La batalla de Qalamun determina simultáneamente la posible extensión de la guerra al Líbano y el corte de la vía de abastecimiento desde Damasco.Mapa de Mohammad Yassin
Thierry Meyssan responde a los lectores que le han preguntado sobre el anuncio de una posible caída de Latakia y la debacle de la República Árabe Siria que supuestamente sobrevendría después.
Al hacerlo explica lo injustificado de ese mito que, en su opinión, reúne las características de la propaganda de guerra.
Durante 4 años, la prensa atlantista y de las monarquías del Golfo ha venido anunciando como inminentes la caída de Damasco y la huida del presidente Bachar al-Assad. Pero, a fuerza de proclamar una victoria que no llega, acabó cansándose. Y ahora tiene una nueva cantinela… la inminente caída de Latakia.
Como siempre sucede, la propaganda presenta los acontecimientos de la manera más conveniente para “demostrar” lo que quiere. Según su presentación, la toma de Idlib y de Yisr al-Chugjur marcan el principio del fin del «régimen».
Pero no dice ni una palabra sobre la liberación de Aassal al-Ward ni la batalla de Qalamun. Tampoco menciona la de Maydaa ni la batalla por la última vía de aprovisionamiento de los yihadistas hacia la Ghouta [el cinturón verde] de Damasco.
Si se observan los hechos desde un punto de vista simplemente geográfico, efectivamente se puede tener la impresión de que existe un avance de los yihadistas.
Pero cuando se analiza en términos demográficos, vemos que el Ejército Árabe Sirio ha retomado la técnica de la «tierra desierta» que ya había aplicado a finales de 2012 e inicios de 2013. Y que, más que proteger la tierra, protege a su pueblo. Así que organiza su repliegue para debilitar al enemigo antes de derribarlo.
Con excepción de Raqqa, que no fue conquistada sino traicionada, todas las zonas actualmente controladas por los yihadistas cayeron en manos de estos cuando la población restante en ellas era favorable a esos elementos.
Los desplazamientos de población, en 4 años de conflicto, son los más importantes que se hayan visto en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Y es lógico ya que no estamos ante una guerra civil, ni ante una guerra entre Estados sino ante una guerra entre la civilización y la barbarie: de un lado está la República Árabe Siria, que trata a todos sus ciudadanos por igual y se halla al servicio del interés general, mientras que del otro lado tenemos fanáticos que matan o reducen a la esclavitud a todo el que no piense como ellos.
Ante esa disyuntiva, la población ha expresado su preferencia desplazándose: los sirios favorables a la República se han reagrupado en Damasco y Latakia; los fanáticos favorables a los yihadistas se quedaron en los territorios que estos últimos han podido conquistar y todos los que no podían escoger dónde residir optaron por huir al extranjero.
Es importante resaltar que no se observa ningún éxodo desde los territorios bajo control de la República hacia los que están en manos de los yihadistas.
Es imposible saber con precisión cuántos sirios han acogido a los yihadistas, pero nunca han pasado de millón y medio en un país que contaba inicialmente 24 millones de habitantes.
Como esa cifra es probablemente inferior en este momento, eso implica que los yihadistas se ven obligados a tratar de mantener ocupados, y tratar de gobernar, territorios demasiado extensos para ellos.
Si se ven debilitados y el Ejército Árabe Sirio se retira, la violencia yihadista se volverá contra los grupos más débiles, y acabarán guerreando entre sí.
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