"Millones de seres inocentes; hombres, mujeres y niños desde la introducción del cristianismo, han sido torturados, asesinados, puestos en prisión y quemados. Sin embargo, no hemos avanzado ni una pulgada hacia el consenso general. ¿Cuál ha sido el efecto de obligar a la gente a creer? Que la mitad de la humanidad vive engañada y la otra mitad vive en la hipocresía, con tal que el error y la mentira no desaparezcan del mundo."
- Thomas Jefferson
La religiosidad, en lugar de influir positivamente en las personas, suele alentar el odio hacia quienes piensan diferente. Esto se aprecia en sujetos cuyo único propósito en la vida pareciera ser odiar a todo aquel que no comparte su creencia.
Las barreras imaginarias devenidas del pensamiento religioso se extienden por doquier y pasan de padres a hijos, carcomiendo así los cimientos mismos del sentido común y trasformando a los seguidores más dogmáticos en acérrimos enemigos de quienes no comparten sus paradigmas.
Este sistema sectario se ha propagado como una infección imparable hasta definir el pensamiento de tres cuartas partes de la humanidad.
Además de favorecer el odio, la religiosidad afecta negativamente en otros aspectos. Es usual toparse con creyentes que niegan el mérito humano mientras se valen de las herramientas que la Ciencia ha puesto en sus manos.
Cuestionar la valía de quienes nos proveen el verdadero bienestar y atribuir tales logros a entidades puramente imaginarias equivale a negar las propias capacidades en función de renunciar voluntariamente a la honestidad intelectual.
Estas actitudes reflejan un evidente desinterés por el esfuerzo de quienes luchan por proporcionarnos las mejores condiciones posibles en la única vida de que tenemos conocimiento.
Semejante forma de pensar, prejuiciosa e infundada, suele ser el detonante de absurdas enemistades dentro del seno familiar, así como de altercados en algunos espacios laborales. Este tipo de segregación no tiene ningún sentido.
Tanto entre ateos como entre creyentes hay personas bien intencionadas, así como las hay dañinas y desinteresadas.
Todos conocemos a individuos que llevan una vida ejemplar y conservan sus valores intactos siendo ateos, así como a creyentes cuyo actuar dista de ser un ejemplo en cualquier sentido.
Por ello considero que pretender ser una persona de valores incuestionables por esgrimir una filiación religiosa es por demás hipócrita. Basta con observar a nuestro alrededor para encontrar toda clase de comportamientos intolerantes, sádicos, pérfidos y extremadamente violentos llevados a cabo por sujetos supuestamente iluminados por la virtud.
La ausencia de crítica constructiva de los adeptos a estos sistemas es notoria. Cuando un creyente alega moralidad y juzga a un ateo, debería primeramente recordar que su Iglesia ha sido forjada con sangre, ya que las más aberrantes masacres perpetradas por la humanidad fueron, en su gran mayoría, por motivos religiosos, o fomentadas y encubiertas por los cultos más representativos.
También las religiones deberían comenzar a plantearse que no pueden seguir fundamentando cada hecho de manera mítica y fomentar el temor a los mismos dioses que imaginaron un grupo de salvajes hace miles de años.
Pareciera que esa precariedad intelectual que ha impulsado la búsqueda de consuelos fuera de este mundo en la antigüedad sigue siendo el punto de partida para quienes no admiten que las dudas pueden gobernar nuestro entendimiento en pleno 2015.
Pero considero que no todo está perdido. Paulatinamente las sociedades se alejan del misticismo e ignoran los discursos religiosos, tal como sucede en el norte de Europa.
Cada vez más personas comprenden que la razón es nuestra verdadera herramienta para alcanzar las metas y reconocen que la Ciencia ha hecho por nosotros, en unos cuantos cientos de años, más que toda la fe ciega a lo largo de la historia de la humanidad.
Ilustración de la publicación: Oleada de ataques recientes contra ahmadíes en Indonesia. Los ahmadíes son una rama islámica de los musulmanes ortodoxos considerados herejes porque veneran como profeta a Mirza Ghulam Ahmad en vez de a Mahoma.
-Pablo-