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El paradigma de la salvación


"Es tal la debilidad del género humano, que vale más para él ser subyugado por todas las supersticiones posibles que vivir sin religión. Era mucho más razonable y más útil adorar esas fantásticas imágenes de la divinidad que entregarse al ateísmo. Un ateo que fuese razonador, violento y poderoso, sería un azote tan funesto como un supersticioso sanguinario."

- François-Marie Arouet Voltaire

La existencia de las religiones suele esgrimirse como prueba de que efectivamente existe un dios, mismo que funciona como fundamento de todas ellas. 

Sin embargo, hay un enfoque opuesto que llega a la conclusión de que la existencia de diversas creencias es una prueba de la improbabilidad de un único dios, o bien, de la inexistencia de todos y cada uno de ellos. 

Sin embargo, las religiones aparecidas a lo largo de la Historia siempre han intentado imponer su idea preconcebida de la divinidad, siendo incluso significativo que todas son notoriamente distintas unas de otras. Sin embargo, cada religión se presenta como la verdadera.

¿Cómo se puede tomar en serio cualquier creencia y considerarla una verdad absoluta si cada una pregona serlo de igual manera? 

Bien sabemos que muchos cultos se contradicen entre sí, y no tenemos forma de comprobar que tal o cual esté en lo cierto sin caer en la fe; algo que tampoco garantizaría un modo eficaz de legitimación frente al resto, ya que todas aluden a supuestas revelaciones divinas como sustento para su fiabilidad, lo que termina por generar una paradoja aún mayor y nos devuelve al punto de partida. 

Estas diferencias entre creencias y la eterna puja por acaparar fieles, han generado que los líderes religiosos incluso diseñasen estrategias para la conversión de individuos que llenen sus filas. 

Tal es el caso de los misioneros, que suelen ser enviados a distintos países para lograr el máximo de conversiones posibles.

Todos los cultos religiosos apelan a la unidad que corresponde a la relación del ser humano con un hipotético dios, planeado en un designio de creación que hace a la salvación asequible para toda la humanidad. Para generar esto, es necesario que se den ciertos factores. 

En primer lugar, el nicho geográfico, cultural e histórico hermana a los individuos y genera un sentido de unidad ideológica. Las personas que, por distancias geográficas o diferencias culturales, no han conocido ni el cristianismo, ni el hinduismo, ni el judaísmo, difícilmente pueden identificarse con cualquiera de esas creencias si las mismas no son impuestas.

 Tal es el caso de los pueblos originarios de América antes de la conquista europea. De alguna manera, la equiparación ideológica, si bien no cultural, pasa a ser requisito dentro de cada una de las religiones. 

No tiene sentido pensar que un dios creó el Universo para que sólo unos pocos tuvieran acceso a la relación con él y a la salvación, por ello se pretende universalizar e imponer el supuesto mensaje.

Estas nociones surgidas del pensamiento religioso suelen degenerar en la negación de las condiciones naturales de nuestra existencia. Tenemos entonces que:

1. Las religiones son consideradas como caminos de salvación que entran en el plan establecido por un hipotético dios.

2. Se asume que la salvación es a través de ellas y de sus valores; no existe una salvación individual.

3. Las religiones buscan inculcar un sentido de pertenencia que, si bien no necesariamente va de la mano con lo cultural, supone flanquear todas las barreras para hermanar a los seres humanos y es distinto a los medios generados por el accionar humano: Ciencia, Filosofía, etc.

En este punto llegamos a la única conclusión posible: las religiones se perpetúan porque los seres humanos aún se reconfortan en la idea de una salvación que les abstrae de los predicamentos de su propia existencia. 

Podemos ver esto plasmado en el modelo para la salvación que el cristianismo propone. Según el discurso cristiano, existen dos medios para alcanzar el Reino de los Cielos: La utopía de una sociedad perfecta en armonía con la doctrina bíblica y la salvación del individuo basada en la aceptación de dicho discurso. 

