Pablo Gonzalez

La policía judía y los Judenräte


Administrativamente, los ghettos estaban dirigidos por un Consejo Judío, Judenrat, encargado de ejecutar las órdenes y disposiciones nazis. A partir de octubre de 1939, la Sipo fue facultada para seleccionar o reemplazar a los miembros de los Consejos, que se convirtieron en parte esencial de la política nazi de control de la población.

Los Judenräte no tenían una estructura administrativa uniforme; algunos tenían autoridad sólo en una localidad, mientras otros administraban diferentes comunidades judías por todo un distrito o, incluso, por todo un país. Generalmente, los Judenräte se formaban con rabinos y otras personas influyentes de la comunidad judía de la zona.

 La diversidad de los Consejos Judíos en los distintos ghettos fue notable, mostrando características diferentes en su constitución, su nombramiento, su grado de representatividad, su estructura interna, su relación con otras organizaciones comunitarias, con la policía del ghetto, y la posición que asumieron frente al problema de las deportaciones y el exterminio. 

Algunos Consejos actuaron como la continuación de las diversas formas de gobierno judío que habían existido en el pasado; otros fueron nombrados entre los miembros más distinguidos de la población del ghetto, con el objeto de inducir a los demás a obedecer y crear la ilusión de una existencia judía completamente normalizada.

Los deberes precisos que debían realizar estos organismos fueron definidos en una orden de Hans Frank, del 18 de noviembre de 1939, que establecía que “el Judenrat debe llevar a cabo, a través de su Presidente o Vicepresidente, las solicitudes de las autoridades alemanas. Será responsable de su estricto cumplimiento al mínimo detalle. Las órdenes que establezca con el propósito de cumplir las demandas alemanas deben obedecerse por todos los judíos hombres y mujeres”.

Estaban autorizados a administrar la vida interna del ghetto: alimentación, protección contra epidemias, registro de la población, vivienda, asistencia social, orfelinatos, asilos, comedores populares, impresión de papel moneda, etc. Pero se veían obligados a satisfacer los deseos de las autoridades nacionalsocialistas, primero de mano de obra esclava y, más tarde, organizando las deportaciones. Este sistema jerarquizado de supervisión reforzaba el carácter incondicional y absoluto con que se buscaba que los Judenrätegarantizasen el cumplimiento de las órdenes recibidas.

En algunos ghettos se desarrolló la estrategia de “rescate mediante el trabajo”, como en Lodz, Vilna, Cracovia y Czestochowa, en los que se crearon industrias y fábricas que permitirían prolongar la vida humana, a partir del supuesto de que su utilidad permitiría negociar la vida de quienes la sostenían por medio de su trabajo. En esta lógica de dominación se estableció un elemento nuevo, inexistente hasta entonces en la vida comunitaria judía: una policía judía, creada por iniciativa nazi, que cooperaba con el Consejo Judío para imponer su autoridad entre la población.

La inclusión de personalidades prominentes en los Consejos judíos, tenía un propósito dual para asegurar que las órdenes alemanas se aplicaban y desacreditaban a los líderes judíos ante los ojos de la comunidad. Los Consejos eran elegidos por las comunidades, y entre ellos elegían a su presidente, pero los resultados estaban sujetos a la aprobación de las autoridades alemanas del distrito o la ciudad. 

Sin embargo, la intervención alemana en el proceso no era absoluta, sino que en un buen número de ocasiones, los miembros activos de la comunidad determinaban la composición del Consejo. En algunos casos, los activistas judíos rechazaban entrar en el Judenrat porque sospechaban de las auténticas intenciones de los alemanes.

Por regla general, los líderes locales judíos se convertían en miembros del Consejo para corresponder a los deseos de la población judía, que consideraba a los líderes de la comunidad tradicionales como experimentados, los mejor considerados para representarlos en las relaciones diarias con las autoridades alemanas. 

