Pablo Gonzalez

Siete vidas e infinito coraje


"Difícil encontrar un personaje tan fascinante como la holandesa Tanja Nijmeijer. Imposible encontrarla y no escribir sobre ella."

Dos oraciones que dejan al desnudo la atracción que genera esta mujer en muchas personas, aunque las palabras sean propiamente las del periodista y escritor Jorge Enrique Botero.

 Así inicia él su preámbulo al libro Las siete vidas de Tanja Nijmeijer, la holandesa de las FARC , una novedad editorial de la casa latinoamericana Ocean Sur.

Tal vez fuera esa fascinación la que le condujo a seleccionar el polémico título de La vida no es fácil, papi para una primera edición de este volumen, aparecida en 2011.
 Botero reconoce que entonces quiso resaltar una faceta más íntima de Tanja, "pero al final me pareció que no resumía bien a la protagonista del libro.

 En aquel título había una marcada intención comercial que cumplió su papel en materia de ventas, pero creo que no fue afortunada en cuanto a contenido." 

La propuesta ampliada declara ahora que la mítica guerrillera tiene "siete vidas", y tal metáfora provoca, inevitablemente, el primer porqué en esta entrevista. Botero argumenta:

— Después de tomar las radicales decisiones de vida que la llevaron a convertirse en guerrillera de las FARC, Tanja ha enfrentado múltiples peligros que la han dejado varias veces entre la vida y la muerte.

 En el libro, ella narra cómo ha logrado sobrevivir a muchos combates con el ejército y a varios bombardeos, así como a las tremendas adversidades de la vida en la selva; marchas interminables por las cordilleras andinas, ríos furiosos, enfermedades tropicales. 

Cuando terminaba de recopilar información como reportero para el libro, su padre me preguntó en Holanda cómo pensaba titular el libro, y cuando le dije que “Las siete vidas de Tanja Nijmeijer”, él me comentó que le parecía un buen título, pues desde que era niña, su hija siempre salía ilesa de los peligros.

— Además del título, ¿qué trae de novedoso esta segunda edición?

— Sin lugar a dudas, la principal novedad de esta nueva edición es el estremecedor relato que hace Tanja de la tormenta de bombas con la que el ejército de Colombia y la CIA abatieron al Mono Jojoy en septiembre de 2010. 

Ella estaba a escasos 40 metros del jefe insurgente aquella madrugada y alcanzó a escuchar las últimas y desesperadas palabras de Jojoy, pidiéndole a su ayudante de campo que sacara a la gente del infierno que habían desatado más de 70 toneladas de bombas.

 Fue la última vez que la holandesa le vio el rostro a la muerte, y hay que escucharla contándolo.

»La otra gran novedad de esta edición es la etapa habanera de Tanja, haciendo parte de la delegación de paz de las FARC que busca llegar a un acuerdo con el gobierno en la capital cubana.» 

— Incontables mitos y fascinaciones han tejido los medios en torno a la holandesa de la guerrilla colombiana. En la interacción cara a cara, ¿cómo reacciona Jorge Enrique Botero ante la figura de Tanja?

— Más allá del mito mediático en que se ha convertido esta joven holandesa, ella es una muchacha bastante sencilla a la que le cuesta mucho asumirse como una figura reconocida mundialmente.

 Además, tuve el privilegio de conocerla mucho antes de que fuera famosa, cuando era una guerrillera más de un campamento en la profundidad de la selva amazónica, lo cual ha hecho que entre los dos fluya una buena relación fuente-periodista.

 Por otra parte, en el trajín constante con los medios, Tanja ha aprendido a detectar claramente quiénes se acercan a ella para hacerle daño y quiénes tienen un auténtico interés periodístico. Creo que yo hago parte de los segundos.

¿QUIÉN LOGRA LLEGAR A TANJA?

Jorge Enrique Botero se presenta, ante todo, como un reportero. Su tránsito por las salas de redacción de periódicos, revistas y noticieros de radio y televisión durante más de dos décadas le ha permitido amasar un patrimonio único de imágenes de Colombia, donde se mezclan ciudades y selvas, avenidas y trochas, ministros y jefes guerrilleros.

