Pablo Gonzalez

Glasgow, en busca de una “nación mejor”

Andy Robinson
La Vanguardia

Los murales de Alasdair Gray en el techo y paredes de Oran Mor, una vieja iglesia reconvertida en restaurante y teatro en el bohemio West End de Glasgow, son una obra en construcción. 
 
A los 78 años, el autor de Lanark aprovecha cualquier descanso entre las bodas y fiestas que se celebran en la sala superior del edificio para subir los andamios y seguir ampliando su inconfundible universo gráfico, una fusión de lo medieval, del Arts and Crafts y la ciencia ficción.
 
 Cráneos con embriones en el lugar del cerebro, una pareja abrazada delante de un transbordador espacial, rosas y cardos que trepan por la bóveda. 
 
Entremezcladas con ellos, las frases icónicas de la gran novela de Gray (casi desconocida en España aunque una nueva edicion de Marbot en castellano y una primera edición catalana, traducidas por Albert Sola, puede ayudar a divulgarlo) . 
 
Ahora los aforismas de Gray aparecen en el contexto de la campaña por la independencia de Escocia, que Gray, ha defendido con pasión y humor. 
 
La más importante se escribe a lo largo de una de las vigas del techo de Oran Mor, rodeada de figuras astrales: “Work as if you were in the early days of a better nation” (“Trabajar como si estuvieras en los días tempranos de una nación mejor”).
 
 Otra reflexión escrita en la bóveda es un aforismo que Gauguin escribió en un cuadro actualmente en la colección del museo de Boston: 
 
¿De donde venimos? ¿Qué somos?
 
 ¿A donde vamos? 
 
Son las preguntas que se debaten en Escocia a un año de su histórica votación sobre la soberanía y el dia que visité Oran Mor el mes pasado, el escritor estaba sentado en uno de los bares debatiendo con un grupo de amigos a ala espera de alguna oportunidad de seguir pintando.

Gray es el más destacado de un nutrido grupo de escritores que se han identificado estrechamente con la campaña en favor del SÍ en el referéndum sobre la independencia aunque todos ellos se distancian del Partido Nacionalista Escocés (SNP). 
 
Incluyen a James Kelman, Irvine Welsh, Iain Banks (antes de su muerte este año) así como el principal representante de la novela negra escocesa – la llamada tartan noir- William McIlvanney. 
 
El apoyo al “yes” es mucho más amplio en la comunidad cultural escocesa, desde teatro y cine a literatura, que en la calle, donde solo uno de cada tres escoceses dice que votaría en favor de la independencia. 
 
 “En general, los artistas están mas dispuestos a plantar cara al proyecto de miedo que es el mensaje de la campaña NO, que insiste en que el impacto de la secesión seria desastrosa para un país que va relativamente bien en el Reino Unido”, escribe Joyce McMillan en The Scotsman. 
 
Aunque también es cierto que la comunidad artística se beneficia más que nadie del rechazo del gobierno del SNP a los recortes del presupuesto de cultura impuestos por los tories en Londres.

Lo cierto es que la campaña del SÍ se encuentra en vía muerta, con el mismo apoyo del 30% con el que contaba cuando se anunció el referéndum hace un año. 
 
Ahora que falta un poco más de un año para celebrar el plebiscito, se pretende inyectar algo de pasión a la campaña.
 
 Por eso, Alex Salmond, el primer ministro escocés y la cara más visible de la campaña del Yes, ha dejado entrever que quiere convencer a escritores –concretamente, McIlvanney, el novelista predilecto del líder del SNP que admira sus retratos duros y tiernos de Glasgow - para que ayuden a redactar la legislación sobre el referéndum que se presentará en el otoño en el parlamento escocés.
 
 “Salmond necesita una mayor visión; ha sido una campaña muy pragmática y tímida hasta la fecha y no está dando resultados”, me comentó Scott Hames, editor del libro Unstated, una colección de ensayos sobre la independencia de una veintena de escritores, entre ellos Gray y Kelman. 
 
Al igual que el detective humanista Laidlaw de la serie policiaca de McKilvanny, que patea los duros barrios obreros de Glasgow donde la campaña del “Sí” apenas despega en comunidades históricamente laboristas, el novelista quizás puede aportar esta visión popular a la campaña. Kelman y Welsh, inventores del la novela vernácula popular escocesa, con su stream of consciousness expresado en el dialecto de Glasgow desde How late it was, how late (Kelman) a Trainspotting (Welsh), ayudarían también a resucitar la campaña SÍ.
 
 “Los políticos no saben conectar con lenguaje y hace falta una narrativa mucho más ilusionada; esto es lo que hacen los escritores”, dijo Robin McAlpine, uno de los organizadores de la nueva campaña Common Weal que pretende elaborar una visión de socialdemocracia nórdica para la campaña del “Yes”

Pero hay un problema para Salmond en su apuesta por movilizar al tartan noir para inyectar vida al discurso del “sí”. Los escritores son mucho más radicales en su visión de un Escocia independiente que el SNP. Salmond ha intentado combatir el proyecto del miedo de la campaña del NO descafeinando las reivindicaciones independistas para hacerlas mas digeribles. 
 
Defiende la permanencia de la monarquía, la libra esterlina, la OTAN en una Escocia independiente. Pero el puñado de escritores de renombre que apoyan el “Yes”, son casi todos republicanos de izquierdas que rechazan el nacionalismo tal y como lo define el SNP. 
 