Así, en las fases iniciales de su existencia, los Consejos preservaron la continuidad del liderazgo local, aunque en algunos casos, los miembros de los Consejos no tenían ninguna experiencia pública previa.
Una vez que el Judenrat era establecido, los alemanes no perdían tiempo en presentarles tareas urgentes, como reclutar a personas para trabajos forzosos, establecer un censo de la población judía, evacuar apartamentos y entregarlos a los alemanes, pagar multas e impuestos, confiscar bienes propiedades de judíos, pagar por la construcción del muro del ghetto, etc.

En muchos casos, los miembros del Judenrat intentaban retrasar las medidas administrativas y económicas que los alemanes imponían, o al menos aliviarlas. Sin embargo, los métodos tradicionales empleados por los judíos para tratar con las autoridades, no eran aplicables a las nuevas condiciones creadas por el Nacionalsocialismo. Los miembros de los Consejos Judíos intentaban explotar las rivalidades entre las diferentes ramas de la administración alemana, para conseguir aligerar las cargas impuestas a los judíos, pero sus éxitos en estos casos eran mínimos.

Los Consejos consideraban que cumpliendo las demandas alemanas imprimirían a los nazis la importancia de la comunidad judía para Alemania. De este modo, se esperaba apartar o moderar algunos de los golpes, ganar tiempo, para retrasar los castigos colectivos, o persuadirlos para reconsiderar sus políticas y conseguir mantener a los judíos como mano de obra.

Para cada ghetto, las autoridades alemanas nombraron un Judenrat, que estaba usualmente compuesto por líderes judíos aceptables para la comunidad. El Judenrat no era un cuerpo democrático, y su poder estaba centrado en una persona, no siempre su presidente, que era responsable de su cooperación en asuntos relacionados con el ghetto. El líder del Judenrat estaba subordinado a las autoridades alemanas, que delegaban en él mucha autoridad referida a los judíos, pero que lo trataban de forma despectiva y, a menudo, cruel.

Para los alemanes, representaban las necesidades judías, y para los judíos representaban a la autoridad alemana. Los alemanes no estaban interesados en las necesidades judías, y la autoridad alemana a menudo era letal para los judíos.

Desde el comienzo, los líderes judíos se enfrentaron a la tarea imposible de organizar la vida del ghetto bajo condiciones de emergencia, y bajo las constantes presiones de represión de las autoridades nazis. Las instituciones judías, en tanto pudieron existir, continuaron funcionando, no siempre abiertamente, como las que cumplían las necesidades religiosas o los partidos políticos. 

La mayor función de esos líderes e instituciones, sin embargo, fue la provisión de sustento y servicios sanitarios y de asistencia (incluyendo hospitales, orfanatos, cocinas populares, etc.). Raul Hilberg enlaza sus tareas con un pequeño gobierno municipal aislado que viviese en un territorio hostil.

La autoridad de los líderes siempre derivaba de los alemanes. El Judenrat intentaba siempre burlar a las autoridades nazis y aliviar las horribles condiciones del ghetto, al menos temporalmente. Algunos de sus componentes se comportaron de forma admirable, mientras que otros se convirtieron en personajes orgullosos de su poder, imponiéndose sobre la población cautiva.

A medida que los nazis introducían las políticas de exterminio, a los Consejos les quedaba cada vez menor campo de maniobra entre las necesidades de la comunidad judía y las demandas de las autoridades nazis. Los miembros del Consejo debían entonces enfrentarse a la cuestión de establecer una línea que cumpliese las demandas de los alemanes, salvar a individuos o grupos de judíos, aplicar regulaciones más duras, retener la confianza de la población judía, etc.

En estos momentos estallaron fuertes discusiones dentro y fuera de los Consejos, debido a que las propuestas que ofrecían a menudo encontraban fuerte oposición entre el conjunto de la comunidad.

La pauta de comportamiento de los miembros de los Judenräte quedó dentro de cuatro categorías: no cooperación con los alemanes sobre temas económicos; consentimiento sobre la expropiación de bienes; resignación ante la destrucción parcial de la comunidad, e implicación total con las órdenes alemanas, para sus propios intereses.

Un estudio de Isaiah Trunk sobre el destino de 720 miembros de los Judenräte de la Europa oriental, demostraba que casi el 80% murieron antes de las deportaciones masivas o durante las deportaciones mismas (Judenrat: The Jewish Councils in Eastern Europe Under Nazi Occupation, 1996).