Botero también ha sido profesor universitario y ha ganado, entre otros, el premio de periodismo Rey de España (Madrid, 1995) y Nuevo Periodismo Iberoamericano (México, 2003). Ha publicado los libros Espérame en el cielo, capitán , Últimas noticias de la guerra , Hostage Nation y Simón Trinidad, el hombre de hierro , este último entre los próximos títulos a publicar por la editorial Ocean Sur.

— ¿Sigue Jorge Enrique Botero un método específico para escribir libros como Las siete vidas de Tanja Nijmeijer , o Simón Trinidad, el hombre de hierro ?

— Mi método para llegar a estas historias pasa por varias etapas. Lo primero, obvio, es estar siempre muy bien informado. Pero eso no basta: hay que estudiar, investigar, ir más allá de los titulares de la prensa e invertir el tiempo que sea necesario antes de comenzar a hacer el trabajo de reportero. 

Después de esta etapa de preproducción, hay que preparar muy bien la logística, dotarse de buenas herramientas tecnológicas y hacerse de la mayor cantidad de libretas posibles, que –una vez llenas de garabatos– termina siendo la materia prima del producto final. 

Soy muy meticuloso mientras llego a mis objetivos, tomo nota de cada sensación que experimento en el camino: un amanecer estremecedor, unas flores azules en medio de la selva, las mariposas amarillas que siempre nos evocaran al Maestro; la forma de las montañas, el caudal de los ríos; los rostros cambiantes de las personas que uno encuentra en el camino; el sonido de las ametralladoras y la forma como tiembla la tierra cuando caen las bombas. 

Todo debe quedar escrito en las libretas. Cuando terminan las aventuras del reportero, comienza la tortura para el escritor: cómo organizar la avalancha de voces e imágenes, qué estructura darle, cuál tono, por dónde comenzar, cómo terminar.

»Muchos de mis trabajos como reportero me han costado –literalmente– sangre, sudor y lágrimas, y entre todos ellos quizás el que más esfuerzo me demandó fue llegar a Tanja.

 Estas expediciones a la Colombia profunda siempre me han regalado magníficos paisajes, aventuras sin fin y personajes formidables, que me invitan a entregarles a los lectores experiencias cargadas de asombro y novedad. Y cuando logro lo anterior, me siento muy satisfecho.»

— En el caso de ambos libros, al tratarse temas muy sensibles, incluso para la supervivencia de los entrevistados y del proyecto al cual han dedicado sus vidas, ¿hasta dónde llega la independencia del escritor, y hasta dónde el pacto con las figuras entrevistadas?

— El periodista o el escritor de libros de no ficción no puede, nunca, hacer pactos con los entrevistados que pongan en tela de juicio su independencia. Sé que el asunto de la famosa objetividad es una vana ilusión, pues somos seres humanos que siempre tendremos un acercamiento subjetivo a la realidad. 

En esa medida, es muy probable que encontremos simpatía o animadversión hacia una fuente, e incluso, que coincidamos en su mirada del mundo, pero el escritor está obligado a tomar la mayor distancia posible frente a sus entrevistados y presentarlos al público sin apasionamientos o prejuicios. Este ejercicio de equilibrismo resulta más exitoso cuando el periodista logra acceder a fuentes diversas u opuestas.

— ¿Qué posición política del autor –porque siempre hay alguna– subyace en estos libros?

— En mis libros y escritos periodísticos subyace una posición política de izquierda, sería necio e innecesario negarlo, pues cualquier lector puede comprobarlo leyéndome. Desde mis años universitarios abracé las ideas humanistas y me vinculé al movimiento estudiantil y revolucionario de mi país, Colombia. 

Aquellos días memorables me marcaron de por vida. Luego recibí un buen refuerzo para mis convicciones izquierdistas cuando tuve el maravilloso privilegio de hacer parte de la redacción central de la agencia latinoamericana de noticias Prensa Latina, con sede en Cuba.

 Los casi cinco años habaneros de mi carrera periodística acrecentaron mis certezas de que sí son viables los modelos de desarrollo basados en el bienestar de las mayorías y en la solidaridad entre los seres humanos. 

Estas posiciones me han excluido del circuito laboral de los medios masivos de Colombia, y han dejado como saldos la estigmatización y las amenazas contantes contra mi vida, pero también me han abierto otras puertas para ejercer el periodismo sin tener que autocensurarme, como le sucede a la mayoría de mis colegas.

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