Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Masacres en la historia


“La muerte de una persona es un hecho trágico, pero la muerte de un millón es simple estadística”. José Stalin

Hace 30.000 años los Homo Sapiens eliminaron a los Neandertales. 30.000 años después muchas poblaciones siguen exterminando sistemáticamente a otros grupos sociales o raciales.

 ¿Acaso no hemos aprendido nada?

 Vamos a hacer un repaso por los peores genocidios de la historia.

Roma, la exterminadora

Roma no es solo grandeza y esplendor, también es bajeza y oscurantismo. Y se puede decir sin temor a equivocarse que hay mucho más de lo segundo que de lo primero.

 De acuerdo al historiador griego Plutarco, la campaña de Julio César en las Galias tuvo como resultado 800 ciudades conquistadas, 300 tribus celtas y germanas subyugadas, un millón de personas vendidas como esclavos y otros tres millones muertas en el campo de batalla y en múltiples razzias. Ciudades enteras como la Numancia celtíbera, la Alesia gala o la Masada judía fueron sitiadas por las legiones romanas y sus poblaciones perecieron en masa, por el hambre, la peste o por decisión de sus habitantes que prefirieron matarse a sí mismos antes que caer en manos de los legionarios y ser violados, asesinados por vendidos como esclavos.

 El Imperio Romano durante siete siglos exterminó y esclavizó a millones de personas.


Durante varios siglos, miles de gladiadores fueron sacrificados periódicamente en los circos romanos

La revuelta de An-Lushang

Entre 756 y 763 An Lushang (703-757), un líder militar, étnicamente de origen centroasiático, que vivió durante la dinastía Tang en China, instigó una rebelión contra el poder imperial. Como consecuencia de la represión murieron 36 millones de seres humanos.

Las Cruzadas

Entre 1096 y 1444 la Europa católica lanzó múltiples expediciones armadas denominadas cruzadas contra los musulmanes pero también contra los cristianos orientales, rusos y bizantinos, contra el movimiento de los cátaros en el sur de Francia y los judíos.



Se calcula que las diversas matanzas y guerras llevadas a cabo por los cruzados produjeron cinco millones de muertes durante tres siglos y medio.

Las masacres de los mongoles, de Gengis Khan a Tamerlán

Durante el siglo XIII las distintas y múltiples invasiones llevadas a cabo por los mongoles al mando de Gengis Khan y Hulagu en el Asia Central produjeron la cifra de cuarenta millones de muertos, en su mayoría musulmanes. La población de la región, originalmente sesenta millones se redujo a diez millones, debido a las muertes y a los refugiados que huyeron a otras comarcas.

 Desde mediados del siglo XIV hasta principios del siglo XV, las sucesivas masacres llevadas a cabo por Tamerlán Timur en el mundo musulmán oriental acabaron con la vida de 17 millones de personas.


Las guerras de religión en Francia
Las guerras entre católicos y hugonotes entre 1562-1598 causaron la muerte de por lo menos tres millones de seres humanos. Entre las masacres debe recordarse aquella de “La noche de San Bartolomé” (el 24 de agosto de 1572) en París cuando una gran cantidad de hugonotes fueron asesinados por los bandos católicos.

La caída de la dinastía Ming

La dinastía Ming reinó entre los años 1368 y 1644. La conquista manchú de China (1618-1644) produjo la muerte de no menos de 25 millones de personas.

La conquista de América por los europeos y la expoliación de ésta por sus herederos criollos

Cálculos serios nos revelan que desde la llegada de Colón hasta la actualidad, por las matanzas, represiones (y las múltiples enfermedades derivadas del “encuentro intercultural”) llevadas a cabo por los europeos y sus descendientes, fueron muertos entre 90 y 120 millones de indígenas, negros, mestizos, mulatos y blancos (entre ellos nuestros gauchos). 

A estas cifras, que hablan claramente del mayor holocausto de todos los tiempos hay que sumar las decenas de miles de personas asesinadas y/o desaparecidas por las diversas dictaduras militares de América Latina.

Los estragos del Imperio Británico

Las relaciones comerciales entre China e Inglaterra se inician en 1699. Durante el siglo XVIII el consumo de opio se había extendido por todo el territorio chino. A pesar de encontrarse prohibido por las leyes chinas, el tráfico del opio fue perseguido y monopolizado por los ingleses desde 1799 hasta 1834.

Dos oficiales británicos se fotografían con sus soldados cipayos indostanos a fines del siglo XIX
Los cálculos sobre el número de fumadores de opio en China en esa época oscilan entre 100 y 150 millones, de los que aproximadamente un 10% podían tener una fuerte adicción al opio.

 Preocupados por el rápido crecimiento de este negocio ilegal, el gobierno se empeñó en la erradicación del comercio de drogas. Cuando los oficiales chinos capturaron y destruyeron grandes cantidades de opio, el gobierno británico envió tropas para respaldar las demandas de un tratado comercial o la cesión de una isla, para la protección de los ciudadanos ingleses. Este hecho desencadenó la “primera guerra del opio”, el 3 de noviembre de 1839, con el ataque de la flota británica a la armada china en Hong Kong.

