A dos años del desastre nuclear provocado por el tsunami en Fukushima, la planta sigue descargando material radiactivo en las aguas del Pacífico, sin que las autoridades sepan cómo detenerlo. (Ecoosfera) |
Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal
A la memoria de seis admirables y no olvidados luchadores antinucleares: Manuel Sacristán, Ramón Fernández Durán, Francisco Fernández Buey, Pere de la Fuente, Josep Maria Domingo y Carlos París.
Tres años después de la hecatombe nuclear nipona es necesario hablar de nuevo de Fukushima. No es fácil. Ni la más que influyente corporación propietaria, TEPCO, ni el gobierno japonés de derecha más que nacionalista facilitan las cosas. Nos movemos, por tanto, en una aproximación que intenta acercarse a la situación real en la medida de nuestras fuerzas.
Recordemos brevemente lo sucedido.
El accidente se produjo el 11 de marzo de 2011. Un terremoto de grado 9 en la escala Ritcher, al que siguió un tsunami una hora después, generó la destrucción de los sistemas auxiliares de los seis reactores de la central de Fukushima.
Se produjo un gravísimo accidente con la fusión de los núcleos de los reactores 1, 2 y 3 (que estaban entonces en funcionamiento) y con severos daños en los otros tres (que estaban en paradas de recarga o de mantenimiento).
Se calcula que las emisiones radiactivas alcanzaron el 40% de las que se produjeron en Chernóbil. Se extendieron por el interior de la principal isla japonesa y también por el mar.
Además de los seis reactores de la central número 1 se accidentaron los cuatro de Fukushima 2 y los cuatro también de Onagawa.
“Ecologistas en acción” ha hablado de la situación actual del mayor desastre de la industria nuclear hasta el momento en los siguientes términos [1].
La realidad desafía en ocasiones a la estadística, señalan. “Con consecuencias desastrosas en el caso del sector nuclear”. Los cálculos de probabilidades apuntaban “a un accidente grave en el mundo con fusión del núcleo cada 200 años”. Han pasado muchos menos entre los últimos siniestros.
El de Fukushima, ha demostrado que “los fenómenos sísmicos y los errores humanos pueden echar por tierra los cómputos teóricos”.
Eso sí, tras cada accidente, la industria nuclear, también la española, proclama a los cuatro vientos radiactivos que ha aprendido las lecciones y que las incorporará a los nuevos diseños. Humo, mucho humo publicitario.
En el caso de España, el riesgo es aún mayor, con la posible reapertura, se habla estas semanas de ello, de una central vieja y peligrosa, la de Santa María de Garoña, al igual que la instalación de un cementerio nuclear de residuos radiactivos en una zona inestable.
Entre el accidente de Harrisburg (1979) y el de Chernóbil (1986), recuerdan nuestros amigos ecologistas, pasaron 7 años; de este último al de Fukushima 25.
Todo indica “que la probabilidad real de accidente es diez veces mayor que la calculada. No hay garantías de seguridad suficientes para controlar lo incontrolable”, ni siquiera cuando las centrales funcionan normalmente y los organismos reguladores (el CSN en el caso español) hacen, si es el caso que no siempre lo es, su trabajo de forma rigurosa.
Transcurridos tres años del accidente, la situación sigue siendo catastrófica, “a pesar del tiempo transcurrido y de los medios tecnológicos y económicos de un país como Japón”, la tercera economía del mundo, acaso el segundo o tercer país más avanzado tecnológicamente del mundo.
“La gestión en un primer momento fue muy deficiente y siguen registrándose errores de peso.
Está siendo necesario recurrir a procedimientos totalmente nuevos para esta lucha desigual contra la radiactividad, lo que muestra lo lejos que estamos de controlar técnicamente la energía nuclear.”
Unas 50 mil personas no han podido volver a sus hogares porque los altos niveles de radiactividad. “Muchos niños se ven forzados a restringir el tiempo que pasan al aire libre para reducir el tiempo de exposición a la radiactividad.
Algunos peces y cultivos presentan niveles de radiactividad por encima de los permitidos y deben ser sometidos a controles”. Ya se ha registrado un aumento de cánceres de tiroides en los niños. Hay más elementos en el cuadro dantesco.
“La generación de miles de toneladas de agua contaminada, y las frecuentes fugas al mar han motivado que las aguas pesqueras y los ecosistemas marinos se contaminen. Ha sido incluso necesario forrar de cemento el suelo marino cerca de la central”.
Las últimas fugas más graves, como se recuerda, se han localizado en los tanques de almacenaje del agua procedente de los reactores. TEPCO se ha visto obligada a fabricar “almacenamiento para 800.000 toneladas de agua.”
Cuando la radiactividad esté más controlada en el territorio, “será necesario plantearse el futuro de los seis reactores accidentados, especialmente de los números 1, 2 y 3, que sufrieron la fusión parcial o total del núcleo.
El combustible gastado, los materiales más radiactivos, está al descubierto dentro de la vasija y su extracción será extremadamente difícil”. Es posible, como algunas voces señalaron desde el primer momento, “que sea necesario sepultar los reactores bajo un sarcófago de hormigón para evitar las enormes dosis radiactivas y el aumento de radiactividad ambiental que implicaría su desmantelamiento”. Solución que, como es sabido, no es definitiva y hay que cuidar y mantener.
Fukushima ha tenido un impacto importante sobre la industria nuclear que ha visto, no sólo, “como se truncaban sus planes de expansión en muchos países y como se ha reducido su contribución al mix energético mundial (en estos momentos la producción eólica supera con creces a la nuclear)”.
Algunos países han anunciado su baja de la industria atómica. Alemania es el ejemplo más destacado. En España (también Cataluña por supuesto, el gobierno de la Generalitat está dirigido y formado por partidos atómicos), la industria nuclear sigue ejerciendo su enorme poder con voz de mando en toda la plaza.
Empero, señalan con razón Ecologistas en acción, “la energía nuclear es una tecnología inmadura, a pesar de sus 60 años de existencia”, una tecnología “que todavía no ha resuelto sus problemas técnicos: riesgo de accidente, gestión de los residuos de alta actividad, proliferación nuclear y escasez del combustible.”
Gareth Porter -historiador y periodista de investigación especializado en seguridad nacional de Estados Unidos; recibió el Premio Gellhorn al periodismo en 2011 por sus artículos sobre la guerra en Afganistán- ha escrito sobre otro escenario que no debe olvidarse en un día como hoy. Hablamos de la cuestión nuclear iraní y su dependencia de pruebas que EEUU no quiere mostrar [2].
El gobierno de USA, señala GP, “exige que Irán resuelva “preocupaciones pasadas y actuales” sobre la “posible dimensión militar” de su programa nuclear como condición para firmar un amplio acuerdo que ponga fin al conflicto por el desarrollo atómico iraní”.
Autoridades born in the USA indican que Irán debe dar respuesta a un informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica “que acusa a Teherán de haber desarrollado en el pasado un programa encubierto de armas nucleares.”
Sin embargo, señala, “el registro de las negociaciones entre Irán y la AIEA muestra que en los últimos dos años Teherán estaba listo para brindar respuestas detalladas sobre todos los cargos, pero la AIEA se negó a mostrarle las pruebas documentales en las que basó esas acusaciones.” ¿Por qué? Por lo siguiente: “Lo que impide entregar esos documentos es, desde hace tiempo, la decisión estadounidense de negarse, aduciendo que Irán debe confesar que posee un programa armamentista.”
“Primero debería probarse la autenticidad de cada acusación, luego la persona que la presentó a la agencia debería darnos el documento original.
Cuando nos garanticen la autenticidad, entonces podremos hablar con la AIEA”, manifestó el 12 de febrero de 2014 el presidente de la Organización de Energía Atómica de Irán, Ali Akbar Salehi. No parece una exigencia alocada.
“Ni la AIEA ni el gobierno de Obama respondieron públicamente a Salehi…la portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, Bernadette Meehan, dijo que los funcionarios de ese órgano no formularían declaraciones sobre la demanda iraní de acceso a los documentos.” Tampoco respondió el actual director de la AIEA, Yukiya Amano.
El borrador del acuerdo que se negocia, fechado el 20 de febrero de 2012, “muestra que la única diferencia entre las partes para resolver las acusaciones de fabricación de armas nucleares fue la demanda iraní de ver los papeles en los que se basan esos cargos.
El texto, publicado en el sitio web de la Asociación para el Control de las Armas, refleja todo lo que Irán quitó y agregó a la propuesta original de la AIEA. Solicita que Irán entregue una “evaluación técnica concluyente” de una serie de seis “asuntos”, que incluyen 12 cargos distintos contenidos en el informe en un orden particular que la AIEA deseaba.”
El ex director general de la AIEA, Mohammad El Baradei, se refirió a una serie de documentos aportados por Israel en sus memorias publicadas en 2012. Irán accedió a responder en detalle también a “las denuncias de que había intentado integrar un arma nuclear al vehículo de reentrada del misil Shahab-3, y de que había desarrollado explosivos como “detonadores” para un proyectil atómico”.
Esas dos presuntas actividades fueron descritas en documentos divulgados en los medios de Estados Unidos entre 2005 y 2006. Ahora se sabe que esos documentos, sobre los que El Baradei y otros altos funcionarios de la AIEA expresaron sus dudas, “fueron entregados a la inteligencia de Occidente por una organización terrorista iraní contraria al régimen”. Karsten Voigt, ex alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, reveló el año pasado en una entrevista “que personal de la agencia de inteligencia alemana BND le había dicho en noviembre de 2004 que la colección completa de documentos procedía de un miembro del Muyahedin-e-Jalq (MEK, una organización terrorista para Estados Unidos y la Unión Europea) al que no consideraba una fuente confiable”.
Volvamos a Fukushima. Hay muchos motivos para no estar tranquilos. En “50 razones para temernos lo peor de Fukushima” [3], Harvey Wasserman -periodista, escritor, activista por la democracia y defensor de las energías renovables, uno de los estrategas y organizadores del movimiento antinuclear en Estados Unidos- recuerda algunas de ellas.
HW observa que “en Fukushima han desaparecido los núcleos derretidos pero las emisiones radioactivas siguen secretamente supurando. La dura censura dictatorial de Japón ha ido acompañada de un apagón –exitoso- en los medios corporativos globales a fin de que Fukushima permanezca lejos de la mirada pública.”
Pero la realidad básica es, en su opinión, muy simple: “a lo largo de siete décadas, las fábricas de bombas del gobierno [EEUU] y los reactores de propiedad privada han estado arrojando a la biosfera cantidades masivas de radiación. Se desconocen fundamentalmente los impactos de estas emisiones en la salud ecológica y humana porque la industria nuclear se ha negado rotundamente a estudiarlos.”
La presunción oficial, recuerda HW con toda razón, ha sido siempre señalar que las pruebas de los daños causados por las bombas atómicas y los reactores comerciales eran asunto de las víctimas y no de quienes los perpetran. Obviamente falso e incorrecto. “Esa mentalidad de “no ver el mal y no pagar el daño” data de los bombardeos de Hiroshima hasta llegar a Fukushima y al próximo desastre… que podría estar sucediendo mientras leen estas líneas.”
Las cincuenta razones preliminares (seleccionamos sólo una parte de ellas) de por qué ese legado radioactivo exige que nos preparemos para lo peor respecto a nuestros océanos, nuestro planeta, nuestra economía y también sobre nosotros mismos serían, en opinión de HW, las siguientes:
1. “Durante y después de las pruebas con bombas nucleares (1946-1963), a las personas que vivían al alcance de los vientos en el Pacífico Sur y en el oeste de EEUU, además de los miles de “veteranos atómicos” de EEUU, se les dijo que sus problemas de salud provocados por la radiación eran imaginarios… hasta que resultaron completamente irrefutables.”
2. ”Cuando la doctora británica Alice Stewart demostró (1956) que incluso dosis mínimas de rayos X en mujeres embarazadas podrían duplicar las tasas de leucemia infantil, desde elestablishment médico y el nuclear estuvieron atacándola durante treinta años, para lo cual dispusieron de amplia financiación.
Se demostró que los hallazgos de Stewart eran trágicamente exactos y eso ayudó a alcanzar un consenso en física sanitaria médica de que no hay “dosis segura” respecto a la radiación… y que las mujeres embarazadas no deberán ser expuestas a rayos X ni a una radiación equivalente.”
3. ”En nuestra ecosfera hay inyectados más de 400 reactores nucleares comerciales sin haber contado con datos significativos que midan su potencial impacto en la salud y en el medio ambiente, y sin establecer ni mantener una base sistemática de datos globales.
Fue a partir los incorrectos estudios de la bomba A, iniciados cinco años después de Hiroshima, cuando se conjuraron los niveles de “dosis aceptables” para los reactores comerciales, y en Fukushima, y en más lugares, se ha sido todo lo laxo que se ha podido a fin de salvaguardar el dinero de la industria.”
4. ”Al negarse a evaluar las consecuencias a largo plazo de las emisiones, la industria está ocultando sistemáticamente los impactos sobre la salud de los accidentes de Three Mile Island, Chernobil, Fukushima, etc., obligando a las víctimas a depender de aislados estudios independientes que automáticamente se consideran “desacreditados”.
5. ”Al menos 300 Tm de agua radiactiva están vertiéndose cada día en el océano Pacífico, en Fukushima, de acuerdo con las estimaciones oficiales hechas antes de que esos datos se convirtieran en secreto de estado. Hasta donde puede saberse, las cantidades y composición de la radiación que sale de la central constituyen también ahora un secreto de Estado, y las mediciones independientes o las especulaciones públicas se castigan hasta con diez años de prisión.
Muchos isótopos tienden a concentrarse a medida que se vierten al aire y al agua, por tanto masas letales de radiación de Fukushima pueden estar emigrando a través de los océanos durante los próximos siglos antes de esparcirse, cuando eso ocurra no será de forma inofensiva. El impacto mundial real de la radiación será aún más difícil de medir en una biosfera cada vez más contaminada,
Mientras Fukushima se deteriora tras una cortina de hierro de secretismo y engaños, necesitamos saber desesperadamente qué están haciendo con nosotros y con nuestro planeta, señala Harvey Wasserman . En su opinión, “la verdad se encuentra en algún punto intermedio entre las mentiras de la industria nuclear y el creciente temor a un Apocalipsis tangible… Fukushima derrama cada día inconmensurables cantidades masivas de radiación letal en nuestra frágil ecosfera y lo seguirá haciendo en las próximas décadas. Cinco reactores nucleares han explotado ya en este planeta pero hay más de 400 que siguen en funcionamiento”.
