Para la gran mayoría de los habitantes del Medio Oriente y Europa, la victoria de Ariel Sharon pone fin al proceso de paz.
Para sus partidarios, la ultraderecha y los extremistas judíos, sólo un ex general firme puede lograr un acuerdo duradero.
Sin considerar la verdadera agenda de Sharon, no obstante, su credibilidad será sometida severamente a prueba por las declaraciones de una pasada participación en crímenes de guerra.
Con la tolerancia que existe hoy por aquellos que abusan de los derechos humanos, es probable que el expediente de Sharon provoque el desconcierto internacional.
En cualquiera discusión hay varios incidentes en el pasado de Sharon. Hasta el año1948, formó parte de la organización terrorista Haganá que después dio origen al ejército israelí.
El año 1953, una fuerza bajo su mando atacó por sorpresa Qibya, una aldea en la Margen Occidental, matando a más de 60 habitantes.
El historiador israelí Benny Morris escribe que la unidad de Sharon recibió las órdenes de llevar a cabo una "destrucción y muerte total".
La autobiografía de Sharon reconoce que se dio muerte a civiles en Qibya, pero califica las muertes a un error. Según el Derecho Internacional, Sharon podría ser enjuiciado por crímenes contra la humanidad, por la muerte sistemática y premeditada de civiles durante la guerra.
Otro momento macabro del historial de Sharon tuvo lugar durante la invasión de Líbano en 1982, cuando éste era ministro de Defensa y principal arquitecto de la campaña. Durante tres meses, las fuerzas israelíes sitiaron el sector occidental de Beirut, sometiéndolo a intenso bombardeo.
En esa época, un corresponsal de The Washington Post escribió que el ejército de Sharon sometió a la ciudad a un "castigo tan intenso e indiscriminado que el resultado fue el terror".
Decenas de miles de civiles libaneses murieron en el proceso.
Destacados periodistas israelíes ofrecen evidencia de la responsabilidad de Sharon en la penosa situación de Beirut. Zeev Schiff y Ehud Yaari escriben que en junio de 1982 Sharon ordenó a sus oficiales que "ni un solo vecindario terrorista debería quedar en pie", aun cuando éstos albergaban a 85 mil civiles (Quince años más tarde, el Tribunal Penal para la ex Yugoslavia (TPIY) acusó al líder serbio bosnio Radovan Karadzic por un asalto similar en Sarajevo, aun cuando soldados musulmanes bosnios estaban estacionados en toda la ciudad).
Otro caso -las célebres masacres de Sabra y Shatila- ocurrió del 16 al 18 de septiembre de 1982, al final de la batalla por Beirut. Soldados israelíes bajo el mando de Sharon y los falangistas, una milicia libanesa aliada de Israel, recibieron la expresa orden de este general para acabar con todo ser viviente en los campos de refugiados palestinos mientras las demás fuerzas israelíes montaban guardia.
De acuerdo con inteligencia militar israelí, los pistoleros falangistas dieron muerte a 700 u 800 civiles, pero fuentes palestinas estiman 3 mil muertos.
El periodista de The New York Times, Thomas Friedman, vio a "grupos de hombres jóvenes, de 20 y 30 años, quienes fueron puestos en hilera contra los muros, atados de manos y pies, y luego fueron abatidos al estilo del hampa".
Para calmar la indignación mundial por los crímenes cometidos, los israelíes formaron una comisión investigadora llamada Kahan, la cual decidió en 1983 que el Sharon tuvo "responsabilidad indirecta" por las masacres y lo castigó severamente por su participación.
El escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, en 1982, escribió bajo el título "Beguin y Sharon, Premio Nobel de la Muerte": "Si existiera el Premio Nobel de la Muerte, este año lo tendrían asegurado sin rivales el mismo Menájem Beguin y su asesino profesional Ariel Sharon" (Notas de Prensa, 1980-1984, Editorial Sudamericana).
Sharon es también considerado criminal por sus propios aliados.
El 9 de febrero de 1999, el entonces presidente israelí Ezer Weizman, respondiendo críticas de Sharon a raíz de su encuentro con un líder palestino, dijo que "vosotros también tenéis las manos teñidas con sangre palestina" (Agencia EFE y diario El Mercurio, Santiago de Chile, 10 de febrero de 1999).
En 1985, un análisis en la revista norteamericana Military Law Review afirmó que Sharon tuvo una "responsabilidad de mando" por los asesinatos (En 1999, el ex líder serbio Slobodan Milosevic fue acusado por el TPIY de acuerdo con una cláusula similar por los supuestos crímenes de Serbia en Kosovo).
Durante la Guerra Fría, los hombres como Sharon tenían poco que temer del procesamiento legal internacional. Aunque los signatarios de la Convenció de Ginebra tenían la obligación de perseguir a los criminales de guerra, a pocos países se podía molestar. Pero en los últimos años los activistas por los derechos humanos han cambiado la práctica legal internacional.
Asimismo, tribunales especiales de la ONU para Yugoslavia y Ruanda han demostrado cada vez más que son capaces de atrapar, enjuiciar y encarcelar a criminales de guerra.
Lo más triste es que este hombre se atreve a pronunciarse por la paz.
No sabemos que paz quiere, quizá la paz de su estrecho aliado el rabino más influyente de Israel y líder del poderoso partido político Shas, Ovadía Yossef: "Es un pecado no votar por Sharon", declaró este rabino autor de tristes frases como "víboras" a los palestinos y "Barak trae serpientes a nuestro lado.
Respecto a esos árabes malos, está escrito en el Talmud que Dios lamentó haberlos creado" (Jerusalem Post, El Mercurio, Agencias, 7 de agosto de 2000).
El diario israelí Maarif, el 4 de febrero de 2001, publicó parte del plan de Sharon, donde señala su intención de asesinar a los lideres palestinos, práctica que hasta hoy día se lleva a cabo y ha significado el asesinato a sangre fría de más de 18 dirigentes palestinos.
Gassan Kanafani