Pero aquí también se genera una paradoja, ya que si deseáramos obtener un criterio de verdad universal que nos permitiese definir soluciones posibles para todos los predicamentos humanos, estaríamos necesariamente adentrándonos en el terreno de lo concreto, factible y aplicable. Entonces, ¿qué nos propone el relato bíblico al respecto? 

¿Esperar la salvación luego de la existencia física? La doctrina cristiana, al igual que cualquier otra religión, está imposibilitada de brindar soluciones para el ser humano en el plano concreto, sólo le es posible ofrecer una promesa como alternativa frente a dilemas de naturaleza terrenal. Por otro lado, los elementos de juicio necesarios para actuar en consecuencia de cualquier problemática implican al pensamiento crítico, primer factor opuesto a la fe.

Como sabemos, la razón es la herramienta lógica para obtener conclusiones que permitan prescribir acciones correctivas a cualquier problemática social; en ello, la doctrina basada en la fe encuentra su primer conflicto. 

La salvación individual es, en contraposición con el modelo propuesto desde las Escrituras, algo irreal e impracticable.

 ¿Qué recurso nos ofrece el cristianismo en su relato magno además de la promesa de salvación? 

¿Cómo podríamos fundamentar la necesidad de idolatrar lo intangible o confiar ciegamente en promesas sin bases concretas? 

En realidad, no hay mucho en la Biblia, además de una serie de reglas o modelos éticos que son, evidentemente, contradictorios con nuestra naturaleza. 

Pero, ¿en qué consiste la salvación?

Salvación significa, en reglas generales, la liberación de una condición indeseada. Sin embargo, en lenguaje cristiano, equivale a librar el alma de la esclavitud eterna producto del pecado.

 Entonces, basándonos en las Escrituras para comprender qué proceso permite llevar a cabo dicha liberación, hallamos que, indefectiblemente, el único medio posible es la aceptación incondicional de la doctrina bíblica.

Es evidente que cuando hablamos del paradigma de la salvación nos referimos a un objetivo absolutamente hipotético e intangible; tampoco tenemos herramientas de juicio para aseverar que el mismo sea posible a través de la mera confianza en un discurso escasamente fundamentado, como lo es el de las doctrinas religiosas. 

La orientación que las religiones proponen para la humanidad termina por ser tan cuestionable como su accionar en relación a nuestras libertades intelectuales. 

Probablemente uno de los temas que más preocupan a los seres humanos es el de la muerte y la noción de la inexistencia física. 

Esta perspectiva, insoportable para muchos, suele ser el principal detonante para adherir a ideas religiosas y reforzar la necesidad de una salvación.

Podemos entonces concluir que las religiones se nutren del temor y el desconocimiento para afianzarse en la psiquis de las personas y generar una necesidad. 

La idea de la salvación es, a fin de cuentas, sólo una concepción cuyas raíces son las mismas incertidumbres que el propio ser humano podría fácilmente esclarecer sin recurrir a explicaciones fantásticas.

 Pero claro, el pensamiento mágico que aún subsiste en muchos de nosotros no contempla la posibilidad de vivir sin esperar redención alguna. Somos tan conformistas que aceptamos los males creados por el sistema que nos promete una salvación condicionada, abstracta y puramente imaginaria. Condenamos a muerte a la crítica y el sentido común, pero nunca a la superstición.

He aquí el verdadero motivo por el cual todas las religiones existen. Nuestro deber en este mundo es descubrir, cuestionar y ejercer nuestras facultades críticas. Desentrañar los misterios de nuestra existencia no es tarea de las religiones, sino de la Ciencia. 

Cada vez que un líder religioso pretende saber sobre nuestro origen o destino a partir de supuestas verdades reveladas, está apelando a un conocimiento del cual carece y difunde argumentos gestados en la ignorancia.

-Pablo-

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