 El 29 de agosto de 1842, se firma la Paz de Nankíng entre China y Inglaterra que pone fin a la “primera guerra del opio”, y por el que ésta última obtiene la cesión de Hong-Kong y la apertura al comercio inglés de cinco ciudades chinas. China perdió la guerra y, como consecuencia, Inglaterra y otras potencias occidentales, incluido Estados Unidos, ocuparon por la fuerza las “concesiones” que les generó especiales privilegios comerciales. La Segunda Guerra del Opio (1856-1860) tuvo lugar después de que los chinos se negaron a ceder ante la presión británica de legalizar el opio y permitir el acceso a puertos en el interior. 

El Tratado de Tientsing, firmado en 1858, abrió 11 puertos más a los poderes occidentales y legalizó la importación del opio. Se calcula que en 1880 las importaciones chinas del opio pasaban de las 6.500 toneladas al año y la población adicta en más de 15 millones.

 Los hijos de Inglaterra tuvieron el raro honor de ser los precursores del narcotráfico a gran escala al introducir masivamente el opio en China envenenando a su pueblo, lo que trajo aparejado las Guerras del Opio y la Rebelión Taiping. Los historiadores estiman que durante este trágico período (1840-1865) fueron muertos cerca de 60 millones de chinos, una cifra equivalente al total de fallecidos en la Segunda Guerra Mundial.


Alegoría del Imperialismo Británico

Los dominios de Victoria I (1819-1901), reina de Gran Bretaña e Irlanda y Emperatriz de la India (entre 1876 y 1901), se extendían a lo largo y a lo ancho de 32 millones de kilómetros cuadrados (130 veces la superficie actual del Reino Unido).

 Las rebeliones de los países sometidos dentro de tan vasto imperio (Afganistán, Australia, Birmania, Egipto, India, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Sudán, etc.), y los conflictos instigados por Londres, como las dos Guerras del Opio y la Guerra de los Boxers en China, provocaron más de cien millones de muertos en un período de apenas sesenta años (1840-1900). 

Como ejemplo irrefutable de la verdadera intención que impulsa a los opresores de la humanidad de todos los tiempos, tenemos el testimonio de un teniente general inglés, sir Charles Napier (1782-1853), que combatió contra Napoleón en Portugal (1810-1812) y que fue el conquistador (1842-1843) y gobernador del Sind (1843-1847), la región ocupada por el delta del río Indo en el actual Pakistán. 

En su libro History of Sir C. Napier’s Administration of Scinde (Londres, 1847), horrorizado por sus propios crímenes y los cometidos por sus superiores y subordinados, confiesa patéticamente: «Nuestro objeto al conquistar la India, el objeto de todas nuestras crueldades, no fue otro que el dinero... Se dice que de la India se han obtenido unos mil millones de libras esterlinas en los últimos noventa años (1756-1846). Cada uno de estos chelines se ha extraído de un charco de sangre; se ha limpiado a conciencia y ha ido a parar a los bolsillos de los asesinos. 

Sin embargo, por mucho que se limpie y se seque el dinero, esa “maldita mancha” no saldrá nunca» (citado por Edward Rice: El Capitán Richard F. Burton, Ediciones Siruela, Madrid, 1992, p. 106).

Leopoldo II, terror del Congo

La historia de Leopoldo II en el Congo (1835-1909), rey de Bélgica, es uno de los genocidios más sangrientos que se conocen de la era moderna. Mientras en Europa se dedicaba a rodear su obra de un aureola de altruismo, defensa del libre comercio y lucha contra el comercio de esclavos, el iba dictando normas por las que expropiaba a los pueblos congoleños de todas sus tierras y recursos, e incitaba a su ejército privado, la Fuerza Pública, a someter a la población a los trabajos forzados.

 Si no cumplían eran asesinados, violados o en otros casos les cortaban las manos, orejas, narices, senos y los decapitaban, matándolos igual que a sus familias. 

Se calcula que al menos 10 millones de personas perdieron la vida entre 1885 (año de reconocimiento internacional del Libre Estado del Congo) a 1908, aunque algunos hablan incluso del doble. Leopoldo murió en el 1909, pero durante su reinado, la población del Congo se redujo de 30 a 9 millones de habitantes. Los que vivieron para contarlo, vivieron una existencia de esclavitud y terror.


LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL (1914-1918) PRODUJO LA MUERTE DE QUINCE MILLONES DE PERSONAS Y MILES DE INVÁLIDOS Y MUTILADOS.

El genocidio armenio

De 2.100.000 almas en el Imperio Otomano, en 1912, de acuerdo con las estadísticas del Patriarcado Armenio de Constantinopla se pasó a 77.435, en 1927, concentradas especialmente en Estambul. Se calcula que un millón y medio de armenios fueron masacrados por orden del gobierno turco laico liderado por Enver Pashá a partir de 1915 en Anatolia y Siria.

Las Purgas y las hambrunas de Stalin

El mayor asesino de todos los tiempos es lejos José Stalin (1879-1953). El dictador de la Unión Soviética entre 1924-1953 fue responsable de la muerte de cuarenta millones de personas, entre purgas, hambrunas, colectivizaciones forzosas y limpiezas étnicas de ucranianos, chechenos, etc. Véanse los estudios de Robert Conquest, “The Harvest of Sorrow: Soviet Collectivization and the Terror-Famine” (Oxford University Press, New York, 1986) y Walter Laqueur: “Stalin, la estrategia del terror” (Ediciones B, Barcelona, 2003).