Otro punto central merece ser destacado y denunciado: la explotación salvaje antiobrera y la hecatombe atómica en Fukushima no están distanciadas .
Los ciudadanos/as y colectivos de buena voluntad, todavía partidarios de la industria nuclear y de la energía atómica, no por pueril cientificismo, tecnofilia desinformada o por intereses ocultados sino por creencia (inadecuada) de que no hay otra solución factible, por pensar que es la única fuente de energía viable a corto y medio plazo, que el tema de los desechos radiactivos podrá solucionarse en un tiempo razonable y que la seguridad de lo atómico ganará y está ganando muchos enteros tras los últimos desastres (los errores enseñan incluso a las corporaciones núcleo-eléctricas), deberían tal vez fijar su atención en una cara poco comentada que rodea a uno de nuestros mayores desastres industriales. La siguiente:
Nuevas aristas de la tragedia van saliendo a la luz. Tomamos pie en un artículo de David Jiménez y Makiko Segawa [4] y recordemos el marco global de la situación: TEPCO y el gobierno japonés están llevando a cabo la mayor operación de limpieza radiactiva jamás emprendida en la Historia de la Humanidad, realizando tareas nunca efectuadas hasta el momento. Intentan descontaminar un terreno equivalente a dos veces la extensión de la ciudad de Madrid.
“Parques, fachadas, viviendas, plantas, vehículos abandonados y cada centímetro de tierra están siendo descontaminados con el objetivo de hacer habitables ciudades de las que fueron evacuadas cerca de 150.000 personas”. A la vez, centenares de trabajadores siguen luchando por detener las fugas radiactivas de la central, que no ha dejado de verter agua radiactiva al Pacífico. Empero, Fukushima ha dejado de ocupar titulares. Pero sigue estando descontrolada.
Sin ingresos y durmiendo en la calle, Tsuyoshi Kaneko, 55 años, un trabajador en paro y muy empobrecido, recibió en 2012 la primera oferta de trabajo en mucho tiempo: 80 euros diarios por un puesto de limpieza que se encontraba en una zona altamente radiactiva de la Zona de Exclusión Nuclear. Empezó a trabajar, sin máscara ni traje de protección, “en las labores de descontaminación de la hoy desierta ciudad de Narra”.
Tiempo después fue destinado en un puesto de control encargado de medir los niveles de radiactividad de los vehículos que entran y salen de la central atómica accidentada (Recuérdese el caso de Shizuya Nishiyama, un indigente de 57 años.
Después de una larga vida trabajando como peón de obra, las empresas constructoras habían dejado de contratarle. Viajó desde Hokkaido con la esperanza de ser contratado en las labores de reconstrucción.
Tras un breve contrato temporal volvió a quedarse en la calle y terminó durmiendo entre cartones en la estación de Sendai. Pasó más tarde de reclutado a reclutador, utilizando sus contactos entre los vagabundos de la estación para captar mano de obra.
Envió a algunos de sus amigos a trabajos que podían ser peligrosos. “Se llevan parte de tu salario y la situación allí es difícil”, pero, añade, “es mejor ser un trabajador nuclear que dormir en la calle en pleno invierno y sin comida”).
Y a Kaneko le pasó lo que tenía que pasar, la crónica de un desastre anunciado. Empezó a ver nublado, a perder la vista. Ya no puede trabajar y ha sido desechado. “Los médicos no encuentran la causa de mis problemas, pero yo sé que es la radiactividad”. No es el único que ha sufrido daños. “Muchos de los que estábamos allí padecen consecuencias”, asegura Kaneko.
Aquellos “héroes”, aquellos voluntarios de Fukushima que recibieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por su ”valeroso y ejemplar comportamiento”, han sido reemplazados: el capitalismo nipón ha entrado en el puesto de mando y ha usado su ejército industrial de reserva.
Los ha sustituido por “mendigos, desempleados sin recursos, jubilados en apuros, personas endeudadas o jóvenes sin formación”. Estos últimos trabajan en ocasiones por el equivalente a 5 euros a la hora (menos del salario mínimo en la prefectura de Fukushima). Aquella voluntariedad tiene además caras menos heroicas.
El Príncipe de Asturias de la Concordia de 2011 ha sido uno de los más anónimos. Aunque Japón mandó una representación a recogerlo, la mayoría de los trabajadores que salvaron Fukushima de un desastre mayor no viajaron, no querían desvelar sus nombres.
El jurado del Premio los describió como un representantes “de los valores más elevados de la condición humana, al tratar de evitar que el desastre nuclear provocado por el tsunami multiplicara sus efectos devastadores, olvidando las graves consecuencias que esta decisión tendría sobre sus vidas”. Retórica peligrosa ocultista. Algunos de los premiados llegarían a declararse “pilotos kamikazes”, dispuestos a morir por salvar a la patria del peligro.
Un momento crítico de la situación se produjo cuando Yoshida, el director de la central ya fallecido, rompió la cultura corporativa de “obedece, trabaja y calla” y disintió de sus “superiores” que desde Tokio le pidieron que dejara de enfriar los reactores con agua del mar porque temían que produjera más pérdidas económicas.
¡Más pérdidas en esos momentos! “Su decisión de ignorarles fue crucial para evitar una fuga radiactiva que habría puesto en riesgo a cientos de poblaciones, desde Fukushima a la capital”.
Hay más nudos, ninguno de ellos afable. La obligación de deshacerse de quienes han recibido el tope de radiactividad permitida obliga a renovar las plantillas; constantemente, sin fin. Las empresas de reclutamiento contratadas por la corporación, subcontratas pues, subcontratan a su vez y “han delegado la captación de mano de obra barata”, el negocio siempre es el negocio, en la que dicen que es la única corporación japonesa capaz de facilitarla: los yakuza.
La mafia, dicen, “más adinerada y secreta del mundo, han pasado a controlar el suministro de empleados, beneficiándose de parte de los 75.000 millones de euros que serán invertidos en recuperar la zona en los próximos años”. ¿Ignoran la situación TEPCO y el gobierno japonés? ¿No saben nada? ¿La vida de un trabajador indigente vale lo mismo que la de un ciudadano cualquiera?
No es un caso único en la historia reciente nipona. “El hampa controla desde hace décadas el mercado laboral clandestino en Japón. Las familias yakuza tienen la capacidad de movilizar a muchos trabajadores en poco tiempo y a menudo se convierten en la solución para empresas que emprenden grandes proyectos. Las redes criminales se encargan de cobrar los salarios y dan una pequeña parte a los empleados”.
En el caso de Fukushima pierden hasta el 80% del extra de peligrosidad que les corresponde. Los trabajadores sin techo sólo cobran los días que trabajan.
No tienen seguro médico. Son obligados a pagar su propia comida. No reciben formación. Una vez enferman, como en el caso de Kaneko, son desechados, sin ninguna compensación. El sueldo de Takashi ha caído a la mitad después de que “sus amos mafiosos” decidieran cobrarle hasta su máscara de protección. ¿Libertad de la ciudadanía trabajadora nipona? ¿De qué libertad estamos hablando?
Los indigentes son conducidos a los reactores y otras zonas sensibles de la planta con engaños. Recibían dosis de radiactividad superiores a las permitidas sin llegar a saber siquiera que se encontraban en una instalación nuclear. Varios de ellos han muerto o enfermado de cáncer.
Las familias siguen esperando una compensación. No será fácil conseguirla: se enfrentan a algunas de las corporaciones más influyentes de Japón y del mundo. La explotación de los esclavos nucleares se ha agravado. Obsolescencia de los seres humanos. Según crecían las necesidades de Fukushima, la explotación ha aumentado.
Más de 50.000 empleados han pasado ya por la ZEN, la zona de Exclusión Nuclear. Las previsiones apuntan a otros once mil anuales. Muchos trabajadores nipones están desesperados. “Carteles en las ciudades cercanas solicitan empleados, ofreciendo “ingresos adicionales” en comunidades que desde el tsunami ha visto como el desempleo se disparaba”.
Tepco, a pesar de la situación, solo consigue cubrir dos tercios de sus necesidades. Ha anunciado que doblará la paga, hasta 140 euros la jornada, la ley de la oferta y la demanda, que construirá un complejo dedicado a mejorar la vida de los obreros. ¡Suena a risa trágica! La empresa, en todo caso, admite que el dinero extra seguirá yendo a las empresas de subcontratación e, indirectamente, a las redes criminales que las controlan [5].
Las dificultades para encontrar personal en un país con una tasa de paro del 4% son buenas noticias para los yakuza. A la capacidad de reclutar a miles de trabajadores suman lo sabido: la intimidación criminal para evitar que abandonen sus puestos. Ni siquiera la enfermedad sirve de excusa.
“Empleados de una empresa subcontratada por la constructora Shimizu, una de las concesionarias, aseguran a Crónica que trabajan obligados y bajo la constante amenaza de Yamaguchi, la más poderosa familia de la mafia japonesa”.
Sus jefes fijan horarios superiores a los permitidos, amenazan de muerte a los que tratan de escapar y en ocasiones agreden directamente a los empleados. “¡Estamos esclavizados, no recibimos comida o máscaras protectoras! El trabajo de descontaminación es como un gran campo de concentración”, asegura un empleado de la ciudad de Mito.
Las autoridades anunciaron poco después de la crisis nuclear que las labores de descontaminación serían completadas este año. La fecha se revisó hasta 2017 el pasado mes de diciembre. Antes deberán solucionarse problemas que incluyen qué hacer con la tierra, las plantas o el agua que ha sido removida y que todavía no tiene destino. “Incluso si se logra volver a hacer habitable las 12 ciudades de la Zona de Exclusión Nuclear, los trabajos de desmantelamiento de la central de Fukushima Daiichi llevarían todavía tres décadas más”.
Una obra para la que Japón ya no podrá contar con sus héroes. Muchos de ellos se sienten engañados después de que su sacrificio quedara en el olvido. Tepco, vale la pena recordarlo, “ha enviado cartas a algunos pidiéndoles que devuelvan las indemnizaciones que recibieron. Los jefes amenazan a los que tratan de escapar”. La mayoría ha tratado de ocultar su identidad: “viven en la zona devastada por el tsunami y temen ser discriminados por su asociación con la empresa a la que se culpa del hundimiento de la región.”
Nagi fue forzado a exponerse a la radiactividad para pagar una deuda que había contraído con un prestamista. Comparte un piso de dos habitaciones con otros ocho trabajadores nucleares en la ciudad de Iwaki, a una hora en coche de la planta.
“El salario que debía recibir se ha reducido a la mitad después de que los yakuza decidieran cobrarle incluso el alquiler de la máscara de protección”. Los hay “que tras los recortes que se les aplican no cobran nada”, afirma el pastor Aoki. Los héroes de Fukushima han pasado a ser esclavos.
Noticias, negras noticias, del capitalismo atómico realmente existente. Y en Japón, la tercera economía del mundo. ¿Esta es la civilización capitalista, la aportación a la cultura y la sociedad humanas de la tercera potencia económica del mundo? ¿Una de las barbaries sociales más criminales que podamos imaginarnos? ¿Es eso?
Fue Hyman Rickover, el padre de la marina de guerra nuclear-atómica, quien ya advirtió que era una forma de suicidio elevar los niveles de radiación en los sistemas vitales de la Tierra, y que iba intentar “hundir” todos los reactores atómicos que él mismo había ayudado a desarrollar.
El operador-propietario de la planta nuclear de Fukushima, ha sido criticado, y desde diversas perspectivas y ubicaciones, por sus respuestas técnicas inadecuadas y arriesgadas, sus prácticas laborales salvajes y explotadoras y sus cálculos costes-beneficios siempre en el puesto de mando tras el desastre-hecatombe de marzo de 2011. Es ejemplo destacado del capitalismo neoliberal-atómico realmente existente. Un ejemplo reciente de esas “malas prácticas”.
El regulador nuclear de Japón, nada sospechoso de ningún radicalismo y tradicionalmente servil a los intereses de la industria atómica, ha criticado a la corporación nipona. ¿Por qué? “Por medir incorrectamente los niveles de radiación del agua subterránea contaminada en el lugar” [6].
Tres años después de las fusiones en el reactor en la planta, Tepco “no cuenta con una noción básica de las mediciones y el manejo de la radiación”. Son palabras del presidente de la Autoridad de Regulación Nuclear (ARN), Shunichi Tanaka.
Tepco señaló que el agua subterránea obtenida de un pozo de vigilancia en julio de 2013 “contenía un récord de 5 millones de becquerelios/litro de la peligrosa sustancia radiactiva estroncio 90, más de cinco veces el total de lectura de radiación beta de 900.000 becquerelios/litro registrado en el pozo” (que está al lado del Pacífico, a unos 25 m del océano, de ahí las alarmas usamericanas).
Había, señaló, un error de calibración en “una máquina que mide los niveles de estroncio del agua del pozo en la planta”.
Hay más nudos: también halló un error en los dispositivos que descifran la radiación total beta. Aunque el error no supone un riesgo grave por el momento, señaló Tanaka, “algo como esto no puede ocurrir (…) Estos datos son los que se vuelven la base de varias decisiones, así que deben hacer todo lo posible para evitar errores en la medición de radiaciones”.
El límite legal para liberar estroncio 90 al mar –el estroncio tiene una vida media en torno a 29 años- es de 30 becquerelios/litro.
Algunas observaciones para situarnos que tomamos de nuestro libro de conversaciones sobre los efectos de la industria nuclear en el medio ambiente y en la salud humana [7].
Sobre el estroncio: “El estroncio 90, por ejemplo, que es uno de los elementos más importantes de la contaminación de Chernóbil, o el cesio 137, son radionúclidos que se incorporan al organismo. El primero actúa como el calcio y se incorpora a los huesos; el cesio 137 se incorpora a los músculos, como el potasio; el iodo radiactivo se incorpora al tiroides.
