Las autoridades brasileñas apuntan al robo como la causa más probable del asesinato este viernes de Paulo Malhaes, un excoronel del Ejército de Brasil de 72 años de edad que admitió torturas y asesinatos a presos políticos durante la dictadura militar (1964-1985).
Según ha indicado al diario ‘O Globo’ William Pena Júnior, de la Delegación de Homicidios de Bajada Fluminense, una región del estado brasileño de Río de Janeiro, la hipótesis más plausible para explicar la muerte del exmilitar, que fue hallado el viernes su casa a las afueras de Río, es la del robo.
“La primera hipótesis es latrocinio, pero no se descartan otras hipótesis y serán estudiadas”, ha manifestado el responsable, subrayando que “el modus operandi de la acción es típico del latrocinio”.
Según el Código Penal brasileño, se habla de latrocinio cuando para consumar un robo la violencia empleada por el ladrón provoca la muerte de la víctima.
Según ha podido saber ‘O Globo’, Malhaes falleció por un edema pulmonar, isquemia de miocardio y miocardiopatía hipertrófica, si bien aún no se han dado a conocer los resultados de la autopsia.
Un experto forense consultado por el diario ha apuntado a que se trataría de un “infarto”. “Debe haber sufrido un infarto (…) esta nervioso lo que le provocó una insuficiencia cardíaca”, ha valorado.
El pasado mes de marzo, en una declaración ante la Comisión Nacional de la Verdad –creada en 2012 por la presidenta brasileña Dilma Rousseff para esclarecer los crímenes cometidos durante la dictadura–, Malhães reconoció que los militares cometieron asesinatos contra los detenidos en la Casa de la Muerte de la localidad de Petrópolis.
Asimismo, durante su testimonio, el ex coronel explicó que las víctimas eran mutiladas –cortándoles los dedos o quitándoles la dentadura– para que no pudiesen ser identificados en el caso de que el cadáver fuese hallado en un futuro.
Medio millar de personas desaparecieron o murieron en Brasil durante el gobierno militar y miles más fueron detenidos y torturados, incluida la actual presidenta, Dilma Rousseff.
El cuarto donde Malhães fue asesinado.