Niños ucranianos famélicos por la hambruna stalinista

Otros cuatro millones de rusos murieron por la paranoia del “zar rojo” en autotitularse “estratega militar” y tratar de conducir las operaciones en los primeros meses de la invasión nazi a la Unión Soviética (a partir del 22 de junio de 1941). Cuerpos enteros del Ejército Rojo fueron masacrados simplemente porque Stalin les ordenaba avanzar a una muerte inútil pero segura.

 Los generales y oficiales que se negaban a acatar tales órdenes eran inmediatamente ejecutados. La Unión Soviética tuvo, además, 23 millones de muertos por efectos de la guerra con la Alemana nazi y Japón (1941-1945). Ese holocausto de cincuenta o más millones de rusos —el mayor de todos los genocidios del siglo XX— parece como que jamás hubiese existido. Para tener una idea de la dimensión asesina y genocida del régimen stalinista tenemos el ejemplo de la masacre contra el pueblo de Ucrania. El hambre de 1932-1933 se extendió prácticamente a todas las regiones de Ucrania que en aquel entonces era la parte integrante de la URSS. 

El hambre no fue provocado por la sequía, catástrofe natural u otras causas de carácter objetivo, sino por razones políticas y fue provocado intencionalmente. El régimen totalitario de Stalin quería de este modo aniquilar a la población que se oponía al régimen y deseaba desarrollar su producción agrícola independientemente del estado. La hambruna artificial de 1932-1933 no fue un fenómeno natural sino una acción administrativa cínica ejecutada en forma consciente como atestiguan los documentos de la época. Ucrania disponía de suficiente cantidad de trigo, pero este fue vendido al exterior.

 Por órdenes del gobierno estaba prohibido cualquier comercio en zonas rurales, se prohibió abastecer las aldeas de alimentos, fueron perseguidos y condenados a 10 años de cárcel, incluso se fusiló a aquellos que usaban el trigo para el pago de salarios. Estos hechos están documentados en los archivos oficiales de los organismos del gobierno de aquellos tiempos. Consecuencias de la hambruna. Tomando en consideración las perdidas de la población como consecuencia de agotamiento físico extremo, las diferentes enfermedades producidas por la inanición, actos de canibalismo, represiones, suicidios debidos a traumas psíquicos y el colapso social la cantidad de víctimas de la hambruna constituye cerca de 7 millones de personas ( 20% por ciento de la población del país).

 Cada día morían aproximadamente 25 mil personas, cada hora - mil, cada minuto -17 personas, La aniquilación física masiva de los campesinos ucranianos fue un acto terrorista planificado por el sistema político contra la población pacifica, a consecuencia de la cual desapareció toda una generación de agricultores. Sin embargo, en 1937 se produjeron las mayores purgas y asesinatos de Stalin que tuvieron como consecuencia la muertes de millones de seres humanos. Véase Vadim Z. Rogovin: “1937 – Stalin’s Year of Terror” (Mehring Books, 1998).

EL HOLOCAUSTO DE LOS JUDÍOS (1933-1945)

El Holocausto fue la persecución y el asesinato sistemático burocráticamente organizado de aproximadamente seis millones de judíos por el gobierno nazi y sus colaboradores. “Holocausto” es una palabra de origen griega, que significa “sacrificio por fuego.” Los nazis, que tomaron el poder en Alemania en enero de 1933, creían que los alemanes eran una “raza superior” y que los judíos, considerados “inferiores”, no merecían vivir.

 Durante el Holocausto, los nazis también tuvieron en su mira a otros grupos por razón de su percibida “inferioridad racial”: los gitanos, los discapacitados, y algunos grupos eslavos (polacos, rusos, y otros). Otros grupos fueron perseguidos por razones políticas, religiosas o de orientación sexual: comunistas, socialistas, testigos de Jehová y homosexuales. 

En 1933, la población judía de Europa pasaba de nueve millones. La mayoría de los judíos europeos vivían en países que Alemania ocuparía o dominaría durante la Segunda Guerra Mundial. Para 1945, dos de cada tres judíos europeos habían sido ejecutados como parte de la llamada “Solución Final” de los nazis – el asesinato de los judíos de Europa. Aunque los judíos fueron las víctimas principales del racismo nazi, entre sus otras víctimas se cuentan decenas de miles de gitanos.


Sobrevivientes judíos de los campos de concentración nazis

Más de doscientos mil incapacitados (física o mentalmente) fueron asesinados en el “Programa de Eutanasia”. Con la expansión de la tiranía nazi sobre Europa, millones de otras personas fueron perseguidas y ejecutadas. 

Más de tres millones de prisioneros de guerra soviéticos fueron asesinados o murieron de hambre, enfermedad, descuido, o maltrato. Aun antes de que la guerra estallara en 1939, los nazis crearon campos de concentración para encarcelar judíos, gitanos, otras victimas de su odio étnico y racial, y oponentes políticos del nazismo. Durante la guerra, los nazis y sus colaboradores crearon ghettos, campos de detención temporaria, y campos de trabajos forzados. 

