Miguel Bernal Alonso, El Economista
Podría parecer una broma de muy mal gusto que previamente a la celebración del Primero de Mayo, fiesta del trabajo, se publicase la EPA -Encuesta de Población Activa- que se dio a conocer el día anterior, pero no lo es.
La encuesta refleja de forma desoladora el paisaje que la crisis deja en España y que se define como desempleo, desigualdad y pobreza.
La encuesta refleja de forma desoladora el paisaje que la crisis deja en España y que se define como desempleo, desigualdad y pobreza.
La actual crisis, que guarda grandes similitudes con el crack del 29, se ha cebado en España, cuyo mercado laboral presentaba ya una situación muy complicada, la famosa rigidez y bipolaridad de contratación.
La reforma laboral, impuesta desde Europa e impulsada por Alemania, se ha realizado en el peor de los escenarios posibles.
Por más que se quiera no puede achacarse las cifras de desempleo a la misma, sino a la tremenda caída de la actividad. Quizá, y como algunos servicios de estudio nos dicen, la reforma haya incluso salvado puestos de trabajo pero con ello no basta, no podemos sentirnos satisfechos, ni podemos fiar la recuperación del trabajo a la recuperación económica.
El crecimiento va a ser lento, falta de vigor, insuficiente a todas luces para absorber la enorme destrucción de empleo y sigue sin estar exento de riesgo de recaída.
Si se analizan los datos del primer trimestre, la caída del desempleo arroja una cifra muy tibia, tan solo desciende en 2.300 personas, muy poco dado que el número de total de parados es de 5.933.000 personas y que tiene un claro reflejo en la subida de dos décimas del desempleo frente al trimestre precedente.
Pero de la tibieza al escalofrío: la destrucción de empleo, aquellas personas que han perdido el trabajo, es de 184.600 personas; la población activa -personas en edad de trabajar que están ocupadas o paradasdesciende siguiendo la tendencia iniciada en el 2011, peor aún es que la misma se agudiza y que lleva a la ratio de actividad a situarse en el 59,46 por ciento, la más baja desde el segundo trimestre de 2007.
Esa son las frías cifras del tremendo desempleo generado durante esta crisis.
Pero además del impacto directo del desempleo la crisis deja una enorme desigualdad, abriendo una brecha que todavía se antoja que tardará mucho más en cerrarse.
No hace falta salir de la EPA para ver esta desigualdad: en el trimestre el número de asalariados por cuenta propia desciende y aún cuando se suaviza la tasa de temporalidad de la misma es del 23,13 por ciento; los trabajadores a tiempo parcial se incrementan y son ya el 16,20 por ciento; la reducción del desempleo no se produce en las personas que tienen 55 años o más; continúa aumentando el paro de larga duración o superior a un año, así como el de los que buscan su primer empleo.
La desigualdad se traduce en segmentación de trabajadores, precariedad, temporalidad, aumento de los falsos autónomos o si prefieren sustitución de contratos laborales por mercantiles.
Junto a estas cifras, y aún cuando no se recojan en la EPA, habría que recordar que los costes laborales unitarios, salarios si se prefieren, encima han caído como Banco de España nos decía recientemente.
Lo peor es que la suma de desempleo y desigualdad conduce a pobreza.
La EPA apunta a ello, lo sugiere, hay algún dato revelador como que disminuye el número de hogares donde todos sus miembros están ocupados o aquel que cifra en casi dos millones las familias en donde todos sus miembros están parados, pero para retratar la pobreza es mucho mejor una organización como Caritas, que día a día pulsa la realidad de la calle.
Su informe es meridianamente claro: España tiene el segundo mayor índice de pobreza infantil de la Unión Europea, situándose nueve puntos por encima de la media europea; la tasa de abandono escolar prematura es la mayor de Europa con un 24,9 por ciento frente al 12,7 europeo; existen 13 millones de españoles en niveles de tasa de pobreza; las personas mayores se ven especialmente afectadas por la crisis, algo preocupante si tenemos presente que en muchos hogares son las pensiones de jubilación los únicos ingresos; el 12 por ciento de la población española que está trabajando no gana para escapar de la pobreza.
¿Es exagerado identificar desempleo, con desigualdad y con pobreza, como dice el título de este artículo? No, no lo es. La OCDE, que no es precisamente alarmista ni extremista, viene diciendo que el desempleo y los contratos temporales son los causantes del aumento de la brecha social que esta crisis deja.
Es por tanto necesario acabar la reforma laboral y suprimir la dualidad imperante de los contratos fijos y temporales; es necesario un contrato único lo antes posible; es necesario una formación orientada al mercado laboral y que se compagine con un contrato laboral que sea dual para enganchar a los jóvenes y a trabajadores con baja cualificación; es necesario mini jobs para que no aumente los parados de larga duración ni se desvinculen del mercado labora; es necesario una política activa e incluso con subsidios ligados a formación para los parados de mayor edad; es necesario rebajar los costes agregados -coste fiscal y despido- para incentivar la contratación; es necesario incentivos fiscales que promuevan la contratación no precaria.
Son necesarias políticas sociales para poblaciones infantiles dentro de la pobreza, para desempleados de larga duración.
Pero sobre todo es necesario políticas de expansión económica en lugar de tanta austeridad, el antídoto contra el paro se llama actividad.