Femmes pour la Democratie (FSD)//
El Estado Islámico (Daesh en árabe) ha decapitado recientemente a dos periodistas estadounidenses que estaban ambos dedicados a luchar para que se escuchara la voz del pueblo sirio y se supiera de su sufrimiento.
El pretexto invocado es la intervención estadounidense y los ataques aéreos sobre bases o tropas de Daesh en Iraq.
Sin embargo, es necesario recordar aquí que Daesh, desde su aparición, ha venido atacando a los activistas, médicos y periodistas sirios que habían tomado partido por la revolución y que se esforzaban por aliviar el sufrimiento de la población, o al menos a hacer que su voz se escuchara. Todos los que han sido secuestrados por Daesh trabajaban para defender o ayudar a los oprimidos y para que en Siria no se olvidaran la justicia ni la humanidad.
Jamás, hasta muy recientemente, ni Daesh ni el régimen mafioso de Asad se habían atacado mutuamente. Las bombas de barril del régimen de Asad habían evitado siempre cuidadosamente a las fuerzas de Daesh en Alepo, prefiriendo en cambio centrarse en los ataques a los civiles.
Esos aspectos deberían invitarnos a todos a cuestionarnos el papel de Asad en el nacimiento de Daesh.
La decapitación de James Foley agrega un elemento similar, porque James Foley había sido detenido por el régimen de Asad en noviembre de 2012, meses antes del nacimiento mismo de Daesh (en la primavera de 2013).
Sin embargo, de repente, Foley se encontró en manos de Daesh, que le decapita en el momento en que Asad se propone como socio de Occidente para la lucha contra el terrorismo.
En mayo de 2013, AFP publicó que a Foley le habían secuestrado las milicias prorégimen y que se hallaba en los calabozos de los servicios de inteligencia en Damasco.
Ante una posible próxima intervención de Occidente en Siria, FSD ha considerado de máxima utilidad aportar la traducción de un artículo del escritor sirio Yassin Al-Haj Saleh (publicado en portada en el periódico árabe Al-Quds Al-Arabi el pasado 1 de septiembre) profundizando en la cuestión de Daesh.
(FSD, 07.09.2014)
Tres son los niveles necesarios de intervención para enfrentar a Daesh
Yassin al-Haj Saleh
Parece que Estados Unidos y Occidente se preparan para enfrentarse a Daesh (Estado Islámico, EI) en Siria, aunque es muy probable que estas acciones no vayan más allá de los ataques aéreos y quizá algunas operaciones con comandos. El objetivo probable de los ataques sería poner bajo presión a esta reciente organización terrorista y controlar después sus fuerzas para impedir que sigan avanzando.
Por su parte, el régimen sirio se ha apresurado a ofrecer sus servicios en el marco de esta probable acción militar occidental.
Aunque Occidente sigue despreciando a Asad, no se puede descartar que acabe recurriendo a sus servicios para tener una base militar avanzada contra Daesh (EI), facilitando así la prolongación de la dictadura de Asad sobre el pueblo sirio.
Pero la realidad es que estos ataques quedarán sin efecto si sólo pretenden ser de castigo. Está claro que el recurso a la fuerza es necesario para hacer frente a este poder fascista que utiliza el terrorismo como táctica de combate, como arma psicológica y como método de gobierno.
Hacer frente a esa entidad terrorista con la violencia no es sólo algo legítimo, teniendo en cuenta los crímenes que lleva perpetrados, sino que es también inevitable porque es imposible librarse de esa fuerza de ocupación sin utilizarla.
El problema de una eventual intervención occidental contra Daesh no es que se centre únicamente en la dimensión militar, en que esa intervención militar se limite a los bombardeos y no sirva más que para suavizar un tanto la crisis en lugar de encontrar una solución real, sino que tal método de gestión de la crisis elimina de nuestro combate cualquier dimensión de justicia y liberación de los pueblos y lo asimila a una pelea callejera entre chavales, en la que se pretende ignorar la causa profunda de la misma con el único propósito de apaciguar el juego y restablecer la estabilidad de la región.
No hay nada peor que un método así, ni más egoísta e irresponsable. Este tipo de gestión es en parte responsable de la destrucción de Siria y del nacimiento de entes repugnantes como Daesh. Quizá los estadounidenses piensen que esos entes tienen su lugar natural en el marasmo de Oriente Medio.
Y puede que tengan razón. Pero ese marasmo es producto de sus esfuerzos y de los de Occidente a lo largo de muchas generaciones, al igual que producto de la presencia de otra entidad terrorista de ocupación, Israel, el maestro en la región.
Ese marasmo no es verdaderamente producto de los “chavales” sirios, iraquíes, libaneses, etc. Otro factor importante en su aparición es la perpetua recurrencia a regímenes terroristas, como el de Asad y sus congéneres, para garantizar la estabilidad de la región en detrimento de toda justicia y en desprecio de toda dignidad humana.
Por todas esas razones, una intervención militar estadounidense y occidental, aunque tenga como objetivo acabar con Daesh y no sólo debilitarlo, no reúne más que una sola de las tres dimensiones necesarias para que sea realmente eficaz.
