Es posible que usted haya oído hablar de la famosa escritora británica J K Rowling, autora de la popular serie de literatura fantástica Harry Potter. Aunque conocía sus libros gracias a mis hijos adolescente, sabía poco de la propia autora hasta hace poco.
Bajo el sesgado titulo de “Israel necesita puentes culturales, no boicots”, Rowling, junto con unos cuantos escritores célebres, argumentó en contra de los cada vez más frecuentes llamamientos a un boicot académico a Israel.
Utilizando una terminología vaga y ambigua que contribuye poco a obligar a Israel a acabar con su actual ocupación de Jerusalén y Cisjordania, con el genocidio y asedio a Gaza, con la prolongada discriminación institucional de los árabes y de otras minorías en Israel, Rowling defendía, en cambio, el “compromiso cultural”. En su carta se afirma que este compromiso “crea puentes, cultiva la libertad y el movimiento positivo para el cambio.
Respaldamos totalmente el fomento de esta muy poderosa herramienta para el cambio, en vez de boicotear su uso”.
Respaldamos totalmente el fomento de esta muy poderosa herramienta para el cambio, en vez de boicotear su uso”.
La autora parece desconcer la realidad de la vida bajo la ocupación israelí. El día que escribí este artículo hablé con con Ismail Abu Aitah, un hombre joven de Gaza que perdió a sus padres, a sus hermanos y a uno de sus sobrinos cuando Israel bombardeó su casa en la guerra del verano de 2014.
También él resultó gravemente herido, al igual que casi todos los miembros supervivientes de su familia
. “Lo siento, Ramzy, no puedo darte las fechas exactas de lo que le ocurrió a mi familia”, me escribió por Skype. “Después del 24 de julio de 2014 perdí interés por la vida y dejé de prestar atención al paso del tiempo”.
También él resultó gravemente herido, al igual que casi todos los miembros supervivientes de su familia
. “Lo siento, Ramzy, no puedo darte las fechas exactas de lo que le ocurrió a mi familia”, me escribió por Skype. “Después del 24 de julio de 2014 perdí interés por la vida y dejé de prestar atención al paso del tiempo”.
¿Cómo consolar a Ismail? ¿Cómo consolar a las familias de los más de 2.200 palestinos asesinados en la última guerra, de los más de 400 de la anterior y de los más de 1.430 en la siguiente, además de a los decenas de miles de heridos y mutilados, por no olvidar a las muchas personas asesinadas en Cisjordania solamente este mes de octubre, alguna de ellas ejecutadas a quemarropa?
¿Será suficiente el llamamiento de J K Rowling al compromiso?
Para ella, son excesivos incluso los actos no violentos de enfrentarse a las actuales masacres en Gaza y a la ocupación militar en Cisjordania. “Los boicots culturales que señalan a Israel son divisivos y discriminatorios, y no fomentarán la paz”, se lee la carta que firmó.
Amnistía Internacional afirmó que la respuesta violenta de Israel a un levantamiento floreciente en la Palestina ocupada parece haber “destrozado las convenciones y recurrido a medidas extremas e ilegales”. Pero, para empezar, con decenas de resoluciones de la ONU que nunca se han respetado, las Convenciones de Ginebra que nunca se han cumplido y las leyes humanitarias que nunca se han tenido en cuenta, Israel nunca ha seguido las convenciones.
El racismo está tan extendido en Israel que el hecho de tener la piel oscura puede ser una experiencia espantosa. El hecho de que un periódico estadounidense de la corriente dominante como The Washington Post escriba como titular de un reportaje “Israeli government to refugees: Go back to Africa or go to prison” [El gobierno israelí a los refugiados: volved a África o id a la cárcel] es un indicador de que Israel tiene un grave problema.
Si J K Rowling y sus colegas no consideran urgente alzarse en defensa de los millones de palestinos que padecen asesinatos y discriminación diariamente (como llevan haciéndolo 67 años), ¿cuál es su reacción ante la violencia contra los africanos y las personas de color, a las que golpean las bandas y de la que abusa la policía y son discriminadas por su propio gobierno?