Todos estos elementos consiguen incorporarse al cuerpo humano porque son equivalentes o iguales, como en el caso del iodo, a elementos no radiactivos que existen en la naturaleza y que son necesarios para la vida. El ininterrumpido aumento del uso industrial, militar, científico y médico de la energía atómica, de los radionúclidos y las ondas electromagnéticas de alta frecuencia, rayos X y gamma, está incrementando fuertemente, y de forma continua, el nivel de exposición que sufre la especie humana a las radiaciones ionizantes”.
En cuanto a los becquerelios: a unque la actividad radiactiva físicamente se expresa en unidades de desintegración por segundo, en becquerelios [8], “el efecto biológico no depende sólo del número de desintegraciones, lo que llamamos actividad, sino que depende también de la naturaleza de la desintegración.
No es lo mismo una radiación gamma que, por no tener masa ni carga eléctrica, por ser muy energética, es muy penetrante, pudiendo atravesar grandes cantidades de materia como hacen los rayos X y en mayor extensión los gamma, y que, por tanto, es más peligrosa desde el exterior, que una radiación beta -que es un electrón negativo- o una radiación alfa, como la del uranio o la del plutonio, que es un núcleo de helio -dos protones y dos neutrones-, que tiene, pues, dos cargas positivas y una gran masa”.
La radiación alfa, aunque muy energética, es poco penetrante ciertamente. Ésta es una de las cuestiones que también se tergiversa. “Puedes parar una radiación alfa con una hoja de papel. Si aquí hubiera una fuente de uranio, pones un papel, media cuartilla del DIN A4 por ejemplo, y un contador no detectaría prácticamente nada. Acaso una débil radiación gamma secundaria.
La cuartilla la ha parado, la partícula no la ha podido penetrar. Una radiación beta, sin duda, tiene más penetrabilidad pero no debe pasar de unos pocos milímetros, dependiendo de su energía”. En cambio, una radiación gamma tiene una penetrabilidad de metros.
“Esta radiación, similar a una radiografía, es la que se usa en las fuentes de cobalto para mirar, por ejemplo, la textura interna de las vigas de acero, o en metalurgia para comprobar si están bien construidas las estructuras”. De este modo, concluye, “el efecto biológico va a variar enormemente según la naturaleza de esta radiación, no sólo por el número de desintegraciones.”
En cuanto a la desintegración beta, “es un proceso por el que un núclido inestable se transforma en otros núclidos mediante la emisión de una partícula beta que puede ser un electrón con carga negativa (b – o negatrón) o bien positiva (b + o positrón), integrante este último de la antimateria”.
La diferencia básica entre un electrón o un positrón común y la partícula de radiación beta correspondiente “es su origen nuclear, puesto que una partícula beta no es un electrón ordinario arrancado de algún orbital del átomo”.
El proceso general de la desintegración b – es el siguiente: “un neutrón da lugar a un protón, que permanece en el núcleo, y emite un electrón negativo y un antineutrino.
El elemento resultante es un número atómico superior al originario y de masa similar. Ejemplo de ello es la transmutación del carbono 14 (número atómico 6) en nitrógeno 14 (número atómico 7) con emisión de una partícula b – y un antineutrino”. El proceso general de la desintegración b + obraría así: “un protón da lugar a un neutrón, que sigue en el núcleo, emitiéndose unpositrón y un neutrino. El elemento resultante es un número atómico inferior y masa similar. Este proceso es bastante exótico, cual es la transformación del carbono-11 (radionúclido artificial usado en medicina) en boro-11 (número atómico 5) y emisión de un positrón y un neutrino.”
Volvamos a la corporación. Un portavoz de Tepco dijo que, por supuesto, “la firma volverá a comprobar la radiación total beta de aguas subterránea a la luz de los niveles récord de estroncio”. Veremos en qué queda y de qué se informa y cuando. En 2013, la radiación, los apagones, los errores, la alarma social, otros numerosos contratiempos, desataron la preocupación nacional e internacional y llevaron al gobierno nipón a destinar más fondos y apoyo a las operaciones.
Pero la apuesta atómica, el disparate fáustico no cesa. Dentro del nuevo plan nuclear aprobado por el ejecutivo japonés, Tepco espera volver a reiniciar su mayor planta, Kashiwazaki Kariwa, en el verano de 2014.
Tepco, recuérdese, comenzó en noviembre de 2013 el arduo y nunca realizado proceso de retirar cientos y cientos de frágiles barras de combustible del más que dañado reactor 4 de Fukushima. A principios de marzo, tal es la complejidad de la operación, informó que había retirado un 9% de las más de 1.500 unidades de combustible no usado o gastado, unas 140 barras, en la piscina de almacenamiento del reactor 4. La tarea restante y es posible que se prolongue hasta más allá de mediados de 2015.
Toda precaución es necesaria. La opinión pública, nipona e internacional, informada y crítica, no debe bajar la guardia. “¿Nuclear? No gracias” sigue siendo uno de los lemas más urgentes, necesarios, prudentes y humanistas que se han formulado nunca.
“UN CHERNÓBIL A CÁMARA LENTA” es el título del capítulo VI de Ciencias en el ágora [9], un segundo libro de conversaciones (no será el último por supuesto). Algunos pasajes que acaso puedan ser de interés para acercarnos al tema.
“En la conversación que mantenemos a continuación damos cuenta de más detalles y escenarios. Antes de entrar en materia, vale la pena recordar unas reflexiones de Carlo Rubbia, anteriores al referéndum italiano de junio de 2011, sobre la industria y energía nucleares. Fukushima fue una enorme sorpresa porque puso de manifiesto lo poco que tenían que ver las previsiones con los hechos, señaló de entrada el Nobel italiano. “Fue una lección y es peligroso no aprender de las lecciones, especialmente para un país como Italia que tiene muchos problemas en común con Japón”.
No sólo la sismicidad, sino también los tsunamis producidos por terremotos. El ejemplo dado por Rubbia: “la ola gigante que destruyó Messina en 1908”.
Es razonable hacer una central nuclear en Sicilia, se preguntaba. “Hay que examinar los problemas partiendo una cuestión fundamental: cuánto dinero hace falta y quién lo pondría. Se dice que una central nuclear cuesta entre 4.000 y 5.000 millones de euros, pero sin considerar los costes precedentes ni los posteriores, es decir, los gastos necesarios para el enriquecimiento de combustible y para la creación de un depósito geológico de residuos radiactivos como el que los estadounidenses han tratado de hacer sin éxito gastando 7.000 millones de dólares en Yucca Mountain”.
El Nobel italiano recordaba que en los países que habían apostado hasta la fecha por la energía nuclear la decisión había sido financiada, de un modo u otro, por el Estado, “y a menudo porque el Estado estaba construyendo bombas atómicas”.
Por eso, las centrales francesas costaron tres veces menos que las alemanas añadía. “La mayor parte de las inversiones en infraestructura fueron sufragados por la Force de frappe [fuerza de disuasión nuclear francesa]. Si en Italia – y sería una novedad – hay empresas privadas dispuestas en este sector, que den un paso al frente”. O de otro modo, concluía el científico italiano, “habrá que decir con honradez que el dinero saldría de los impuestos”.
También en Japón ha estado muy presente la relación “política industrial y energética de gobiernos” serviles y los “intereses de grandes corporaciones”. Además, como señalaba en octubre de 2011 Justin McCurry, el corresponsal en Tokyo del Guardian expertos nipones “han advertido que podría tardar más de 30 años para limpiar y desarmar la planta nuclear Fukushima Daiichi”. La remoción de varillas de combustible fundidas y el desmontaje de la planta tardará décadas.
La comisión nipona ha solicitado a TEPCO, al operador de la instalación, que comience a remover las varillas dentro de diez años. El trabajo para desmontar cuatro de los seis reactores podría comenzar a finales de 2011 si la gran corporación nipona es capaz de llevar la planta a un estado seguro.
Tres años después de asegurar los reactores, la empresa tendrá que comenzar a remover combustible gastado de las piscinas de almacenamiento, y todo ello antes de comenzar la tarea más difícil: remover el combustible fundido de los tres reactores que sufrieron la fusión.
Se ha sabido también que los responsables de Tepco tuvieron sobre su mesa un informe interno de 2008 -que ignoraron por “poco realista”- que alertaba del riesgo de que un tsunami de más de 15,5 metros de altura golpeara la central.
El estudio recomendaba que se alzara el muro defensivo de las instalaciones, ya que consideraba insuficiente el dique de diez metros de altura que resguardaba Fukushima. Antes de la realización de este estudio, Tepco consideraba que el mayor tsunami que podía sufrir la zona era de 5,7 m. (Los cálculos se habían hecho en la década de los años setenta).
El trabajo fue realizado por un departamento de la corporación, creado en 2007 para revisar la seguridad de sus instalaciones, que hasta junio de 2010 estuvo dirigido por el jefe de la central de Fukushima, el ingeniero nuclear Masao Yoshida, retirado por enfermedad en noviembre de 2011, a la edad de 56 años.
Yoshida tuvo que ser hospitalizado por “culpa de una importante dolencia que le impide cumplir sus funciones”. Tepco, que no quiso dar detalles de la enfermedad y que se negó a informar de los niveles totales de radiación recibidos por el jefe de la central durante el accidente, aseguró que la dolencia no tenía relación alguna con la radiación que pudo hacer recibido Yoshida.
*
[…] Después de este preámbulo algo técnico, te pregunto ahora con más sosiego sobre el accidente de la central nipona. ¿Qué pasó el mes de marzo de 2011 en la central de Fukushima?
El accidente de Fukushima fue una concatenación de catástrofes que llevó a la fusión de los núcleos de algunos reactores de la central y a la emisión de radioactividad en cantidades importantes. No tenemos todavía un mapa completo de la situación seis meses después del accidente.
¿Cuántos reactores quedaron afectados por el accidente?
Cuatro y, sobre los dos restantes, que estaban sin funcionar en el momento del accidente, la información es confusa. Los cuatro reactores afectados estaban funcionando aunque se desconectaron inmediatamente una vez se produjo el terremoto.
El terremoto probablemente destruyó los circuitos de refrigeración de los reactores.
Parece que fue así. Debemos tener en cuenta que los circuitos de refrigeración son de grandes dimensiones. Para poder imaginar cuál es la necesidad de agua de un reactor de este tipo, basta pensar en Ascó que tiene sólo dos reactores, no seis, aunque sean un poco mayores que los de Fukushima, gasta prácticamente toda el agua del Ebro que es, como es sabido, el río más caudaloso de España y el segundo de la Península tras el Duero.
Cuando el Ebro está en estiaje, tienen que tener unos reservorios de agua que van reciclando. El agua que ha pasado por el reactor la dejan caer en cascada dentro de estas gigantescas chimeneas que podemos ver en las centrales para que se enfríe y pueda utilizarse de nuevo. No les basta con el agua del Ebro –insisto: el río español más caudaloso- para refrigerar los dos reactores -¡no seis!- en algunos períodos.
¿Y qué ocurrió con las vasijas de los reactores?
Meses después del accidente se ha informado que el terremoto probablemente resquebró algunas vasijas, lo que añadido a la rotura de los sistemas de refrigeración agravó el accidente.
Fukushima está al lado del mar.
Sí, en el Pacífico.
[…] ¿Estaba bien ubicada la central en tu opinión?
No, esta es otra de las cuestiones importantes que irrumpieron durante los días posteriores al accidente y que enlaza con la reflexión que citabas de Ulrich Beck. Vayamos por partes. Tenemos el terremoto, el maremoto, que destruye una serie de elementos del sistema de refrigeración, las conducciones, la fontanería para entenderos. Toda central tiene, evidentemente, un sistema supletorio de bombear agua. La razón es evidente: analizando globalmente es el punto más crítico del sistema. Si fallan los circuitos de refrigeración, hay que poner bombas auxiliares. Siempre, en principio, son redundantes y, por si falla la corriente eléctrica, las centrales tienen generadores diesel que producen corriente.
¿Qué pasó entonces?
Que quedó alterado todo el sistema de refrigeración, que se interrumpió la corriente tanto la que llegaba del exterior como la propia de la central. Al parar los reactores no podía suministrar corriente. El primer sistema auxiliar es una toma de corriente exterior que también quedó cortada y el maremoto rompió los generadores diesel de la central.
Aquí se formuló alguna crítica.
Sí, se ha dicho que estos generadores tendrían que haber estado protegidos de un maremoto, en búnkeres o como fuera. Estaban en el exterior y quedaron anegados. Con ello falló totalmente la refrigeración. Señalemos también que, en Japón, la mayor parte de los reactores, no me atrevería a decir todos pero sí la gran mayoría, están al lado del mar con todos los problemas que tiene el agua marina.
¿Qué problemas tiene el agua marina?
Los de una mayor corrosión de las tuberías, por ejemplo, como ha pasado en Vandellós. Hay que realizar un mantenimiento distinto, no sólo por la corrosión de la que hablamos sino porque se incrustan crustáceos, algas, que entran en las tuberías. Todo esto hay que limpiarlo de tanto en tanto para que circule bien el agua. ¿Por qué se han hecho las centrales al lado del mar?
Eso mismo te pregunto, en un país, Japón, donde es un riesgo que había que prever. Era fácil hacerlo. No es nada inusual la existencia de seísmos y maremotos. Hay numerosos ejemplos en su historia.
Cuando se calculan los riesgos de un lugar en donde hay una instalación que puede ser muy peligrosa, hay que tener en cuenta todas las posibilidades y no sólo en un corto período de tiempo. Cuando hemos hablado del ATC salió el tema. Los holandeses, que en mi opinión son los más avanzados en este tema, lo llaman el riesgo secular, el riesgo quincuacentenario, e intentan ahora incluso calcular el riesgo milenario. Este último es mucho más difícil. Pero de los últimos quinientos años hay documentos e historia en casi todos los países del mundo, a no ser que se trata de zonas muy remotas.
Más en el caso de Japón.
Exacto. Japón tiene una historia de tsunamis y terremotos muy bien conocida. Está en la falla del Pacífico, en el Circuito de Fuego. La misma palabra “tsunami” es de origen japonés.
Pero se dijo inicialmente que fue el maremoto más importante en mucho tiempo.
Sí, pero me parece, si no recuerdo mal, que en los años veinte o treinta del siglo pasado hubo también un gran maremoto. La referencia al mayor maremoto o seísmo es de hace unos 140 años. Es lo que ha salido en la prensa. El titular que apareció: “el mayor tsunami de estos 140 años”. Hay registros geológicos mucho más antiguos de maremotos muy importantes en la costa del Pacífico y en otros muchos lugares.
