Marco A. Gandásegui |
En 45 días los panameños elegirán al nuevo Presidente, 71 diputados, 76 alcaldes y más de 600 representantes de corregimiento.
La correlación política de fuerzas favorece, sin lugar a duda, a los sectores asociados a los propietarios, entre ellos los rentistas y especuladores.
Marco A. Gandásegui, hijo / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Los tres candidatos que responden a esos intereses marcan el 90 por ciento de las preferencias en las encuestas.
Mientras tanto, el sector productivo (industrial y agropecuario) ha quedado rezagado y apenas se acopla a la cola de los grandes capitales rentistas y especulativos.
Entre los rentistas y especuladores se encuentran muchos profesionales que constituyen una especie de ‘inteligencia orgánica’.
Son los encargados de proponer líneas de acción políticas para mantener un orden social.
Este orden debe permitirles acumular riquezas a una tasa tolerable (entre el 30 y el 50 por ciento).
La ‘inteligencia orgánica’ está formada por abogados, periodistas, clérigos, educadores, economistas, sociólogos y otros.
La tarea de éstos es resolver dos tipos de conflictos sociales que le son comunes a cualquier sociedad dividida en clases sociales.
Por un lado, limitar a su mínima expresión los conflictos internos entre los propietarios.
Por el otro, legitimar la política de contención y represión de las clases trabajadoras (no propietarias).
En el caso de Panamá hay una ‘inteligencia orgánica’ débil que, a su vez, representa a una clase propietaria muy frágil.
Durante la primera mitad del siglo XX la ideología dominante (que manejaba la ‘inteligencia orgánica’) era neo-colonial, manejada por cuadros liberales y subordinada a la presencia omnipotente del ocupante militar norteamericano.
Esa ideología ‘hegemónica’ se resquebrajó a principios de la segunda mitad del siglo XX por la insurgencia de fuerzas populares.
La ‘hegemonía perdida’ se recuperó después de la invasión militar norteamericana de 1989.
El poder liberal-conservador tenía que ser reconstruido.
Los cuadros intelectuales fueron reciclados y apareció una ideología neoliberal.
En 1990 los partidos políticos reconocieron que tenían tres tareas fundamentales: Primero, legitimar su poder político mediante las urnas.
Segundo, recuperar sus tasas de ganancias económicas.
En este punto ‘blindaron’ el Canal para convertirlo en su coto exclusivo. Por último, quebraron la columna vertebral de los trabajadores que eran sus sindicatos.
A pesar de estos antecedentes, dos candidaturas han presentado opciones para reivindicar las conquistas populares arrebatadas después de la invasión norteamericana.
Los obreros y sus aliados lograron levantar el Partido Frente Alternativo por la Democracia (FAD). Igualmente, el profesor universitario, Juan Jované, movilizó a importantes sectores en torno a su candidatura presidencial independiente.
Entre 1990 y 2009 la clase propietaria logró sus objetivos. Cada cinco años sus diferentes facciones políticas se alternaron en el poder político.
Los partidos Panameñista (conservador) y el Partido Revolucionario Democrático – PRD – fueron copados por ‘intelectuales orgánicos’ neoliberales que dirigieron las políticas del Estado.
En 2009 apareció el Partido Cambio Democrático (CD), con cuadros menos formados pero mucho más ambiciosos. Como su propaganda lo señala: ‘En 5 años han invertido (saqueado) más que en 50’.
El CD quiere repetir por segunda vez su período en el poder.
No le preocuparía a la clase propietaria en su conjunto este anhelo, excepto que hay un problema: El candidato a la Presidencia del CD se encuentra a la cabeza de los aspirantes a sólo 45 días de las elecciones.
Los partidos de la oposición que responden a la clase propietaria están ahora desesperados por encontrar la fórmula para obstaculizar ese triunfo que anuncian las encuestas.
Cualquiera de los candidatos opositores de la misma clase no serían necesariamente mejores pero la alternabilidad le daría a la clase gobernante más espacio para controlar los ‘daños colaterales’. Juan C. Navarro, del PRD, se encuentra en segundo lugar según las encuestas y es aceptado con reservas por la clase dominante... y por la embajada de EEUU. Igual suerte corre Juan C. Varela del Partido Panameñista.
La embajada es clave en la medida en que la ‘hegemonía’ de la clase propietaria es sólo viable con el respaldo militar de EEUU. El candidato gubernamental, José Domingo Arias, aún no ha sido vetado por la embajada (como lo fue Balbina Herrera del PRD en 2009).
Es probable, sin embargo, que la embajada buscará la manera de favorecer a un candidato de la oposición. Embajada y clase propietaria aspiran a conservar el mismo orden social.
20 de marzo de 2014.