¿Recuerdan ustedes el magnífico discurso de George Bush en ocasión del referéndum de Gibraltar el pasado 2002? Seguro que sí, pues a la calidad literaria de su texto se añade el valor emocional para todos los españoles. Es el llamado “Discurso de Galveston”, pues en esa ciudad se pronunció.
Déjenme que les recuerde uno de sus párrafos más memorables.
El presidente se dirige a Inglaterra: “Juntos luchamos por causas nobles y en ellas cayó lo más granado de nuestra juventud. Cayeron en los cuatro puntos cardinales y todo el planeta admiró el testimonio de su sacrificio. (...)
En medio de aquellos años terribles nos dimos palabra de establecer, tras el conflicto, un orden más justo en el que ya no cupiese el mal de colonialismo (…).
Nadie puede ocupar la patria de otro, ningún título, jurídico o histórico, condona el que amos de lejanos países hoyen territorios que merecen el cumplimiento de sus propios sueños.
Hoy los EEUU, por mi boca, os recuerdan esa promesa que vuestro primer ministro firmó con el presidente Franklin Delano Roosevelt a bordo de un buque de guerra y que lleva el nombre de Carta del Atlántico.
En su nombre os digo que habéis faltado a vuestra palabra y que jamás aceptaré el resultado del referéndum de Gibraltar, con el que queréis evadir el mandato de las Naciones Unidas de descolonizar tal plaza, que por derecho e historia no puede ser sino española”.
¿Por qué Inglaterra puede mantener una colonia en territorio español contra el mandato expreso de la ONU, consentir un referéndum y nadie habla de sanciones y Rusia no puede hacer algo parecido?Obviamente, nadie recuerda ese discurso porque George Bush Jr. no lo pronunció.
Pero Barak Obama sí ha dicho que “nunca aceptará el resultado del referéndum de Crimea”. ¿Por qué Inglaterra puede mantener una colonia en territorio español contra el mandato expreso de la ONU, consentir un referéndum y nadie habla de sanciones, y Rusia no puede hacer algo parecido? Lo dejo así.
Ya que he introducido el tema de las sanciones permítanme que les recuerde que este debate lo tuvimos ya en 2009 después de la guerra de Georgia. Y la conclusión fue que los activos estratégicos de Rusia hacen imposible la represalia. Repito la lista.
Por Rusia pasa la Northern Distribution Network, carretera esencial para el esfuerzo de guerra afgano. Sin el espacio aéreo ruso tampoco se podría llevar adelante ese empeño. Cooperación antiterrorista: fue Rusia quien previno a los EEUU contra los hermanos Tsarnaev, autores de la bomba de Boston, advertencia que los servicios de seguridad americanos ignoraron.
Mientras tanto, el héroe del Maidán y hoy director general de Seguridad o equivalente en Ucrania, Alexander Muzychko, es veterano de la guerra de Chechenia, en la que luchó al lado de los islamistas radicales. Oriente Medio: Rusia podría tomar, tanto en el caso iraní como en el sirio, otro tipo de actitud, lo que haría el problema irresoluble.
Dígase también que gracias a la profesionalidad de la diplomacia rusa se evitó algo muy malo en Irán (lo ha reconocido el propio Netanyahu) y que gracias a sus consejos (ratificados por el Vaticano) se evitó bombardear al bando equivocado en Siria.
Queda el gas, que de cortarse produciría un verdadero apocalipsis en Europa y Turquía, algo que Rusia ya ha dicho no va a llevar a cabo. Armas estratégicas: en el doble frente del Start y de la OSCE, negarse a inspecciones sería gravísimo.
Y todavía peor si esa iniciativa se extendiese a las inspecciones de la OIEA. Terminaremos hablando de su rol indispensable en el equilibrio del mundo gracias a sus 8.000 kilómetros de frontera con China. Disculpen que les refiera lo que ya se dijo en 2009. Parece que tendremos que irlo repitiendo.