Algo parecido ocurrió en Indonesia hace pocos años.
Sí, fue de esta magnitud. Allí murieron 250 mil personas porque las infraestructuras en Sumatra son mínimas: zona selvática, muy pocas carreteras, etc.
Pero en Japón ha sido distinto.
Ha sido un desastre en un país altamente industrializado, la tercera economía del mundo, hasta hace poco la segunda, con unas infraestructuras muy avanzadas.
La pregunta que uno puede hacerse es la siguiente: por qué en un país en el que hay terremotos y maremotos muy importantes y en el que el riesgo secular está bien datado —y en el que existen evidencias geológicas de grandes maremotos—, donde los maremotos han ocasionado grandes mortandades, por qué, decía, se construyen centrales nucleares al lado del mar.
Me has robado de nuevo la pregunta, aunque conjeturo alguna hipótesis. ¿Por qué?
En los días del accidente leí una nota de la Union of Concerned Scientits -antes hablábamos de ellos, todo un colectivo clásico desde los años cincuenta- sobre las repercusiones de la ciencia y la tecnología en la sociedad, con análisis muy buenos, documentados, penetrantes y siempre de interés.
Son gentes realmente de primer nivel. Pues bien, este colectivo señalaba que la razón por la que se han construido en Japón tantas centrales cerca del mar es de orden básicamente económico.
Son más rentables así.
Lo son. Japón no tiene grandes ríos. Además, hay que tener en cuenta que, aparte de los maremotos y terremotos, es un país relativamente pequeño. No llega a los 400 mil km2.
Sí, unos 378 mil kilómetros cuadrados, el 61º país del mundo en extensión.
Eso sí, más que Gran Bretaña que es una sola isla. Japón está formado por cuatro grandes islas y por casi 7.000 islas pequeñas. Son 127 millones de habitantes y la mayor parte de ellos viven en la isla central de Honshu. Hokkaidö tiene muy pocos habitantes. Tokio, me parece, está a los 35 grados de latitud norte.
¡Qué barbaridad, qué memorión! ¡Se nota que naciste, en ambiente republicano exiliado y resistenete, en el país de d’Holbach, Babeuf, Bourdieu y Bouveresse! 35 grados y 41 minutos, latitud Norte para ser exactos.
Es un sitio muy cálido y la densidad de población es enorme. Esto sí que es muy diferente a Chernóbil. Aquí había también población pero las densidades en esa zona de la ex Unión Soviética, lo que ahora sería el norte de Ucrania y el sur de Rusia blanca, de Bielorrusia, eran mucho menores. Aquí hablamos de densidades tremendas.
La conurbanización de Tokio tiene más de 30 millones de habitantes y está a unos 250 kilómetros de la central. Es una megalópolis continua en esa zona de la isla, que es la central de Japón como es sabido.
Hablamos, por otra parte, de seis reactores en la central dañada.
Sí, había seis reactores en Fukushima. A 100 kilómetros de ella hay otra central nuclear. Por cierto, antes de que me olvide, déjame decir que poco después del accidente registraron radiactividad en esta segunda central y la dirección informó que la radiactividad no provenía de sus reactores sino de los de Fukushima. Estos decían que no, que era de los otros. No sé si son de la misma compañía, no sé si esta otra central es también de TEPCO.
Estamos hablando de una central, la de Fukushima, que está en manos de una gran corporación japonesa. No hay capital público aquí.
No, no lo hay. Hablamos de TEPCO, su dueño y operador. Es una empresa japonesa de capital japonés. TEPCO es la tercera empresa eléctrica mayor del mundo, cuanto menos lo era hasta hace muy poco. Es un gran, un enorme lobby, y no hay que olvidar lo que son en Japón las sociedades anónimas. Aunque en las películas lo representen un poco exageradamente (o quizá, bien mirado, no tanto), su poder es inmenso. La influencia de las grandes compañías niponas sobre el gobierno el país es inconmensurable.
¡Inconmensurable! Tampoco aquí son suaves.
Seguro que no. Pero allí es aún mayor su poder e influencia. Vuelvo a la pregunta anterior: ¿por qué están construidas casi todas la centrales al lado del mar? La de Fukushima tiene seis reactores refrigerados con agua del mar. En la costa oeste está la otra central que, recordemos, también tuvo problemas no hace mucho, la de Kashiwasaki-Kariwa, que tiene siete reactores al nivel del mar. Y hay otras que están en esta situación. Tener agua de mar les sale gratis. El agua del Pacífico, pese a los inconvenientes que representan las corrosiones, les sale más económica, porque en otras instalaciones, por la densidad de población y por tener que usar agua en grandes cantidades, les saldría muchísimo más cara. La UCS también ha documentado históricamente las razones por las que se habían elegido estos emplazamientos
El tener plantas nucleares con tantos reactores debe ser por el espacio. Lo usual en Europa es que haya dos, en algún sitio hay hasta cuatro.
Sí, creo que en Bélgica. La planta de Flandes tiene cuatro reactores y la otra, en Valonia, al sur del país, tiene tres. Pero que haya seis o siete reactores en una misma planta es muy infrecuente. ¿No?
Sólo ocurre, que yo sepa, en Japón.
Es debido, según decías, al espacio, al territorio nipón.
No lo sé con seguridad, es una conjetura. Siempre me ha sorprendido. En este caso, el que haya tantos reactores ha dotado al accidente de un peligro potencialmente mayor que el de Chernóbil.
Y esto es así porque a mayor concentración de reactores, si hay un accidente, mayor posibilidad de fallos, de errores.
Si, claro. Si en el lugar donde se produjo el terremoto, el maremoto, los fallos de refrigeración, hubiera habido uno o dos reactores seguiría siendo un problema pero aquí se han juntado todos los rectores a la vez, porque, probablemente, por cuestiones de economía de escala, les es mucho más económico montar tantos reactores juntos. Los sistemas de refrigeración, de gestión, los tienen todos en un macro-parque atómico. Esto, déjame insistir, no deja de ser una suposición. El punto, como insistían los ingenieros y físicos de la Union, es que la ubicación había sido decidida por razones puramente económicas. No había ninguna otra razón para que se construyesen a nivel del mar. Ya hacía años que se comentaba que era uno de los riesgos importantes.
Está, por otra parte, lo que se ha afirmado sobre el diseño de las centrales.
Sí, siempre se ha afirmado que estaban calculadas para resistir terremotos pero ahora resulta que aparece un tema que, nuevamente, es de orden económico. Estas centrales están diseñadas para resistir, es la información de TEPCO, que ellos mismos matizaron posteriormente a la baja, seísmos de 7,5 puntos en la escala de Richter.
Pero en Japón, a lo largo de su historia, ha habido muchos seísmos de grado superior.
Sí, efectivamente, ha habido seísmos superiores.
Y frente a esto último, ¿cómo se argumenta?
Ahí está de nuevo el importante nudo económico. ¿Por qué se ha afirmado que se asumen todos los riesgos cuando, en realidad, los reactores se diseñaron para aguantar un terremoto de 7,5, afirmación que, por otra parte, puestos a pensar críticamente, también puede ser falsa?
No seas tan mal pensado.
No, no soy mal pensado, pobre de mí. Son los datos que conocemos, por no hablar de lo desconocido o de lo aún no conocido. En 2007, la central de Kashiwasaki-Kariwa, la cuarta estación generadora de electricidad por tamaño del mundo, sólo superada por tres plantas hidroeléctricas, tuvo un terremoto de 6,6 y tuvo problemas. Fue obligada a cerrar en agosto de 2007 porque ocultaron —e incluso falsificaron— los datos de las emisiones radiactivas causadas por el terremoto. No se produjeron emisiones de gran impacto pero sí que manipularon, engañaron y ocultaron información. Primero hablaron de un litro y medio de líquido radiactivo; luego de ciento cincuenta; al final de mil quinientos. Tergiversaron todos los datos que pudieron y dieron una información que, en algunos aspectos era totalmente falsa. Ello incluía los desperfectos causados por el seísmo.
Sí, ya recuerdo. Se dijo que TEPCO había “realizado una pésima gestión de la información”.
¡Qué lenguaje! ¡Es inadmisible! Todo esto se descubrió luego, como te decía; se cerró la central, la que tiene siete reactores, y así permaneció durante un año más o menos. Así, pues, se produjeron daños con un terremoto muy inferior. Te recuerdo que la escala de Richter es logarítmica. Un terremoto de 7,6 es diez veces mayor -¡diez!- que uno de 6,6. No es un punto más tan sólo.
Por tanto, uno de 9 –pienso en Fukushima ahora- es cien veces superior a uno de 7.
Efectivamente. Primera duda: en su documentación dicen que las centrales son resistentes y que han calculado todos los riesgos de los temblores de tierra. Después, en cambio, se sabe que han sido diseñadas, confiando en su información (y es mucho confiar), para terremotos de 7,5 escala Richter.
Primera falsedad, dejo constancia de ella. Ya que estamos en este punto, déjame recordar brevemente el resultado de las pruebas a las que fueron sometidas las centrales alemanas en mayo de 2011, un test organizado por las propias autoridades germanas: siete de las 17 centrales atómicas, más del 40%, no lograron superar las pruebas de resistencia.
Las plantas atómicas más antiguas fueron las que obtuvieron peores calificaciones. Cuatro centrales obtuvieron un cero de nota: no lograron puntuación positiva en ninguno de los exámenes propuestos. Ninguna planta atómica germana logró superar todas las pruebas de resistencia. El test contó con el factor de un “ataque terrorista” o un accidente aéreo. No lograron superar la prueba ninguna de las plantas nucleares germanas.
Más claro imposible. ¡Y en Alemania!
Tampoco Francia se luce en exceso. Déjame que explique brevemente lo que apuntaba Andrés Pérez, el excelente corresponsal de Público en el país vecino, en mayo de 2011. El 8 de julio de 2010, a las 20:20, un terremoto de magnitud 3 se produjo en la región de Provenza. Para la red sismográfica civil francesa (ReNass) y el Buró Central de Sismología Francés (BCSF), el temblor tuvo su epicentro unos kilómetros al sur de la ciudad de Manosque. En cambio, para la red oficial de los organismos relacionados con la industria nuclear, ese epicentro estuvo muy al norte de la ciudad. ¿Por qué?
Tengo alguna conjetura pero prosigue tú mismo, lo estás explicando muy bien.
Gracias. Prosigo: por qué esa ubicación de la red oficial me preguntaba. Pues porque esa manera de catalogar el epicentro del terremoto aleja la sacudida del lugar donde se están excavando los cimientos del futuro reactor de fusión termonuclear internacional, el ITER, y del inmenso laboratorio del CEA (Comisariado de la Energía Atómica) en Cadarache, que alberga otros reactores experimentales ya en funcionamiento o en construcción. Francia, el sector nuclear francés está jugando conscientemente con las estadísticas de sismología en la región.
El poder de la industria nuclear no sólo es importante en España; en Francia, no lo olvidemos, es casi inconmensurable.
No es la única contradicción sobre la sismografía de la zona. Para las obras del ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor/Reactor Termonuclear Experimental Internacional) -cuyos costes iniciales eran de unos 5.000 millones de euros y ya se han superado los 16.000 millones- y el conjunto de instalaciones del CEA Cadarache, las autoridades nucleares fijaron en 2001 el “aleas sismique”, un concepto equiparable a riesgo sísmico: se fija con él un nivel de resistencia al que deben responder los edificios nucleares que se construyan en la zona.
Conozco el tema.
Para fijar esta medida, esos responsables públicos se basaron en los datos proporcionados por las propias instituciones del CEA, ignorando los datos de otras redes. Andrés Pérez destacaba que ignoraron expresamente el informe de junio de 2006, elaborado por la principal autoridad geológica francesa, el Buró de Investigaciones Geológicas y Mineras (BRGM). Este informe -“Identificación y jerarquización de fallas activas de la región Provenza Alpes Costa Azul”- señalaba que, sin contar el terremoto de julio de 2010 al que antes nos referíamos, al menos otros tres terremotos se produjeron entre 1980 y 2004 con epicentros a menos de diez kilómetros al norte o al sur del CEA Cadarache y de las obras del ITER.
¿Me estás diciendo que las autoridades nucleares francesas no han considerado necesario tener en cuenta esta actividad sísmica para fijar el nivel oficial de “aleas sismique” en la zona?
Eso estoy diciendo, has captado muy bien. Se sigue tomando como referencia los terremotos del siglo XVIII que hubo en la región y otro de 1909 .
¡Qué barbaridad! En todo caso, si no ando errado, los responsables de la industria nuclear francesa siguen sin poner el sello de visto bueno a los proyectos de obras para la construcción del reactor internacional de fusión.
No, no han dado el visto bueno hasta la fecha. De hecho, tomo pie en el artículo anterior, en el segundo apartado de una orden de 5 de mayo de 2011, los directivos de la ASN (Autoridad de Seguridad Nuclear) ordenaban a ITER que procediera a una “evaluación complementaria de la seguridad de la instalación nuclear de base en función del accidente ocurrido en la central nuclear de Fukushima”. Reclamaban además a ITER que decidiera una nueva metodología de estudio del riesgo sísmico antes de enero de 2012.
Tras lo sucedido en Fukushima, los expertos franceses, o los de cualquier otro lugar, se enfrentan a un dilema de difícil solución: tendrán que optar entre introducir en sus bases de datos sobre riesgo sísmico todo lo que hasta ahora habían ignorado, encareciendo y retrasando proyectos que en ocasiones ya están muy debilitados, o seguir aplicando la política del avestruz. Si operan así, no sería la primera vez que obrarían de este modo; la industria nuclear gala es experta en este tema.
Antes, en el primer capítulo, hablabas de la sofisticada “cultura francesa” a propósito del Superfénix. Otro ejemplo de ello: el anterior programa de evaluación sísmica en el CEA Cadarache había adoptado el nombre de Kashima. Era un guiño: Kashima es el nombre del dios tradicional japonés que se ocupa de vigilar a su enemigo Namazu, un monstruo submarino cuyos coletazos causan los seísmos en el archipiélago.
Molt adient, muy acertado. Kashima tendrá que estar muy vigilante porque Namazu está muy alterado últimamente.
¿Volvemos a Japón? Hablábamos de falsedades.
