Pablo Gonzalez

Elecciones europeas: de lo que no hablan los partidos de izquierdas


El panorama político y mediático español respecto a las próximas elecciones europeas es desolador.

 A pesar de la caída de los llamados partidos conservadores y socialdemócratas tanto en España como en Europa su hegemonía parlamentaria seguirá vigente tras el 25 de mayo y la aplicación del libreto neoliberal contra las clases trabajadoras y populares está garantizado. 

De nuevo, como si nada hubiera ocurrido en los últimos seis años, nos encontramos con unos partidos políticos neoliberales y unos medios de comunicación corporativos repitiendo los mismos guiones electorales habituales, desviando la atención de los ciudadanos de los asuntos realmente fundamentales abriendo falsos debates bipartidistas, lanzando eternas promesas que no cumplieron cuando gobernaban y jamás cumplirán, y realizando un ejercicio de hipocresía y cinismo insoportable para cualquier ciudadano con un mínimo de consciencia de lo que ocurre.

 Escuchar, por ejemplo, a Elena Valenciano (PSOE) proponer una "Troika social" o escucharla criticar al PP por aplicar "el dogma neoliberal" que impone Bruselas, cuando ambos partidos (PP-PSOE) cambiaron la Constitución por orden de los "mercados financieros" y son fieles servidores de la Troika, la Banca y las multinacionales, resulta bastante estomagante. 

Los sondeos que se hacen públicos indican que la abstención en las próximas elecciones europeas podría alcanzar el 60%, algo que beneficia al bipartidismo neoliberal. 

No existe en España ni en el resto de Europa ninguna ley que exija un porcentaje mínimo de participación electoral para considerar legítimas unas elecciones. 

De ahí que tratar de utilizar la abstención como un instrumento para atacar o deslegitimar el sistema resulta inútil. 

Pese a su desgaste, los dos grandes partidos o bloques neoliberales en España (PP-PSOE) y en el resto de Europa (conservadores o liberales y socialdemócratas), disponen de un gran "suelo electoral" que acudirá religiosamente a las urnas. 

Si esta abstención se llevara al extremo, los partidos neoliberales ganarían por incomparecencia del rival, aunque sólo acudieran a votar un 10% de los ciudadanos. Las leyes electorales se lo permiten. 

El propio sistema de democracia representativa está o debería estar en cuestión. 

No puede considerarse como "representativo" de la voluntad popular un proceso en el que participan menos de la mitad de la población. 

Tampoco pueden considerarse como "representativos" y "democráticos" unos parlamentos cuyos miembros no pueden ser elegidos y revocados directamente por los ciudadanos. 

Y muchos menos debería permitirse en un sistema realmente democrático que un gobierno pueda legislar con mayoría absoluta cuando solamente fue elegido por un 30% de la población con derecho a voto, como está ocurriendo en estos momentos con el gobierno neoliberal y reaccionario de Mariano Rajoy. 

En el caso de la Unión Europea, el Parlamento Europeo que teóricamente representa los intereses de los ciudadanos europeos, está supeditado en la práctica a lo que decida el Consejo de Europa y la Comisión Europeaque son quienes realmente marcan la dirección política de la UE y no se someten a ningún filtro democrático por parte de los ciudadanos. 

Hablar de representación o de soberanía popular en Europa es un sarcasmo que no resiste el menor análisis. La "soberanía europea" reside en las 20 corporaciones que controlan la economía mundial y en los 2.532 lobbies que trabajan a diario en las instituciones europeas. Nada más. 

La izquierda política se encuentra fragmentada. Las diferentes sensibilidades o corrientes ideológicas que la conforman así como los diferentes movimientos sociales son incapaces por ahora de ponerse de acuerdo en un programa de mínimos (aunque ambicioso y rupturista) que ilusione a las víctimas del régimen del 78 y que aspire a superar al bipartidismo neoliberal dominante. 

La aparición de un buen número de nuevos partidos o plataformas "progresistas" no ayuda mucho a alcanzar ese objetivo unitario. 

Estos nuevos partidos o plataformas "progresistas" no proponen nada que no proponga la izquierda parlamentaria o extraparlamentaria ya existente. 

La inmensa mayoría de las propuestas electorales de estos nuevos partidos en materia económica, o de lucha contra la corrupción, o de democratización de las instituciones, etc. pueden ser asumidas por los partidos de izquierdas clásicos, y viceversa.

 Entonces, ¿por qué no son capaces de alcanzar un acuerdo?

 El problema en la mayoría de los casos no parece ser de propuestas, sino de quién encabeza ese posible proyecto político. 

Percibo demasiado afán de protagonismo y muy poca altura de miras y generosidad por parte de los diferentes dirigentes políticos, nuevos y viejos. 

