vidas y la falta de
regulaciones monetarias abren del mismo modo enfoques prometedores para romper
un grupo relativamente pequeño de Demócratas.
A medida que el debate por el TPP se acerca
a las elecciones primarias y en un contexto en el que los tres candidatos
presidenciales demócratas expresan su oposición o dudan sobre el TPP, la
cobertura política detrás de la iniciativa de un presidente saliente decaerá. Y
mediante la participación de políticos, contra todo pronóstico, un movimiento
de base amplia está demostrando que la democracia puede efectivamente
prevalecer sobre el dinero.
**Keane Bhatt es un activista y crítico de
medios con sede en Washington, DC
http://www.telesurtv.net/opinion/La-lucha-contra-el-TPP-demuestra-que-los-Estados-Unidos-no-es-una-corporatocracia-20150812-0029.html.