Después de la invasión nazi de la Unión Soviética en junio de 1941, Einsatzgruppen (equipos móviles de matanza) cometieron asesinatos masivos de los judíos, romas y oficiales del estado soviético y del partido comunista ruso. Más de un millón de hombres, mujeres y niños judíos fueron asesinados por estos equipos.


Niños judíos víctimas de los nazis

Entre 1942 y 1944, los nazis deportaron millones de judíos de los territorios ocupados a los campos de exterminio, donde fueron ejecutados en instalaciones diseñadas especialmente para tales fines. En los últimos meses de la guerra, los prisioneros de los campos fueron llevados por tropas de las SS en marchas forzadas, o “marchas de la muerte”, en las que muchos de ellos murieron, en un fútil intento de prevenir la liberación de gran cantidad de prisioneros por los Aliados. 

A medida que las fuerzas aliadas avanzaban a través de Europa en una serie de ofensivas contra Alemania, empezaron a encontrar y liberar prisioneros de campos de concentración, muchos de los cuales habían sobrevivido las marchas de la muerte. La Segunda Guerra Mundial terminó en Europa con la rendición incondicional de las fuerzas armadas alemanas en el oeste el 7 de mayo, y en el este el 9 de mayo de 1945.

 En el período posterior al Holocausto muchos de los sobrevivientes encontraron refugio en campos administrados por los Aliados. El último campo de refugiados cerró en 1957. Los crímenes cometidos durante el Holocausto devastaron la mayoría de las comunidades judías de Europa.


LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (1939-1945) PRODUJO LA MUERTE DE SESENTA MILLONES DE PERSONAS Y MILES DE INVÁLIDOS Y MUTILADOS.

Bombas atómicas sobre Japón

Pese a lo que se piensa, no todas las aniquilaciones de poblaciones enemigas han sido perpetradas por regímenes dictatoriales. El adalid de la democracia, EEUU, fue el causante de la mayor devastación poblacional en la II Guerra Mundial. Durante aquella contienda lanzaron dos bombas nucleares en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. El cielo de Hiroshima se torna color de rosa.

 El espectáculo atrae la atención de la ciudad, cien mil de cuyos habitantes no pueden seguir presenciándolo, porque al instante son calcinados o calcados en el pavimento o en las paredes por la abrasadora onda expansiva de la primera explosión atómica.

 Mientras los cadáveres humean y los sobrevivientes se retuercen de dolor y espanto, o huyen sin saber donde protegerse de la barbarie, el bombardero B-29, rotulado con el nombre Enola Gay y piloteado por el coronel Paul Tibbets, regresa a su base de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Es el 6 de agosto de 1945. Tres días después, el genocidio se repite. Esta vez contra la ciudad de Nagasaki, con efectos menos devastadores por la topografía del terreno; pero mueren 73 mil civiles y 60 mil resultan heridos. Al mes de la impúdica agresión, todavía siguen muriendo niños, mujeres, ancianos y otros muchos de los alcanzados por los rayos gamma. 

Sesenta años más tarde de aquel horrendo crimen, en Hiroshima y Nagasaki continúan naciendo n iños con malformaciones a causa de la radiactividad. En el acto de la explosión de Hiroshima, 85.000 muertos, más otros 70.000 heridos graves perecieron en las 48 horas siguientes, tras atroces sufrimientos. Las cifras evidentemente sólo pueden ser aproximadas, porque el número de refugiados de otras ciudades bombardeadas con bombas convencionales y de fósforo por los B-29 se desconoce.




De estas bajas, se puede estimar que un 40% estaban en la “zona letal” de dos kilómetros de diámetro con centro en el punto cero. Otro 30% fueron muertos por quemaduras directas de tercer grado, o por los incendios colosales propagados por huracanes que, a un kilómetro, eran de unos 500 kilómetros por hora. Y otro 20% por sobre dosis mortales de radiaciones de efecto inmediato en total 300.000 muertos en Hiroshima y 200.000 muertos en Nagasaki.

La destrucción de Dresden

Un 13 de febrero de 1945, en horas de la noche, un implacable bombardeo destruyó la ciudad de Dresden, Alemania, capital del antiguo reino de Sajonia.





Ochocientos bombarderos Lancaster británicos y canadienses atacaron el casco antiguo de la ciudad que quedó calcinado a causa del posterior incendio. A la 1.30 del 14 se produjo el segundo ataque. Los barrios residenciales de la ciudad eran en esta ocasión el objetivo de las bombas en su mayoría incendiarias (de kerosene). Fue tal la concentración y el tonelaje del bombardeo que la temperatura en el centro de Dresden superó los mil grados centígrados y las aguas del río Elba que atraviesa la ciudad “hirvieron”...


Algunos de los miles de muertos del bombardeo de Dresden

El tercer y último bombardeo llegó al mediodía del 14. En él participaron también aviones norteamericanos. En total los aliados arrojaron sobre Dresden en menos de 14 horas de bombardeo un total de 3.300 toneladas de explosivos y bombas incendiarias.

