Al amanecer del 15 de abril de 1961 aviones de combate con insignias cubanas bombardearon los principales aeropuertos militares de Cuba.
Las agencias de prensa estadunidenses difundieron que se había sublevado la fuerza aérea “de Castro”, especie a la que intentaron dar credibilidad con la declaración de un supuesto aviador militar cubano que habría desertado y aterrizado en Miami.
Se trataba de un piloto de la flota de la CIA que actuaba contra Cuba desde esa mañana. Adlai Stevenson, representante de Estados Unidos en la ONU, se esforzaba en convencer de lo mismo al Consejo de Seguridad.
El bombardeo se proponía destruir en tierra los siete u ocho viejos y destartalados aviones de las fuerzas revolucionarias pero fue infructuoso por cuanto el mando cubano había dispuesto previamente la dispersión y enmascaramiento de los aparatos.
Los bisoños artilleros antiaéreos respondieron con una lluvia de fuego y derribaron su primera nave enemiga. Uno de ellos, víctima de la metralla yanqui, escribió moribundo con su sangre la palabra Fidel en el muro más cercano.
Era la antesala de la invasión de Playa Girón(Bahía de Cochinos), al sur de la provincia de Matanzas, por una brigada mercenaria que con sumo esmero prepararon durante más de un año la CIA y el Pentágono.
En marzo de 1960 el presidente Dwight Eisenhower había firmado una orden ejecutiva sistematizando el programa de terrorismo contra Cuba, que incluía el reclutamiento de cientos de contrarrevolucionarios, la unificación bajo el mando de la CIA de las organizaciones contrarrevolucionarias y la creación de una unidad paramilitar.
Es preciso apuntar que desde el mismo triunfo de la Revolución y hasta muchos años después de Playa Girón, la isla fue objeto de una feroz campaña de acciones terroristas, que en conjunto cobró la vida de más de tres mil personas.
En los dos años anteriores a la invasión, Estados Unidos empleó cuantiosos recursos en esos menesteres y uno de sus planes más caros fue crear y abastecer un foco de bandas contrarrevolucionarias en las montañas del centro de Cuba, muy cerca del lugar donde se produjo el desembarco. Pero para el momento de la invasión ya esa fuerza había sido puesta fuera de combate por los batallones de milicianos obreros, campesinos y estudiantes.
Así como habían respondido los artilleros antiaéreos en los aeropuertos, lo mismo ocurrió con las unidades enviadas rumbo al lugar del desembarco, que pese a la dificultad de una sola carretera para acceder a ese punto chocaron y comenzaron a hacer retroceder a los invasores ese mismo día, sin olvidar el heroísmo del pequeño destacamento miliciano posicionado en la playa, que logró contener al enemigo y retrasar el desembarco.
Para los tanquistas o artilleros de campaña también fue su bautismo de fuego con equipos llegados a Cuba desde la URSS y Checoslovaquia en las semanas anteriores y cuyo uso fue aprendido en tiempo récord. Los pilotos revolucionarios actuaron decisivamente destruyendo buques y aviones e impactando a la infantería enemiga en un vértigo de misiones sucesivas.
Ya Cuba disponía de un numeroso ejército popular miliciano. Salvo por la aviación, fue una cantidad pequeña de ese ejército la que derrotó la invasión en menos de 72 horas, impidiendo así el traslado a Cuba del gobierno títere desde una base militar en Florida, listo para solicitar la intervención de Estados Unidos con la complicidad de la OEA. Aquella fuerzas, afirmó Fidel, habría podido enfrentar con el mismo resultado siete u ocho invasiones simultáneas.
Estados Unidos sufrió su primera derrota militar en América Latina, se acabó la impunidad a que estaba acostumbrado. A partir de entonces los pueblos de nuestra región fueron un poco más independientes. Washington sembraba a América Latina de dictaduras militares pero medio siglo después no queda ninguna de ellas ni están dispuestos los latinoamericanos a permitirlas. Basta mirar a la resistencia en Honduras.
A Playa Girón se fue a combatir naturalmente por el socialismo. Millones que hasta dos años antes teníamos prejuicios anticomunistas habíamos experimentado tal radicalización de nuestro pensamiento político que escuchamos fervorosos a Fidel el 16 de abril dar vivas a nuestra revolución socialista en la despedida de los caídos en el bombardeo de la mañana anterior. La conciencia revolucionaria y la unidad del pueblo organizado en torno a sus líderes ha sido y es lo que hace invencible a Cuba.
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