Quien, quienes no comprendan que el más grande de los flagelos a nivel global, ha sido y es el capitalismo, es probable que estén experimentando una existencia paralela a la humana, o bien el encantamiento del sueño del que hablaban los mayas.
Desde su irrupción en la historia de la humanidad, no ha hecho otra cosa que sembrar miseria, caos y muerte.
¿Y el progreso?, Si, disculpen, olvidábamos tener en cuenta los avances tecnológicos y científicos logrados a través de “el capital”. Pero, ¿estamos convencidos de que han sido gracias al capital??? Tenemos muchas más que algunas dudas, millones de dudas en fosas comunes, en campos exterminados, en tierras infectadas, en incontables lágrimas diseminadas por la falta de una insignificante oportunidad de existir sin desfallecer…
Si bien se sostiene que el capitalismo surge en el siglo XV, el intercambio de bienes existía desde antes y en ocasiones se utilizaban a tal fin, las escasas monedas acuñadas en tiempos de emperadores y, por supuesto, la sal.
El oro y la plata eran utilizados fundamentalmente para la ornamentación de diosas dioses y gobernantes de los reinos de aquellos tiempos.
Las extensiones de territorios daban alguna medida del poder que se ejercía, al igual que la cantidad de esclavos y ejércitos.
El salto hacia la Edad Media, que es tomada como referencia para hablar sobre el origen del capitalismo, tuvo en su derrotero argumentos de dudosa comprensión, en relación al porqué la mutación de sistemas.
Se sostiene que luego de caído el Imperio Romano, la aparición en escena de los feudos y sus vasallos, daban inicio a una nueva forma de dominación y control: la producción de bienes por parte de la plebe en “compensación” por la defensa que proporcionaba el señor feudal. Eso de defensa de la plebe es tema para otro editorial, al menos en cuanto a la veracidad y efectividad de esa defensa. Es más probable que la plebe haya sido carne de cañón en toda contienda por defender y ocupar territorios.
Esa plebe, o lo que quedaba de ella luego de las guerras, comenzó a constituirse en los que generaron, de alguna manera, eso que hoy llamamos mercado. Se constituían oficios y se elaboraban productos que se intercambiaban, se comerciaban. Ello dio la posibilidad de una nueva instancia social, la burguesía.
Todo esto haciendo un rápido repaso como para tener una pequeña idea del origen del engendro genocida.
De manera sintética se sostiene que: “…EL PRIMER CAPITALISMO: Las primeras grandes formas de capitalismo se desarrollaron en el siglo XV. Surgieron gracias a la conjunción de una serie de factores, entre los que destacan:
a) La acumulación originaria de capital. Es decir, los capitales acumulados mediante la usura, las expropiaciones, la rapiña, etc.
b) La proliferación de mano de obra asalariada.
c) La existencia desde el siglo XIII de la manufactura.
Para que estos factores se conjuntaran convenientemente, primero hubo de producirse un incremento de las actividades comerciales. Ello fue posible, en buena medida, gracias al descubrimiento de riquísimas minas de plata en Europa Central, que permitieron poner en circulación grandes cantidades de dinero para disponer de un medio de cambio propicio. Este dinero, en moneda, facilitó las compras a larga distancia, con lo que se incrementó el número de compradores.
En dicha situación pronto se crearon importantes empresas mercantiles, cuyas ganancias se invirtieron, en parte, en el negocio. Surgió así la figura del empresario, aquel que proporciona todo lo necesario para la producción: capital e instrumentos de trabajo, y contrata trabajadores a sueldo. Por lo tanto, por primera vez surgieron dos grupos bien definidos en cuanto sus funciones: el capitalista o proveedor, y quien aporta su trabajo a cambio de un salario…” (1)
De ahí a cómo llegó a constituirse en el monstruo que impera en la actualidad, existen muchos elementos para tener en cuenta. El cambio de manos en cuanto al poder podría ser sólo un detalle. Lo que realmente importa es tener conocimiento respecto de qué es lo que se persigue con este sistema y quienes ejercen en realidad el poder con su implementación.