Nos haremos entonces una pregunta típicamente rusa: “¿Qué hacer?”. The Economist tienen una respuesta feroce; ellos, que siempre fueron pro-Mussolini en sus días. “Es difícil enfrentarse a un país mimado por puesto permanente en el Consejo de Seguridad y fuerza nuclear, pero ha de hacerse y se hará”. Uno, más modestamente, tiene una alternativa de sentido común: “Si ya sabes de antemano que no vas a poder responder al zarpazo del oso, lo más prudente es no ir a enredar a la entrada de su madriguera”.
Polémicas aparte, este asunto de Ucrania (ver especial Conflicto de Ucrania) ha puesto a mi querida Europa en una situación estratégica imposible. Empecemos por el atlantismo.
El modelo tradicional era el compromiso americano con el Continente. La derecha estaba encantada, la izquierda también, aunque no lo decía tan alto. Pero este paradigma quebró el pasado 11 de octubre de 2011, cuando la secretaria de Estado USA, Hillary Clinton, anunció que su país se replegaba en todo el mundo para concentrarse en el Sudeste Asiático.
De ahí la retirada afgana y el acuerdo de Irán, este último para irse de Oriente Medio. ¿Y Europa? A partir del 1 de enero de 2014, las tropas USA destinadas en Europa no tienen ni ayuda de vivienda ni complemento familiar. Bases e inmuebles están empezando a cerrarse. El número de fuerzas se mantiene, pero en estas circunstancias no es difícil entender que irán disminuyendo. De ahí el escudo antimisiles como sustituto.
Un escenario estratégico imposible
Frente a esta disminución del compromiso militar de los EEUU, a Europa no le queda más remedio que unirse políticamente y aumentar su presupuesto de Defensa. Pues bien, no solamente no hacemos eso sino que, en este escenario, EEUU (al menos parte, los republicanos más duros) exige que mantengamos una hostilidad estratégica con Rusia. Entenderán que eso nos lleva a un escenario estratégico imposible.
Rusia podría tomar, tanto en el caso iraní como en el sirio, otro tipo de actitud, lo que haría el problema irresoluble. Dígase también que gracias a la profesionalidad de la diplomacia rusa se evitó algo muy malo en Irán (lo ha reconocido el propio Netanyahu) y que gracias a sus consejos (ratificados por el Vaticano) se evitó bombardear al bando equivocado en SiriaPasemos ahora a Europa.
Si el euro nos dividió en centro y periferia, la crisis de Ucrania nos está dividiendo en Visegrado y Europa nuclear. Ahora bien, Visegrado (Hungría, Chequia, Eslovaquia y, sobre todo, Polonia) puede permitirse el lujo de administrar su antirrusismo desde el rencor y el apoyo de la extrema derecha americana. Ello no infringe ningún principio de geoestrategia porque esa conducta los alza a socios estratégicos cuando ni por PNB ni por activos industriales podrían o deberían de estar ahí.
Distinto es el caso de la Europa nuclear y de los propios EEUU. Francia tiene trenes y portaviones que vender, España refinerías y trenes de alta velocidad, Italia, una soberbia industria manufacturera, Inglaterra, la City, y Alemania todo lo demás, incluida una Ostpolitik ejemplar que a ciertos actores internacionales molesta mucho.
De EEUU he hablado ya en el párrafo anterior. Así que yo sugeriría a Europa llegar a acuerdos estratégicos con Rusia y EEUU basados no en la nostalgia de un tiempo ido (Yalta, la hegemonía unilateral, la URSS, etcétera), sino en las exigencias del mundo de hoy para redefinir un paradigma acorde con las necesidades y los intereses de todos.
Porque las Relaciones Internacionales, sobre todo ahora que Rusia es Rusia otra vez y la URSS un mal recuerdo, no se dejan aprisionar en el reduccionismo de derechas e izquierdas, sino que se mueven en el campo del poder y de los intereses. Abran un libro de primero de Relaciones Internacionales.
Definición: “Relaciones entre estados definidas en términos de poder sin más limitaciones que las mutuamente acordadas como vinculantes”.
Visegrado lo sigue al pie de la letra.
http://taximarbella.blogspot.com/2014/03/ucrania-gibraltar-las-sanciones-rusia-y.html