 El viejo castillo de Dresden fue totalmente demolido. También fueron dañadas las iglesias de Santa Sofía y de la Santa Cruz de lo siglos XIV y XV, y el teatro de la Ópera construido por el famoso arquitecto Gottfried Semper (1803-1879). La antes bella urbe, poéticamente llamada la “Florencia del Elba” se convirtió en pocas horas en un caótico montón de escombros, hierros retorcidos y cadáveres de civiles indefensos. En diversas partes de la urbe se encontraban restos humanos derretidos, convertidos en gelatina debido a la acción de las bombas de kerosene que calcinaron prácticamente el centro urbano.


Dresden antes del bombardeo

La cifra de muertos fue minimizada por los aliados que afirmaron que “sólo sesenta mil personas” habían perecido. Investigaciones posteriores demostraron que en realidad habían sucumbido casi medio millón de seres humanos.

 El terrible bombardeo había sido decidido por el primer ministro británico Sir Winston Churchill (1874-1965). Para 1945 Dresden tenía una población de casi 600.000 habitantes. Pero a la hora del bombardeo albergaba alrededor de un millón doscientos mil seres humanos, debido a la llegada de numerosos refugiados alemanes de la Prusia oriental que había sido ocupada por el ejército soviético. Dresden no representaba ningún valor estratégico, y en el momento del ataque la mayoría de sus defensas antiaéreas había sido desmantelada. 

Aunque la decisión de Churchill se trató de avalar con la justificación de que era necesario apresurar el final de la guerra (argumento similar al esgrimido por el presidente Harry S. Truman que ordenó el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki a principios de agosto del mismo año), los hombres y mujeres de conciencia consideraron que se trataba de una acción injustificada y cruel, de un crimen de guerra idéntico a los cometidos por los nazis. Véase A. McKee “Dresden 1945: The Devil’s Tenderbox” (Barnes and Noble, Nueva York, 1982).


Dresden después del bombardeo

La historia de la destrucción de Dresden es poco conocida. En cambio, el séptimo arte nos brindado centenares de filmes que hablan de los tremendos e interminables bombardeos sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Eso sí, siempre se olvidan de mencionar los datos y las estadísticas. La ciudad a orillas del Támesis sólo sufrió bombardeos importantes entre 1940 y 1941 y el total de londinenses muertos durante toda la guerra fue inferior a los veintiún mil. 

Entre 1940-1945, el Tercer Reich descargó sobre Inglaterra 83.400 toneladas de explosivos. Los aliados, en el mismo período, descargaron sobre Alemania un millón trescientas cincuenta mil toneladas de bombas (cfr. H. Kinder y W. Hilgemann: “Atlas histórico mundial. De la Revolución Francesa a nuestros días”, Istmo, Madrid, 1982, p. 222).

 Las bombas norteamericanas sobre Hiroshima y Nagasaki causaron cerca de medio millón de muertos, en su gran mayoría civiles. Los artefactos nucleares eran armas no convencionales y, en consecuencia, prohibidas por la Convención de Ginebra de 1925. Pero ni Churchill (por el caso de Dresden) ni Truman (por Hiroshima y Nagasaki) serían juzgados por crímenes de guerra. Los vencedores no se autojuzgan, en todo caso se autoelogian y se autopremian. Un vencedor siempre tiene razón. Eso no significa que el perdedor tenga razón ni tampoco que no la tenga. Depende quién es quién.

 Los nazis no la tuvieron y los aliados tampoco. El mundo fue injusto antes, durante y después de Hitler. El juego siempre consistió y consiste en quién se queda con el poder y no en otra cosa, como por ejemplo, en que todos los seres humanos sean libres, iguales y hermanos. La frase parece una utopía, pero es lo único digno por lo que vale la pena desvelarse.

Masacre francesa en Argelia

Entre 1956-1962 las fuerzas armadas de Francia y sus servicios de inteligencia asesinaron a un millón doscientos mil argelinos durante la Guerra de Liberación de ese país norteafricano.


Cientos de argelinos muertos en un campo de fútbol por las fuerzas de represión francesas

LA GUERRA DE VIETNAM (1964-1975)

La Guerra de Vietnan tuvo lugar en la península de Indochina y enfrentó a los EE.UU. y el gobierno de Vietnam del Sur por un lado, contra Vietnam del Norte y las guerrillas comunistas que actuaban en Vietnam del Sur por otro. La guerra terminó extendiéndose también a Laos y Camboya. La guerra del Vietnam fue la más larga de la historia norteamericana, supuso para este país una experiencia de fracaso y frustración, constituyendo, sin lugar a dudas, el más serio fracaso de EE.UU. en la guerra fría. 

El inicio de la implicación americana se remonta a inicios de los cincuenta cuando apoyaron los desesperados intentos de Francia por mantener su presencia colonial en Indochina frente a las fuerzas comunistas del Vietminh. La derrota francesa y los Acuerdos de Ginebra de 1954, que consagraron la partición de Vietnam en dos, llevaron a que Washington volcara su apoyo en el régimen anticomunista de Vgo Dinh Diem en Vietnam del Sur que hacía frente al Vietnam del Norte comunista, apoyado por la URSS. 