Imaginen una vida que sea mil veces peor para los palestinos, una nación que se ve obligada a elegir entre dos terribles destinos: por una parte la miseria permanente y el exilio, y por otro una guerra y ocupación perpetuas.
“Trataremos de informar y de fomentar el diálogo sobre Israel y los palestinos en una comunidad cultural y creativa más amplia”, se afirma en la carta de J K Rowling. ¿Pueden esas élites “creativas” estar más desconectadas de la realidad hasta el punto de percibir a una nación acusada de violar los derechos humanos con semejante impunidad durante casi siete décadas como una que simplemente necesita un empujoncito para que dialogue?
Esperar el diálogo con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, que acaba de deshumanizar aún más a los palestinos al acusarlos de tramar el Holocausto, no solo es poco práctico sino que es la definición misma de la insensatez: buscar una y otra vez el diálogo con un ocupante beligerante y esperar resultados diferentes.
Afortunadamente, la intervención de último momento de J K Rowling y su apenas velada defensa de Israel llega tardíamente.
Es inminente un momento decisivo, ya que cientos de eruditos en su propio país acaban de adherirse al boicot académico y de añadirse a los cien artistas que se unieron al boicot cultural el pasado mes de febrero y a los cientos de universidades y académicos en Estados Unidos que hicieron lo mismo el pasado mes agosto.
Estos no son sino algunos ejemplos de una campaña masiva y no violenta dirigida a las instituciones académicas y culturales israelíes (no a los individuos) que contribuyen directamente, o de alguna otra manera, a la injusticia que se impone diariamente a los palestinos.
Es inminente un momento decisivo, ya que cientos de eruditos en su propio país acaban de adherirse al boicot académico y de añadirse a los cien artistas que se unieron al boicot cultural el pasado mes de febrero y a los cientos de universidades y académicos en Estados Unidos que hicieron lo mismo el pasado mes agosto.
Estos no son sino algunos ejemplos de una campaña masiva y no violenta dirigida a las instituciones académicas y culturales israelíes (no a los individuos) que contribuyen directamente, o de alguna otra manera, a la injusticia que se impone diariamente a los palestinos.
Al igual que otros miles de académicos más, los más de 300 académicos de Reino Unido que se han unido a la campaña de boicot estaban guiados por el espíritu de la lucha contra el anterior gobierno de apartheid sudafricano, que fue vencido en gran parte gracias a la lucha y la perseverancia del pueblo sudafricano y también con la ayuda de las acciones guiadas moralmente de personas que se unieron al boicot en todo el mundo, incluido el país de JK Rowling.
Si la famosa autora hubiera llegado a la situación que tiene ahora durante el momento culminante del apartheid de Sudáfrica, ¿habría emitido un llamamiento similar declarando su “apoyo al lanzamiento y a los objetivos de la Cultura por la Coexistencia” en vez de pedir el fin del apartheid, aunque eso significara romper la relación con las instituciones del gobierno del apartheid ? La respuesta es incierta en este momento.
En la carta de los artistas británicos del pasado mes de febrero se afirmaba: “Durante el apartheid sudafricano los músicos anunciaron que no iban a ‘interpretar Sun City’. Ahora decimos no actuaremos, aceptaremos premios, asistiremos a exposiciones, festivales o conferencias, daremos clases magistrales o talleres en Tel Aviv, Netanya, Ashkelon o Ariel hasta que Israel respete el derecho internacional y acabe con su opresión colonial de los palestinos”.
Lo que es apropiado para Sudáfrica también debería serlo para Palestina aunque a J K Rowling y sus respetables colegas también lo consideren inaceptable.
Dr. Ramzy Baroud lleva 20 años escribiendo sobre Oriente Próximo. Es un columnista internacional, asesor de los medios, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, London). Su página web es ramzybaroud.net