MIAMI – “Manifestantes bloquean la I-195 en pleno frenesí de Art Basel”. Este titular de la primera plana de The Miami Herald dice mucho del abismo –local, nacional, global– que separa a los que están dentro de los que están fuera de la burbuja de privilegio en nuestro mundo de impresionante desigualdad.
Dejemos algo en claro: Art Basel trata más acerca del dinero que acerca del arte. En el mismo centro de esta burbuja están los compradores, gente que puede darse el lujo de soltar cientos de miles o millones por un cuadro o una escultura.
Sus motivos pueden variar desde un puro amor al arte a un deseo de desplegar su status económico con el mejor gusto posible
. La búsqueda de una inversión que, al ser única e irreproducible, usualmente aumenta su valor, a diferencia de las locas fluctuaciones que caracterizan a las bolsas de valores y de bienes raíces, probablemente tenga el mayor peso.
La burbuja Basel y otras como esa –burbujas que también incluyen, justo además de la exaltada posición de compradores, artistas de primera y marchands–, existen en un universo propio aparte del mundo diario de duro trabajo, salarios decrecientes, injusticia racial y letal violencia policiaca realizada con impunidad.
Estos mundos, que rara vez se encuentran, se juntaron el viernes por la noche mientras cientos de manifestantes de todas las razas y colores, la mayoría jóvenes, cerraron la principal arteria de tráfico que sirve a Miami Beach, el epicentro de Basel, así como las calles de sitios secundarios en los vecindarios (de Miami) Wynwood y Midtown.
La protesta de Miami, que se realizó bajo el reclamo de “Ciérrenlo”, fue una de una serie de protestas pacíficas en ciudades como Nueva York, Washington, Chicago y Paris a fin de expresar indignación debido a la negativa del sistema jurídico a procesar agentes de policía implicados en muertes muy cuestionadas de hombres y muchachos negros desarmados.
La protesta de Miami también enfocó la muerte por un policía de uno de los nuestros, el artista de graffiti Israel Hernández Llach, quien murió después que un policía de Miami Beach lo persiguió y le aplicó su taser por el delito de rociar pintura en una pared.
El hecho de que la muerte del artista sucediera en la ciudad donde se celebra Basel no es la única ironía. El mismo día que se realizó la protesta, Delbert Rodríguez Gutiérrez, otro artista de graffiti, fue perseguido y herido gravemente por un auto de la policía sin insignias en Wynwood, el principal sitio satélite de Art Basel en Miami y un área famosa por sus murales y arte de graffiti.
Estos no son hechos aislados. Por alguna curiosa razón, los negros y los latinos en este país sufren un desproporcionado porcentaje de acciones agresivas de la policía. Estas van de paradas de tráfico al azar en todo el país, hasta el infame programa de Nueva York de “detener y registrar” y el uso de la fuerza letal.
Además del hecho de que una proporción desmesurada de acciones hostiles iniciadas por la policía contra ciudadanos suceden a las minorías, otros patrones están claros. Uno es la trivialidad de las ofensas comparadas con los resultados. Eric Graner, por ejemplo, estaba vendiendo cigarros uno a uno sin pagar impuestos antes de morir por estrangulación.
Otro patrón casi universal es que la policía siempre actúa sin tacha, incluso cuando es mostrada en videos comportándose con violencia brutal e ilegal. Hay una multitud de excusas.
El agente pensó que el sospechoso iba a sacar un arma, la cual más tarde resultó ser la billetera o un teléfono celular.
O fue un accidente. O la llave de estrangulación no era realmente una llave de estrangulación; era un movimiento de artes marciales. O el niño negro de 12 años tenía una pistola, aunque fuera solo una pistola de juguete.
Si la policía se tragaran las mentiras que inventan los delincuentes de la misma manera en que los superiores, fiscales y jurados se creen las historias que inventan los agentes de policía que realizan homicidios dudosos, el crimen sí pagaría.
Con demasiada frecuencia el asunto está arreglado desde el principio. Tomemos el caso de Delbert Rodríguez Gutiérrez quien, agitando su atomizador de pintura como única arma fue atropellado por un auto de la policía sin insignias.
Al día siguiente, el jefe de policía de Miami estaba declarando que el agente implicado era totalmente inocente. Bueno, eso tiene que haber sido una investigación totalmente exhaustiva.
Para añadir el insulto al daño extremo, mientras Rodríguez luchaba por su vida en el hospital Jackson Memorial y los elegantes y los ricos disfrutaban de Art Basel, la policía declaró que si Rodríguez se recuperaba sería acusado de vandalismo.
http://progresosemanal.us/20141209/disparar-primero-y-nunca-hacer-preguntas/