“McIlvanney pasa a Salmond muy por la izquierda: 
 
Salmond estaba cortejando a Donald Trump y Rupert Murdoch pero McIlvanney y otros quieren un movimiento de base amplia y socialista”, dijo Hames mientras comíamos en Oran Mor.

Kelman me explicó su posición en un email: “Estoy totalmente opuesto al nacionalismo. Abomino el nacionalismo pero defiendo la independencia”, explica. 
 
Esta posición, añade, “es muy difícil de entender en el Reino Unido pero existe un argumento en favor de una independencia de izquierdas que no es nacionalista; los republicanos socialistas, anarquistas apoyamos la independencia pero NO (sic) el nacionalismo”. 
 
Alasdair Gray coincide con esa posición que plantea la autodeterminación del pueblo escocés como una reivindicación que no es nacionalista sino un principio de soberanía democrática que permitirá que Escocia siga su propio camino hacia el socialismo republicano. 
 
Existe, dice Hames “una enorme crisis de legitimidad política en Escocia que llamamos el Escenario Doomsday ya que tenemos un gobierno en Londres que carece de cualquier mandato en Escocia”.. No hay diputados conservadores en Escocia.
 
 “Cuando McIlvanney habló ante la conferencia del SNP en 1987, calificó a Margaret Thatcher como un “gamberra cultural” lo cual reforzó la idea de que el thatcherismo estaba fundamentalmente enfrentado a las tradiciones comunitarias escocesas”, dice Hames. De modo que, existe un argumento que plantea la independencia como el único escenario en el cual se podrá adoptar políticas progresistas de clase, al margen de cuestiones relacionadas con la identidad nacional.

En torno a esas reivindicaciones de derechos democráticos, republicanos y de defensa de las conquistas sociales, los escritores escoceses quieren resucitar la campaña del SÍ. 
 
El nuevo movimiento del Common Weal creado por la fundacion Jimmy Reid (por el historico lider sindical) empieza a esbozar una visión de una Escocia independiente, republicana que reivindica un modelo nórdico de solidaridad social, sistemas de bienestar y tributación progresiva que pueden reducir la extrema desigualdad que caracteriza la sociedad británica de los últimos 30 años desde la primera revolución neoliberal de Margaret Thatcher. Common Weal ya cuenta con el apoyo de algunos de los novelistas independentistas.

Esta visión de una Escocia equitativa puede ganar votos para la campaña del SÍ. Sondeo tras sondeo ha dejado bastante claro que la opinión publica escocesa defiende valores sociales en mayor medida que la inglesa (Aunque cabe añadir que el rechazo al conservadurismo desregulador en Escocia se comparte en el norte de Inglaterra , donde los tories tampoco cuentan con una base significativa de apoyo). 
 
Curiosamente, esta nueva configuración del independentismo escocés se parece bastante al croquis de un nuevo nacionalismo británico planteado por el joven laborista escocés Gordon Brown en 1975. Brown planteó entonces una identidad británica liberada de lazos peligrosos de etnía excluyente, nostalgia imperial, o folclorismo conservador al plantear que los símbolos del patriotismo británico deberían ser los logros sociales por los que luchó el movimiento laborista, conquistas como la National Health Service, el Estado de bienestar, los sindicatos. 
 
Como escribió Neil Ascherson en el London Review of Books en abril del 2007, esta forma de definir una “nación”, “es admirable porque es fundamentalmente subversivo; el patriotismo que se construye en torno a una institución de reforma en el nombre del pueblo es un concepto republicano”. 
 
Pese a los intentos de Danny Boyle en su celebración del Britishness progresista de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres el año pasado, ha resultado imposible forjar una identidad británica progresista en torno a esas ideas, en parte por la carga de un pasado imperial, en parte por la concentración de la riqueza y de los valores conservadores y neoliberales en el sur de Inglaterra. 
 
Pero, en Escocia –donde existe un escepticismo mucho más extendido respecto a la monarquía y un compromiso mucho mayor con los servicios públicos- puede ser posible.

Una campaña basada en el Common Weal permitiría también superar la banalización de la identidad escocesa en torno a símbolos folclóricos, gaitas, embutido haggis y faldas escocesas de tela tartan (quizás, incluso de categorías literarias como el Tartan noir). Porque cualquiera que llega a Glasgow quedará impresionado por la ausencia de esos iconos tradicionalistas y tópicos en la comunidad imaginada escocesa. 
 
Al llegar a la ciudad el mes pasado a las 10 de la noche, pregunté cual seria el mejor restaurante para cenar y tres personas me respondieron con visible orgullo que Glasgow tiene los mejores restaurantes hindúes del Reino Unido. 
 
Hasta vi en la carta de un restaurante indio en frente del Parque de Kelvingrove un plato de pacoras de haggis (el famoso embutido rebozado en harina de garbanzos con cominos y otras especies indias). 
 
Kelman, uno de los impulsores del movimiento de reivindicación de la cultura escocesa en sus primeras novelas, recoge algo de esa nueva identidad escocesa multiétnica, mas preocupado por los servicios de salud publica para sus hijos que las hazañas del valiente Braveheart, en su nueva novela “Mo Said She Was Quirky” que retrata una madre soltera blanca de Glasgow de clase obrera que se enamora de un joven paquistaní.
 
 Estos son los ciudadanos que la campaña del SÍ, -quizás dotada de una nueva narrativa de inspiración literaria-, debe movilizar si puede albergar alguna esperanza de rebasar el 30% de apoyo actual.

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