No nos habíamos referido a los resultados de las elecciones parlamentarias ocurridas en Colombia, en donde el partido del «paraco» Uribe fue la segunda fuerza política más votas; si bien bajo un clima de indiferencia y bajísima participación, en torno a un 30% del electorado.
En ese sentido, en estas líneas se intenta dar una respuesta a esos resultados que resulta insuficiente en consecuencia con poca objetividad, tomando en consideración el éxito relativo alcanzado por las fuerzas filofascistas y en las condiciones en que se da.
En lo que hay que hacer hincapié es que ese resultado es fruto directo de la inoperancia de las fuerzas de «izquierda», la institucional burguesa –también de las clandestinas–; pues en resumen este resultado haya sido por los motivos que fueran debe de ser comprendido como un rotundo fracaso de esas fuerzas.
De su incapacidad de llegar a las masas y activarlas ante la posibilidad del asenso de activos de la ultraderecha a sectores sensibles de las esferas de poder.
El documento:
Si alguien quiere un radiografía muy fiel de la denominada democracia liberal colombiana bien puede revisar los guarismos de las votaciones del domingo 9 de marzo pasado. El escenario comicial señala el control del procedimiento de las urnas por grandes poderes sociales, políticos e internacionales, mientras el pueblo, la gran mayoría, la multitud se ha colocado al margen de diversas formas.
Cohecho, compra y venta de votos, chocorazo, mermelada, votos nulos por montones, significativa votación en blanco y abstención muy amplia, son tendencias muy pronunciadas en el escenario electoral.
La abstención llegó hasta el 55%; aumento de expresiones como tarjetas nulas o no marcadas, síntoma del fraude orquestado por la Registraduria; voto en blanco del 5%, que en algunos departamentos se acerco al 10%, como en Boyacá.
En los grandes centros urbanos, donde la gente dispone de mayor libertad votó nulo o se abstuvo.
Las legitimidades de los sujetos políticos prevalentes da grima, Santos, el Presidente, tiene 16 votos de cada 100, con los partidos del presupuesto; Uribe Velez, mismísimo jefe de la ultraderecha paramilitar, 15, con el soporte de los militares; la UP, menos el 0.5; el Polo, 2 de cada 100; y el verde igual.
Tiene tales distorsiones la consulta electoral, que en la Costa Caribe, región muy atrasada y rural, grandes caciques santistas se alzaron con la representación del 30% del nuevo poder legislativo, con personajes bastante extraños, cercanos a la pistola paramilitar, como Musa Besaile Fayad, Bernardo Miguel Elias y Sandrá Villadiego.
Algunos intentan explicar la serie de anomalías detectadas como la manipulación, la compra venta de votos, la corrupción y la utilización de cifras enormes del presupuesto como algo positivo.
María Rosario Stabili (italiana), afirma en varias de sus investigaciones de historia política, apoyándose en la autoridad del historiador inglés Blakemore, quien citando a E. Gibbon, insinúa que la corrupción electoral puede ser interpretada como el "síntoma más factible de lo infalible de la libertad constitucional".
Apoyada en esta cita, Stabili (1), afirma que la compra venta de votos, el fraude, la manipulación de los resultados, crean un gran movimiento y desencadenan un proceso de formación de un mercado político. Si en la economía se evalúa como factor de progreso y modernización la creación de un mercado nacional respecto a formas previas y más limitadas de intercambio, no veo por qué no se puede evaluar de la misma forma la creación de un mercado político.
El asunto de que un ciudadano tiene la posibilidad de dar su voto a quien lo paga mejor, ¿no introduce, también en forma distorsionada, un elemento de libertad?. La posibilidad, por lo menos teórica, de elegir a pesar de todos los fraudes, ¿no representa un pequeño paso adelante respecto a una situación en la cual las elecciones estaban bajo el control absoluto de los funcionarios del Ejecutivo?.
Estas reflexiones son completadas por Stabili con el siguiente argumento con respecto a la corrupción electoral: Debe distinguirse dos tipos de corrupción electoral, aquella que permite introducir en la sociedad en que se practica elementos de modernización política y espacios de libertad ciudadana, y otra, en donde su práctica constituye un elemento de freno y de bloqueo , y no de desarrollo del proceso político, que es claramente lo que estamos observando con los datos del pasado 9 de marzo en Colombia.
Menos podemos aplicar a lo sucedido, el supuesto establecido por A. Downs en su teoría de la rational choice (2) para describir el comportamiento racional de los sujetos políticos al adoptar su decisión, cuando afirma que el sujeto político racional, en un sistema multipartidista, como es el actual colombiano, hace una estimación de las que, a su juicio, son las preferencia de los demás votantes y actúa de la siguiente forma:
a) si su partido no parece contar con oportunidades razonables de ganar, vota a su favor;
b) si su partido no parece contar con oportunidad alguna de ganar, vota por otro partido que tenga razonable posibilidad , a fin de impedir la victoria del partido que menos le gusta y, por último,
c) se trata de un votante orientado al futuro, puede votar por su partido favorito, aun cuando al parecer no tenga oportunidades de ganar, a fin de aumentar sus posiciones en elecciones futuras.
Así que lo que tenemos hoy es la degradación absoluta del proceso político electoral, obligando a pensar en una refundación de la democracia mediante la convocatoria y realización de una Asamblea Constituyente popular, tal como se ha debatido en meses recientes a propósito de los diálogos para acabar con el conflicto armado interno.
Notas
1. Stabili, Maria Rosaria (1991) Mirando las cosas al revés.
2. Downs, Anthony (1957) Teoría Económica de la democracia, Editorial Aguilar S. A Madrid.
Horacio Duque
La Haine