Muchos historiadores han señalado que los Judenräte podrían haber hecho más para advertir a la comunidad judía, resistirse más efectivamente a los opresores nazis, etc., mientras otros señalan que, en conjunto, hicieron lo que pudieron para mejorar el nivel de vida de sus comunidades, y que fueron puestos en una terrible situación.

Casi inmediatamente después del establecimiento de los Consejos Judíos en la Europa oriental se organizaron también estas unidades, usualmente como precursoras de la creación de los ghettos.

Aunque también era un organismo creado sobre las órdenes alemanas, a menudo contenía elementos de asociaciones voluntarias de pre-guerra, pero la existencia de una fuerza de policía judía no apareció hasta la ocupación alemana. No había ningún precedente de existencia de una fuerza de policía judía, y no hay indicios de que los judíos jugasen ningún papel importante en el establecimiento de una fuerza de policía dentro de los ghettos.

Los alemanes eran los que establecían las directrices al Judenrat para el reclutamiento de miembros de la policía, que incluían características físicas, experiencia militar y educación secundaria o superior. En la práctica, estas directrices no siempre se siguieron concretamente.

El papel jugado por los Consejos en la vida pública judía durante el Holocausto es uno de los temas más controvertidos. Algunos historiadores sostienen que el Judenrat tenía un efecto debilitante en las comunidades judías, mientras que otros historiadores señalan que reforzaba el poder judío de resistencia en su lucha contra los nazis. Ha habido considerable controversia sobre el papel de esos consejos en el destino de los judíos. Por un lado, proporcionaban a las comunidades judías un cierto grado de autonomía; por otro, intencionadamente o no, eran la herramienta de los nazis para la destrucción de los judíos. Los miembros de estos Consejos tuvieron, en general, un enorme poder proporcionado por los alemanes, hasta el momento en que ellos también fueron deportados.


La policía judía

Formalmente, la policía judía constituía uno de los departamentos del Judenrat, pero desde el principio muchos Consejos tuvieron problemas a la hora de utilizar la fuerza policial públicamente, así como su funcionamiento, porque sospechaban que los alemanes tendrían supervisión directa de la policía y la utilizarían para la aplicación de sus políticas. Por eso, muchos Consejos buscaban establecer sus propios medios de control de la policía y los niveles de su comportamiento, e intentaban atraer a jóvenes que fueran de confianza.

En el período inicial, algunos de los reclutamientos creían que entrando en las filas de la policía judía tendrían una oportunidad para servir a la comunidad. Pero había otras muchas razones para entrar: pertenecer a una organización protegida, conseguir inmunidad ante los reclutamientos para el trabajo forzoso, mayor libertad de movimientos, posibilidad de obtener dinero y comida mediante los sobornos, etc.

El tamaño de la fuerza de la policía judía no era fijo, sino que dependía del tamaño del ghetto. Así, en Varsovia la policía tenía unos 2.000 miembros, en Lvov 500, en Lodz 800, en Cracovia 150 y en Kovno 200.
Los principales deberes de la policía judía eran la dirección del tráfico en las calles, supervisión de la recolección de basura y limpieza de las calles, supervisión de las instalaciones sanitarias en los edificios, prevenir el crimen y actuar como tribunal que servía de “árbitro” en disputas, etc.

 Las primeras dos categorías incluían la recolección de una gran variedad de pagos, impuestos, valores, pertenencias personales, reclutar personas para el trabajo forzoso, guardar los muros y puertas del ghetto, hacer redadas para enviar a los judíos a los campos de trabajo y, eventualmente, participar en las deportaciones de masa a los campos de exterminio. 

En la primera fase de su existencia, controlaba las instalaciones sanitarias, asistía en la distribución de alimentos y ayudaba a los necesitados. Estas tareas iniciales eran completadas con la asistencia en el control de epidemias.

La población del ghetto, generalmente, apreciaba a la policía judía por esas actividades públicas de asistencia. Sin embargo, ya en esta primera etapa hubo aspectos de corrupción y conductas sospechosas entre los policías.

