En tiempos de la Doctrina de Seguridad Nacional era rutinario que bien intencionados congresistas estadounidenses, denunciaran las aberrantes violaciones a Derechos Humanos que el régimen liberal de entonces cometía con absoluta impunidad en Honduras. Objetivamente, ninguna carta detuvo la masacre.
Esa estrategia de aniquilamiento del adversario, fue planificada por el Pentágono y ejecutada de manera brutal en el país bajo mando del mostrenco General Gustavo Adolfo Álvarez Martínez.
Similar historia vimos hace cinco años, cuando la denuncia por violaciones a Derechos Humanos durante la dictadura de Roberto Micheletti era pan de cada día, y más allá de la retórica, Micheletti, una vez cumplida la misión asignada, pasó a vivir –botín en mano— su retiro político dorado.
La nueva carta de los congresistas estadounidenses publicada en el The New York Times representa un respaldo contundente a los defensores de Derechos Humanos en Honduras que denuncian de forma patriótica y valiente las atrocidades que se cometen desde los estamentos del Estado contra un pueblo que lucha por el cambio.
No se trata, por tanto, de un invento o una campaña de opositores al régimen bipartidista, es real y verdadero que, el gobierno de turno viola de forma sistemática garantías elementales de su propio pueblo.
Ahora bien, eso no significa que en términos de política práctica algo pueda llegar a cambiar en el país. Lo vergonzoso, pero cierto hasta hoy, es que la Política de Seguridad de Honduras, en sus estrategias más fundamentales, la dicta el Departamento de Estado que dirige John Kerry, el destinatario de la misiva de los congresistas, el mismo Departamento de Estado que con la embajadora Lisa Kubiske como punta de lanza, impulsó a la Presidencia de Honduras a Juan Hernández.
Hace unos días la injerencista embajadora Kubiske, en un diario conservador hondureño, sin el menor pudor y con el mayor desprecio a los principios del Derecho Internacional, perfilaba políticas y elevaba a los altares al gobierno nacionalista que lidera Hernández.-
Y para confirmar que los intereses de Washington están garantizados y por tanto, el actual gobierno merece el respaldo irrestricto de la potencia, el Jefe del Comando Sur de los EE.UU., General John Kelly, junto a la omnipresente embajadora Kubiske, en un hecho inédito en Honduras, formó parte de la sesión del Consejo Nacional de Seguridad, en la que se delinearon líneas estratégicas de la política de Seguridad y Defensa del Estado.
Es por estas vías y no por otras, por las que Washington canaliza sus políticas hacia Honduras.
La historia no nace con cada amanecer en estas tierras, es un proceso permanente en el tiempo de hechos, situaciones, intereses y políticas lo que la construye y determina.
Todo tiene un contexto, un hilo conductor que define la política real, y como dijo días atrás Juan Hernández en el occidente del país: “nadie debe equivocarse” en el tipo de relaciones que existen entre los dos países.
La apología de Kelly a la administración de Hernández rodeado de la plana mayor de la “institucionalidad” hondureña, sólo evidencia que para EE.UU. temas como Derechos Humanos son simple discurso, si y solo si, sus intereses nacionales prevalecen en el calmado océano del vasallaje.
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