por Karen Lajon – En Ucrania, los judíos huyen de las regiones de Crimea y Donbass.
Algunos huyen a Israel, otros prefieren seguir en el país y luchar contra los separatistas.
El Primer ministro israelí Benjamín Netanyahu llama a los judíos de Europa para que vengan a refugiarse a Israel.
Principalmente los judíos ucranianos. En el frente, una parte de estos últimos ha escogido tomar las armas contra sus enemigos: Vladimir Putin y los rusos.
Lleva la kippa y ha cosido una estrella de David negra y roja en su escudo con los colores del nacionalismo ucraniano. Negro y rojo, los colores del Sector Derecho [Pravy Sektor], el partido nacionalista ucraniano.
Nathan Hazin es soldado, judío practicante, y además nacionalista. Este antiguo hombre de negocios de 39 años sirve en el ejército regular, en el servicio de información aérea.
Afirma no poseer graduación puesto que solo es uno de los numerosos voluntarios del post Maidan. En cuanto a su hijo, hace el servicio militar en el ejército israelí. Nathan es hijo de padres ingenieros originarios de Odessa.
Él ha sufrido la violencia de la agresión rusa, tras la anexión de Crimea. “Yo sentí un shock, fui hasta allí, visité el hospital, no había más que civiles heridos o torturados. Regresé a Kiev y dije a mis camaradas de Maidan: “hay que hacer algo”.
Primero será el batallón Azov (grupo paramilitar y bajo el mando del ministerio del interior) luego muy rápidamente el ejército regular. “Yo habría preferido encontrarle un sentido a mi vida en otras circunstancias, dice pensativo.
Antes, tenía una actitud pasiva que solo era, en el fondo, el consumo, la cabeza vacía. Ahora, creo en mi país y tras haber participado en su conquista democrática, contribuyo a la liberación territorial”. Muestra no sin orgullo una foto de él, en el entierro de uno de sus camaradas.
“Yo soy un judío religioso que entra en una iglesia ortodoxa ayudando a llevar el ataúd de mi amigo. Esta es la Ucrania actual. Es algo terrible pero la guerra nos ha unido”.
“Esto no tiene nada que ver con el antisemitismo”
Ucrania cuanta con alrededor de 300.000 judíos. El año pasado, debido al conflicto, 58.000 abandonaron el país. La mayor oleada de emigración tuvo lugar en Crimea y Donbass. “Somos el segundo país, después de Francia, -explica, no sin malicia, Josef Zissels, el responsable de la comunidad judía de Kiev-, que ha conocido la tasa de salidas más elevada.
No son menos de 20.000, entre los 30.000 del Donbass que se han marchado. El 90 % de ellos ha elegido instalarse en Israel. Pero yo insisto en el hecho de que esto no tiene nada que ver con el antisemitismo, sino sobre todo con el conflicto, y el agresor Vladimir Putin”.
Josef Zissels recuerda con firmeza que los ciudadanos ucranianos judíos han sido muy activos. “Tres murieron por el renacimiento de este país, en la Plaza de la Independencia. Muchos combaten ahora en el frente.
Los más adinerados, de más buena gana que bajo el antiguo presidente Yanukovich”. Otra prueba de su implicación en la nueva Ucrania: su reciente nominación en una comisión independiente encargada de investigar la corrupción endémica del país: “Es una primicia en la Historia de Ucrania, ¿y Ud. cree que vamos a dejar a Putin y su visión trasnochada del mundo, destruir todo esto?”
“¡Ellos vendrán del Este!”
En la planta 18 del gigantesco centro cultural judío de Dnipropetrovsk, a 200 km del Donbass, Oler Rostovzev, el presidente de la comunidad judía, extiende los brazos a lo lejos, más allá del río Dnieper que atraviesa la villa, antes de bramar: “¡Ellos vendrán de allí, del Este!”. “Ellos” son los rusos. El hombre, de un dinamismo a toda prueba, está a cargo de 5.000 ciudadanos judíos. Su sobrino, francotirador en el batallón del Donbass, estuvo prisionero durante cuatro meses.
En esta tarde tempestuosa, Oler Rostovzev supervisa la evacuación de 150 judíos de la ciudad de Donetsk y de sus alrededores. Gracias a esta operación conjunta con las autoridades de la ciudad, varios autobuses ya han llevado a ancianos y niños.
“Fue complicado -señala-, la mayoría de ellos era incapaz de desplazarse porque eran demasiado viejos. Se ha tenido que ir a buscarlos a sus casas y los separatistas no se han mostrado particularmente cooperativos. Una parte se quedará aquí, la otra irá directamente a Israel”.
Próximo al Sector Derecho
En el ayuntamiento de Dnipropetrovsk, se rinden honores a la comunidad judía y a su representante más conocido, el millonario Igor Kolomoiski, muy generoso y muy próximo al Sector Derecho. Aquí, se confirma que gracias a él, medidas financieras para la protección de la villa han sido tomadas.
También se halla en el origen de la financiación del centro cultural judío, un magnífico edificio construido en 2008 que comprende una sinagoga, un hotel, un restaurante kosher, una agencia de viajes, boutiques y otros. La mezuzah (un rollo de pergamino donde se contienen dos pasajes bíblicos) está presente por todas partes.
“Le aseguro que los judíos de este país no tienen de qué preocuparse”, insiste Oler Rostovzev. Sin embargo, si la situación perdura, esto va a ser cada vez más complicado: “Hemos acogido a los judíos de Mariupol (Donbass), pero quién sabe si mañana deberemos partir nosotros… Mi hija aún está allí abajo. Ella y su familia están preparados desde el mes de septiembre. Han preparado visados y pasaportes, con el fin de poder salir lo antes posible”, prosigue.
Oler Rostovzev no tiene ningún problema con los miembros del Sector Derecho, a escala local. Lo que le acerca a este partido extremo de derecha, es su aversión total y absoluta hacia Putin.
“Esto no es una guerra ucraniana”, señala con firmeza. “Es una guerra de la civilización contra el imperio del mal. Putin no puede imaginar que Ucrania puede dejar el área de Rusia. Nuestro país se encuentra en el mismo proceso de 1941, y la comunidad internacional no reconoce la agresión rusa. ¿Dónde se habría detenido Stalin, en su opinión?”
“No le dejaremos hacer a Vladimir Putin”
En su despacho, situado en el sótano de la facultad de ciencias humanas, en el centro de Kiev, Josef Zissels no dice mucho más, incluso si no cita al Sector Derecho. “Yo no soy diplomático, no tengo que ser prudente con mis palabras. Nosotros los ucranianos tenemos un enemigo común: los rusos y los colaboracionistas locales que sirven a su ejército.
Nuestro fin común es resistir a la agresión de Putin. Él no tiene palabra y nunca respetará lo que le haya dicho a Angela Merkel y François Hollande. Putin es un paranoico.
Es como una persona que cuando se levanta por la mañana, toca su cuerpo para ver si todo está en su lugar. Tiene la impresión de que pierde sus miembros, y es eso lo que quiere restablecer: una gran Rusia.
Pero no le dejaremos hacer”.
16/02/15
Fuente: leJDD