Con el paso del tiempo, el papel de la policía en el alivio de las condiciones de vida en el ghetto fue considerablemente reducido. Las deportaciones masivas a los campos de exterminio comenzaron a principios de 1942, desde Lodz a Chlemno, y desde Varsovia a Treblinka, afectando a las familias de los hombres que servían en la policía, a sus amigos y a sus compañeros, y ellos decidían si debían mantenerse o no en sus puestos.

Muchos decidieron abandonar la fuerza policial, algunos de ellos de forma abierta y pública, para expresar su solidaridad con sus familias y con la población judía como conjunto; muchos de los que obraron de este modo fueron incluidos en los transportes hacia los campos. Pero también hubo miembros que se mantuvieron en sus puestos hasta la fase final de la existencia de los ghettos, cumpliendo órdenes de los alemanes hasta el final.

En referencia a las relaciones con los grupos ilegales, la policía judía actuó de formas diferentes, dependiendo de su propia situación. En algunas ocasiones, los policías siguieron una política de no intervención en las actividades ilegales; en otros ghettos, como en Kovno, la policía ayudó activamente al movimiento clandestino y algunos de sus miembros también pertenecían a la organización clandestina. Pero la relación más común era la de tensión, y en muchos casos la policía judía intentó eliminar el movimiento clandestino (Varsovia, Cracovia, etc.).

En el ghetto de Varsovia, la policía estaba supervisada por la policía polaca (denominada “policía azul”, por el color de sus uniformes), que rechazaba abandonar ese control, debido a las posibilidades de recibir sobornos que tenían.

El ghetto estaba dividido en seis distritos policiales, basados en los antiguos distritos de la policía polaca. El comandante de la policía judía era Jozef Szerynski, un antiguo coronel de la policía polaca hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, que había roto todos sus lazos con en judaísmo, aunque según las leyes raciales nazis, fue definido como judío y obligado a entrar en el ghetto. El presidente del Judenrat, Adam Czerniakow, nombró a Szerynski para su cargo como responsable de la policía del ghetto. Szerynski fue arrestado por los alemanes el 1 de mayo de 1942, acusado de contrabando de pieles desde el ghetto a la zona “aria” de la ciudad.

Durante los primeros días de las deportaciones de judíos desde Varsovia al campo de exterminio de Treblinka, que comenzaron el 22 de julio de 1942, Szerynski fue liberado y repuesto al mando de la policía judía durante la Aktion.

De acuerdo con los testimonios y memorias de los policías judíos, muchos de ellos creían que la participación en las Aktionen permitiría limitar sus consecuencias, evitar las crueldades y, sobre todo, evitar la intervención de los alemanes en la acción directa, que provocaría mayores daños. Además, los alemanes prometían inmunidad total para aquellos que participasen en las acciones y para sus familias, y exacerbaban las diferencias existentes entre ellos y el resto de los habitantes del ghetto.

Conforme las acciones se sucedían los miembros de la policía judía comenzaron a entender lo que los alemanes estaban haciendo, y que su propio futuro se veía oscurecido por las dudas. Comenzaron a desertar de las filas del servicio del orden; muchos intentaron trabajar en los talleres como guardias internos, mientras otros, sencillamente, dejaron de presentarse en las revistas matutinas, cuando se distribuían las órdenes diarias. 

La respuesta alemana fue establecer cuotas diarias que cada policía debía cumplir personalmente (cinco “cabezas” diarias), ante la amenaza de utilizar a sus familiares para cumplir el cupo.

El acto final de la deportación desde Varsovia tuvo lugar el 21 de septiembre de 1942, y las víctimas fueron los policías judíos y sus familias; el número de miembros del servicio de orden quedó reducido a 380 personas. 

Szerynski se suicidó el 24 de enero de 1943, poco después de la segunda acción que había tenido lugar entre el 18 y el 23 de enero, y que se encontró con la resistencia armada contra von Sammern, el líder de las SS y de la Policía. 

http://eltrabajonoshacelibres.blogspot.com/2014/08/la-policia-judia-y-los-judenrate.html

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