
La “Tercerca fuerza” no se diferencia de otros grupos de neonazis que surgen en varios países de América del Sur. Imágenes extrañas, que parecen haber salido de una película de clase “c”, pueblan las calles de Bogotá.
Mujeres teñidas de rubio y hombres rapados y con esvásticas marchan por las calles de Bogotá. La “Tercerca fuerza” no se diferencia de otros grupos de neonazis que surgen en varios países de América del Sur.
Imágenes extrañas, que parecen haber salido de una película de clase “c”, pueblan las calles de Bogotá.
Se trata de un grupo de neonazis que se llama a sí mismo “Tercera Fuerza Nación” (TFN) y marcha por las calles con esvásticas bordadas a mano y entonando cánticos nazis. Las mujeres van teñidas de rubio y los hombres con cabezas que brillan como bolas de billar, vestidos con uniformes y símbolos que emulan a organizaciones nazis como la SS.
Los “cabezas rapadas” de Bogotá son autores de ataques violentos en varias ciudades colombianas y se declaran antisemitas militantes.
Para combatirlos, el Parlamento colombiano dio, a fines de agosto, el primer paso hacia un proyecto de ley contra la discriminación y la promoción de doctrinas que propicien el genocidio, gracias a la cual la actividad de los neonazis se enmarca la ilegalidad.
El fenómeno de los nazis criollos no sólo preocupa en Colombia, sino también en Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Brasil.
En Brasil, hace pocos días, un joven murió como consecuencia de un ataque de neonazis. Sergio Widder, director de la filial sudamericana del Centro Simón Wiesenthal, en Buenos Aires, observa hace tiempo los excesos de los grupos neonazis.
“Los que une a los skinheads y a los neonazis es su odio, basado en teorías conspirativas, a los judíos, a los comunistas, a los homosexuales y a personas que tienen un color de piel un poco más oscura de lo que la tiene el común de los latinoamericanos”, señala el director del Centro Simón Wiesenthal en Buenos Aires.
Autor: Kai Laufen / Cristina Papaleo para dw.de