La corrupción de Diem hizo a su régimen crecientemente impopular y finalmente fue derrocado y asesinado por sus propios militares en 1963. Mientras tanto se había creado en Vietnam del Sur el Frente Nacional de Liberación (FNL) donde se aglutinaba toda la oposición incluyendo los comunistas. En 1964, la situación parecía desesperada para Vietnam del Sur. EE.UU., alegando como justificación el incidente de Tonkín contra su destructor Maddox el 2 de agosto de 1964, inició una intervención abierta. Se pasó de 4000 soldados norteamericanos en 1962 a casi 500.000 en 1967. 

Los bombardeos masivos, el uso de agentes químicos, la crueldad de la primera guerra retransmitida por los medios de comunicación hicieron enormemente impopular la política de EE.UU. en el Tercer Mundo, el bloque comunista y en partes significativas de la opinión pública occidental. Dentro del propio país, la oposición a la guerra se extendió entre la juventud ligándose a movimientos contra el sistema, como el movimiento “hippie”. Tras la ofensiva vietnamita del Têt en 1968, el presidente Johnson decidió el progresivo desvinculamiento del conflicto y la búsqueda de una solución negociada.

 Tras una compleja fase de negociaciones y enfrentamientos militares, se firmó en París en enero de 1973 un acuerdo de paz. En agosto de 1973, el Congreso norteamericano prohibió cualquier reanudación de la intervención norteamericana. La retirada de las tropas estadounidenses hizo que el régimen de Vietnam del Sur se derrumbara inmediatamente. La ofensiva final comunista tuvo lugar en la primavera de 1975. El 17 de abril, Phnom Penh cayó en manos de los Khmers Rojos.

 La agresión contra Vietnam de parte de EE.UU. solamente finalizó el 30 de Abril de 1975, cuando las tropas norvietnamitas tomaron Saigón la capital de Vietnam del Sur y la Embajada de EEUU. Esto creó un shock enorme en toda la sociedad estadounidense a la que se le había ocultado la presencia real de Estados Unidos en Vietnam, que en términos políticos y militares se conoció como el Síndrome de Vietnam.


Masacre de My Lai (Vietnam), el 16 de marzo de 1968, donde 504 aldeanos vietnamitas indefensos fueron asesinados por un pelotón de soldados norteamericanos

Cifras del horror

La derrota supuso un verdadero trauma para EE.UU. 58.148 muertos (cifras oficiales), 300.000 heridos, centenares de miles de soldados con una amplia adicción a las drogas y con serios problemas de adaptación a la vida civil, el orgullo de potencia herido... 

A esto hay que agregar los 223.748 soldados survietnamitas muertos y un número indeterminado de heridos del mismo bando aliado de los estadounidenses. Pero las bajas sufridas por el pueblo vietnamita fueron absolutamente tremendas y constituyeron una verdadera hecatombe: 5 millones cien mil personas. Se calcula que dos millones murieron en Vietnam del Norte y otros dos millones en Vietnam del Sur, como mínimo. 

A esto hay que sumar 1 millón 100 mil soldados y guerrilleros muertos en combate y un mínimo de 600 mil heridos. Hay datos bastante bien fundamentados que hacen subir estas cifras a 7 millones de muertos y dos millones de heridos y mutilados. En cuanto al empleo de bombas y explosivos en general, los estadounidenses lanzaron un total de siete millones de toneladas, entre las que se contaron gran cantidad de armas químicas, NAPALM, bacteriológicas, defoliantes, etc., todas ellas prohibidas por el Protocolo de Ginebra de 1925. 

Téngase en cuenta, como parámetro, que durante la Segunda Guerra Mundial, todos los bandos en pugna descargaron un total de un millón doscientas mil toneladas de bombas y explosivos. 

El defoliante agente naranja, empleado en los bombardeos estadounidenses sobre Vietnam, y que fue dejado de utilizar en 1971, sigue contaminando el país hoy día, según un estudio publicado en The Journal of Occupational and Environmental Medicine. 

El informe, realizado en Bien Hoa (a 32 kilómetros al norte de Ho Chi Mihn, antigua Saigón), muestra altos niveles de TCDD -la dioxina considerada más tóxica- en la población, el ganado y la pesca. Las pruebas se realizaron en pollos, patos, cerdos, terneros y peces y en mercados ciudadanos.

 En un lago y en una base aérea cercana, donde se almacenó el defoliante, se encontraron niveles de dioxima “notablemente elevados”. Vietnam estima que más de un millón de personas estuvieron expuestas al agente naranja, usado por Estados Unidos desde 1962 a 1971 para destruir árboles y plantas e impedir la alimentación de los combatientes comunistas. El defoliante recibió su nombre por el color de las barras pintadas en sus envases.

El infierno de Camboya, Pol Pot

En Camboya tuvo lugar el experimento de ingeniería social más atrevido y radical de todos los tiempos, orquestado por el radical comunista Pol Pot. En solo tres años y ocho meses, sembró de cadáveres el país: más de dos millones de muertos para una población total de ocho millones. Pin Yatay, superviviente, nos cuenta: “no había cárceles, ni tribunales, ni universidades, ni institutos, ni moneda, ni deporte, ni distracciones… En una jornada de veinticuatro horas no se toleraba ningún tiempo muerto. 

