«1) El no saber o no poder ganar y establecer la comandancia e influencia del partido comunista dentro del frente y sus organizaciones, puede llevar a equívocos y desviaciones tanto derechistas como izquierdistas.
Entre las desviaciones derechistas más comunes y una de las que afectó al FSLN estuvieron las de crear la ilusión de que es posible un «tránsito pacífico al socialismo» a través del sistema parlamentario burgués como sustituto al establecimiento de la «dictadura del proletariado» y la «violencia revolucionaria».
Esta ilusión se propagará de modo inmediato con el doble de fuerza si el frente no es sostenido y dirigido por los marxista-leninistas y se deja a merced de otras capas sociales y sus organizaciones:
«La creación del amplio frente popular no debe de ningún modo servir como base para la propagación de ilusiones oportunistas y reformistas de que ganando la mayoría entre las masas y en los parlamentos burgueses, se puede automáticamente conseguir la transformación pacífica del sistema existente, se puede conseguir la victoria de la revolución y la transición al socialismo.
Por el contrario, el frente que se crea en el proceso de la lucha revolucionaria, debe servir a la causa de la educación, de la unión política y de la movilización del pueblo para la lucha armada, para derrocar por la fuerza a los imperialistas, a los ocupantes, a las clases reaccionarias del país, quienes, como lo ha confirmado la historia, jamás abandonan voluntariamente sus posiciones.
La revolución violenta es una ley general, no sólo de la revolución proletaria, sino también de toda verdadera revolución democrática y de liberación de nuestra época.
Las prédicas de los revisionistas jruschovistas y titoistas sobre el llamado camino pacífico que han proclamado como principio estratégico mundial, ocasionan sólo derrotas al partido de la clase obrera, a la revolución y al socialismo». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania, 14 de septiembre de 1967)
2) En el caso nicaragüense: al delegar el proceso en la pequeña burguesía y burguesía nacionalista antisomocista, tras el triunfo armado el Estado quedó en manos de las clases explotadoras, y este nunca fue desmontado para construir uno nuevo socialista, lo que daba la posibilidad de reprimir a las fuerzas obreras y al resto de masas trabajadoras cuando gustase; esto suponía además que el FSLN y el Estado comandado por la pequeña burguesía y por la burguesía nacional –con su esencia vacilante–, dirigiera de forma claramente deficiente la lucha contra las fuerzas contrarrevolucionaria de la revolución antisomocista –estas fuerzas representaban a la burguesía antisandinista, prosomocista, y proestadounidense–:
«Es indispensable por tanto que, en los diferentes frentes populares, democráticos, nacionales y de liberación nacional, los auténticos partidos marxistas-leninistas, con su trabajo y su lucha, se ganen la confianza de sus aliados, se coloquen a la cabeza de esos frentes y los dirijan efectivamente.
La dirección del partido marxista-leninista, su acertada línea revolucionaria en interés de las amplias masas unidas en el frente, son la garantía de la fuerza y la vitalidad de los frentes mismos y de su gran papel en el logro de los objetivos de la revolución.
Se ha comprobado más de una vez que, cuando estos frentes están dirigidos por otras fuerzas sociales o partidos políticos, no son estables, no aplican una línea revolucionaria consecuente, son utilizados frecuentemente con fines contrarrevolucionarios
Y estallan como pompas de jabón al primer choque con la reacción». (Enver Hoxha; El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de él los comunistas, 11 de mayo de 1966)
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Estas desviaciones producidas como consecuencia del hecho de no comprender lo que es un partido y lo que es un frente, y la función a cumplir por cada uno, fue la causa fundamental por la que los nicaragüenses cometieron los mismos errores que ya en su día advirtió la Komintern en su VIIº Congreso de 1935, en el se señaló que los marxista-leninistas y sus partidos debían estar atentos de no cometer, en caso de utilizar las técnicas de frente, desviaciones tales como las acabadas de ver: la ilusión del tránsito pacífico al socialismo, la nula importancia dada a organizar un partido comunista, la reconciliación con la ideología socialdemócrata o la vacilación a la hora de enfrentar a la contrarrevolución:
«Los comunistas deben incrementar su vigilancia y guardarse del peligro de del oportunismo de derecha, y deben continuar una determinada lucha contra todas estas concretas manifestaciones, teniendo en cuenta el peligro del oportunismo de derecha crecerá donde las tácticas del frente único sean aplicadas.
La lucha por el establecimiento del frente único, de la acción conjunta de la clase obrera, alza como necesario que los obreros socialdemócratas se convenzan a través de las lecciones objetivas de la correcta política de los comunistas y la incorrecta política reformista, y que cada partido comunista prosiga una lucha irreconciliable contra cualquier tendencia que rebaje las diferencias entre de principio entre el comunismo y el reformismo, contra rebajar la crítica de la socialdemocracia como ideología y práctica de colaboración de clases con la burguesía, contra la ilusión de que es posible transitar al socialismo pacíficamente, por métodos legales, contra cualquier realización basada en el automatismo y la espontaneidad, en la organización de la liquidación del fascismo o en la realización del frente único, contra cualquier menosprecio del rol del partido y contra la vacilación en los momentos de decisiva acción».
(Komintern; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Komintern respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935)
A tenor de los hecho hasta ahora descritos no es difícil concluir que al momento de la victoria antisomocista de 1979 ya no había ningún núcleo marxista-leninista al mando en el FSLN, y toda la identificación que había respecto a las teorías proletarias carecían de objetividad científica que evidentemente estaban contaminadas de contenido revisionista en todos sus aspectos económicos, políticos, y culturales, sobre todo de la escuela china, cubana, yugoslava, socialimperialista soviética.
Todo el contenido teórico-práctico –de hondo carácter revisionista–, que más que a una compresión y aceptación voluntaria y consciente respondía a axiomas aceptados por la fuerza de la repetición, la propaganda, la correlación internacional de fuerzas dominadas por la burguesía en todas sus variantes, y en última instancia al carácter de «dogma» dado a los lineamientos en los que se militaba y creía por la fuerza de una «fe» religiosa plagada de sentimentalismo aún hoy observable como rasgo característico de la militancia del Frente Sandinista».