La segunda dimensión consiste en enfrentar el origen de ese terrorismo en la región, a saber, el régimen sirio, o en ayudar a los sirios a ponerle fin. Castigar solamente a Daesh cuando el régimen sirio ha perpetrado ya peores cosas que Daesh y dejar impune a ese régimen llevará el peor de los mensajes a los sirios en particular y a los pueblos de Oriente Medio en general.
Sin olvidar que atacar a Daesh sólo serviría para rendirle un gran servicio y le ayudaría sin duda a justificar y reforzar sus acciones. Al empañar la imagen de la revolución a los ojos de Occidente, los grupos islamistas en Siria, y Daesh especialmente, habrán servido finalmente para que los sirios pierdan su confianza en la comunidad internacional y en la justicia mundial. A partir de esa pérdida de confianza, Daesh se apresta a destruir completamente la imagen del resto del mundo en nuestro entorno social y psicológico.
Es muy posible que si se golpea a Daesh en al-Raqa, ciudad ya bombardeada por Asad, aunque trató de evitar las posiciones del grupo, y de nuevo recientemente bombardeada por EEUU bajo el pretexto de golpear a Daesh, la consecuencia sea el acercamiento de sus habitantes a esa organización en lugar de alejarlos de ella.
Los ataques occidentales deben apuntar a los dos criminales al mismo tiempo: Daesh y el régimen sirio, y no deben en ningún caso golpear a uno y dejar impune al otro. La decapitación de James Foley es un crimen odioso pero no es comparable con la muerte bajo tortura de 11.000 detenidos hasta agosto de 2013, ni puede asimilarse a la masacre con armas químicas en al-Ghuta de agosto de 2013, ni tampoco con las masacres de Daraya, Jdaydeh Artus, Bania, al-Hula, al-Treimseh y el resto de masacres imputables al régimen sirio.
Los crímenes no son comparables, pero al sancionar a un criminal y dejar al otro impune se destruye la noción misma de crimen y con ella la de justicia y sanción justa. Una gestión tan irresponsable podría abrir la puerta al terrorismo e incluso podría ver nacer engendros aún peores que Daesh.
Hay una tercera dimensión a tener en cuenta respecto a Daesh, en la que los occidentales no pueden intervenir ni ayudar, y es preferible que ni siquiera traten de hacerlo. Daesh no es solamente una organización criminal, no es solamente el producto de ciertas políticas criminales locales e internacionales, Daesh está también relacionado con el Islam.
Los islamistas y los musulmanes que dicen que Daesh es un producto de los servicios secretos, y que el Islam no tiene nada que ver con ellos; se equivocan totalmente. Daesh es una evolución bien conocida de al-Qaida en los contextos sirio e iraquí, siendo la misma al-Qaida una organización de origen saudí y egipcio. No es serio negar la influencia religiosa en el nacimiento de Daesh, incluso aunque se trate de un fenómeno contemporáneo. Este monstruo es un producto nuestro, un producto que nace de la descomposición de nuestra política, de nuestro pensamiento y de nuestra moral.
Está claro que sólo los musulmanes mismos, y más especialmente los sunníes, pueden asumir esta tercera dimensión para enfrentar a Daesh. Daesh es un pensamiento islamista que tiene que ser enfrentado mediante el pensamiento.
¿Cabe preguntarse dónde se halla el pensamiento islámico que pueda enfrentarse con toda firmeza a Daesh? Cuando los islamistas critican a Daesh por su conducta cruel y su precipitación y por su rechazo a conseguir los cambios de forma gradual, no le critican por su proyecto de querer imponer un poder islamista por la fuerza. Eso no es serio, al igual que no es seria la diferencia que los estadounidenses hacen entre los crímenes de Daesh y los del régimen.
Es necesario superar la situación actual induciendo una reforma del Islam que aumente la dimensión de la creencia y de la justicia y disminuya la importancia del poder y de la ley islámica. Es una operación a largo plazo pero necesaria para poder enfrentar entidades como Daesh.
En resumen, Daesh es un problema de seguridad y es también un problema político y, sobre todo, es un problema de pensamiento. Para poder enfrentar eficazmente a Daesh tiene que darse a la vez un componente de oposición militar -y eso es exactamente lo que los sirios que se oponen al régimen han hecho los primeros-, un componente político, que dé un paso hacia la justicia en Siria poniendo fin al criminal régimen sirio, y un tercer componente vinculado con el pensamiento musulmán que arranque el Islam de las garras de Daesh y el daeshismo del Islam.
N. de la T.:
Yassin al-Haj Saleh (nacido en Raqqa en 1961) es un destacado escritor e intelectual sirio.
En 1980, cuando estudiaba Medicina en Alepo, fue encarcelado por sus actividades políticas permaneciendo tras las rejas hasta 1996. Escribe sobre temas políticos, sociales y culturales relacionados con Siria y el mundo árabe para varios periódicos y revistas árabes fuera de Siria, colaborando de forma regular con el periódico Al-Hayat, editado en Londres, la revista egipcia de izquierdas Al-Bosla y el periódico sirio online The Republic .
En 2012 se le concedió el Premio Príncipe Claus en “tributo al pueblo sirio y a la revolución siria”, que no pudo recoger por estar viviendo en la clandestinidad en Damasco.
Traducido del francés para Rebelión por Sinfo Fernández