Volvamos al país del maestro Akira Kurosawa. Segundo punto: la industria nipona tiene ya problemas, los han tenido, con terremotos que tienen una escala 10 veces menor.
Lo cual te hace sospechar que incluso esa información que han dado es falsa o inexacta.
Puede serlo porque la aseveración que hacen sobre cómo han diseñado las centrales no parece ser cierta. En absoluto. Cada vez convence menos a más gente, incluso hay declaraciones críticas de ingenieros que participaron en el diseño de algunos reactores.
No andas desencaminado. A finales de mayo de 2011, según un informe de la OIEA, se supo que Fukushima estaba diseñada para aguantar olas de 5,7 metros de altura.
De hecho, según la agencia de noticias Associated Press, los organismos reguladores japoneses creyeron que los reactores de la central estaban preparados para “el peor tsunami posible” basándose en un informe de una sola página fechado el 19 de diciembre de 2010 Allí se descarta la generación de un tsunami de suficiente tamaño que pueda arrasar las defensas de la central atómica. NISA, la agencia de seguridad nuclear nipona, aceptó la breve respuesta de la TEPCO, no intentó verificar las conclusiones… y a otra cosa mariposa. Prosigue: tercer punto crítico.
Que estén diseñadas a todo riesgo en una zona que está a nivel del mar, y en un lugar donde se sabe que hay maremotos, es posible técnicamente, es posible que pueda construirse así, es posible hacer unas instalaciones a prueba de un maremoto que tenga olas de 10 metros de altura, las de Fukushima alcanzaron alturas incluso mayores, pero, y esto es muy importante, con un coste increíble, en absoluto rentable económicamente. Es, digámoslo así, un imposible económico.
Ninguna compañía, ninguna corporación privada, incluso con generosas ayudas públicas, apostaría por ello. Imposible pensar que vas a hacer una instalación estanca, resistente a terremotos, a maremotos. Es una locura pensar una cosa así. Teóricamente puede y debe ser posible pero en la práctica es irrealizable; las razones económicas y consideraciones próximas se impondrían.
Dado el elevado coste, la central sería ineficiente económicamente.
Desde luego. Sabemos que, si sumamos lo que hay que sumar, sin olvidarnos de nada, sin acumular entradas en las famosas “externalidades”, lo nuclear es ineficiente. ¡Imaginémonos lo que representaría añadir esas medidas de las que hablamos! Está claro que no estaba previsto, no están diseñadas para resistir un terremoto de esta escala que seguramente destruyó gran parte del sistema de refrigeración, las conducciones e incluso las vasijas de contención.
Las centrales no estaban preparadas para resistir un maremoto que acabó por destruir los generadores diesel para producir electricidad de emergencia; no están diseñadas para gestionar después un problema como el que irrumpió posteriormente.
Esto sería la primera parte de la cuestión. ¿Por qué entonces obrar así? No se ven otras razones que las ya señaladas, las económicas. Hacerlo todo lo más barato posible y decir luego, la publicidad está asociada a los negocios, que todo es muy pero que muy seguro. Japón, no hay que ocultarlo, no estoy exagerando, tiene una larga historia de falsificación de datos desde el síndrome de Tsuruga.
Hablaste de ello hace ya más de treinta años en un artículo.
En 1981, en mientras tanto, en un escrito –un material que diría Sacristán- que desgraciadamente no he conservado.
Pero yo sí, te haré una copia.
Tomo nota. Era entonces cómo hacer de oráculo. Hace ya treinta años se tenían datos de que la gestión japonesa era muy ocultista y esto viene derivado del gran poder que tenían y tienen las corporaciones en Japón y del sistema de gobierno que ha estado dirigido, después de la segunda guerra mundial, por los mismos partidos liberales que no han ejercido en absoluto los controles públicos sobre este tipo de instalaciones. Item más: la NISA (Nuclear and Industrial Safety Agency), la agencia gubernamental japonesa de seguridad, un organismo del Ministerio de Industria, el equivalente a nuestro CSN…
¿Nuestro?
De ellos quiero decir. ¡Qué precisión semántica, Salva! La NISA prácticamente ha estado manejada por la TEPCO que es la propietaria de casi todas las centrales de Japón, también de la central con 7 reactores de la que antes hablábamos y que sufrió un accidente en 2007.
Una empresa japonesa, vuelvo a insistir, con capital japonés.
Sí, TEPCO tiene estas características. El NISA, como en otras ocasiones, ha sido muy timorato y prácticamente ha estado a los dictados de esa gran corporación. Incluso cuando se produjo el accidente de 2007 fue la inspección de la Agencia Internacional de Energía Atómica la que desveló que se estaban falsificando los datos.
No fue la agencia de seguridad japonesa.
No. Lo vimos también los días posteriores al desastre. Vino mucha más información de Estados Unidos que del propio Japón.
Sobre esto precisamente quisiera preguntarte. Por una parte, se oyeron voces próximas a TEPCO o al gobierno japonés que hablaron de una zona muy afectada, de 20-30 km, donde había que ir con mucho cuidado, pero fuera de esa zona no había peligro o éste era mucho menor. Pero, en cambio, la marina Norteamericana prohibió a sus barcos, a los pocos días, que se acercaran a 80 millas de la costa.
Y a sus ciudadanos a una distancia terrestre similar, aparte de recomendar la evacuación, como hicieron Alemania o China. China evacuó poco después; lo de la República Popular es increíble, cada vez más. Mira lo poco que se habló de la evacuación china de Libia.
Se produce el desastre, se ve realmente que la situación se desborda, incluso en algunos momentos con informaciones de Estados Unidos, nunca de Japón, que insisten en que la situación estaba fuera de control ya en los primeros días. En síntesis, lo que ha sucedido realmente ha sido un Chernóbil a cámara lenta.
¿Por qué a cámara lenta?
En Chernóbil también fue por un mal diseño, como reconoció el que fuera director de Seguridad Nuclear soviético. Era malo, muy malo. Era un reactor pensado para la obtención de plutonio, para el armamento atómico de la URSS. Tenía una serie de problemas de diseño y, además, no lo olvidemos, estuvieron los experimentos que hicieron.
No sólo fue la culpa de los técnicos que estaban in situ, en la central, en el momento en que ocurrió el accidente.
Fue durante unos experimentos, durante unas pruebas de resistencia que estaban haciendo cuando se les fue de las manos todo el sistema.
También falló la refrigeración, se empezó a fundir el núcleo y explotó de golpe. Fue todo muy brusco. El sistema les falló en un momento determinado, empezó a subir la temperatura, se fundió el núcleo, se formó la nube y ya sabemos que pasó.
Lo que sucedió en el accidente de Fukushima y lo que pasó en Chernóbil, mucho de lo que hemos visto, tiene el mismo guión, el mismo escenario, la misma cosmovisión de fondo.
¿Puedes describir sucintamente el guión?
De entrada, se niega que haya un accidente importante. Se dice que el accidente está controlado, que las dosis de radiactividad son de unos pocos microsieverts, que son completamente inocuas, y también corre la historia que es como hacerse una radiografía.
En el caso de Chernóbil fueron los suecos los primeros que dieron la alarma señalando que había llegado al Ártico una cantidad de radiactividad muy alta (por cierto, recuerdo que se tuvo que eliminar toda la cabaña de renos en el norte de Suecia y Finlandia). Después cambió la dirección del viento y empezó a detectarse en otros países.
Entonces comenzó a saberse que había un problema importante y no cualquier problema.
Efectivamente. Asistimos también en ambos casos al asunto de los aviones y los helicópteros arrojando agua, después vertiendo cemento y arcilla para bloquear los reactores afectados.
Pero, en el caso de Chernóbil, el accidente ocurrió en pocas horas. Las escenas siguientes son las que de nuevo hemos visto en el caso de Japón: negación de la gravedad; después se afirmó que las cifras eran mayores, no se evacuó inicialmente a la gente, se le dijo que se quedaran en casa; luego se empezó a evacuar, aunque en el caso del accidente de Chernóbil la población que vivía en las proximidades era mucho menor.
Pero en Japón, en la zona próxima a la central, se produjo una evacuación.
Sí, en la zona más próxima hubo inicialmente una evacuación. Por cierto, en Chernóbil la mayor parte de las tripulaciones de los helicópteros murió en los meses o pocos años subsiguientes.
¿Piensas que puede pasar lo mismo en el caso de Fukushima?
Puede ocurrir algo muy similar. Vuelvo a tu pregunta anterior: por qué hablo de cámara lenta. Porque fíjate: se produce el terremoto, luego el tsunami, llegan noticias de que hay algún problema en la central de Fukushima pero se dice que está todo controlado y al día siguiente asistimos a la explosión de un edificio, de un reactor, y se sostiene que no tiene importancia porque es tan sólo el hidrógeno que se ha formado. Hay un catedrático de física, no recuerdo ahora el nombre, que sostiene que para haberse formado este tipo de hidrógeno tienen que haberse llegado a temperaturas de mil y pico de grados lo cual implica una fusión, aunque sea parcial, del reactor. Lo que posteriormente se ha confirmado, no con uno sino con al menos tres de los reactores.
Efectivamente, el primer reactor se fundió. TEPCO habló de ello a finales de mayo, más de dos meses después, y se ha sabido que es muy probable que la empresa nipona supiera de la fusión pocos días después del accidente. Sigamos con más escenas a cámara lenta.
Luego se dice que esto está controlado y que es un gas que se ha ventilado. Al día siguiente tuvimos una segunda explosión; al tercer día otra; al cuarto otra en un reactor que tiene MOX, una mezcla de uranio y plutonio que se usa como combustible y que es muy criticado y que, además, se funde a temperaturas inferiores.
Usaban ese combustible en uno de los reactores cuanto porque era mucho más barato.
Eso es, porque es más barato. Es un invento, un experimento francés, un intento de reaprovechar los residuos. Como Francia recicla el plutonio de los residuos nucleares, ya que les falló el reactor de plutonio…
El Fénix, el Superfénix.
Exacto, son dos reactores de plutonio. Se gastaron miles de millones y aquello fue un fracaso total. Ambos están ya clausurados y en fase de desmantelamiento. Y los británicos tuvieron que desmantelar también uno de este tipo que tenían en Dounreay, en la costa norte de Escocia. Hemos hablado de ello también. Como les falló esta vía, el experimento siguiente, francés típicamente, fue mezclar el plutonio que se aísla de los residuos de los reactores usuales con uranio 235. Plutonio 239 más uranio 235 —mezcla a la que apellidan MOX— forma un combustible muy eficaz desde el punto de vista de la reacción de fisión y como productor de energía.
A este combustible, dices, se le llama MOX.
Sí, por Mixed Oxide Fuel (óxido de mezcla de combustibles).
¿Y a qué viene ese nombre?
Pues para no denominarlo por sus características reales, una mezcla de uranio y plutonio. Lo lógico sería llamarlo Combustible de Uranio y Plutonio (CUP es español o UPF –uranium and plutonium fuel— en inglés).
¿UPF? ¡Te van a correr a boinazos los amigos antinucleares de la UPF de Barcelona! Volvamos al reactor número 3 de Fukushima.
Lo que estaba explicando sucedió en el reactor 3 de la central. Tiene además la complicación añadida de que, por un lado, estas barras se pueden fundir más fácilmente, el metal se funde a temperatura inferior y encima son mucho más tóxicas si se disgregan o se dispersan porque hay plutonio que es mucho más radiotóxico que el uranio y, por otro lado, mucho más radiactivo. Hay muy pocos reactores de este tipo en el mundo.
En España no hay reactores así.
No, se decidió no adquirirlos hace ya bastantes años. Fueron cuestiones económicas, nuevamente, las que impulsaron en Francia la producción y comercialización de este combustible. Volviendo a la historia de mi metáfora de un Chernóbil a cámara lenta…
Volvamos a ella.
Todo esto durará mucho tiempo, el proceso es lento, con los intentos de refrigerar por el aire, con los intentos de refrigerar por tierra, como no hubo una explosión inmediata, supongo que por el diseño del reactor que era completamente diferente del reactor de Chernóbil. Fíjate si es lento que a finales de septiembre de 2011 sigue evolucionando, es activo, no está más que parcialmente controlado, y tardará años en enfriarse la masa fundida del combustible de los reactores.
Sí, el proceso es lento, muy lento. Fue a principios de mayo de 2011, el día 5, cuando los trabajadores pudieron entrar en el edificio del reactor 1 de la planta por primera vez desde que la explosión de hidrógeno destrozó el edificio de contención —como se ve en las espectaculares fotos aéreas de reactor— un día después del terremoto y tsunami de marzo. Los altos niveles de radiación impidieron que el personal pudiera entrar para reparar los sistemas de refrigeración y poner bajo control la planta, un proceso que la propia TEPCO reconoció en su momento que podría durar un año, y ahora se considera que mucho más tiempo. Dos trabajadores de la empresa y, déjame destacarlo, 11 trabajadores subcontratados, con trajes de protección, máscaras y tanques de oxígeno empezaron a trabajar durante una hora y media en pequeños grupos para conectar conductos a ventiladores que filtrarán un 95% del material radiactivo presente en el aire.
Y además hay que tener en cuenta las ingentes cantidades de agua de mar contaminada radiactivamente presente en la central, más las masas de combustible fundido del reactor.
Se ha hablado de la mayor contaminación radiactiva marítima conocida de la historia.
Sí. Y luego están los residuos altamente activos contenidos en las piscinas de refrigeración. En muchos aspectos, el accidente de Fukushima recuerda a Chernóbil e incluso a lo sucedido en el reactor accidentado de la Isla de las Tres Millas, en Harrisbourg.
¿Recuerdas brevemente este accidente nuclear? ¿Cuándo ocurrió?
En 1979. Empezó una fusión lenta, aumentó la temperatura del reactor al fallar la refrigeración, comenzó a perderse agua del sistema. Si tienes una olla a presión sin válvula aquello acaba explotando. Tuvieron que dejar que saliese el gas, no tuvieron más remedio, que era gas radiactivo desde luego.
Aunque en Fukushima hayan dicho que es hidrógeno, hay un montón de gas radiactivo en el reactor porque se ha formado por una reacción química entre el agua y otros elementos, y este gas probablemente salió al exterior y la explosión rompió la contención.
