Agencias / EL LIBERTADOR /
Washington. Niños inmigrantes contaron hoy en el Congreso los motivos por los que salieron de sus países solos para llegar a Estados Unidos en un viaje peligroso para poder huir de la violencia y los abusos hacia un futuro mejor.
Dulce Medina, de 15 años, de Guatemala; la hondureña Mayeli Hernández, de 12 años, y el Saúl Martínez, de 15 años, de El Salvador, los tres países de donde procede el mayor flujo de inmigración infantil centroamericana, testificaron ante los miembros del Caucus Progresista Demócrata.
“Espero que mi historia les ayude a entender por qué es tan importante que ayuden a proteger a tantos niños que están huyendo de sus casas, como yo hice”, dijo Medina.
La joven, que vive con su madre, su padrastro y dos hermanas menores de 5 y 10 años, vino con 10 años junto con su hermana después de que un empleado que estaba ayudando a su tío en la construcción de una casa intentara abusar de ella y de su prima.
La adolescente estaba a cargo de sus tíos porque después de que muriera su padre, su madre se fue a Estados Unidos para poder mantener a las niñas, pero en vez de recibir ayuda de sus tíos las menores fueron golpeadas.
El cuartel de policía más cercano estaba a dos horas caminando de donde vivía pero “no creo que la policía me hubiera ayudado”, afirmó la menor, que contó a los congresistas que dos meses antes de marcharse vio como dispararon a una mujer enfrente de su casa.
Medina no quiere volver porque tiene miedo de ser atacada por ese hombre o por cualquier otra persona. También tiene miedo de las pandillas.
“No hay nadie que me proteja en Guatemala”, afirma en un perfecto inglés que fue alabado por la representante por el Distrito de Columbia Eleanor Holmes, que señaló que la capital federal ya acoge a 200 de estos menores.
La adolescente, que reside en Nueva York y ya goza de permiso de residencia legal (“green card”) pidió al Gobierno que permita quedarse a los niños que han llegado a territorio estadounidense “porque la violencia, las agresiones sexuales, el secuestro y los asesinatos, son las principales razones para irse”.
La hondureña Mayeli Hernández, una niña menuda, se quiebra al recordar lo que echaba de menos a su madre antes de poder reunirse con ella en Estados Unidos. Viajó con su hermana de 8 años hace un año y pidió a los congresistas que los niños “no sean devueltos porque sus madres han sufrido mucho para traerles aquí”.
Las familias llegan a pagar entre 5.000 y 7.000 dólares para que un “coyote” dirija el viaje de los menores durante el que pueden ser maltratados, explotados sexualmente o incluso perecer en el intento.
Por su parte, Saúl contó el “hambre” y el “frío” que pasó cuando estuvo hacinado con varias decenas de menores en un centro de detención bajo custodia de la Patrulla Fronteriza estadounidense, algo que consideró “la peor experiencia de su vida”.
Martínez recordó el llanto de los otros niños, la falta de sueño durante casi 6 días en los que la luz de neón estaba encendida 24 horas y cada dos horas los agentes entraban en las celdas para contar a los menores, que solo disponían de dos retretes.
“Este país tiene que saber que está tratando con niños”, dijo el congresista demócrata por Arizona Raúl Grijalva y copresidente del caucus, que destacó la “valentía” de estos menores.
La congresista californiana Nacy Pelosi subrayó la importancia de aprobar una reforma migratoria y aseguró que esta crisis tiene que ser tratada con “alma”, para respetar la “dignidad” y el “valor” de los menores, garantizando los derechos que defiende el país.
Varios de los congresistas como la representante por Illinois, Jan Schakowsky, se disculparon por las condiciones en las que fueron recibidos al llegar al país y les instaron a seguir adelante con sus sueños de ser médicos o abogados, como quiere la hondureña.
La representante por Texas Sheila Jackson Lee señaló que “es imperativo que la ley no sea cambiada” para acelerar las deportaciones de estos menores, como está estudiando al Gobierno, ante la avalancha de menores centroamericanos que superan los 57.000 y a finales de año podrían superar los 100.000.
Representantes de organizaciones de defensa de los derechos de los menores como RAICES o KIND pidieron que se acompañe a los niños en el proceso legal migratorio, ya que algunos pueden cumplir los requisitos para solicitar el asilo, y que se invierta en programas para atacar las raíces de la migración en los países de origen.