Pablo Gonzalez

Juan Manuel Santos no hay pataleo que valga: ganó Nicolás Maduro

Juan Manuel Santos (Bogotá, 1951) lleva 33 meses en la presidencia de Colombia. 
 
Ha pasado el ecuador de su mandato, se acerca el momento en el que debería anunciar si se presenta a la reelección o no, y mantiene una negociación con las FARC, el grupo beligerante más antiguo y potente de América Latina que puede hacerle pasar a la historia de Colombia como el hombre que logró la paz o suponer el fin de su carrera política. 
 
El texto que sigue es fruto de una conversación de media hora con el presidente en su residencia oficial, más dos charlas en su automóvil durante los viajes de ida y vuelta a un evento en el que su gobierno presentó los resultados de sus programas contra la pobreza, la otra gran bandera política de la presidencia de Santos.

La región y la estabilidad de Venezuela

La retirada de la política del expresidente brasileño Luis Ignacio Lula Da Silva y la reciente muerte del mandatario venezolano Hugo Chávez, distinta como era la apreciación que de ambos tenía la comunidad internacional, han convertido a Juan Manuel Santos, lo quiera él o no, lo reconozca o no, en un líder sin cuyo concurso no cabe imaginar arreglo alguno en la región, le digo para empezar la entrevista.

—Yo no me considero un líder de la región. 
 
Ni mucho menos.
 
 Sería muy pretencioso.

—¿Pero sí es consciente de la responsabilidad añadida?

—Entiendo que debo jugar un papel proactivo. Tengo muy buenas relaciones con todos los países; no importa su tendencia ideológica, inclusive con Venezuela, con Chávez y ahora con Maduro, tenemos grandes diferencias en materia de ideología, de forma de ver la vida, la vida económica, el modelo de desarrollo; pero respetando esas diferencias, tenemos una magníficas relaciones y creo que en la medida en que uno pueda contribuir como estamos haciendo en este momento a solucionar problemas y también a estimular políticas que a todos nos convengan, ahí estaremos. 
 
Todos esperamos que la situación en Venezuela se distensione y se normalice.
 
 Una Venezuela distensionada y normalizada le conviene a los venezolanos y a todos los países de la región y estamos haciendo todos los esfuerzos para que eso sea posible.

Más de 2.000 kilómetros de frontera y un historial de tensiones, bordeando la guerra en ocasiones, explican los desvelos con Venezuela del presidente, quien confesó hace un año su preocupación por que si algo le hubiera de suceder a Chávez, la estabilidad del vecino podría venirse al traste y la consiguiente anarquía devendría en desastre para el conjunto de la región.
 
 “Quién me hubiera dicho”, le confesó Santos al venezolano la última vez que le vio en Cuba, “que yo habría de rezar por su salud”.
 
 La situación ahora en Venezuela no hace más que deteriorarse, ayer mismo el candidato de la burguesía, Henrique Capriles Radonski, acusó a Nicolás Maduro Moros, de haber robado la elección, todo indica que en cualquier momento se puede producir un estallido que ningún mandatario de la región desea.

La entrevista se realizó el jueves por la tarde de la semana pasada en la Casa de Nariño, la residencia oficial del presidente de la República. Santos estaba a punto de partir a una cumbre en Lima de UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) esa misma tarde en la que las tensiones postelectorales de Venezuela protagonizaron el encuentro. 
 
El presidente ha hecho gestiones, ha hablado con líderes de la región, se ha movilizado para asegurar un entendimiento que evite el estallido. 
 
¿Es esa la razón del temprano reconocimiento por parte de Colombia del triunfo de Maduro, le pregunto, antes incluso de que el régimen aceptase una auditoría de los comicios por la sospecha generalizada de flagrantes violaciones en el proceso electoral?

—No. El reconocimiento fue producto de la manifestación oficial del Consejo Nacional Electoral, que dijo expresamente que por ley ellos anuncian el ganador cuando la tendencia es irreversible y han contabilizado un número suficiente de votos. 
 
Nosotros tomamos eso como base porque no podía ser de otra manera. Una democracia tiene unas reglas de juego que en la elección pasada fueron exactamente las mismas reglas y se acataron, se respetaron.
 
 ¿Por qué no va a ser lo mismo ahora a pesar de que la diferencia es menor?
 
 Las diferencias pequeñas se han visto en muchos países: México con Calderón, inclusive Bush con Al Gore. Cuando una autoridad respetada por las dos partes da un veredicto, la obligación de todo el mundo es aceptarlo.

—Estados Unidos ha anunciado que si no hay recuento no reconocerá a Maduro.

—No me parece que sea lo más constructivo. 
 
Nosotros esperamos que haya recuento y Maduro, en este momento, ha dicho que sí, que está dispuesto al recuento; hemos tratado de estimular que el recuento se pueda efectuar porque eso distensiona y normaliza la situación.

Aunque ambos hablamos de recuento, las autoridades venezolanas han dejado meridianamente claro que se trata más bien de una auditoría del proceso en sí, cuyo objetivo no consiste en la revisión de los resultados ni tampoco en recontar voto alguno. 
 
Pero en la reunión de UNASUR, efectivamente, se fraguó un consenso que permitió al Gobierno Bolivariano aceptar esa auditoría del proceso electoral tras las sólidas denuncias presentadas por la oposición de Henrique Capriles.
 
No son pocos ni faltos de criterio o peso político los observadores que creen que perder por la mínima es el mejor resultado que ha podido tener éste. 
 
De haber ganado, sin duda la democracia se hubiese anotado un gran tanto, pero instalarle en el poder, y mantenerle en él, con todas las estructuras del chavismo intactas tras 14 años de democracia sí hubiese podido llevar el caos y la inestabilidad a Venezuela y de rebote a toda la región.

—Es una apreciación respetable de quienes dicen eso. 
 
Sí, sin duda alguna a Capriles le fue mejor ahora de lo que le fue hace unos meses: el haber aumentado su votación en términos relativos en forma tan importante, pues es un resultado muy positivo para él.
 
 Sin duda alguna.
 
 Ya en lo otro, son especulaciones donde a mí me queda muy difícil de entrar a juzgar.

—¿Le queda muy difícil por ser presidente de Colombia?

—Pues ni más ni menos. 
 
Y porque no quiero aparecer interfiriendo en los asuntos internos de Venezuela. 
 
Yo lo que sí hago y quiero es que Venezuela esté distensionada, normalizada y que ojala le vaya bien en todo, porque estamos nosotros atados al futuro de Venezuela. 
 
Si allá algo sucede nos afecta inmediatamente a nosotros más que a ningún otro país.

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