La vida cotidiana se dividía del modo siguiente: doce horas de trabajo físico, dos horas para comer, tres para el descanso y la educación, siete horas de sueño. Estábamos en un inmenso campo de concentración. Ya no había justicia”. La planificación central y el desprecio por la técnica destruyeron la hasta entonces siempre próspera cosecha arrocera camboyana. El hambre era inevitable y, con él, la deshumanización y el sometimiento al gobierno.

Una de las numerosas fotos que ilustran los campos de la muerte del Pol Pot y sus Khmer Rojos en Camboya
El canibalismo se convirtió en costumbre. La familia era considerada una forma de resistencia natural al poder absoluto del Partido, que debía llevar al individuo a una dependencia total del Estado. Por tanto, las familias eran separadas y la autoridad paterna castigada: la educación era responsabilidad exclusiva del gobierno. Los sentimientos humanos eran despreciados y considerados un pecado de individualismo. Al intentar ayudar a una vecina, un vecino camboyano se ganó esta reprimenda: “No es su deber ayudarla, al contrario, esto demuestra que todavía tiene usted piedad y sentimientos de amistad. Hay que renunciar a esos sentimientos y extirpar de su mente las inclinaciones individualistas”. Más de un tercio de la población de Camboya fue exterminada.

La masacre de Ruanda

En Ruanda dos etnias abrigaban sentimientos de enemistad. Los hutus componían el 85% de la población y los tutsis representaban el 12%. El recelo entre los dos grupos surgió en 1962 cuando los hutus tomaron el poder después de la muerte del rey tutsi. Debido a eso, unos 130.000 tutsis tuvieron que abandonar su país. En 1994, el gobierno del hutu Juvenal Habryrimana temía una invasión de los tutsis antes exiliados. El poder hutu entonces organizó una gran matanza. Distribuyó machetes y azadas para perpetrar un vendaval frenético de asesinatos y quemas de casas de los tutsis. 

La comunidad internacional observó los hechos desde la distancia y la indiferencia. En el país africano no había grandes riquezas en oro, petróleo o algún otro preciado recurso natural, que despertara el interés de las naciones poderosas en intervenir para contener la avalancha de muerte. Armados con garrotes, azadas y machetes, en una campaña que duró sólo 100 días, 800.000 ciudadanos fallecieron según las cifras estudiadas por la ONU. El genocidio terminó cuando los tutsis ,al mando de Paul Kagame, lograron tomar la capital, Kigali. 

Cuando vieron lo que había sucedido comenzaron a perseguir a los genocidas (mataron al menos a 25.000) y muchos de ellos huyeron con sus familias al vecino Congo, entonces llamado Zaire. En total, un millón -aproximadamente- de personas fueron exterminadas con los mas bárbaros métodos en una contienda sin igual, donde los medios de comunicación y los gobiernos del primer mundo no hicieron nada hasta terminada la guerra cuyas heridas siguen abiertas a día de hoy.

Canibalismo en Uganda

Idi Amin pertenecía a la tribu kakwa y a los 18 años de edad ingresó al ejército británico. Su participación, muy joven, en la Segunda Guerra Mundial, a favor de los aliados, y durante la rebelión del nacionalismo Mau-Mau en Kenia, le valieron el reconocimiento de los británicos colonialistas. Preparó y ejecutó un golpe de estado en 1971, apoderándose de todos los resortes del gobierno, implantando una férrea dictadura. En los primeros años mantuvo buena relación con Gran Bretaña y los Estados Unidos pero muy pronto surgieron sus ideas racistas hacia otras etnias africanas y especialmente asiáticas. 

Ordenó la expulsión de cerca de medio millón de trabajadores asiáticos. Su régimen se transformó en una feroz tiranía que incrementó la represión y agravó el conflicto étnico al marginar, y en algunos casos perseguir a varias etnias. En esa represión murieron y desaparecieron aproximadamente 400.000 personas. Amin, apodado “el caníbal” o “el carnicero de Africa”. 

Llegó a comerse el hígado de varios enemigos políticos suyos siguiendo una tradición de guerreros que consumían las vísceras de sus enemigos derrotados para apropiarse del valor de los finados. Incluso se corrió el rumor que Idi había consumido las partes nobles de una bella chica que se negó a sus requiebros. Amín hizo que la joven fuera mutilada para que nunca pudiera gozar con otro, e hizo alarde de haber consumido las menudencias de la joven.

El genocidio Kurdo

Uno de los genocidios más recientes es el del pueblo Kurdo que conforma la nación más grande del mundo sin una patria reconocida. Herederos de los medos, esta etnia indoirania fue empujada, como otros pueblos indoeuropeos, a abandonar Europa Central y, desplazándose hacia el sureste, se asentó en Turquía, Irán, Iraq, Siria, Georgia y Armenia. Han sufrido el ataque constante de Turquía e Irak. 