Aquí, en Fukushima, también se perdió agua y se formó una masa radiactiva muy grande que pudo explotar de forma mecánica por la temperatura o pudo permanecer allí. Es lo que se narra en la famosa película de “El síndrome de China”, la de Jane Fonda, Jack Lemmon y un jovencísimo Michael Douglas, que hace de periodista comprometido.
Entonces, sin dar brochazos en el aire, puede afirmarse que hubo fuga radiactiva desde el principio en la central de Fukushima.
Desde el lunes siguiente al accidente que fue en viernes puede afirmarse que hubieron fugas radiactivas. El 14 marzo, el lunes, ya se detectaron; seguramente las hubo desde el principio. Me he olvidado añadir que en estos reactores, cuando hay que cambiar las barras gastadas -de uranio se entiende-, pero que contienen docenas de radioelementos, se ponen en unas piscinas donde se guardan los residuos radiactivos, que no están blindadas sino que están dentro del recinto, en agua que también hay que renovar constantemente. Al fallar la refrigeración, falló también la de las piscinas en el momento en que se rompió la estructura del edificio.
Son las explosiones de las que hablabas antes.
Exacto. Estas piscinas quedaron al aire libre y ahí, seguro, hubo unas cantidades de radiactividad inmensas liberadas al medio.
Incluyendo plutonio.
Incluyendo plutonio.
¿Y qué tipo de elementos más había ahí?
Ahí había docenas de elementos radiactivos. Hubo alrededor de la central una radiactividad enorme que, para las personas que estaban trabajando allí, era altamente peligrosa. Hubo cobalto-60, yodo-131, cesio-137, estroncio-90, y una gran cantidad de radioelementos de vida corta.
El combustible irradiado conteniendo estos y muchos otros radioisótopos debe almacenarse en las piscinas refrigeradas de la central donde se desintegran en los elementos de vida corta en 15 días, en un mes, en dos meses, son los más rápidos, por eso los llevan “a enfriar” dicen en jerga atómica, porque al cabo de pocos meses habrá disminuido la radiactividad gamma y beta más importante, pero quedan los elementos de vida más larga (del orden de años) y los residuos conteniendo diversos isótopos del plutonio, cuya vida media es de miles de años.
Las personas que permanecieron trabajando en los reactores fueron pocas, muy pocas.
Unas cincuenta; el resto no volvió a la central.
Estas personas…Son liquidadores.
Están condenadas.
Es el grupo equivalente al liquidador ruso.
Los de Chernóbil.
Sí, son kamikazes. La palabra apenas la han usado porque tiene la connotación militar clásica japonesa. Los llaman “héroes”. En Rusia, en la Unión Soviética, les llamaron liquidadores.
No sé cómo lo lograron. Había, según parece, unos 800 trabajadores en Fukushima; dijeron luego que quedaron 50. Enviaron bomberos que llegaban y se iban. Las personas que se quedaron trabajaban un tiempo muy corto; luego se metían en un búnker. De entrada, aunque fueran totalmente cubiertos y con máscaras, la radiación gamma les afectaría igual.
Lo que les pasó a los aviadores de Chernóbil.
Exacto, es lo mismo que les pasó a las tripulaciones rusas, mejor dicho soviéticas -allí había rusos, ucranianos, chechenos- de helicópteros, de aviones, pero sobre todo a las de los helicópteros porque van más lentos y quedaban en la zona sobrevolando.
Esto, como decías, también les puede pasar a las tripulaciones de los helicópteros que han intervenido en Fukushima.
Sí, claro. Recuerda que dejaron de enviarse los helicópteros a los pocos días porque había un campo de radiación enorme y se tenía que proteger a los tripulantes. Seguro que han recibido dosis muy altas; lo mismo que los trabajadores que estuvieron allí.
Lo que no logro ver es cómo con cincuenta personas se intentó gestionar y controlar cuatro reactores que estaban afectados y dos más en los que probablemente estaba subiendo enormemente la temperatura, al parecer en las piscinas de residuos. Según algunas informaciones no contrastadas, los reactores 5 y 6 no estaban cargados en el momento del accidente.
Piensas que era poquísima gente para una tarea de esas dimensiones, que era prácticamente imposible realizarla.
A mi me parece que sí, que era imposible. Volviendo otra vez a la historia: la cámara lenta, esa metáfora que usamos, es pertinente porque por el tipo de reactor la explosión no iba a ser tan rápida; tampoco por la situación en que estuvo.
No es sólo por el diseño, que también es bastante criticable; hubiera pasado con cualquier otro tipo de reactor. Había cuatro reactores afectados y, además, las piscinas estuvieron con muy poca refrigeración. Es en esos reactores donde más agua se arrojó; el accidente no tenía una solución inmediata.
Pero dijeron, pocos días después, que la situación era mejor, que se estaba avanzando.
No es que disminuyera la radiactividad sino que bajaron las emisiones al ambiente al arrojar agua de mar a las piscinas y los reactores, pero el proceso siguió su curso y a los pocos días, en un mapa -que estaba muy bien- del Instituto Central de Meteorología y Geodinámica (ZAMG), un organismo público austriaco, podía verse por donde se distribuía la radiactividad. Era un mapa de Japón, con un punto en Fukushima, y podía verse que la radiactividad unos días se diseminaba hacia el Pacífico y no volvía a tierra, pero que pocos días después bajaba hacia Tokio o iba hacia el oeste contaminando la isla de Honshu. Fue variando de día en día.
¿Cuál es entonces el cuadro de la situación en el momento en que hablamos?
El cuadro es que el proceso va a seguir. ¿Cómo se va a parar? No hay manera de revertirlo. Estos reactores, digan lo que digan, y esto es un punto muy importante, no sólo desde un punto de vista económico o industrial, están condenados.
Queda la masa fundida del material de los reactores, queda el problema de las piscinas que hay que refrigerar (quizá esto último sea más asequible que la refrigeración de los reactores). Pero los reactores, si no se cubren, contienen la masa fundida altamente radiactiva que es irrecuperable y mi impresión es que, finalmente, tendrán que hacer unos sarcófagos como los soviéticos. Permíteme hacer un paréntesis, una pequeña reflexión político-histórica.
Adelante con ella.
Como Chernóbil era un asunto soviético, todo aquello era malo, horrible; como esto es de los japoneses, como esto es propiedad de una gran corporación, una de las grandes compañías eléctricas del mundo, como los japoneses son siempre tan perfectos, parece que en este caso lo hicieron, lo están haciendo muy bien, que todo se hace de la mejor manera posible y que se responde de forma adecuada. Pero, en mi opinión, el problema es el mismo.
¿Y cuál es el problema para ti?
El problema de fondo es la tecnología nuclear. Como dijo en su momento la Union of Concerned Scientists, vuelvo a hacer referencia a este colectivo, gran parte de los problemas de Chernóbil fueron también económicos. Aunque fuera en la Unión Soviética, también estaban intentando ensayar cómo ahorrar, cómo disminuir los costes. Era mucho más barato el reactor tipo Chernóbil que otro tipo de reactores que también existían en la Unión Soviética y que siguen existiendo desde luego. En Ucrania, por ejemplo.
Intentemos sintetizar.
¿Me estás llamando platicador imparable, Salvador? No lo sé hacer mejor, lo siento.
No sólo es imposible que yo pueda afirmar una cosa así, sino incluso que mi imaginación me traslade a un escenario tan injusto.
Bueno, sigamos. El problema del terremoto, el del maremoto, el problema de unas ubicaciones inadecuadas, la previsión de los riesgos que no se efectuó adecuadamente y además se rebajó a conciencia sabiendo que eran zonas que podían tener catástrofes naturales de mayor peligrosidad que aquellas para las cuales estaban diseñando los reactores, son algunos de los elementos esenciales que acompañan este grave, este gravísimo accidente nuclear.
¿Qué es lo más razonable qué se puede hacer en estos momentos para intentar controlar el accidente?
Esto es un tema de ingeniería. Pero por lo que dicen algunos ingenieros y físicos nucleares que son más razonables que otros que trabajan o colaboran en instituciones oficiales o privadas, tanto da en este caso, lo único que uno puede pensar de forma razonable es que esto, sea como sea, hay que contenerlo y cubrirlo.
Un apunte sobre esto que señalas. Se ha señalado que g racias a Masao Yoshida, director de la central de Fukushima, el jefe de los llamados “héroes de Fukushima”, la catástrofe ha sido menor. ¿Por qué? Porque Yoshida desoyó la orden de sus jefes de TEPCO.
¿Qué orden? La de parar la inyección de agua marina en los reactores. ¿Por qué había que parar esa inyección de agua marina? Porque a pesar del desastre, en las oficinas de Tokio de TEPCO no se querían echar a perder inicialmente las inversiones efectuadas en la central. Yoshida, que es un físico o ingeniero nuclear probablemente, sabía que lo más importante era enfriar los reactores. Para eso era crucial el uso del agua marina.
Los negocios seguían siendo los negocios incluso en medio de la devastación atómica.
Pensemos ahora en las personas que estaban en las cercanías de la central, o algo más lejos, a 100 kilómetros, incluso en los habitantes de Tokio y sus alrededores…
Y en la gran densidad de población en la isla de Honshu.
Sí, claro. ¿Qué medidas se tomaron?
De entrada decretaron un área de exclusión de 20 kilómetros y otra de diez. Luego se llegó a un radio de 30 km; antes hablábamos de ello. Es una superficie bastante grande.
Una especie de semicírculo de 30 km de radio, unos 1.400 kilómetros cuadrados.
Si estabaN entre 20 y 30 km de la central, le decían a la gente que se quedara en su casa, que pusiera papel en las ventanas, que las tapara. Son medidas menores. El primer efecto es la radiación externa. Si tú estás en un sitio determinado y cae allí la nube radiactiva, la ropa, la piel, va a quedar contaminada y eso hay que eliminarlo. Son medidas que hay que tomar, desde luego, pero el problema mayor es lo que vas a inhalar. Por eso repartieron pastillas de iodo.
¿Para qué?
Porque de entrada el impacto a la exposición radiactiva emanada de la central más fuerte es el yodo-131 que se inhala y se acumula en el tiroides.
¿Y qué se consigue con las pastillas de yodo?
El tiroides se puede saturar de yodo, un elemento indispensable para la fisiología de esta glándula. El tiroides tiene una capacidad de absorción limitada. Si lo saturas con yodo normal, mediante el aporte con pastillas de yoduro potásico, al llegar más yodo, el peligroso, el radiactivo, no se incorporará al tiroides o se incorporará en mucha menor medida.
Así se procedió no solo en Chernóbil sino en otros accidentes más locales que han ocurrido, incluyendo las pruebas nucleares. Si no se opera así se incorpora el yodo-131 e irradia el órgano durante el tiempo que permanece en él. En los cinco años siguientes aumenta la tasa de cánceres de tiroides que se multiplica incluso por un factor de 10 o más.
El riesgo de padecer cáncer de tiroides es mucho mayor aún en adolescentes y en niños.
Este es el primer efecto. El segundo.
El segundo es que este yodo enseguida aparece en la leche. El mejor indicador de una contaminación en la cadena alimenticia es la aparición de yodo en la leche. La Unión europea, tras el accidente, decretó inmediatamente una prohibición de importación no sólo de leche sino de cualquier tipo de alimento que proviniese de Japón. Poner incremento de dosis máximas en alimentos (Bq) decretado por la UE y Japón.
Aparte del yodo, ¿habría otros elementos a tener en cuenta?
Indudablemente. Las emisiones de la central –provenientes de los reactores y de las piscinas— comprenden numerosos radioelementos. Desde el punto de vista para la salud importan mucho aquellos que se incorporan al organismo biológicamente.
Entre ellos cabe considerar por su relevancia el cesio-137, el estroncio-90, el plutonio-239, como ya hemos consignado anteriormente. Estos radionúclidos llegan a las personas bien por vía aérea, bien por el agua y los alimentos. Esta última vía es especialmente importante, ya que puede alcanzar poblaciones muy distantes del lugar del accidente.
Has mencionado el plutonio.
Este radioelemento proviene de los reactores y de las piscinas de residuos. Hay que tener en cuenta especialmente el reactor que funcionaba con MOX, el cual como ya hemos comentado antes tiene más plutonio que los otros. Todo esto va a originar distintos modos de afectación a medio plazo. También va a pasar a las cadenas alimenticias.
¿Dónde se acumulan estos radioelementos?
El cesio-137 se acumula en el músculo, el estroncio-90 en los huesos, el plutonio inhalado va al pulmón, se acumula en ganglios linfáticos y también en los huesos.
¿Y que pasa entonces?
Pueden aparecer a relativamente corto plazo —menos de 5 años—, aparte del cáncer del tiroides por el yodo-131 ya comentado, leucemias. Además a medio-largo plazo también el incremento de riesgo de padecer cánceres en distintos tejidos (hueso, pulmón, hígado). Esto no es inexorable, son efectos probabilísticos frente a los determinísticos. La dosis alta que están sufriendo los trabajadores son efectos determinísticos.
Y cuando hablas de efectos probabilísticos tienes en cuenta las poblaciones, no los individuos.
Es lo que hemos hablado en otras ocasiones, el papel del azar. El efecto de las radiaciones depende de dónde actúe a escala celular y molecular. Puede no pasarte nada o morirse la célula —lo cual a este nivel no tiene importancia—, pero si la radiación que afecta el interior de la célula toca un gen que está relacionado con la inmunidad, los tumores u otras funciones esenciales, ahí puede aparecer una patología grave. Como es probabilístico, la forma de decirlo es afirmar que incrementa el riesgo de la población; en un individuo concreto es imposible saberlo. Incrementa el riesgo de apariciones de cánceres, de problemas inmunitarios, mayor vulnerabilidad a infecciones, de alteraciones del desarrollo y después de los riesgos reproductivos.
¿Riesgos reproductivos?
Este es el otro gran peligro. Es una zona muy sensible. Piensa que en una placa de rayos X hay que tapar los ovarios a las mujeres (aunque a veces no se haga, pero habría que hacerlo). Si un óvulo queda alterado y ese óvulo es el que se fecunda… Recuerda que los óvulos con los que nace una mujer permanecen toda la vida en el ovario, mientras que los espermatozoides se renuevan cada 90 días.
Volviendo al escenario central. Estaban también los vertidos al mar.
Exacto. Lo que va al mar acabará acumulándose en la fauna marina que consumimos a través de las cadenas tróficas. Esto es clásico; no hay que pensar mucho. Es bien conocido.
