Publicado por nahiasanzo
Artículo original: Alexander Mercouris para Russia Insider
Mientras el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea presionan a Grecia para que imponga una nueva ronda de recortes sociales, las mismas instituciones están dispuestas a financiar incondicionalmente a Ucrania.
A diferencia del Gobierno griego, que intenta al menos no recortar las pensiones más bajas, el Gobierno ucraniano no duda en imponer medidas antisociales que en cualquier otro país europeo causarían una fuerte ola de protestas: brutal aumento de los costes energéticos para la población, rebaja de las pensiones más bajas, privatización generalizada o despido masivo de funcionarios públicos.
El Fondo Monetario Internacional lo ha hecho oficial: continuará con sus préstamos a Ucrania al margen de si suspende los pagos de su deuda privada con Occidente. El comunicado del FMI, publicado en forma de carta abierta en su página web lo deja claro. La parte más importante de la carta de Christine Lagarde es la siguiente:
“En general, el FMI alienta los acuerdo voluntarios preventivos en procesos de reestructuración de deuda, pero en el caso de que no se logre un acuerdo negociado con los acreedores privados y el país determine que no puede hacer frente a su deuda, el Fondo puede seguir prestando a Ucrania en coherencia con su política de préstamos sobre atrasos” (Lending-into-Arrears).
Aparentemente, la idea es que Ucrania, que debe devolver $23.000 millones a sus acreedores occidentales durante los próximos cuatro años, pueda suspender el pago de esta deuda vinculando el agujero de $15 mil millones que tiene el país a la financiación que el FMI está proporcionando a Ucrania.
No hace falta decir que se trata de una decisión evidentemente política, que muestra la voluntad de prestar a un país en la bancarrota. En realidad, lo que el FMI hace, ya que no está dispuesto a aumentar la cantidad prestada, es financiar a Ucrania a costa de sus acreedores.
Se trata de un alejamiento significativo, y también dudoso, de las prácticas habituales del FMI. Pero la presión política de los poderes occidentales que controlan el FMI para continuar su apoyo a Ucrania se ha antepuesto a cualquier otra consideración.
Es una apuesta arriesgada para el FMI. Es de sobra conocido que en 2010 todos los representantes no occidentales del consejo del FMI, así como el representante suizo, se opusieron enérgicamente al plan de recate a Grecia, en vistas de que se trataba de un intento evidentemente político de rescatar al Euro endosando a Grecia una deuda que nunca podría pagar.
En aquella ocasión, la decisión fue impuesta por la mayoría occidental, aunque más adelante fuera a quedar probada la crítica pronunciada por los representantes no occidentales.
Es probable que vaya a pasar algo similar ahora. Está previsto que el consejo del FMI se reúna en julio, cuando se espera que se vuelva a forzar la decisión, probablemente con la oposición, una vez más, de los representantes no occidentales.
Salvo que los acreedores se echen atrás, lo que es posible, es previsible que se produzca una ola de litigios contra esta decisión en varios tribunales nacionales e internacionales.
Pese a que parte de la deuda pueda estar sujeta a la legislación ucraniana, las recientes decisiones de los tribunales estadounidenses sobre Argentina hacen dudar de si el tipo de moratoria que se propone pueda ejecutarse a nivel internacional. No es difícil ver cómo el FMI podría acabar como parte en medio de este litigio, algo que podría llegar a ser embarazoso.
En teoría, esta decisión no afecta a los compromisos de Ucrania con Rusia, que como deuda pública ha de pagarse, al margen de la moratoria. El próximo plazo de pago de esa deuda, $75 millones, vence el 20 de junio de 2015.
Si Ucrania suspende este pago habrá una acción legal, esta vez de Rusia, que pondría en cuestión el programa del FMI, ya que las normas del Fondo prohíben expresamente financiar a un Estado que suspende pagos de su deuda pública.
Para el FMI, el posible fracaso del rescate a Ucrania acarrearía críticas adicionales a las autoridades del FMI en un momento en que las potencias no-occidentales están ocupadas creando sus propias instituciones alternativas. No hace falta decir que, en ese caso, sería complicado para el FMI justificar otro rescate para Ucrania.