En enero del 2015 la “organización caritativa contra la pobreza Oxfam” –otra más…- en la reunión anual de la élite internacional en Davos, Suiza, sostuvo que: “Más de la mitad de la riqueza mundial estará en manos de sólo un uno por ciento de la población (…) al aumentar con fuerza la desigualdad global…” y que “…los más acaudalados han visto aumentar su proporción de riqueza desde un 44 por ciento en el 2009 a un 48 por ciento en el 2014…” (2)
“…una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes para comer (…) La desigualdad en el reparto de la riqueza hace que los 70 millones de personas más ricas del planeta estén en condiciones de tener más posesiones que los 7.000 millones restantes (…) los sectores que más contribuyen a la desigualdad son también algunos de los que más colaboran en causas sociales…” (3)
Asimismo la mencionada organización: “…indicó que las 85 personas más ricas del mundo acumulaban casi la misma riqueza que los 3.500 millones de personas que constituyen la mitad más pobre de la población mundial. Este año la cifra ha descendido a 80 personas. Pero lo llamativo no es esto, sino que en 2010 esa misma riqueza se concentraba en 388 personas. Cada vez los ricos son más ricos y los pobres, más pobres…” (3)
Y ¿en manos de quienes está toda esa riqueza, quienes son ese uno por ciento de la población mundial?
No es tan difícil conocerlo, mucho menos en estos tiempos en que la información, por más manipulación mediática que haya en el medio, está al alcance de cualquiera… cualquiera que tenga acceso a la red internet y cualquiera que realmente quiera conocer quién le está robando sus sueños y asesinando su presente y su futuro.
Porque el sistema se ha encargado de que una gran porción de los habitantes del globo, carezcan de acceso tecnológico comunicacional. Se sostiene la ignorancia para un mejor control.
Seguro que en este punto habrá quienes en defensa de las cuestiones relacionadas a originarios del lugar que sea, pondrán en tela de juicio la conveniencia o no del acercar los avances comunicacionales a esos grupos o comunidades, no obstante no podemos desconocer que son también sujetos que padecen la desmesura e inhumanidad del poder global.
Ese uno por ciento responde a quienes integran el ya casi conocido “Club Bilderberg”, el nazi-sionismo imperial.
Son propietarios de laboratorios –productores de agrotóxicos, medicamentos, etc.-, empresas armamentistas y de construcciones a grandes escalas, de compañías alimenticias, de compañías mineras y petroleras, de medios de comunicación global, etc.
Rubén Zardoya Loureda en su trabajo Gramsci y el capitalismo contemporáneo, sostiene, entre otras cosas que: “…el capitalismo sigue siendo el régimen de la esclavitud asalariada y de la marginación social, de la sumisión de la sociedad y los individuos a las leyes de la producción de plusvalía; sigue siendo la forma de organización de las relaciones entre los hombres que se construye sobre la contradicción flagrante entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación; el espacio de la concentración y centralización progresiva de la riqueza, la propiedad y el poder (…) la cuestión de la actualidad de Gramsci adquiere la forma de la interrogante acerca de la medida en que su pensamiento logró aprehender –o participar en la aprehensión– de la sustancia del modo capitalista de producción social, en particular, de su forma superior y dominante de existencia, el imperialismo; de revelar las contradicciones inmanentes e inducidas (por la acción revolucionaria) de su desarrollo e indicar vías factibles para la organización del sujeto o los sujetos revolucionarios que habrán de demoler su vetusto edificio y levantar sobre sus ruinas un nuevo modo de producción social, es decir, una forma nueva, comunista, de producción y organización de la sociedad y la cultura humanas…” (4)
No hay posibilidad cierta de que las cosas funcionen bien dentro del capitalismo. No es posible suponer que pueda haber un capitalismo humanitario como en alguna oportunidad se lo intentó mostrar. No existe. El capitalismo es muerte, es dominación y control. Incluso el propio humanitarismo es un engendro capitalista, pues de no haber existido los infames atropellos de ese sistema, la caridad y las causas sociales habrían sido del todo innecesarias. Por algo los ricos gastan en ellas.
Comprender esto es vital para dejar de gastar energías reclamando soluciones que no son tales, sino malos sucedáneos o, en el mejor de los casos, paliativos efímeros.
Es necesario trabajar decididamente por una suerte de socialismo ecologista que nos de alguna esperanza en el presente y en el futuro de la humanidad.
Que así sea.
NORBERTO GANCI –DIRECTOR-El Club de la Pluma
elclubdelapluma@gmail.com –elclubdelapluma@hotmail.com
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Notas, referencias y material consultado