¿De qué dosis hablamos?, ¿se puede llegar a saber?
No tenemos aún un cuadro fiel; las dosis de campo se expresan por hora, si bien lo que importa para la población y los individuos es la dosis total acumulada. La dosis máxima de la población, así, en general, es de un milisievert al año, pero si tú estas sometido a 0,1 milisievert/hora, que esto ya ha ocurrido, en sólo diez horas tienes la dosis del año y si estás en una zona cercana, o no tan cercana, a 20, 30, o a los 80 km de la recomendación norteamericana para Fukushima, si tú estas sometido a dosis relativamente bajas pero continúas aunque sean de un 0,1 milisievert o de 50 microsievert/hora, es igual, es cuestión de multiplicar por 24 horas para saber la cantidad, y si en función de días has superado la dosis máxima, se pueden tener efectos muy serios. Y esto, no lo olvidemos, con dosis bajas ya puede incrementarse el riesgo de efectos radiotóxicos, y ello a partir de dosis que, inicialmente, pueden estar dentro de los umbrales aceptados.
Y frente a eso la población no puede, no pudo hacer nada, no hay ninguna medida…
No puede hacer nada, no nos engañemos.
Bueno, huir.
Sí, huir, pero piensa en la población de Japón. Eso que dijeron: póngase la mascarita, tape las ventanas, no es suficiente. Lo primero es lo que va a llegar por el aire. Lo segundo es lo que se va a diseminar por el ambiente, que es el problema mayor a medio plazo, y esto varía según las condiciones metereológicas de cada momento. En Tokio se incrementó la radiactividad durante días debido a la lluvia contaminada. Otros días disminuyó porque el régimen de vientos diseminaba la radiactividad hacia el mar.
Tras el accidente, ¿los niveles detectados en otros países fueron peligrosos, siguen siendo peligrosos?
Lo sabremos dentro de un tiempo. Dentro de la desgracia hemos tenido suerte porque las condiciones meteorológicas son las que determinan dónde se va a depositar la radiactividad. Puede darse la paradoja de que haya menos radiactividad a 40 que a 100 km. Si el viento la ha llevado hacia un lugar, y ha llovido, en ese lugar se depositará una gran cantidad de radiactividad. Por eso no podemos considerar que cuanto más lejos estemos habrá menos problemas.
Es evidente que la zona de la central está ultracontaminada, pero a partir de 40 o 50 kilómetros, todo dependerá de las condiciones meteorológicas. Inicialmente, la radiación fue hacia el interior de Honshu, la isla más habitada de Japón (viven 90 millones de personas en una superficie de menos de 300.000 kilómetros cuadrados), y ahí van a quedar muchos lugares contaminados.
Lo bueno ha sido que la mayor parte del tiempo el viento ha ido hacia el este, hacia el Pacífico, donde se ha ido diseminando. Si hubiese ido en dirección contraria, hubiera seguido extendiéndose, aún en mayor medida, en otros países como Corea, China y Rusia.
¿Se han contaminado los campos?
Creo que en una plantación no muy cercana, ubicada a unos 80 km de la central, se ha detectado arroz contaminado. Lo hemos comentado antes.
Te hago ahora algunas preguntas en torno a declaraciones sobre lo sucedido. El entonces ministro de finanzas japonés, pocos días después del accidente, tras una reunión del consejo de ministros, dijo que si la gente quería vivir como estaba viviendo, tenía que asumir esos accidentes, que había que apechugar con todo ello.
¡Insostenible, inadmisible! Abusus non tollit usum!
Hay otro punto en el que quiero insistir. El uso de estas tecnologías está en relación directa con motivaciones económicas y, en algunos casos, militares, en función de los intereses de las grandes corporaciones que mueven todos los hilos. La llamada nucleocracia.
Pero existen otras vías: se puede tener una alta calidad de vida, aunque habría que discutir qué significa esto exactamente, sin necesidad de recurrir a tecnologías de este tipo y tener que aceptar los riesgos subsiguientes.
Si quiero disponer de transportes eficaces y cómodos, por ejemplo, no es inexorable que tenga que utilizar tecnologías nucleares. Es cuestión de diseñar y abonar una sociedad con otro tipo de tecnologías, una sociedad que sea más austera en la satisfacción de sus necesidades, que tenga incluso otras necesidades, lo que no significa ni mucho menos que se viva mal en ella. Ello implica desarrollar e investigar en otras tecnologías que sean sostenibles.
¿Sostenibles?
Para ser más preciso: que no impliquen riesgos. Una cosa es sostenible y otra cosa es que no impliquen riesgos. Puede no ser sostenible y no tener riesgos. No porque sea sostenible tiene que estar exenta de riesgos.
Otra declaración. El ministro de energía europeo habló pocos días después del accidente de Apocalipsis. ¿Exageró?
Ese es un término bíblico, yo no sé lo que significa Apocalipsis en la vida real. Se me escapa el significado preciso de la noción. Que el accidente fue muy serio es evidente; los calificativos que pueden usarse son muy variados.
El gobierno Merkel, un gobierno del CDU —Unión demócrata cristiana— en alianza con los liberales —FDP: Partido Liberal de Alemania— y con el CSU —Unión cristiano- social de Baviera—, no hablo de cualquier cosa, ordenó parar inicialmente las nucleares más viejas, las construidas antes de 1980.
Sí, en efecto. Se dice que fue por las elecciones de los estados federados, que tuvo connotaciones electoralistas. No lo sé, tal vez sí. Pero las paró. Me sorprendió, no te lo oculto.
En estas cosas los alemanes te sorprenden. El sábado 12 de marzo, el día después del accidente de Japón, se manifestaban unas 60 mil personas en Berlín. ¡Sesenta mil! Merkel no ha tenido ningún reparo, ni ningún problema, cosa muy rara en un político institucional aunque sea prusiano, en cambiar de opinión, y eso que lobby nuclear alemán también ejerce su influencia. Lo suyo no es la prudencia precisamente.
Te recuerdo que a principios de 2011 mantenía posiciones muy distintas, hablaba de alargar la vida de las centrales. Puede ser que haya obrado así por motivos electorales, pensando en futuras coaliciones para el gobierno de algún land, pero no deja de ser sorprendente e interesante.
Para el gobierno de algún land o para el gobierno federal. Creo que los Verdes actuales están dispuestos a extrañas alianzas contra natura.
Sí, tal vez pensara también en el gobierno federal.
Aún más, a principios de mayo se anunció que el gobierno Merkel quería adelantar el plazo de paralización de todas las centrales alemanas. Se habla de abonar la investigación de energías alternativas con 5.000 millones de euros.
¿Antes entonces que en 2022? No está mal.
Eso se ha dicho.
Déjame recordar que no hace muchos años decían que estábamos locos cuando exigíamos su cierre, que éramos unos irresponsables indocumentados. No era eso, no eso por lo que parece.
Se señala incluso que Alemania quiere abandonar la era atómica, que renuncian a un paisaje de ruinas después de la batalla nuclear.
No está nada mal, nada mal. Estar activos hoy contra la radiactividad tiene sus pequeños-grandes logros.
Tampoco está mal las noticias que llegan de Bélgica ni de Suiza.
Tampoco, lo contrario es más cierto.
En Suiza, con cinco centrales, en septiembre de 2011, el Parlamento aprobó el abandono progresivo de la energía atómica conforme las centrales cumplan su vida útil. Ninguna más se va a construir ni tampoco parece que se vaya a renovar el permiso de alguna de ellas.
Sí, y en Bélgica los seis partidos que negociaban en octubre de 2011 el futuro gobierno acordaron olvidar el programa que preveía tener sus siete reactores a pleno funcionamiento hasta 2025. Han acordado cerrar los tres más viejos en 2015 y volver a lo acordado en 2003, un plan que se cambió en 2009.
Aquí, en España, en cambio…
Aquí, el señor Zapatero decía que él estaba a lo que dijeran las autoridades japonesas. De risa por no decir para llorar. Se oye tantas veces esta excusa. Hablas de normas, de criterios, y suelen decir: esto es competencia de la Unión Europea; ya está, a otra cosa. Nadie quiere ninguna responsabilidad.
Aunque sea otra cosa muy distinta. ¿Qué opinas de Garoña? Han alargado su vida un par de años más y su tecnología es parecida a la de los reactores dañados.
Es un reactor de la General Electric obsoleto.
Qué debería hacerse responsablemente en tu opinión
En primer lugar revisar. Es muy improbable un movimiento sísmico en esa zona. Pero, como siempre, otra vez aparece el tema de los riesgos seculares o los riesgos en los últimos 500 años. No creo que en Castilla haya habido muchos terremotos en el valle del Ebro, pero no sé las inundaciones máximas que pueda haber tenido este río, hasta dónde han podido llegar porque alguna catástrofe, históricamente, puede hacer sucedido. La central está en un valle. Habría que saber qué puede pasar allí, cual ha sido el mayor riesgo histórico. Otro punto es que este tipo de central, según los técnicos, son muy criticadas en el sentido de que la contención es muy débil, muy precaria, el edificio exterior estalla fácilmente.
El reactor, como decías, es de General Electric y en Estados Unidos ya se dijo hace 40 años que conllevaban muchos riesgos.
Sí, así se manifestó la comisión reguladora nuclear americana. La contención sólo es una, la que rodea al reactor, y no es de un grosor exagerado, y luego está la vasija que me parece que es de pocos centímetros de acero. Los técnicos que conocen el tema dicen que no es ni mucho menos el mejor diseño.
Y esto, curiosamente, ha pasado cuando en España se ha alargado diez años más la vida del reactor de Cofrentes.
Que también es de agua hirviendo y de General Electric y está a unos 200 kilómetros de una zona sísmica, la de Murcia.
Sí, y además está la ley de energía sostenible y el cambio introducido en la ley gracias a la inestimable colaboración del señor Duran i Lleida.
El presidente de UDC —Unión Democrática de Cataluña, un partido cristiano-demócrata aliado a Convergencia— es muy amigo del átomo; y sus amigos convergentes ni te cuento. Y encima quieren que los residuos se vayan a Andalucía.
Sí, donde los niños, según el señor Mas, cuando hablan castellano apenas se les entiende. Nosaltres, els catalans, les centrals…
Y los residuos pa los andaluces, que como no trabajan y viven del cuento y de subvenciones, y se van a la feria con el dinero de los catalanes, pues ya se sabe. Quina barra! Y todo lo anterior, pensado, dicho y formulado desde una habitación de lujo del Palace de Madrid. ¡Aquí no hacen faltan los subsidios!
Es insultante, como cuando Frau Merkel habla despectivamente de la falta de esfuerzo y trabajo de los países mediterráneos, que, según ella, viven en continua fiesta. Volvamos a Garoña.
Es una central vieja, como antes decíamos con un diseño obsoleto. Volvemos de nuevo a la cuestión de la generación de residuos nucleares y a los problemas inherentes. Cuando sucedió el accidente de la Isla de las Tres Millas, no fue por ningún terremoto. La cuestión es la energía nuclear; no todo se puede prever digan lo que digan. Esta es una tecnología en la que pueden suceder muchas cosas y luego, no olvidemos, militarmente son muy vulnerables.
Como antes comentábamos ninguna de las centrales alemanas ha superado el test de un ataque terrorista o de un accidente aéreo. Curiosamente, la presidenta del foto nuclear español, María Teresa Domínguez, que se puso como una moto cuando conoció la posición alemana, habló pocos días después de la gran seguridad de las centrales: ocurrían terremotos, tsunamis, lo que se quisiera, y las centrales seguían vivitas y coleando.
El argumento favorito de toda esta gente es que la radiactividad no daña. Es como las placas de unas radiografías. No tiene nada que ver. Ni el tipo de radiación ni la intensidad ni lo que ocurre a largo plazo Yo no sé si son unos cínicos totales, si nos toman por tontos —o lo son ellos—, o qué es lo que hay detrás aunque, razonablemente, podemos pensar lo peor.
¿Quién les puede creer sabiendo lo que pasa? Dijeron también que no pasaba nada y cada día asistíamos a una película real con la explosión de un reactor en Fukushima. Todo era muy, pero que muy seguro. Por favor… No hace falta ser un experto, es una cuestión de sentido común.
Y con los años no han variado el discurso. Siguen erre que erre, con la seguridad y certeza del fanático.
El guión no ha variado. Tendrían que contratar a algún asesor de imagen o un escritor con buena pluma porque están diciendo siempre lo mismo. Con el accidente de las Tres Millas, con Chernóbil, con Ascó. Se ocultan los resultados, sea un accidente grave o pequeño. Se informa poco. Salió un señor del CSN, un portavoz de radioprotección, que es un gran comunicador, muy cuidadoso en sus comentarios, sin comprometerse en nada.
Alguno más del Ciemat ha salido diciéndome que no conocía las normas de Estados Unidos. ¡Imagínate, no conoce las normas del país que tiene más centrales del mundo!, unas normas que están en el origen de las normativas de la mayoría de países. No se lució; no deberían contratarlo.
El discurso es el mismo siempre.
No hay peligro, el reactor ha estado controlado siempre, no hay problemas para la salud, las medidas son muy eficaces, y mientras tanto explotaron reactores y aumentaba la radiactividad. Siguen diciendo lo mismo, nunca hay problemas. Con Ascó, con Vandellós, lo mismo, siempre lo mismo. Las frases son muy parecidas. Un guión que cabe en media página y que se va repitiendo con gran aplomo un día tras otro. El mensaje central: necesitamos la energía nuclear porque sin ella nuestra sociedad se hunde. Lo repiten una y mil veces más, hasta nuestro agotamiento.
Y los que estamos en contra somos unos arcaicos, unos indocumentados y unos tecnofóbicos.
Exacto. Sin energía nuclear volvemos a la edad de piedra. Estar en contra es ser un radical trasnochado; vamos, lo de siempre. Cuanto menos, podrían cambiar el discurso. Necesitan un camuflaje mejor, un diseño más ajustado.
Pero insisten.
Insisten, es como la religión. De hecho, es su religión, interesada desde luego. El que cree, cree, y ya está. El que cree que son buenas tecnologías, que es una buena opción, le puedes decir lo que quieras, dar datos, argumentar con detalle, pero no cambia de opinión. Impasible el ademán e inalterable la creencia. La persona que piensa un poco, sin anteojeras y con honradez intelectual, enseguida se da cuenta de la situación.