El genocidio kurdo tiene datos variados. Sólo en un día, el 17 de marzo de 1988, en la ciudad de Halabja, murieron asesinados cinco mil kurdos, en su mayoría niños que se preparaban para ir a la escuela, bajo un ataque sorpresa con aviones del régimen de Hussein cedidos por Francia y la URSS y armas químicas de gas mostaza donadas por Alemania. La España socialista de Felipe González se encargó de venderle únicamente armamento convencional.


Masacre de Halabja: la foto que recorrió el mundo

Entre 1981 y 1984, cuarenta mil prisioneros kurdos fueron torturados y asesinados bajo las órdenes de Saddam Hussein ya que se negaron a renunciar a su identidad. Asimismo, las reseñas oficiales datan en cien mil los muertos kurdos en manos de las fuerzas militares de Saddam Hussein.

 Los muertos civiles durante el régimen de Hussein son incalculables. Muchos fueron torturados hasta morir. Tenían formas tan atroces de ejecutar a disidentes iraquíes como colocarles 100 gramos de explosivos en el estómago para después hacerles explotar por los aires.

 Las cifras de muertos pueden rondar los sesenta mil si excluimos a los cien mil desaparecidos. En total casi 2 millones de kurdos exterminados.


Desde el inicio del Mandato Británico en Palestina en 1920 hasta hoy miles de palestinos han sido muertos por las fuerzas de ocupación británicas y posteriormente, a partir de la creación del Estado de Israel en 1948 por las fuerzas israelíes, militares y paramilitares.

Escena de Sabra y Chatila después de la masacre

Según un informe de las Naciones Unidas, entre el 16 y el 17 de septiembre de 1982, entre cuatro mil y cinco mil palestinos fueron brutalmente asesinados en los campos de refugiados de Sabra y Chatila al sur de Beirut (Líbano) por las falanges fascistas libanesas con la protección y el visto bueno del ejército israelí que respondía a las directivas del ministro de defensa Ariel Sharon, actual primer ministro.

 La ocupación del Líbano por parte de Israel entre junio de 1982 y mayo del 2000 significó la desaparición física de por lo menos trescientos mil libaneses y refugiados palestinos. Solamente durante la presente Intifada, desde fines de septiembre del 2000 hasta hoy, los palestinos han sufrido 3.582 muertos, muchos de ellos niños y adolescentes. (La cifra no incluye a los heridos graves fallecidos). Asimismo, tuvieron 38.971 heridos.

Secuencia del dramático asesinato del niño palestino de once años Muhammad al-Durra por soldados israelíes el 30 de septiembre del 2000 en las afueras de Gaza. Su padre, aunque recibió doce balazos, logró salvar la vida

Reflexión final

Entrados en el siglo XXI, tras miles de años de “convivencia”, seguimos con la misma problemática que hace 30.000 años: Las ansias de exterminación y conquista de las poblaciones más débiles. El Sagrado Corán con su inmensa sabiduría nos invita a una reflexión final: “Quien mate a una persona, sin que ésta haya cometido homicidio o sembrado la corrupción en la tierra, sea considerado como si hubiese asesinado a toda la humanidad. En cambio, quien la salve será considerado como si hubiera salvado a toda la humanidad” (5-32). Los nazis inservibles fueron juzgados y condenados en Nüremberg. 

Pero los nazis utilizables fueron declarados “inocentes” y pasaron al servicio del imperio estadounidense. Entre ellos podemos mencionar a los científicos Werhner Von Braun (1912-1977), Alexander Lippisch (1894-1976) y Wilhelm Emil Messerschmitt (1898-1978). ¿Cuándo se condenará a la Inglaterra por arrasar Dresden, Hamburgo, Essen, Leizpig sin motivo alguno durante la Segunda Guerra Mundial?

 ¿Cuándo se condenará a EEUU por destruir Hiroshima, Nagasaki y Tokio? ¿Cuándo se condenará a Francia por asesinar a un millón de argelinos? ¿Cuándo se condenará a EEUU por asesinar a millones de vietnamitas, camboyanos y laosianos en Indochina? ¿Cuándo se condenará a Israel por sus múltiples crímenes contra los palestinos y libaneses?

 ¿Cuándo se condenará a EEUU por su complicidad implícita en los crímenes y desapariciones llevados a cabo por las dictaduras latinoamericanas a lo largo y a lo ancho del Siglo XX? En 1998 se votó en Roma la Creación de un Tribunal Penal Internacional como fundamento para la Justicia Universal. Este tribunal que debería juzgar, prevenir y castigar los crímenes del Genocidio y de lesa humanidad ha sido ignorado desde un primer momento por EEUU, la única superpotencia del planeta. Una prueba más que evidencia que aquel que ignora la justicia vive en la injusticia y realiza los mayores crímenes que son aquellos ejecutados por el Terrorismo de Estado.

Algunos de los peores criminales del siglo XX

Los rostros que vemos a continuación no debemos olvidarlos. Pertenecen a algunos de los criminales más nefastos de la historia humana.


Leopoldo II de Bélgica, el carnicero del Congo, y el zar rojo, José Stalin, el peor asesino de la historia


Heinrich Himmler, jefe de la Gestapo y las SS de Hitler, responsable directo de la masacre de los judíos en la Alemania nazi, y Harry S. Truman, presidente norteamericano que ordenó lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki


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