Todos quieren ser los actores principales de "la alternativa" y ninguno está dispuesto a ocupar un papel secundario por el bien de la mayoría social y del proyecto político común antineoliberal que debe construirse.

 En demasiadas ocasiones pareciera que su fin no es acabar con el sistema sino buscar acomodo dentro de él aprovechando que éste se resquebraja. 

Ante todo este conglomerado de partidos, las clases trabajadoras y demás víctimas del sistema se limitarán a elegir entre aquellos personajes públicos que más simpatía les despiertan. 

Los debates profundos sobre la globalización capitalista y la coyuntura política y económica internacional parece que no existen, salvo en foros muy reducidos y especializados. 

En este sentido lo que más me llama la atención es que a estas alturas ninguno de los partidos de izquierdas clásicos ni de los nuevos partidos o plataformas "progresistas" está hablando de los asuntos verdaderamente importantes que deben estar sobre la mesa en estos momentos. 

Nadie está hablando ni discutiendo sobre la necesidad imperiosa de que España abandone el Euro.

 Nadie habla de romper con los actuales tratados políticos y económicos europeos a los que estamos sujetos, como el viejo Tratado de Maastrich o el reciente Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza que nos obliga a recortar nuestro gasto público y social.

 Nadie está hablando del peligro que supone el Tratado de Libre Comercio que la Unión Europea está negociando con EE.UU de espaldas a los ciudadanos y que será nefasto para nuestra pequeña industria y para los intereses de las clases trabajadoras. 

Nadie está hablando sobre cuál es su postura sobre asuntos geopolíticos tan importantes como el imperialismo llevado a cabo por EE.UU y la UE en Ucrania, o contra Venezuela o Siria entre otros.

 Nadie habla del papel que ocupará el Estado español en el nuevo orden mundial multipolar que se está desarrollando.

 ¿Cómo es posible que quienes aspiran a ocupar un escaño en el Parlamento Europeo no estén discutiendo y posicionándose sobre unos asuntos tan trascendentales como estos y que afectan tan directamente al futuro de los ciudadanos españoles y europeos? 

Todos ellos nos hablan de conceptos como "recuperar la soberanía", o de "no aplicar más recortes sociales" ni "políticas de austeridad", o de "oponerse a la Troika", o de "gobernar para los ciudadanos y no para los Bancos", o incluso de "no pagar la deuda ilegítima" o nacionalizar Bancos y las empresas eléctricas, pero ninguno de estos dirigentes políticos, se llame Cayo Lara, Pablo Iglesias, Hervé Falciani, Elpidio Silva, etc. nos explican cómo van a realizar la cuadratura del círculo de aplicar estas y otras muchas medidas antineoliberales dentro de un marco político, jurídico y económico neoliberal que impide precisamente la aplicación de estas medidas que proponen. 

No nos explican, por ejemplo, cómo demonios nos vamos a financiar si los "mercados" dejan de financiarnos cuando un hipotético gobierno de izquierdas se disponga a incrementar las pensiones, los salarios y el gasto público, tal y como propone "la izquierda".

 Nadie nos lo explica. 

No podemos perder el tiempo discutiendo de qué color pintamos las paredes de nuestra casa cuando la vivienda no tiene tejado y además el dueño del edificio pretende demolerlo. Como dice Julio Anguita, "no está en cuestión el reparto de la tarta, sino la tarta entera". 

O como dice el presidente Rafael Correa, "no estamos viviendo una época de cambios, sino un cambio de época". Y en esta coyuntura histórica la izquierda española no está a la altura de las circunstancias. 

Si el motivo del silencio de esta amalgama de partidos y plataformas denominadas "de izquierdas" o "progresistas" es hacernos pensar que dentro del sistema capitalista neoliberal europeo tiene cabida una verdadera democracia y una sociedad justa e igualitaria (el camino al Socialismo) nos están engañando. 

Dentro del sistema capitalista, de su modelo de "libre"- mercado globalizado y de sus reglas no hay solución para las clases trabajadoras ni margen para cambios profundos que transformen la correlación de fuerzas actual. 

Resulta muy cínico e hipócrita por parte de la izquierda hacer propuestas a nivel doméstico sin hablar de la ruptura con el marco estructural que impide su implementación y que además es la causa de todos nuestros problemas. 

A pesar de los movimientos sociales, de las dignas luchas sectoriales de los trabajadores y algunas victorias concretas de la sociedad civil organizada, el panorama político en España es desolador y no se atisba por ningún lado una ruptura con la oleada neoliberal que nos inunda. 

http://adolfof.blogspot.com/2014/04/elecciones-europeas-de-lo-que-no-hablan.html

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