Vuelvo a Japón. Hay allí más de cincuenta nucleares…
Después de Estados Unidos y Francia, es el país con mayor número de centrales. Con una diferencia grande. Si miras un mapa de instalaciones nucleares, tú ves que tienen unas cuantas en la costa Este y otras en la Oeste pero USA tiene casi 10 millones de km2 y Japón tiene algo menos de 400 mil. Estados Unidos tiene 300 millones de habitantes, y Japón tiene unos 130 millones. Es una densidad enorme.
No hay ningún país que tenga tanta densidad de nucleares en tan poco espacio.
Y que tengan tan concentrados los reactores en plantas de seis o siete reactores. Es una característica única.
Lo que incrementa los riesgos.
Exacto. Mira Rusia, tiene 31 centrales, muchas menos que Francia, pero en un espacio inmenso. Y en Estados Unidos ocurre algo similar. Es evidente que algunas están en el estado de Nueva York, en zonas bastante pobladas, pero Estados Unidos no tiene una densidad de población como Japón. Si tienen que organizar una evacuación, hay espacio para ello. Pero en Japón, ¿dónde llevas a la población?
Déjame hacerte unas preguntas finales para resumir la situación. Douglas Lummis, de CounterPunch, entrevistó en marzo a Hirose Takashi, un científico japonés que ha escrito mucho sobre la industria nuclear y el complejo militar-industrial. Su libro más conocido es Centrales de energía nuclear para Tokio. Defiende en él un argumento que tú has usado alguna vez: si los partidarios están tan convencidos de que lo nuclear es seguro, ¿por qué no construyen las plantas nucleares en la ciudad en lugar de hacerlo a cientos de millas de distancia perdiendo una importante cantidad de electricidad en las líneas de tensión?
Es un buen argumento. Me reafirmo en él.
En la entrevista, también coincidía contigo en otro punto: si yo fuera el Primer Ministro Kan, que era entonces el primer mandatario nipón… tras el emperador, sostenía, “ordenaría que hagan lo que hizo la Unión Soviética cuando explotó el reactor en Chérnobil; la solución del sarcófago, enterrar todo bajo cemento, poner a trabajar a todas las compañías japonesas de cemento, y echar todo el cemento encima desde arriba. Hay que asumir el peor escenario posible”.
Me alegra la coincidencia. Yo también pensé enseguida que era lo más razonable, lo que debía hacerse. ¿Por qué no se hizo inmediatamente? Seguramente, porque hacerlo hubiera significado firmar el decreto de defunción de la industria nuclear. También de eso hemos hablado antes un momento.
¿Nos puede afectar a nosotros el desastre de Fukushima?
Aquí lo que llega a través de la atmósfera es muy poco. Lo que no sabemos es cómo evolucionará porque sigue emitiendo radiactividad y son cuatro reactores. Desde el punto de vista cuantitativo puede ser más importante que Chernóbil. Aún así, hoy por hoy, en el momento en que hablamos, septiembre de 2011, en España, no debemos preocuparnos por el aire.
El problema radica más bien en toda la cantidad enorme de radiactividad que se ha estado vertiendo en el mar. Aquí hay isótopos de todo tipo, cesio-137, estroncio-90, plutonio y muchos otros que a nosotros nos pueden llegar a través de la cadena alimenticia.
¿Cómo puede llegarnos esta contaminación por alimentos?
Yo creía hasta no hace mucho que las exportaciones alimenticias de Japón eran poco importantes, pero resulta que exportan 3.000 millones de euros en comida al año. Pero el problema no es sólo lo que exporta Japón, sino que lo que se está vertiendo en el mar se incorpora en las llamadas cadenas tróficas largas. En tierra son cadenas tróficas cortas y se quedan en el mismo territorio, como el yodo en la leche.
Las cadenas largas marinas empiezan en el agua, las moléculas contaminantes presentes en el agua pasan al plancton, del plancton pueden pasar a los invertebrados, de éstos a los vertebrados, de estos últimos a los vertebrados carnívoros y, finalmente, a los humanos que nos encontramos en la cima de la cadena trófica..
Además las concentraciones en cada eslabón de la cadena —cada especie— se magnifican porque estos seres vivos las van bioacumulando. Los peces predadores como el atún o el pez espada concentran cantidades muy grandes de estos contaminantes. Encima muchos de ellos son migratorios y no sabes exactamente que recorrido han realizado.
¿Crees que aquí en España se vigila suficientemente?
Es una buena pregunta. Los pesqueros españoles faenan desde el polo norte al polo sur. Incluso muchos pesqueros que son gallegos, por ejemplo, no están matriculados en España, sino en el Reino Unido, en Argentina. Por lo tanto, ¿de dónde viene el pescado? Además hay un problema que a mí me ha indignado bastante y es que la Unión Europea, tras el accidente de Fukushima, ha vuelto a subir los niveles de radiación permitidos en los alimentos mediante la reactivación de un decreto que se promulgó poco después de Chernóbil. Quedan anulados con ello los niveles que se aprobaron en 2006 y se aceptan unos niveles de radiactividad tres veces superiores en la leche, o aún más en muchos productos alimenticios vegetales o animales. Esto ha sido aprobado por la Comisión Europea, no desde los organismos de Sanidad.
¡Para morirse!
Sí. Un ejemplo que vale la pena tener en cuenta: yo estoy en el comité científico de nuevos riesgos para la salud de la Unión Europea y no nos han dejado decir nada sobre este tema, se lo ha guisado y se lo ha comido el comité de radioprotección que está directamente ligado a Euratom. Por lo tanto, la decisión de estos niveles, de estos umbrales de seguridad, está en manos de ingenieros, físicos nucleares, vinculados a la industria. Como decíamos antes, para morirse y no plácidamente.
¿Se puede hacer algo?
No puedes hacer nada. Ante esto estamos indefensos, no puedes dejar de comer ni comprobar tú mismo la radiactividad. Es un timo. Hace unos meses decían que los alimentos en Japón no habían llegado a los niveles máximos de radiactividad y ahora resulta que lo que entonces podía ser superior ahora es aceptable y, por lo tanto, se comercializa.
Se ha llegado a extremos en que estas normas actuales de la Unión Europea permiten más radioactividad que las normativas japoneses, que ya son bastante laxos en este tema. Absurdo, irresponsable, inadmisible.
En Estados Unidos, donde en principio no cambiaron los niveles de radiactividad permitidos en los alimentos, eliminaron leche con cantidades de radiactividad que aquí se permiten. Pero todo esto pasa desapercibido. Y a nivel de ciudadano no puedes hacer nada. Para mí el problema más grave es el pescado. No creo que se importen verduras aquí.
¿Hasta cuando crees que se debe mantener la alerta?
No se sabe. Pueden ser años incluso, porque no sabemos ahora como acabará. Es la diferencia entre Fukushima y Chernóbil. Fukushima es un Chernóbil a cámara lenta, insisto en la imagen.
En Chernóbil hubo una explosión y en pocos días se expandió la radiación; en Japón sigue expandiéndose día tras día aunque digan que no, que todo está controlado. De hecho, ya no lo dicen. Desde el primer día hay mucha radiación y siguen las emisiones. El cuadro final tardaremos mucho tiempo en poderlo ver. Esperemos que no vaya a peor.
¿Cómo afecta al medio ambiente un desastre cómo este?
Es difícil de saber. Está muy bien estudiado cómo afectan estos fenómenos a la salud humana y la transferencia a través de las cadenas tróficas. Pero poco se sabe de lo que le pasa al ecosistema. Seguro que hay especies mucho más sensibles que el resto, pero lo que más me preocupa es el impacto en los humanos.
Voy finalizando con estas palabras, también de Ulrich Beck, que yo mismo te he escuchado a ti alguna vez: “Desde el siglo XVIII, lo que se había logrado era alcanzar un consenso sobre los riesgos tempranos de la era industrial en la medida en que tales riesgos se basaban en un sistema de compensación anticipada de sus consecuencias: cuerpos de bomberos, compañías de seguros, atención psicológica y sanitaria, etcétera.
La conmoción que embarga a la humanidad, vistas las imágenes del horror que nos llegan de Japón, se debe a otra idea que se va abriendo paso: no hay institución alguna, ni real ni concebible, que esté preparada para la catástrofe nuclear máxima y que sea capaz de garantizar el orden social, cultural y político incluso en ese momento decisivo”.
En mi opinión, un certero resumen, un buen final. Real como la vida misma, como la historia humana; Fukushima lo ha mostrado con claridad. La incapacidad de una gran corporación, TEPCO, y del gobierno de la tercera economía del mundo ha sido manifiesta.
¿Qué lecturas podemos y debemos sacar de lo ocurrido en Japón?
La humanidad siempre ha vivido al albur de fenómenos naturales destructores. Sin embargo, cuando estos fenómenos acontecen en sociedades altamente tecnológicas, cual ha sido el reciente seísmo y maremoto de Japón, las consecuencias para la población adquieren características y dimensiones inéditas. El accidente del complejo nuclear de Fukushima acabará siendo el mayor desastre de la industria atómica.
El desarrollo de los eventos acaecidos constituye, debe constituir, un modelo de estudio cardinal sobre las políticas de prevención de riesgo y de la vulnerabilidad intrínseca de tecnologías como la nuclear publicitadas como esencialmente seguras. Ello incluye, permíteme que insista, la falaz comunicación de la situación y de los riesgos a la población y a los medios.
La TEPCO, la NISA y el gobierno japonés han informado sobre el accidente según el clásico guión de que todo estaba bajo control y de que no había riesgo para la salud debido a la baja radiactividad emitida. Lentamente han ido incrementado la gravedad de la situación, forzados por los datos provenientes de organismos de otros países, hasta admitir a finales de mayo lo que se sabía desde el inicio del accidente: que el núcleo de los reactores 1, 2 y 3 estaba fundido y que las vasijas de contención presentaban roturas que permitían la pérdida de combustible. La radiactividad emitida a la atmósfera y vertida al mar era ingente, se sabía, y se había detectado en al aire ya a finales de marzo en EEUU y luego en Europa.
¿Cómo hemos llegado a esta situación tecnológicamente catastrófica?
A través de un proceso de evaluación de riesgos incorrecto, fallido o intencionalmente falseado. Aunque no exclusivo de Japón, es bien conocido que ese país posee una larga historia de accidentes nucleares ocultados e informes falsificados.
El más ilustrativo, entre otros, fue el de la planta de Kashiwazaki, hemos hablado de él, que falsificó los datos de daños estructurales y vertidos radiactivos ocasionados por un terremoto de magnitud 6,8 en 2007, a causa del cual tuvo que cerrar más de dos años. Antes, en 2002, ya había ocurrido una acción similar.
El punto central es que esta planta, al igual que la de Fukushima y otras, se habían construido aseverando que resistían los seísmos y los maremotos más potentes que ocurren en Japón. La historia y la paleosismología documentan que fenómenos de intensidad similar al actual (entre 8 y 9) han acontecido en numerosas ocasiones incluso en el Mediterráneo.
¿Puede afirmarse entonces que el proceso de identificación y análisis de riesgos fue subestimado?
Puedes hacerlo. Fue negligente y dominado por los intereses económicos frente a la protección de la población. Ello incluye que al evaluar los riesgos es imperativo ponderar las incertidumbres del proceso, que usualmente son mayores que las certezas.
En una tecnología compleja como la nuclear ello lleva a riesgos para la salud de la población inasumibles. Los graves efectos de la irradiación interna por incorporación de radionucleidos representa el aspecto más grave.
Es inexacto y engañoso hablar de “niveles aceptables de exposición externa” cuando el problema es la interna. Los promotores de la industria nuclear afirman que las dosis bajas -inferiores a 100 mSv- no producen efectos, cuando los datos científicos reportados -por ejemplo, por el informe BEIR VII de la Academia de Ciencias de EEUU- han concluido ya hace años que no hay dosis de radiación segura por pequeña que sea.
Después de agradecer tu esfuerzo y generosidad, puedo finalizar con unas palabras de Kenzaburo Oé.
Me complace que lo hagas.
Con las palabras del Premio Nobel japonés: “Hace no mucho, leí una obra de ciencia-ficción en la que la humanidad decide enterrar cantidades ingentes de residuos radiactivos en las profundidades subterráneas. No saben de qué modo deben advertírselo a la generación futura, a la que se le dejará el cometido de deshacerse de los residuos, ni quién debe firmar la advertencia. Desgraciadamente, la situación ya no es un tema de ficción.
Estamos endosando, unilateralmente nuestras cargas a las generaciones futuras. ¿Cuándo abandonó la humanidad los principios morales que nos impedían hacer algo así? ¿Hemos superado un punto de inflexión fundamental en la historia? […] Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la derrota de Japón en la II Guerra Mundial y la subsiguiente ocupación del país por las fuerzas aliadas tuvieron lugar durante mi niñez. Todos éramos pobres. Pero cuando se dio a conocer la nueva Constitución me impresionó la repetición de la palabra “determinación” en su preámbulo.
Me llenaba de orgullo saber que los mayores tenían tanta resolución. Hoy, a través de los ojos de un hombre mayor, veo Fukushima y las difíciles circunstancias a las que este país se enfrenta. Y sigo teniendo esperanza en una nueva firmeza del pueblo japonés”.
Yo también mantengo esa misma esperanza. En el pueblo japonés y en todos los ciudadanos comprometidos e informados del mundo. En todos ellos, en todas ellas.
Notas:
[2] Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2014/03/cuestion-nuclear-irani-depende-de-pruebas-que-eeuu-quiere-mostrar/
[5] Una investigación de Reuters localizó hasta 733 empresas ejerciendo como subcontratas en la zona.
[6] Mari Saito, “ El regulador critica al operador de Fukushima por la lectura de radiación.” http://es.reuters.com/article/idESMAEA1B01X20140212
[7] Eduard Rodríguez Farré y SLA, Casi todo lo que usted deseaba saber algún día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente , Barcelona, El Viejo Topo, 2008.
[8] E l Bq mide la cantidad de radiactividad contenida en una muestra dada de materia, correspondiendo “un becquerelio a aquella cantidad de elemento radiactivo en la que ocurre una desintegración atómica por segundo.”
[9] ERF y SLA, Ciencia en el ágora, Barcelona, El Viejo Topo, 2012.
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