Con el resurgimiento de la intensa actividad terrorista en Siria, Irak y el Líbano, la “Crisis Siria” entra en una etapa indeterminada. Ha dejado de funcionar bajo ese cómodo y permisivo rótulo de guerra civil acuñado erróneamente desde un comienzo por la alianza de países formada para intervenir en Siria.
Esperando el desenlace conocido en Egipto, Túnez, Libia y antes en Irak, con el derrocamiento de los gobiernos, se insistió en el tema de la guerra civil.
Con el rápido ascenso de la actividad terrorista el concepto comenzó a desvirtuarse donde a sabiendas de Naciones Unidas, muchos de los países de esa alianza facilitaron la llegada de miles de terroristas.
Lo de guerra civil ha tenido el tinte de instrumento de propaganda para justificar el derrocamiento de un gobierno con una intervención inédita: La principal actividad bélica se redujo a una lucha entre el gobierno Sirio y diversas organizaciones terroristas acogidas en un plan de intervención extranjera; hay que decirlo, sin la aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y por el contrario, con tres países miembros permanentes de ese consejo, como Estados Unidos, Reino Unido y Francia, influyendo en la posibilidad de que la actividad terrorista apoyara el derrocamiento del gobierno Sirio.
Debido a la variedad de causales y situaciones nuevas que se produjeron y que provienen de una misma matriz conceptual – la aspiración de supremacía en algunas potencias globales y regionales-, el tema hoy no es Siria en particular.
Más ajustado a la realidad es señalar una lista de situaciones políticas críticas que es larga.
A modo de resumir, desde la partida es la crisis existencial de una región intervenida históricamente en demasía por potencias extranjeras.
De ese escenario confluyen una serie de realidades que el arreglo transicional post guerra fría no ha podido manejar por la carencia de un sistema institucional en donde la Organización de Naciones Unidas ha demostrado el mayor déficit político.
Las situaciones son todas críticas, una más que otra con su complejidad particular aunque están entrelazadas. Es con Irán y su rol de potencia regional acosada por la Alianza Transatlántica.
Es con Arabia Saudí intentando convertirse en poder regional para salvar su Monarquía en proceso terminal. Es la crisis de Israel por haber cambiado los principios de su fundación de democracia a un estado de tipo fascista.
Es el déficit en la comunidad internacional por no haber podido crea en 67 años un estado Palestino sin condiciones. Es la guerra fría incesante y sus dividendos inmanejables por la geopolítica, es el eje del poder instalado en las naciones más poderosas por la supremacía.
Y el tema que engloba las anteriores, es el capitalismo en crisis.
Este contexto apuntado someramente, ha desbordado a la llamada Crisis Siria. El dilema no es “entre una dictadura y la anarquía” como lo señalan muchos medios.
Un corresponsal de Radio Francia Internacional el martes pasado lo afirmó enfáticamente en una radio de Santiago como si fuera un mensaje de la cancillería francesa.
Por conveniencia propagandística, los que diseñaron el plan de derrocar al presidente Sirio, sabiendo que el contexto era más complejo y ramificado, redujeron el tema a Siria y un sistema de gobierno.
La coalición de oposición al gobierno Sirio fracasó en su intento en derrocar a Bashar al -Assad y asimismo fracasaron los que la apoyaron. Resulta absurdo que esta coalición condicione su participación en la conferencia de Ginebra II a la renuncia del presidente Sirio.
Lo han manifestado varias veces y ha sido el predicamento de Estados Unidos. Después que han sido derrotados en el plano bélico y sobretodo en el político, la demanda es una agresión a la cordura aunque retrata lo viscoso de la negociación y abre más incertidumbre.
Un periodista fogueado en lides complejas contra dictaduras cuando desaparecían periodistas y que sigue el tema, me deja caer una frase: “Bashar al Assad ha podido resistir y mantener al estado Sirio. Pero tengo el pálpito que los Estados Unidos se lo van a timar”.
A pesar de los serios avances del Ejército Árabe Sirio contra el terrorismo y una oposición armada cada vez menos gravitante en comparación con las diversas organizaciones terroristas que operan en clave Yihad, en los últimos artículos del New York Times y de otros medios de gran alcance acoplados a la idea de derribar al gobierno, se desliza siempre la renuncia del presidente Sirio como el elemento de inflexión para acabar con la guerra.
No podía expresarse de otra forma la frustración de un plan fracasado después de 34 meses.
El presidente Bashar al Assad no fue derrocado ni el estado Sirio se ha desintegrado.
No obstante, la situación diezmada debido a tres años de guerra, la existencia del estado Sirio es la razón de ser para que se realice una conferencia por la paz como Ginebra II.
Esa es la paradoja. Se articuló un plan para derrocar un gobierno y de paso casi se destruye un estado por destruir una institucionalidad – la del gobierno Sirio- que no es aliada a los objetivos de un polo de poder, la Alianza Transatlántica que lidera Estados Unidos.
El papel de las corporaciones transnacionales y la institucionalidad que las respalda, no escapa a la responsabilidad de haber contribuido al actual estado de situación en Siria, especialmente por la batalla que se constata en el mundo corporativo energético para posicionarse en zonas estratégicas como las que representan Siria e Irak (1).
El modelo de estados de excepción, estará siempre incubándose para que los países de la Alianza Transatlántica consoliden el proyecto de formar ese “gran medio oriente” previsible y controlable, para los criterios de globalidad sólo manejables desde el mundo corporativo del capital transnacional.
La Crisis Siria obliga a hacer un esfuerzo extra para encontrar una línea argumental y ver si existe coherencia en un proceso que aún parece inexplicable, especialmente con los responsables principales que durante dos años y medio han intentando derrocar un gobierno con un evento bélico descontrolado usando el terrorismo.
En este episodio dramático y devastador de casi tres años, se expresa la crisis del estado liberal en el plano internacional. Al observarla, la contracción analítica y el binarismo de buenos y malos, es patético.
Los medios acoplados en la asonada contra el estado Sirio, comparten una responsabilidad demoníaca en ese simplismo.
Al final forman parte del aparato operacional de ese gran capital internacional corporativo que ha movido los hilos en forma muy inteligente para no aparecer con responsabilidad directa en esta crisis indeterminada.
Es una gran incógnita anticipar lo qué sucederá con Siria.
Lo que sí observamos es un cuerpo de hitos de un período en que las reglas del juego en política internacional han sido radicalmente distorsionadas para hacernos creer que los problemas arrastrados por las colonizaciones en el Medio Oriente, el Golfo Pérsico y los países árabes, estaban superados.
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)