Pablo Gonzalez

Nicaragua: Un paso apresurado en forma pública


Es mejor decir “recordobizar” que “desdolarizar”, por la sencilla razón que la dirigencia de la autoridad monetaria debe promover y fortalecer la confianza en nuestra moneda, el córdoba, lo cual debería ser una tarea permanente. 

Al menos el 70% de la población de nuestro país conoce sólo una moneda de las tres que circulan en nuestro país, el córdoba –las otras dos son, en orden de importancia, el dólar estadounidense y el córdoba con mantenimiento de valor, este último un dólar disfrazado-.
 Pueden imaginar el tedio del Banco Central de Nicaragua (BCN) de manejar una política monetaria con tres monedas.

La variable macroeconómica que mide la extensión de la dolarización extraoficial de una economía es la razón macroeconómica de los depósitos en dólares respecto a la liquidez global, que actualmente en Nicaragua es igual a 67% en la actualidad y un nivel de 25% puede considerarse como una señal de alta dolarización. Por eso, la dolarización extraoficial de Nicaragua es excesiva.

Pensar en dólares en nuestro país es un problema cultural. 

La dolarización extraoficial nació con el córdoba oro, una moneda indexada al dólar que sirvió para normalizar el sistema de precios relativos en córdobas allá en abril de 1990, pero la experiencia de la hiperinflación que nos azotó a lo largo de cuatro años -desde abril de 1987 hasta abril de 1991- fue la cláusula de mantenimiento de valor anunciada en marzo de 1991.

 Esa cláusula nos metió en una trampa cambiaria, de la cual será bastante difícil salir y, además, con su acompañamiento de un gran número de mecanismos de indexación de precios en córdobas respecto al tipo de cambio oficial propició el mantenimiento de un grave déficit comercial externo, que en términos FOB se mantiene persistentemente alrededor del 20% del Producto Interno Bruto (PIB) desde 1997

En otras palabras, la susodicha cláusula estimuló las importaciones y desestimuló las exportaciones cuando se fortaleció con el establecimiento del régimen del tipo de cambio reptante o deslizante, que tiene el objetivo de reducir el diferencial entre la tasa de inflación local y la tasa de inflación internacional, cuyo objetivo es fijar el tipo de cambio real. 

Debido a esto, es una política cambiaria de corto plazo pero ya cumplió 21 años de funcionar en Nicaragua, de tal manera que el BCN es un rehén de su propia política cambiara, porque no puede depreciar al córdoba o reducir su sobrevaluación para iniciar la tarea de reducir el grave déficit comercial externo y, además, de defender la economía de los choques externos.

El colega Ovidio Reyes levantó una ola de incertidumbre con su anuncio de buscar la asesoría del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la desdolarización, mejor dicho recordobización, de la economía nicaragüense y trató de contenerla con su afirmación, cierta y correcta, que siempre se mantendrá la libre convertibilidad del córdoba, que es la columna central la estabilización macroeconómica. 

Sin embargo, ayer, públicamente, desestimó la asesoría del policía financiero internacional y se calmaron las preocupaciones de la población sobre la tenencia de los depósitos en dólares o del surgimiento de un “corralito” al estilo argentino. 

Saquemos ahora algunas lecciones de esta tormenta macroeconómica.

En el corto plazo no se puede recordobizar la economía de Nicaragua, porque..

 (i) es muy pequeña al participar sólo con el 5% en el pastel de la producción centroamericana, pero es demasiado abierta ante el resto del mundo al representar su comercio exterior de bienes y servicios el 96% del PIB;

 (ii) aunque las cifras oficiales muestran un déficit del sector público de 0.8% del PIB en 2013, el crédito petrolero, no obstante su registro como deuda privada externa, equivale al 5% del PIB; 

(iii) recordobizar con leyes o con decretos ejecutivos no es prudente, porque impulsaría una mayor informalidad del mercado, la cual ya es muy elevada -en 2012, 76%-; y 

(iv) no se puede promover artificialmente el uso del córdoba a través de normas prudenciales rígidas, porque impulsaría la fuga de capitales y destruiría el aparato productivo.

Entonces, ¿cómo recordobizar la economía nicaragüense en el largo plazo? 

Sólo con el fomento de una gran confianza de la población en el uso del córdoba. 

¿Cómo generar esa confianza? 

Además de mantener la estabilización macroeconómica, entre otras medidas de políticas monetaria y financiera se puede mencionar..

 (i) la disminución del costo del crédito en córdobas y el aumento del costo del crédito en dólares, a través de la disminución de la tasa de encaje para los depósitos, que hoy es igual a la tasa de encaje para los depósitos en dólares en 12% diaria y 15% catorcenal;

 (ii) con el establecimiento de requisitos más exigentes en las provisiones para los préstamos en dólares, que hoy son iguales para los préstamos en córdoba (tipos de clientes: A, 0%; B, 5%; C, 20%; D, 70%; y E, 100%); 

(iii) con el fortalecimiento de la banca estatal de fomento, hoy conocida como Banco PRODUZCAMOS, que coloque créditos en córdobas a mayores plazos y menores tasas de interés para romper el oligopolio bancario existente en el mercado local; y

 (iv) con un mayor desarrollo del mercado de capitales en córdobas para facilitar la concesión de préstamos a largo plazo en córdobas.

Por supuesto que el costo de la recordobización de la economía es el empobrecimiento porque pagamos las ineficiencias de la economía con la devaluación. 

La estrategia gubernamental para combatir la pobreza indica que el crecimiento económico es la clave para que los nicaragüenses dejen de ser pobres, pero ésta es una posición bastante romántica e ilusoria. 

Entre el crecimiento económico y el bienestar de la población no existe una relación automática.

 La estrategia ignora la solución de los problemas de la distribución del ingreso y de la composición sectorial del crecimiento económico y, aún más, la concentración del futuro crecimiento económico entre los pobres.

Con la dolarización oficial de la economía, el costo social es el desempleo, las ineficiencias de nuestra economía serán más evidentes y exigirían la eliminación de actividades y empresas ineficientes, por lo cual se provocaría una contracción de la producción con el consecuente desempleo y la reducción de los ingresos tributarios. 

Si se tomara la decisión de dolarizar la economía, el desarrollo económico del país dependerá, por consiguiente, de la productividad o de la pobreza, pero esto no es el caso que nos ocupa.

Felicito al presidente del BCN porque sacó a relucir, sin mencionarlo, el grave problema estructural de la economía de Nicaragua del gran déficit comercial con el resto del mundo, que ha sido intocable desde inicios de la década de los noventa del siglo pasado y que provocó un severo endeudamiento público externo, que fue aliviado por dos iniciativas de reducción de la deuda pública externa.

Reducir ese grave déficit comercial externo es un problema del tipo de cambio real, y éste no se mejora con la política cambiaria deslizante o reptante. 

El tipo de cambio nominal diario que el BCN publica mensualmente sólo sirve para pagar la deuda externa. 

Es por ello que el objetivo último de la recordobización de la economía es desatar al BCN de las cadenas de su impotencia frente al tipo de cambio real.

 ¿Cómo desatarlo? 

El colega Ovidio Reyes debe comenzar a promover la confianza en la tenencia del córdoba sin apellido, es decir, sin mantenimiento de valor.

http://nestoravendano.wordpress.com/

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